domingo, febrero 08, 2015

El Partido Sindicalista, ¿un partido libertario?



Aunque parece que existe la tentación de escribir una “historia sagrada” anarquista, situando esta tradición clásica al margen del declive general del movimiento obrero y por encima de la “tentación autoritaria” de los diversos marxismos, lo cierto es que, guste o no, la suya es una trayectoria llena de contradicciones, divisiones y fracturas, sobre todo en el exilio.
Una de estas fracturas fue la de los llamados trentistas, a los que me referiré brevemente. Se trata de una corriente que representaba el ideario más sindicalista en oposición a la línea faista, caracterizada por su impaciencia revolucionaria y por unos métodos que alguien que lo fue –José Peirats- no duda en calificar de “bolchevizante”, lo que se podría traducir como más disciplina y dada a solventar los conflictos por la vía armada; igualmente fue acusado de “hacer partido” que, aunque bajo otro formato, fue en los hechos especialmente intolerante.
El trentismo se encuadra en el marco republicano, y su mayor activo radica en su presencia en la Alianza Obrera, un compromiso que el sector FAI solamente aceptó en Asturias y en algunas zonas más. Los trentistas defendían la necesidad de una fase de acumulación de fuerzas y de preparación cultural más a largo paso, previos a una revolución social que asumieron en el octubre de 1934, o sea justo cuando la mayoría faista decidió boicotear la Alianza. Por otro lado, trataban de desmitificar el “mito revolucionario” del “gran día”, del “todo” y desde la unilateralidad del “nosaltres sols”, en oposición no solamente a la reacción –que sería fascista-, sino también del resto del movimiento obrero medido por su tara “autoritaria”. Su punto de vista pues, chocaba con otra tendencia, con la que acabó integrándose en el congreso de Zaragoza, realizado mientras se contaban los días para un golpe militar-fascista subestimado desde todas las izquierdas; solamente quedaron fuera los sindicatos de Sabadell que ingresaron en la UGT catalana en tanto que algunos de sus líderes participaron en la formación del PSUC.
Como es sabido, su nombre de un documento llamado Manifiesto de los Treinta escrito en agosto de 1931, también fueron tachados ocasionalmente de. posibilistas, moderados o reformistas, cuando no de Judas (Ricardo Sanz les dedicó un libelo titulado Los treinta judas)
Entre los treintistas destacaron veteranos anarquistas como Ángel Pestaña, Juan López Sánchez o Juan Peiró, Sebastiá Clará, entre otros. Su ámbito de influencia será sobre todo Valencia, donde dominaban la Federación Local, aunque también eran mayoritarios en sindicatos de Huelva, Sabadell, Mataró, Manresa, etc. Los sindicatos de Valencia se auto-excluyeron de la CNT levantina en el otoño de 1932, siendo seguidos por varias expulsiones y auto-expulsiones de otros sindicatos ya mencionados. Eran conocidos como los sindicatos de oposición, y nunca formaron una federación anarcosindicalista propia, pero estarían coordinados mediante la Federación Sindicalista Libertaria.
Una parte destacada de los trentistas estuvieron en el origen del Partido Sindicalista fue un partido político español creado por el anarquista varias veces secretario nacional de la CNT, Ángel Pestaña, en1932. La tesis de Ángel Pestaña, que perteneció al sector moderado de la confederación, era contribuir al movimiento obrero dotándolo de un partido político que sin inmiscuirse en la labor de los sindicatos colaborase con los mismos pero con plena autonomía. Se diferenciaba con el PSOE-UGT en que pretendía evitar toda supeditación de la labor sindical a los intereses partidarios, a la “correa de transmisión”. Su esquema se correspondía más con el laborismo británico, una representación de intereses obreros en el parlamento, pero con una proclamación final autogestionaria, esto decir, la consecución del comunismo libertario, con una organización basada en las cooperativas, los sindicatos y los municipios.
La CNT nunca aceptó sin conflicto la existencia del Partido Sindicalista, aunque no los tuvo con la masonería. Representó un sector minoritario respecto a la formación anarcosindicalista, dependía de varias agrupaciones o células distribuidas entre Madrid, Andalucía, Cataluña, Aragón y Valencia, y destacaba en su labor de tender puentes con las demás izquierdas. Publicaron un periódico llamado El Pueblo.
