miércoles, julio 09, 2014

¿Todavía no habéis leído Las aventuras del valeroso soldado Schwejk?



A lo largo del tiempo se le llamado de todo: haragán, rebelde, vagabundo, anarquista, actor, bromista, bohemio (y nativo de Bohemia), alcohólico, traidor a la Legión Checa, bolchevique y bígamo, además, de un excelente novelista cuyas obras se beben como el mejor vino.
Estamos hablando de Jaroslav Hasek nació en Praga en 1883 y murió en Lipnice, en Bohemia, en pocos meses después de cumplir los cuarenta años. Acaba de editarse una nueva traducción de su inmortal obra, Las aventuras del valeroso soldado Schwejk, de la que ya hubo para Destino en 1980, Hijo de un profesor de matemáticas, nació en Praga en 1883 y murió en Lipnice en 1923. Estudió en la Academia Comercial de Praga y antes de ser famoso como escritor y periodista se ganó la vida como empleado de banca. La última parte deLas aventuras del valeroso soldado Schwejk, interrumpida por la muerte de Hašek, fue completada por el escritor checo K. Vanek. Es uno de los escritores checos más importantes de la literatura contemporánea y maestro indiscutible de Bohumil Hrabal y Milan Kundera..
Personaje único, infortunado en el amor, en el trabajo y en el teatro, y siempre sin blanca, estaba destinado, después de unos comienzos prometedores, a no alcanzar el éxito literario que no conoció en vida, muriendo como un apestado para los señores del orden establecido. Es posible que mucha gente haya oído hablar de su personaje más conocido, Schwejk, que ha sido comparado con Sancho Panza, pero seguramente pocos lectores jóvenes conocen, aunque tienen todavía mucha vida por delante para reparar tal infortunio.
Éste auténtico “grouchomarxista” será recordado siempre por sus extravagantes sátiras de la monarquía austro-húngara, por la manera inmisericorde con que trató a su “nobleza”, y por supuesto, contra su Iglesia y su alta burguesía, el anarquista que prestó su servicio a la causa bolchevique en Rusia, era, como salta a la vista, una personalidad contradictoria que le había llevado a crear su Partido del Progreso Moderado Dentro de los Límites de la Ley (en realidad mucho más serio que nuestra izquierda “realmente existente”)
Durante su estancia en la Rusia soviética se sintió eslavófilo, y no tuvo demasiados inconvenientes en retirar su lealtad a los Romanov, y más adelante al presidente liberal Masaryk. En sus actuaciones, Hasek era un singular producto burgués: antiintelectual, inculto levemente xenófobo, no parecía gozar de unos principios firmes. Al parecer, se dejaba llevar por sus impetuosas emociones y su falta de autodominio No se sabe de él que se identificase demasiado con el socialismo y la clase obrera, y por su manera de ser no parecía muy dado a estar sindicalizado, aunque lo cierto es fue despedido de su empleo por instigar una huelga en la que puso todo su talento. También se cuenta que trabajó en una mina durante una temporada pero fue una temporada breve, semejante esclavitud no estaba hecha para él.
Todo indica que lo suyo era beber en compañía de su “corte” de bohemios literarios, la mayoría de segunda fila, cuya compañía disfrutaba e incluso necesitaba mientras no le aburría con cuestiones teóricas de literatura y arte. También era amante de la compañía de la gente corriente, a la que tan bien supo dar vida sobre el papel en Las aventuras del valeroso soldado Scbwejk y en sus innumerables relatos publicados en entregas semanales. Su incapacidad para adaptarse a las convenciones dominantes acabó amargando la vida de su compañera, y acabó dando al traste con su matrimonio y con sus modestos sueños de felicidad personal. Un precio que por lo demás, resulta explicable desde el momento en que Jaroslav era un negado para aceptar cualquier tipo de restricción, burguesa o no, lo contrario que su esposa, que sí bien se jactaba de ser una mujer emancipada en realidad siempre acabó respetando dichas convenciones.
Cuando estalló la “Gran Guerra”, Hajek había comprometido reputación de un modo tan universa y tan ineludible que debió ver con autentico alivio la oportunidad de sumirse el anonimato de una oscura vida militar que le proporcionó la posibilidad de comenzar de nuevo, aunque durante la contienda acabó desertando del ejército austriaco y se pasó a las tropas checoslovacas libres que luchaban en Rusia “por la libertad de su país”, aunque, finalmente, en 1918 ingresó en el partido comunista ruso y se presentó como voluntario para trabajar en el incipiente Ejército Rojo. Nadie puede negar que hiciera buen uso de esta posibilidad durante los dos años que pasó en Rusia como comisario bolchevique, cargo que le proporcionó al fin un sentido para su vida y le dio todas las apariencias de ser otro hombre, nada menos que un revolucionario. El mismo dará fe que la mejor época de su vida comenzó en octubre de 1918, cuando fue enviado como “organizador bolchevique” al pueblecito de Bugulma, escondido en la Rusia Oriental entre baschkires y tártaros, un espacio recién liberado de los blancos que comenzaban a levantar cabeza gracias al apoyo de Gran Bretaña.
