sábado, abril 26, 2014

Editar a Trotsky entre tres tiempos



No deja de resultar harto sintomático que un trabajo de la envergadura de Sergi Rosés no haya encontrado otra salida que una voluntariosa autoedición sin apenas respaldo. De hecho, sí este tuviera que redactar un anexo sobre las últimas ediciones, no necesitaría mucho espacio.

Una de las maneras de apreciar el alcance la influencia de Trotsky es a través del estudio de la edición de sus libros, punto tratado en toda su amplitud por Sergi Rosés Cordovilla en “Bibliografía de les obres de i sobre Trotsky editadas a España” ( sergiroses@gmail.com), uno de los últimos grandes gigantes del socialismo cuya principal característica fue la de saber ofrecer respuestas valiosas en los diversos momentos de su trayectoria militante. Fue un “clásico”, no porque dijese la última palabra, sino porque demostró su falta de prejuicios a la hora de analizar los cambios en la situación. No hay pues un solo Trotsky, hay muchos. No es alguien que se consulta para verificar lo que es correcto, sino, como se hace con todos los clásicos, para asimilar como respondió en momentos extremadamente complejos y como supo cambiar el paso cuando entendió que era necesario y contrastar siempre desde el aquí y el ahora, buscando llegar a las mayorías posibles. Por lo demás, Trotsky fue un gigante, pero, obviamente, no estuvo exento de defectos y contradicciones.
Nos encontramos pues ante una investigación que nos permite hacernos una idea de la amplitud de dicha bibliografía trotskiana (más de 400 páginas) que podemos dividir en tres fases históricas diferenciadas, la de la primera mitad de los años treinta (1930-, la que se abre en el 68 hasta finales de los setenta y finalmente, la actual. Entre medio se dan episodios o brotes muy específicos (1).

1ª. Abarca desde la creación de la ICE hasta la ruptura de 1935. En esta fase se publican sus obras más conocidas, sus artículos sobre la URSS, España, Francia, pero ante todo sobre Alemania…Entonces, Trotsky seguía siendo pues el más emblemático líder vivo del comunismo inicial, en tanto que su propuesta política central (el frente único contra el fascismo), aparece como una alternativa correcta frente a los desvaríos estalinistas del “socialfascismo”. Expresión de esta buena línea será la revista “Comunismo” –con mucho, la mejor de la época-, la influencia en la evolución del BOC de Maurín así como el prestigio logrado en la emergente izquierda socialista. Esta fase acaba con la victoria nazi y el desastre del proletariado alemán (y austriaco), y con el giro operado por la URSS y el Komintern, primero hacia el “frente único” (VII Congreso), luego hacia los frentes populares, propuestas que serán aceptadas por socialistas de izquierdas y por los cenetistas (a su manera o sea no se oponen),
La expresión organizativa de esta primera fase fue el POUM aunque fuese conflictivamente. El POUM fue tachado de “trotskista”, no lo olvidemos: un concepto acuñado por el estalinismo para oponerlo a “su” leninismo. Compartían con Trotsky una misma base inicial (la de los cuatro primeros congresos de la III Internacional), la línea de frente único y otras puntos fundamentales, pero no en su aplicación concreta en una situación como la española que Trotsky, totalmente aislado, ajeno a cualquier órgano de debate, obsesionado por crear el partido revolucionario en contra el reloj, la asume como un escenario para contraponerlo con el modelo de Octubre cuyas coordenadas eran reproducibles.
De entrada porque la misma URSS que había nacido como “prólogo” a la revolución mundial, se había convertido en nombre del “socialismo en un solo país” en una Estado burocrático y nacionalista, ante pone su intereses (en realidad los de la camarilla dominante) por encima de cualquier otra consideración. 1917 sufre una inesperada deformación burocrática y nacional: arruinada por la guerra, aislada por la derrota de las revoluciones de 1918-1923 (con la socialdemocracia en la barricada opuesta en nombre de una “democracia social”), el legado de Octubre acabará siendo secuestrada por una “nomenclatura”...
En la mitad de los años treinta –medianoche en el siglo-, el cierre es total, de un lado la derecha apuesta por la contrarrevolución preventiva (fascismo), en tanto que el estalinismo liquida la “vieja guardia bolchevique” para reafirmarse en el poder y mostrar al imperialismo que nadie y la URSS menos que nadie, quiere ya una revolución. Esto sucede en la lejanía cuando todavía sigue viva la llamarada de la toma del Palacio de Invierno y cuando se suceden las derrotas.
Durante el tiempo que sigue, la revolución desvía su curso obrero hacia la periferia (el “Tercer Mundo” campesino, China, Argelia, Cuba, Vietnam (todas ellas desautorizadas inicialmente por la URSS). El espacio social está bloqueado por la “guerra fría”, los “trotskistas” permanecerán aislados, señalados con una suerte de “estrella judía”. Trotsky será entonces contemplado como el protagonista de una historia perdida, algo así como Aníbal, que pudo conquistar Roma pero que acabó siendo asesinado y olvidado.

