sábado, octubre 11, 2014

John Cornford, comunista, miliciano del POUM, símbolo de la juventud revolucionaria



En el cruce de historias que se encuentran en la guerra española, la figura de John Cornford es una de las llamativas, de aquellas que adquieren mayor relieve en el tiempo. Representó como pocos, la juventud revolucionaria de su época.
Un botón de muestra lo encontramos en las memorias de Eric John Hobsbawm, Años interesantes. Una vida en el siglo XX (Crítica, 2003),
El reputado historiador Eric John Hobsbawm (Alejandría, Egipto, 1917) en su intensa autobiografía “Años interesantes. Una vida en el siglo XX” (Crítica, 2003), publica una fotografía del poeta John Cornford con el siguiente pie: “El Cambridge rojo. Fotografía de John Cornford que aparecía colocada en las repisas de muchas chimeneas”. El reconocimiento no puede ser más explícito.
A pesar de su corta vida y una breve pero fulgurante trayectoria literaria a que dio lugar, consiguió proyectarse en sus versos y en una militancia idealista que encontró en la lucha contra el fascismo una motivación fuera de toda duda…
Rupert John Cornford vino al mundo (27-XII-1915) en el seno de una ilustre familia de refinado intelectual en Cambridge, el. Su padre, Francis MacDonald Cornford, era profesor de Filosofía Antigua, poeta y especialista en Platón al que dedicó libros eruditos; la madre, Frances, también escribía poesía y era nieta, por línea materna, de Charles Darwin. John estudió en su ciudad y se graduó en Historia con inmejorable expediente académico en el Trinity College. Se trasladó a Londres para cursar Economía, instalándose en el barrio del Soho, pero nunca terminó la árida carrera, su pensamiento transitaba veloz hacia la militancia política en un tiempo de giro hacia la izquierda de buena parte de la cultura británica airada con el colonialismo, con la política de apaciguamiento y con la cobardía de los laboristas.
Cornford fue precoz como comunista y precoz como poeta. A los dieciséis años, ya leía en el internado a Marx y T. S. Eliot en clave izquierdista, su Tierra baldía no podía ser más que el capitalismo y a partir de los diecisiete se instaló en Londres, convivió con una joven comunista galesa, se hizo miembro él también de las Juventudes Comunistas. Luego destacó como dirigente estudiantil en Cambridge en una época en la que la política oficial del Komintern y por lo tanto, de la sección británica, respondía al llamado “tercer periodo” y abogaba por la política clase contra clase al tiempo quer denunciaba la tibieza del Labour ante el ascenso del fascismo. En 1933 publicó un demoledor artículo, “Left?” en la “Cambridge Review” en el que arremete contra los representantes literarios de la burguesía y la ausencia de compromiso social: T.S. Eliot, Ezra Pound, E. H. Lawrence e incluso Joyce. Para Cornford la auténtica pulsión poética palpitaba en los versos de W.H. Auden que escribió uno de sus poemas más memorables a la España de la “Ciudad Ideal”.
Así define su ideal:

Aunque el comunismo fue mi hora de despertar,
siempre hasta hoy las luces del hogar
brillaron a plena vista claras y seguras
—aquí, si te caes, tendrás ayuda—
ahora, con mi partido, estoy totalmente solo.
Permite entonces que la lucha interna con mis nervios,
el miedo a un dolor cuyo dolor permanezca,
el amor que me desgarra desde las raíces,
la soledad que se ensaña con mis entrañas,
se fundan en la soldadura del frente que nuestra lucha preserva.