La federación catalana publicó otro llamado Hora Sindicalista entre 1936 y 1937 y luego Mañana hasta enero de 1939. Se creó una ala juvenil se organizó en torno a las Juventudes Sindicalistas. En las elecciones de febrero de 1936, dos miembros del partido, Ángel Pestaña y Benito Pabón, éste último por Zaragoza, donde ejercía de abogado laboralista de la CNT (fue el defensor del POUM en el proceso montado desde Moscú por lo que tuvo que quitarse de en medio ante las amenazas estalinistas), fueron elegidos diputados por el Frente Popular, o sea tuvo un diputado más que el POUM que solamente consiguió un acta para Joaquín Maurín por la oposición del PCE. El partido sufrió un duro golpe ya iniciada la Guerra Civil Española afectado por la muerte de Ángel Pestaña en diciembre de 1937, un momento en el que llegó a contar con 30.000 afiliados.
En el exilio, la presencia del PS en la CNT se hizo agobiante, y algunos de sus militantes como Eduardo Pons Prades evocaban su situación con amargura, tanto fue que acabaron distanciándose del núcleo central, nucleado alrededor de la familia Montseny desde Toulouse.
Esta corriente, aunque casi había desaparecido, reaparecía el año 1976, se formó un partido político que se basó en la tradición del Partido Sindicalista de 1932 de Ángel Pestaña o sea con su historial de “socialismo libertario” al que entonces trataba de conciliar con un cierto marxismo en una ecuación bastante amable. Entre sus componentes más reconocidos se citaban, aparte de Pestaña, el del abogado Benito Pabón que defendió al POUM contra el estalinismo en 1937, el economista y editor valenciano Marín Civera, un personaje que merece mayor atención de la que ha gozado hasta ahora. En la posguerra destacó Ángel Mª de Lera (1912-1984), quizás el más popular de los novelistas “de la República” en la España de los sesenta, cuando eso era casi un milagro si bien su posibilismo le llevó hasta el extremo de escribir en el ABC. Lera es muy discutido, se le acusa de priorizar su obra, obra en la que destaca Los clarines del miedo (de la que existe una interesante versión fílmica protagonizada por Francisco Rabal) y Las últimas banderas… Actualmente permanece más bien olvidada, pero el más reconocido con mucho, fue el militante y escritor testimonialista Eduardo Pons Prades (Barcelona, 19 de diciembre de 1920 –28 de mayo de 2007), al que personalmente le he dedicado algún que otro artículo.
En las elecciones de 1977, el Partido Sindicalista renovado formó parte, junto con los todavía ilegales MC, MS y PCT, de una Candidatura de Unidad Popular (CUP) a la izquierda del PCE; después, en 1979, obtuvo 9.777 votos (0,05%), la mayor parte los consiguió en Cataluña (5.932, el 0,2%). El partido perduró hasta 1985.
Otro sector que defendió propuestas de participación en los mecanismos del Estado, lo representó Horacio Martínez Prieto (Bilbao, 1902-París, 1985). Hombre “enjuto, austero, orgulloso, de brillante oratoria”, así lo describe su propio hijo, César M. Lorenzo, en su elaborado y minucioso y apasionante ensayo histórico Los anarquistas y el poder (Ruedo Ibérico, París, 1972) obra con la que la controvertida figura de Prieto volvería de nuevo a la palestra. 0brero de la construcción, Prieto no ingresó en la CNT hasta 1932 (de vuelta de su viaje a la Rusia soviética que le servirá para escribir Facetas de la URSS, Santander, 1933) por sus incli­naciones anarquistas “puras”, antisindicalistas; durante la Dictadu­ra pasó una temporada en París (1925-6) donde, según parece, se opu­so a las tentativas de García Oliver de constituir una alianza con­tra el régimen. Argumentando entonces criterios antipolíticos No tarda en hacerse un lugar en la CNT: redactor de CNT (1932); vicesecretario del CN (1934); secretario técnico del sindicato de la construcción; secretario de la Federación Regional del Norte y, finalmente, secretario general de la CNT (después de pasar 8 meses en una prisión de Bilbao), cargo del que dimitirá en el Congreso de Zaragoza aunque volverá a ser con­firmado.