2ª. Abarca desde el 68 hasta el final de la LCR. En este periodo se reeditan las obras más clásicas, se traducen la que no lo estaban, así como toda clase de aproximaciones. Como se puede comprobar en el libro de Sergi, su volumen supera en mucho todas las demás fases reunidas. La difusión de la obra de Trotsky aparece en editoriales tan importantes como Ruedo Ibérico bajo el seguimiento de un equipo formado por Juan Andrade, Fernando Claudín y José Álvarez Junco, quien editará una antológica Sobre Arte y cultura en Alianza de bolsillo, que será con toda probabilidad el más leído en este tiempo.)
Más tarde seguirán otras, principalmente Fontamara, animada por militantes de la LC, luego de la LCR, que extiende el cuadro trotskiano y que incluso se planteara una edición completa de los escritos de Trotsky que en Francia edita Pierre Broué. Akal editará media docena de “obras” de mano de militantes de la LCR…Este ciclo está presidido por la trilogía de Isaac Deutscher sobre Trotsky y por el reconocimiento de la escuela (Deutscher, Mandel, Rodolsky, Pierre Broué, George Novack, etc) Su influencia irradia a otros sectores que utilizan su argumentario contra el estalinismo aunque no siempre con propósitos revolucionarios. El estalinismo ha cambiado de piel como expresión de una crisis que le llevará a la agonía final, sí bien, por entonces, todavía dominante entre los trabajadores, en parte porque el espacio a la izquierda del PCE-PSUC fue ocupado primordialmente por las formaciones de signo maoísta que acabaran desintegrándose.
Al principio de los ochenta, esta presencia se pierde, desaparece Fontamara y la edición de obras antisistema se hace cada vez más inviable. En el 50 aniversario de la muerte de Trotsky, el protagonista será Ramón Mercader (véase Asaltar los cielos)
Es los sesenta-setenta, la crítica socialista a la URSS y los partidos “eurocomunistas” siguen teniendo una importancia fundamental. Más que de trotskismo, hay que hablar sí acaso de trotskismos (Bensaïd). La línea de demarcación se puede establecer entre dos parámetros.
De una parte el tronco de la LCR (del que forma parte la mayoría de la LC que funcionó entre 1972 y 1977), que desarrolla una línea de frente único-desbordamiento desde un clasicismo abierto hacia los nuevos fenómenos (nueva composición de la clase trabajadora, emergencia de movimientos específicos, nacionalistas, feministas, etc.). Su influencia es limitada pero significativa, pero aunque se renueva en la campaña antiOTAN, no supera la prueba del agotamiento de la izquierda extramuros y se disuelve a principios de los noventa (Viento Sur).
De hay que enumerar las diversas representaciones de todas las fracciones y subfracciones de la Internacional casi sin excepción (si bien desaparecen las ligadas a Posadas que fue importante en los sesenta y la LOC de Healy) con un cierto punto común: la vigencia del clásico (el modelo de Octubre contra el “centrismo” del POUM) y del Programa (todo está escrito, se trata de saberlo interpretar), aunque cada cual introducirá sus propias matizaciones.