En agosto de 1936, Cornford se olvidó des sus vacaciones en el sur de Francia para ir a España. Como Orwell, quedó fascinado por la at­mósfera revolucionaria de Barcelona, donde "se puede entender físicamente lo que significa la dictadura del proletariado". Palpa­ba el terror que estaba acorralando a los fascistas y disfrutaba de la sensación general de libertad. Había llegado inicialmente con la idea de escribir crónicas para la prensa, pero se dio cuenta en seguida de que, al no saber español, lo único útil que podía hacer era alistarse en las milicias. Así que tres días después de su llegada, sin demasiada conciencia de lo que estaba haciendo, se apuntó en una columna del POUM en el frente de Zara­goza, donde participaría en un ataque caótico y fallido contra Perdiguera, y luego en el frente de Huesca.
Estaba, como dice su poema Cartas desde Aragón (lo diría después Orwell, en los mismos lugares), un poema que serviría de punto de partida para la película del malogrado Antonio Artero, Cartas desde Huesca (España, 1993), que, lamentablemente, al parecer no llegó a estrenarse, ni siquiera a tener ni distribución en formato DVD. Define el lugar como "un sector tranquilo de un frente tranquilo". Esta tranquilidad y la incapacidad de comunicarse con los milicianos españoles (sí, en cambio, con los voluntarios alemanes) le dieron tiempo para escribir y sobreviven de esas semanas una larga carta-diario que escribió para su novia, la también militante comunista Margot Heinemann. Aunque finalmente los milicianos del POUM se apoderaron de ambos enclaves, Huesca resistió el empuje de las “hordas catalano marxistas”, como se puede leer en las memorias militares del Regimiento de Infantería Valladolid nº 20, responsable en buena medida de la defensa de la ciudad.
Allá por mitad de septiembre Cornford fue retirado del frente por enfermedad, y aprovechó su estancia en Barcelona para pedir tres semanas de permiso en Inglaterra en "una especial misión de pro­paganda": la de buscar voluntarios. En efecto, tres semanas des­pués partió de nuevo para España con cinco británicos (entre ellos John Sommerfield), con el revólver que su padre había usado en la Gran Guerra y con el primer volumen de El Capital y las Tragedias de Shakespeare, porque —según su parca expe­riencia aragonesa— "lo peor de esta guerra no es la incomodidad, ni el peligro, sino el aburrimiento". Convertido en brigadista y elegido como delegado político de la sección británica, Cornford participó con Sommerfield en la defensa de Madrid y, después de ser herido en la Facultad de Filosofía y Letras, formó parte de las tuerzas que a mediados de diciembre recuperaron brevemente el pueblo de Boadilla. Pero cuando llegó Navidad, los cinco sobrevivientes de los veintiún británicos del batallón Dumont fueron trasladados a un batallón de la nueva Brigada XIV y enviados al rente de Córdoba. Allí moriría Cornford, cerca de Lopera, el día 27 de diciembre.
Este mismo desastroso ataque —el comandante del batallón sería fusilado por cobardía e ineptitud— murió otro escritor inglés, Ralph Fox (1900-1936), quizás poco conocido como novelista e historiador pero un comunista ortodoxo que escribía para Daily Worker, órgano del Partido en Inglaterra.
La periodista inglesa Carol Rumens escribiría para el periódico de izquierdas The Guardian sobre la trágica historia de este poeta que murió un día antes de cumplir los 21 años. “Cornford se alistaría a la Unión de Jóvenes Comunistas con tan solo 18 años”,detalla. Graduado en Historia por la Universidad de Cambridge, Rumens señala que a pesar de que tenía un futuro prometedor y de venir de una importante estirpe (por ser bisnieto de Darwin), “se marchó a España a luchar a favor de la causa republicana”.
Otra testimonio lo ofreció el escritor e historiador Franz Borkenau (comunista disidente por entonces, luego renegado) que escribió en su cuaderno de guerra y autor de El reñidero español (Península, 2001), uno de los testimonios más importante sobre la revolución social que se estaba viviendo. Escribió: “Tras días de espera y retrasos, finalmente hoy –es el 12 de agosto–, a la una de la tarde, he partido hacia el frente en un coche del Comité Central de Milicias con un conductor y un guardia, ambos armados. Viajan conmigo dos personas más: el representante en Barcelona de ‘Paris Flèche’ y un joven comunista británico”. Por cierto, existe una magnífica edición en Sariñena Editor de “La fleche”, que reúne los textos publicados sobre la guerra de España desde una perspectiva plural.
Según ha contado a Público el historiador Antonio Marín, John“fue herido por una ráfaga de ametralladora y enterrado junto al resto de víctimas en la supuesta fosa de la que aún no se conoce ubicación”. Cecilio Gordillo, del grupo de Memoria Histórica de la CGT de Andalucía, reconoce que “no se trata de una fosa de la represión, como a las que estamos acostumbrados, ya que éstafue una fosa creada en los años de la guerra, lo que le da un carácter más especial”. Sin haber determinado la zona de enterramiento, se calcula que la fosa puede albergar unos 300 cuerpos de brigadistas extranjeros.
En algunos de los trabajos que se han publicado se ofrece un cierto estupor sobre el hecho de que, siendo Cornford un militante del Partido Comunista británico, acabara luchando en las brigadas del PÒUM. Quizás no esté de más recordar que algo no muy diferente le sucedió a Orwell, que en un principio estaba más de acuerdo con los comunistas oficiales. Cabe pensar que el joven poeta, que se había hecho comunista leyendo a Marx, no estuviese al tanto del giro que se estaba dando en la cúpula del Kremlin. Está claro que no estaba al tanto de los procesos. En el tiempo que estuvo con las milicias, criticó la falta de organización militar, algo que también hizo Orwell que llegó a Barcelona por las mismas fechas. No es descabellado pensar que en ese tiempo John tomó sus notas de unas críticas que en las milicias –tan dadas a discutir sobre política como testimonia Orwell-, hirviera sus propias lecturas.
De lo que no hay duda es que Cornford representó a lo mejor de la juventud británica, que fue parte del país con mayor número de escritores y poetas comprometidos con el pueblo español y que, joven como él, salvaron el honor de una democracia que contribuyó decisivamente a la victoria de los militares liderados por mandos financiados por Juan March.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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