Tres años más tarde regresó a Checoslovaquia, militó en las filas del partido comunista checoslovaco, y comenzó a trabajar en su obra inmortal, El buen soldado…, hasta que su quebrantada salud, arruinada por años de alcoholismo desprejuiciado, se lo permitió. Como era de esperar con alguien así, el reconocimiento de la novela se produjo lentamente y llegó cuando el autor ya había muerto. La posteridad le reveló como uno de los un de los grandes humoristas de la época y como un formidable satírico. El protagonista de esta novela, voluminosa (780 pgs) e inacabada, sería interpretada desde diferentes enfoques: como el “pequeño hombre” que lucha contra la burocracia con astucias y subterfugios innatos a los Sancho Panza, como el patriota que se buró de sus amos austriacos o mejor quizás, como una burla subversiva y antisistema. Algo de verdad contienen cada una de las interpretaciones, es más, seguramente es todas estas ambivalencias la que hacen tan universal.
Sin embargo, por encima de todo esto hay un Hajek (el de los delicioso Relatos de Bugalma), que nos deja testimonio de una intensa nostalgia por aquella Rusia provinciana y universal que estaba conmoviendo los cimientos del siglo XX. Nos parece oír la voz de un Hajek mucho más cómplice. Aunque se burla del camarada Yerokhimov y de otras autoridades soviéticas, la suya es una sátira amable, muy diferente de los latigazos con que flageló a los burócratas austriacos y a algunos de sus propios compatriotas. Incluso la Iglesia Ortodoxa sale mucho mejor parada que la Iglesia Católica de Austria. La explicación de esto no es difícil de encontrar: en el fondo, Hajek era un eslavófilo; quería y comprendía a aquellos personajes rusos y se identificaba con sus sueños. Esta es a razón de que, en sus relatos rusos, muestre sus mejores y más amables aspectos como escritor. Y quizá otra razón para esto es que, mientras los escribía estaba temporalmente libre de influencia de la bebida y gozaba de una mayor serenidad.
Conviene recordar que en la Rusia bolchevique, el alcoholismo podía representar el pelotón de fusilamiento. Yerokhimov, el personaje principal de estos relatos, no existió en la realidad, pero es un personaje muy vivo y fielmente retratado, especialmente un personaje ruso en una época de anarquía. Empero, si existió un cierto Yerokhym que fue condenado a muerte por robar cuando dirigía registros domiciliarios. Fue juzgado por el Tribunal Revolucionario del que formaba parte Hajek, y quizá el personaje y su nombre le sugirieron estos relatos. Al tiempo que leemos y sonreímos, no debemos olvidar que estamos contemplando la vida rusa en el espejo deformante de Hajek. Yerokhimov amenaza con hacer fusilar a todo el mundo, pero Hajek presenta esto corno algo cómico, como una peculiaridad de los entusiastas revolucionarios rusos que puede ser perdonada. Un cuadro muy diferente es el que nos presenta Babel en su Caballería Roja.
En el relato que hace Babel de la guerra civil abunda en episodios corno éste, en los que es tan fácil estrangular a un ser humano como retorcerle el cuello a un ganso. El cosaco Kudrya ejecuta a un anciano judío por espionaje. El judío grita. Kudrya le agarra la cabeza bajo el brazo y le estrangula. El judío calla y extiende las piernas. Kudrya toma un puñal en la mano derecha y “le corta el gaznate al judío, cuidando de no mancharse las manos”. Pero en Las aventuras del valeroso soldado Schwejk hay pasajes que hablan del de los cadáveres humanos, de los campos de batalla abonados con los excrementos de las tropas que llevan a la muerte sus amos capitalistas. Pero, en sus viñetas de la guerra civil rusa, Hajek cierra los ojos a todo esto, y su presentación de la vida bajo el gobierno bolchevique es tan “constructiva” como los artículos de propaganda que escribió día tras día durante aquella época grata de su vida.
En otro de sus relatos, el titulado Ante el Tribunal Revolucionario del Frente Oriental, Hajek casi aplica el agudo de la justicia y a los procedimientos legales soviéticos de manera tan despiadada corno hizo con los procedimientos de los tribunales militares austriacos. Por esta razón, cuando se publicaron estos relatos en lengua rusa, algunos de los antiguos miembros del Quinto Ejército protestaron, acusándole de haber menospreciado el idealismo que existió en la lucha por la liberación de Siberia. Pero ahora todo esto ha cambiado. Bugulma no es el único pueblo soviético que tiene una calle con el nombre Hajek; y además, se precia de tener también un "museo Gashek", aunque cabe pensar que autores como Hajek lo habría tenido imposible solamente diez años más tarde.
Si observamos la vida de Hajek como una verdadera novela picaresca que fue, y si cerramos los ojos a la realidad y aceptamos la imagen que nos da de ella el espejo del autor, podremos agradecer estos relatos, que son obras maestras en su género y que recuerdan los aspectos más amables y humanos de la gran novela épica de Hajek, Las aventuras del valeroso soldado Schwejk,obraque también figura en el catálogo de Galaxia Gütenberg, en una colección del Círculo de Lectores muy dada a recuperar” clásicos de la tradición revolucionaria, y por lo que se ve percibe, con cierta intención de domesticar, cuando no denigrar. Pero el lector interesado podrá recurrir a la edición en dos volúmenes de Destino (Barcelona, 1980, tr, del alemán de Alfonsina Janés), editorial que también publicó El comisario rojo (idem, 1983, tr. del inglés de Ester Donato, obra formada por varias narraciones comenzando por los Relatos de Bugalma, de lectura absolutamente recomendable para todo amante de la buena literatura y que además crea que otro mundo es necesario…
Las aventuras del valeroso soldado Schwejk es, tal vez, la obra de la literatura checa más conocida fuera del país, ya que al poco de ser publicada se tradujo a varios idiomas y fue objeto de adaptaciones teatrales y cinematográficas.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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