3. En la fase actual, se han reeditado muy pocas obras de Trotsky (la más importante será Historia de la revolución rusa, aparecida en Veintisiete Letras). La Fundación Federico Engels ha reeditado parte del fondo Fontamara, pero su distribución es militante, de hecho el personal interesado busca viejas ediciones en el “mercado de las pulgas”. La principal propuesta de edición se encuentra en Argentina (CEIP), de difusión muy limitada y no hay mucho más como no sean las aportaciones literarias, la de Padura, El hombre que amaba los perros, por supuesto, pero también El joven Liova, una novela de Marcos Aguinis (Plaza&Janés) centrada en la primera etapa en la vida de Liova: la infancia, adolescencia y juventud de un idealista que llegó a convertirse con el tiempo en el revolucionario que todo el mundo conocería como León Trotsky, una de las figuras centrales de la Revolución de Octubre, que acabó con el terrible régimen zarista. Liova era el sobrenombre cariñoso con que llamaba a Trotsky su familia. Aguinis se centra en los aspectos más humanos del personaje para construir una interesante novela llena de acción y aventuras.
Entre otros escasos aportes locales cabe mencionar la introducción biográfica sobre el Trotsky de Antonio Liz (Sepha), la antología del mismo efectuada por Jaime Pastor (Libros de la Catarata) sí como mi estudio sobre Trotsky y España (Renacimiento).
En el terreno de las biografías, las librerías están ocupadas por la de Robert Service, posiblemente la más hostil de todas las aparecidas con el marchamo académico. Es evidente que esta es la fase más pobre desde este punto de vista, ahora ni tan siquiera se puede citar grupos como lo fueron la ICE o la LCR, solamente persisten las pequeñas fracciones que no se caracterizan por su capacidad teórica.
No deja de resultar harto sintomático que un trabajo de la envergadura de Sergi Rosés no haya encontrado otra salida que una voluntariosa autoedición sin apenas respaldo. De hecho, sí este tuviera que redactar un anexo sobre las últimas ediciones, no necesitaría mucho espacio.

Addenda. Esto sucede en un tiempo en el que los aportes trotskianos son quizás más aceptado que nunca. Pero el debate actual ya no es sobre la “revolución traicionada” ni sobre las “lecciones” de la revolución rusa, española o sobre el fascismo clásico. “Grosso modo”, antes se trataba de que la clase obrera organizada (que todavía en 1968 era capaz de huelgas generales totales en Francia e Italia) disputase la hegemonía a la burguesía y que los revolucionarios ganaran la lucha ideológica a los reformistas. Ahora se trata de recomponer los movimientos en base a la nueva situación, potenciar las maneras y los movimientos, reforzar las propuestas de rechazo radical al sistema, de hacerlo de forma de no caer en los viejos métodos burocráticos…Ha pues un trastrocamiento de los factores mucho mayor que el que de cualquier otra fase histórica (nunca la derrota había sido tan absoluta).
Curiosamente, la letra A del abecedario revolucionario nos dice que la vida es movimiento y cambio y que, por lo tanto, el viejo topo resurgirá ya que el capitalismo lejos de cubrir las necesidades humanas y de planeta, las pone en peligro, pero esa misma letra A ha de tener su aplicación en la casa de la gente que quiere cambiar las cosas. La historia de la revolución ha sido la una historia de victorias parciales, pero sobre todo de derrotas. Desde los años treinta, la historia humana ha sufrido al menos varios movimientos sísmicos. Tenemos que recuperar toda nuestra memoria, pero no para ponerla en el centro de nuestro pensamiento sino para aprender que esa memoria, tuvo sus mejores representantes en los aquellos y aquellas que no se rindieron y que, en las medidas de sus capacidades, lucharon por ofrecer nuevas respuestas a nuevos problemas.
El conservadurismo no es una exclusiva de nadie, a veces, las mejores tradiciones pueden ser la mejor excusa para crear tu propia casa ungida por la verdad, apartada del mundo cambiante, tremendo e intempestivo. Ha pasado en todas las escuelas, aunque en el trotskismo “ortodoxo” más que cualquier otra. La consecuencia es clara, el gran proyecto de unificar a la mayoría social en base a un programa mínimo de ruptura con los el capitalismo, ha acabado en un área muy, muy diferente. Es el área de todos esos grupos compuesto por militantes valiosos y combativos que persisten en encerrarse en su pequeña fracción, en una verdad consagrada en 1938 y adoptada en lejanas luchas fraccionales en las que cada cual ha encontrado su lugar en el mundo. Un lugar en el que la realidad transcurre alborotada y ardua a lo lejos, a veces, muy, muy lejos.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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