lunes, noviembre 24, 2014

José Ester y el Camus libertario



Al presentar España libre¡, de Albert Camus (La Linterna Sorda), se nos abrió una caja de detalles, pensamientos e historias que caldearon el ambiente de la Biblioteca Andreu Nin de Barcelona…

Aunque estemos hablando de temas históricos, eso no contradice ni mucho menos el dato primordial de que no está tocando vivir desde otro tiempo y por lo tanto, desde otra perspectiva. Se está forjando una nueva dimensión de los hechos en los que la lucha por la memoria arrebatada, pasa hora por darle un perfil más reivindicativo al terreno de la ruptura democrática que nos habían escamoteado en 1978.
Es un tiempo acelerado, de obligadas redefiniciones, entre ellas, la del complejo legado de la izquierda y en la que “la cuestión Camus” ocupa un lugar significado. Menospreciado en la época de la “guerra fría”, instrumentalizados por la intelligenzia que cotiza en la Bolsa cultural, ha llegado el momento de encontrar al verdadero Camus, al Camus libertario en el sentido más abierto y plural de un término no menos deformado que otros.
Como en las mejores ocasiones de esta cita ya tradicional de la Fundación Andreu Nin, los ponentes, Jordi Torrent Batit y Fernando Casal, nos dibujaron alternamente un cierto cuadro de un personaje clave del siglo XX siguiendo las ediciones de La Linterna Sorda (España libre¡, La sangre de la libertad), así como la edición de sus Escitos libertarios que acaba de publicar Tusquets, pero apoyándose también en numerosas pistas, por ejemplo las que llevaban Juanel, a Antonia Fontanillas, biógrafa de Lola Iturbe y a José Ester Borrás, un nombre que a muchos de los que conocimos el exilio en los años sesenta, nos ilumina los recuerdos.
Se trataba de explica como y porqué del compromosi libertario del militante (comunista hasta que rompió con el PCF con motivo de la guerra de España), autor de importantes obras de teatro (la primera estaba dedicada a la “Commune” de Asturias de 1934, algo que debe parecer un verdadero horror a inteelctuales orgánicos del “centrismo” del 78 como Antonio Muñoz Molina o Fernando Savater, dos señorews que reducen a Camus a su pequeña medida de liberales de medio pelo). Hombre honesto de la calle, alguien que estaría al lado de los heterodoxos en las barrios populares según fue descrito, filósofo (punto que siempre suscita polémica), pero sobre todo, escritor, Albert Camus tenía una intensa idea sobrela justicia y la verdad. Era un principio que había consolidado como un referente ineludible para entender su tiempo que es el antecedente del nuestro.
No deja de resultar chocante que hasta ahora esta parte suya conectada con el pensamiento libertario hayan sido poco menos que ignorada y desconocida y que, por supuesto, sea dejada de lado por los Pangloss que ocupan la página central de los espacios mediáticos. En todos estos libros se recogen las diversas contribuciones del autor de La peste en los medios anarquistas hispanos y franceses, en medios derrotados, situados en la cuneta de la historia como les recordarán Sartre y Jeanson en su célebre controversia, por cierto, editadas en La Cosecha Anticapitalista con un magnifico prólogo de Jordi Torrens Batit, uno de los conferenciantes.
Los libros mencionados representan una parte de su obra derivada de su origen mallorquín, de su consideración por España como su segunda patria, de su compromiso con la República (social y democrártica), y con la República del exilio, un terreno en el que se movió con una total entrega, a veces en malas compañías como la de Salvador de Madariaga, un tipo que más que nada refleja el gradno de extrema intolerancia del franquismo que no permitía neoliberales tan conservadores como él. Estamos pues en un territorio en el que encontramos pistas muy diversas, por ejemplo, las que nos llevaría a sus homenajes a andreu Nin y al POUM o las que conecta con uno de los personajes más sobresalientes de la resistencia libertaria contra el nazismo y por extensión, a la actuación solidaria en los largos años de la postguerra.
Estamos hablando de José Ester Borrás (a) Minga, anarcosindicalista del Alto Llobregat (Berga, Barcelona, 1913-Alés, 1980),,, seguramente el mejor amigo del Camus en aquella fase y sobre el que, ya que no hubo tiempo de hacerlo en la charla, me gustaría decir cuatro cosas, vistas desde mi ángulo de beneficiario de . Oficina Francesa para Refugiados y Apátridas (OFRA) que tan bien nos sirvió a muchos de nosotros