La guerra le coge en Bilbao representando a la CNT en el comité provincial de defensa de Vizcaya hasta que marcha a Barcelona; la huida del gobierno de Largo Caballero a Valencia lo apartará de­finitivamente de su cargo. En el pleno del 28 de septiembre consigue poderes para gestionar la participación confederal en el gobierno; se le tilda de colaborador y traidor, pero de hecho se adelanta con audacia a unos criterios por los que iban a pasar hasta los representantes más puristas como García Oliver y Federica Montseny. En diciembre de 1937 encabeza la delegación cenetista al Congreso (extraordi­nario) de la AIT donde justifica, y convence de las posiciones gubernamentalistas: considera que el poder que no sea ocupado por los anarcosindicalistas será empleado contra ellos, sobre todo por el cada vez más influyente PCE. En abril de 1938 es subsecretario de Sa­nidad en el gobierno de Negrín y en un pleno expuso la conveniencia de que la FAI fuera coherente convirtiéndose en un partido político. En 1938 crítica abiertamente el apoliticismo mediante los ejemplos concretos que se han dado en la guerra civil y que su hijo ilustrará ampliamente en su obra. La CNT y la FAI se habían visto obligadas a intervenir en los más diversos estamentos de la administración y del ejército y lo han hecho de forma vergonzante.
Horacio abogaba por un Partido Socialista Libertario, concepto que reedificará en 1944, con la intención de que represente a la CNT en las instituciones de cara a conse­guir leyes para la difusión y avance del movimiento, para contrarrestar ­las ofensivas de sus adversarios. Tras la derrota militar fue miembro (aunque no ejerció) del Consejo General del Movimiento Libertario y mantuvo posiciones rotundamente a favor de la colaboración con los partidos republica­nos. Ministro de Giral en 1945, tres años más tarde lanza un Manifiesto en pro de la creación de un nuevo partido…Sus contrincantes en el seno de la CNT lo presentan como la quintaesencia del “revisionismo” , incluso como un “traidor”, mientras que sus partidarios, a los que se suman los seguidores de Pestaña, entienden que Prieto no hizo más que desarrollar una dimensión presente en toda la tradición anarquista desde Proudhom y Bakunin, darle cuerpo a lo que la propia experiencia había obligado a hacer al propio movimiento en la España de la guerra civil, y presenta su opción partidaria como un medio, no para robustecer la instituciones del Estado sino para socializarlas….Prieto llega a plantear la necesidad de ir más allá de la antinomia entre Marx y Bakunin para llegar a un nuevo horizonte “superador”.
Tanto por su actuación durante la guerra como por su actitud ante les diversos gobiernos republicanos en el exilio, puede definirse el “prietismo” como un neoanarquismo posibilista cuyo principal rasgo de interés es su reflexión autocrítica sobre el curso apolítico o subpolítico del anarcosindicalismo durante los años treinta.. Para conocer el ideario de Prieto, y de la corriente que expresa, es absolutamente in­dispensable el citado libro de Lorenzo. Otra reflexión sobre sus ideas se puede encontrar en el cap. II de Movimiento libertario y política del Equipo “El Sindicalista”. Entre sus obras cabe citar: Anarcosindicalismo. ¿Cómo hacemos la revolución?, Los problemas de la revolución española (1933), El anarquismo español y la lucha política (París, 1946), Marxismo y so­cialismo libertario (Ed. Madrid, París, 1947), Anarquismo relativo. Crítica de los hechos y sugestiones revisionistas (México, 1948), Posibilismo libertario (1966). Inéditos son: Semblanza y personalidad de Galo Díez; Gobierno vasco. Algunos antecedentes para el libro blanco de Euzkadi-Norte-CNT, Problemas planteados en la casa CNT-FAI.
Su hijo, César M. Lorenzo, es el autor de uno de los estudios más rigurosos y polémicos sobre Los anarquistas españoles y el poder (1868-1969) que fue publicado, en 1972 en París en Ruedo Ibérico . De alguna manera, supuso un cierto ajuste de cuentas con la dirección de la CNT en nombre del padre.
En el llamado “Manifiesto de los diecisiete”, del 23 de marzo de 1948, Miguel García Vivancos y otros miembros destacados del exilio libertario español, como Gregorio Jover proponían la creación del Partido Obrero del Trabajo, buscando una representación parlamentaria de la CNT. Ninguna de estas propuestas saldrá adelante. También existió un Partido Laborista entre 1945-1947, vinculado por miembros de la CNT, pero su incidencia histórica es mínima.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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