sábado, abril 18, 2015

Con Víctor Jara, y con el Chile de la Unidad Popular, en el corazón



Tomo pie en la nota de Silvia Ayuso [1] publicada en el global-imperial del pasado viernes 17 de abril.
La familia de Víctor Jara, que nunca dejó de buscar justicia, puede empezar a sonreír otra vez, comenta Ayuso. Tal vez no, tal vez aún no pueda sonreír. Pero es igual. Un juez de Florida ha ordenado esta semana que Pedro Pablo Barrientos, el hombre identificado como su asesino, sin olvidar desde luego otros participantes y los responsables políticos más o menos directos, responda ante la justicia por cargos de tortura y ejecución extrajudicial. Veremos, hay que estar pendientes de los distintos pasos del proceso. Sin duda: un buen paso en buena dirección.
Barrientos, un ex oficial del Ejército chileno, desconozco su graduación, fue señalado como el torturador de Víctor Jara, sin ser el único, el asesino que apretó el gatillo del “tiro de gracia”. Uno de sus subordinados, un soldado, José Adolfo Paredes, “lo identificó formalmente en un testimonio entregado a la justicia chilena en 2009”. El juez chileno del caso, Miguel Vázquez, no tuvo dudas de su culpabilidad. En diciembre de 2012 lo procesó como autor de homicidio calificado. Se había descubierto lo que sucedió en una programa de televisión, como en muchos otros casos de asesinatos del pinochetismo, el sistema político-económico bendecido por un Premio Nobel de la bajura poliética y científica de Milton Friedman.
Barrientos, por supuesto, llevaba una vida tranquila, muy tranquila, y discreta, también por supuesto, en Deltona, Florida. Desde los años noventa se dedicaba a un trabajo inocente, limpio como el amianto blanco, la compraventa de coches. USA suele ser generosa, aunque no siempre, con antiguos cómplices. Paga a veces a traidores… de otras causas.
Cuentan los que acompañaron a Víctor Jara en sus últimas horas de vida en el estadio , que los torturadores no lograron borrarle del todo la sonrisa. No es imposible que, sin desearlo, hagamos mala poesía del horror. Su asesinato, su muerte; lo golpearon brutal y repetidamente antes de acribillarlo a balazos. En su cuerpo se hallaron más de 40 disparos. El tiro que acabó con su vida fue el que recibió en la nuca, casi a quemarropa. Antes, sus torturadores (¡nombres, queremos todos los nombres!), se divirtieran jugando con él a una mortal ruleta rusa, el mismo sistema de muerte que los usamericanos introdujeron en Vietnam, acusando luego a los bárbaros asiáticos de la propagación del jueguecito asesino.
El asesinato fue el 16 de septiembre de 1973, cinco días después del golpe de Estado contra el compañero Presidente y la Unidad Popular y de la posterior detención del autor de “Te recuerdo Amanda” junto con cientos de compañeros en la Universidad Técnica del Estado (UTE). El estadio Chile lleva hoy su nombre: estadio Víctor Jara. Como aquí en España, por ejemplo, donde los estadios también tienen nombres como el de Salvador Puig Antich, Julián Grimau o Txiki. Lo contrario es verdadero. Ni uno solo.
Tras conocer la decisión del juez de Orlando, Florida, Roy Dalton, la abogada del CJA Almudena Bernabéu, celebró que se abra por fin “la posibilidad de que uno de los principales responsables de la muerte del cantautor chileno vaya a tener que responder ante la justicia”. Cierto es, admitió, que resulta “decepcionante” que el juez desestimara los cargos por crímenes de lesa humanidad, porque “el asesinato de Víctor Jara, y los miles de crímenes cometidos durante el régimen de Pinochet, deberían ser llamados por lo que son: un crimen contra la humanidad”.
Con las manos destrozadas por las palizas, recuerda Ayuso, Víctor Jara logró escribir unos últimos versos a lápiz en una libreta que pudo entregarle a uno de sus compañeros (hoy se conserva la Fundación Jara). “¡Canto, qué mal me sales/ cuando tengo que cantar espanto!/ Espanto como el que vivo/ como el que muero, espanto”.
Si tienen ocasión, escuchen este fin de semana “Te recuerdo Amanda”, cantada por el propio Jara o en la maravillosa versión que hizo Raimon en 1974. En su honor, en honor de Amanda, en honor de tantas Amandas que llevan su nombre para recordar su nobleza y dignidad, y en recuerdo de todos los asesinados por aquella dictadura criminal tan próxima y tan similar a esta, a la española. No por casualidad Augusto Asesino Pinochet estuvo presente, como adecuado ropaje, en el entierro de su alma, el criminal general africanista. Eran almas asesinas gemelas.

Rosa Guevara Landa

nota:

1/ Silvia Ayuso, “Justicia al fin para Víctor Jara”, http://internacional.elpais.com/internacional/2015/04/16/actualidad/1429213015_071741.html

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