Ester era un militante muy apreciado por Peirats que lo describió años después en unas notas De familia pequeño burguesa, comenzó a interesarse por las concepciones anarquistas durante los acontecimientos revolucionarios de Figols. Con un grupo de amigos consiguió fundar en su pueblo un sindicato confederal, que hasta 1936 tuvo una implantación muy modesta. Fue notoria su intervención para evitar las represalias contra los sectores carlistas y ultramontanos de la comarca. Luchó con la columna «Tierra y Libertad» en el frente de Madrid, y sufrió —cuando la columna se convirtió en la 153 Brigada— los embates del partido comunista que no se detuvo en medios para situarla bajo su mandato. El propio Minga fue perseguido judicialmente y detenido. Una vez en el exilio en Francia, gracias a su relación con Pozan —que lo liberará del campo de Vernet— formó parte de uno de esos grupos poco conocidos que se dedicaron a colaborar con los servicios aliados en la tarea de salvar aviadores, e incluso a muchos de los propios agentes aliados en apuros, a través de los pasos pirenaicos.
Ester conocía muy bien la frontera, y amplió estos trabajos hacia los judíos. Cayó prisionero, junto con su primera mujer Alfonsina, y su cuñado Miguel Bueno, gracias a una trampa y fue a recalar al campo de exterminio de Mathaüsen. Allí contempló como «La gente veía como mataban a su padre y a su hijo y no podían decir ni hacer nada. Éramos miseria humana (…) con que lo que nos daban para comer, un ser humano no podía sobrepasar los seis meses de vida. Sólo sobrevivimos los que pudimos ejercer algún oficio o los que podíamos robar algo…”
Soportar doce horas de trabajo y torturas sin comer es inaguantable. Hay que pensar que dentro del campo no había ningún soldado alemán. La administración la llevaban los propios presos. El jefe de una barraca tenía plena libertad para matar y, se cargaba a siete u ocho, y entonces había más raciones para comer». En la posguerra, Ester llevó una infatigable labor, primero en Toulouse, con la Federación Española de Deportados e Internados (FEDIP), que reagrupará a todas las corrientes políticas del exilio salvo a los estalinistas, en 1947 Ester fue el instigador de la campaña por la liberación de los marinos y aviadores antifascista españoles internados en el campo de reclusión soviético de Karaganda; después, siguió trabajando en la OFRA, con Eroles, donde mostró su capacidad solidaria, una extraordinaria bondad y su talante, abierto y dialogante. Siempre mantuvo su revistaHispania. Igualmente fue un gran coleccionista de libros y documentos, sobre todo en lo referente a loa campos de concentración nazis, que fueron distribuidos en el Instituto de Ámsterdam, en tanto que sus libros fueron a parar a la Fundación que lleva su nombre en Berga. Su nombre es también inexcusable en la red de apoyo de las actividades de los maquis de Caracremada o Massana. Murió de cáncer y fue incinerado en Marsella.
Gracias a la recomendación de otro colega inolvidable, Jean-René Chauvin, pude contactar con la OFRA y con Ester quien me ayudó a instalarme en un albergue que me solventó la vivienda y la comida durante casi un año, algo que hizo con muchos otros refugiados sin importarle a qué izquierda pertenecía. Una ayuda que se trastocó en una amistad durante la cual descubrí que Ester era ameno, dialogante, irónico, modesto. No presumía de nada, ni de sus experiencias, ni de su amistad con Albert Camus. Ester me invitó en varias ocasiones a conversar –en el sentido más distendido- sobre temas muy generales, pero con dos temas prioritarios, lo que yo podía contarle de mis propias experiencias así como sobre porqué perdimos la guerra (y la revolución), un punto en el que Ester no tardó en hablarme de la trilogía de Peirats sobre la CNT, de manera que se puede decir que fue él quien me introdujo a un libro al que dediqué varias semanas seguidas de lectura ensimismada.
A lo largo de mi estancia parisina, conocí mucha gente del exilio, en particular a poumistas y anarquistas. En mi opinión, entre estos predominaba el sectarismo, el sentimiento de estar solos contra el mundo. Sus análisis sobre los problemas políticos no me convencían, También estuve en Toulouse en casa de Federica Montseny una tarde. Me recibió muy maternalmente, me preguntó sobre mis lecturas pero ante todo se mostró desconfiada y preguntó si yo apoyaba a Luís Andrés Edo. En un momento dado descubrió que mi pantalón estaba desconocido y sin mayor dilación, me pidió que me los quitara para cocerlos, un detalle que realizó con dominio y seguridad.
Ester era muy diferente, no trataba de darte lecciones, ni tenía prejuicio, ni sobre las demás corrientes políticos ni sobre los diversos anarquismos. Antes de contarte sus batallas, te hacía hablar. Cuando el tema se ponía interesante te citaba en un bar próximo para charlar. Se preocupaba por lo que leías, todo lo parecía respetable y de interés. Me contó alguna “batalleta”, pero la mayor parte de cosas que supe de él, me las contaron otros. Fueron militantes como él los que influyeron en el Camus libertario, en un Camus que nunca acomodó su conciencia.
El acto del jueves 6 d noviembre, dentro de su modestia, resultó un acto profundamente camusiano y nos dejó con las ganas de preparar otros en a misma línea de relectura de la historia y de un grande la literatura que fue de los nuestros en el sentido más intenso y plural de la palabra.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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