lunes, mayo 25, 2015

Sobre el panfleto de Mélenchon

Hace unos pocos días podíamos leer en este mismo diario el artículo de Rafael Poch “El panfleto de Mélenchon contra Merkel” [1] . A pesar de que Poch es uno de esos periodistas con los que siempre se aprende algo, no deja de antojárseme demasiado superficial. Indudablemente, ¿quién no está harto a estas alturas de los alemanes, después de lo que llevamos viendo en los últimos siete años?
Pero, para no darle más vueltas al asunto, de eso mismo se trata. Pues si tanto poder ha reunido Alemania, ¿cómo se explica que tenga tan mala prensa en casi todos los países de Europa? No hablamos ya de los medios alternativos o contestatarios, hablamos de la prensa general y tan bien concertada. Y si a esta prensa, tan pendiente de las necesidades de imagen de sus amos, no le importa abundar y regodearse en la imagen del “Ogro Alemán”, está más que claro es que no son los alemanes quienes manejan los últimos resortes del poder europeo, ni tampoco el capital alemán. Hasta ahí podíamos llegar. Esto es tan obvio, que notarlo estaría de más si no fuera por las ganas de casi todos de identificar culpables. Chivos expiatorios, los llaman.
No, está claro que la “pobre Alemania” no es tan pobre ni tan incomprendida. No hace falta apiadarse de Alemania, cuyo historial de torpeza en política exterior, escoja el bando que escoja, cuesta trabajo creer. Los intereses de esta Alemania actual no es difícil entenderlos, pero repasando la historia del siglo XX, especialmente tal como nos la cuentan, tanta torpeza resulta insondable, si se supone que hablamos de un pueblo y una cultura dados a la reflexión y el pensamiento elaborado. Tal vez más cerca del centro de gravedad de Europa que nadie, el sino de Alemania siempre resultará revelador. En la primera gran guerra no eran ni de lejos los más inclinados al conflicto -si lo eran Inglaterra y Francia, y luego USA una vez que Wilson hizo suya la política del “coronel” Mandell House, el mismo que dictaría el tono del tratado de Versalles. En la segunda guerra nadie podrá quitar nunca a Alemania su papel de agresor directo y alevoso, pero, aun olvidándose por un momento de Versalles, tampoco conviene olvidar la temeraria complacencia y connivencia con que Hitler fue tratado en toda su fase de ascenso por las potencias anglosajonas, sin duda con la esperanza de arrojarlo como un gigantesco doberman que hiciera trizas la Unión Soviética. Tras experiencias tan sumamente traumáticas con las guerras, a Alemania no le quedó otra vía que el “crecimiento pacífico”. Engañosas palabras. Y ahora, con el mayor ejército americano en su territorio, ya no podía negarse que estaba tutelada.
Sí, existe una gran responsabilidad alemana en la situación europea actual, no vamos a discutir eso. ¡Y sin embargo los alemanes se encogen de hombros si les dices que sólo son vasallos de Washington! Ahora oímos a muchos concluir resueltos que la misma Alemania que perdió la última guerra es la que se ha hecho finalmente con el poder. Pero me parece a mí que esta no es la Alemania del poder sino, sobre todo, la Alemania claudicante. Por claudicar ya claudicó hasta de su posición de bastión para la socialdemocracia europea, y ya ven ahora cómo les pagan por los servicios prestados. Los niveles de chantaje a que han de estar sometidos los políticos alemanes deben ser inenarrables, pero efectivos. Así lo hace pensar el caso Snowden y sobre todo la pusilánime, casi inexistente reacción de la clase política teutona. Con valiente ogro nos las tenemos que ver. Pero para disciplinar a países de segunda o tercera categoría sí cumple con las calificaciones. Es un ogro de película. Pero a Berlín se le asocia de inmediato con las superestructuras políticas europeas, identificables al menos. De los cálculos económicos de Washington, Wall Street o la infausta City londinense quién pretenderá saber, salvo por los últimos movimientos. Alemania es más el carcelero que el juez que nos ha llevado a este chiscón, pero en cualquier caso no seré yo quien defienda al carcelero.
En Londres por ejemplo si que saben marear bien la perdiz, y mientras ponen el grito en el cielo como de costumbre por el kafkiano museo regulatorio de Bruselas, ayudan solícitos a los americanos para imponernos un tratado comercial que es seguramente la violación más flagrante de la soberanía de los pueblos europeos. ¿Es este el estilo alemán? Ya sabemos que a los anglos se les dan mejor las Relaciones Públicas, pero a fin de cuentas no se trata de una cuestión de habilidad, sino de quién tiene el poder. Y el concierto internacional de la opinión muestra a las claras que Alemania no tiene el poder, sólo faltaría. El poder no se pone en evidencia de estas maneras.
Alemania ya ha sido elegida como cabeza de turco si el hundimiento a cámara lenta europeo termina por llegar. Me niego a ser azuzado contra los alemanes por otros que han tenido peor idea y aun esperan beneficiarse del daño mutuo. Esos, sobre todo, es a los que uno le gustaría ver desterrados de la historia. Y además lo odioso está por doquier, más cerca y más lejos de mi que los alemanes.
Y en cuanto a la desastrosa deriva de Ucrania, a estas alturas parece que el plan de Minsk auspiciado por Putin, Merkel y Hollande es la única vía, según una sorprendente admisión del Secretario de Estado John Kerry que la mayor parte de los medios han preferido ignorar [2]. Sorprendente, claro, por lo humillante que debería resultar para Washington. ¿Necesita alguien preguntar quién era aquí el instigador y quién el instigado? La cuerda floja en la que se balancea el elefante alemán está tan tensa que quién sabe cuál será el signo de la última pirueta.
Algo que honraba los antiguos discursos de la izquierda era el no incidir en cuestiones nacionales ni en acepciones de judíos o gentiles, sino en ir directamente a lo que se consideraban las causas de las injusticias. La banca alemana y el BCE son sólo la parte que nos toca de un problema mayor y mucho más intimidatorio, si juzgamos por la escasa discusión de alternativas. El tema es si existe otro sistema bancario, monetario y de crédito capaz de recibir un apoyo mayoritario, y además capaz de resistir las más que probables nuevas tormentas financieras globales que se avecinan. No hay que hablar sólo de las deudas pasadas, deberíamos reformular completamente el crédito, si es que se aspira a algún futuro. Espero poder dedicar un artículo más amplio a este asunto en breve.
Mélenchon, según Poch, parece admitir que el enemigo común son las oligarquías. Entonces este desahogo, ya sea que apele a la vanidad herida o espere algún gesto de gracia de los más poderosos, delata ante todo la impotencia para proponer alternativas sustanciales y tratar el tema desde una perspectiva general. Claro que también puede ser un oportunista ardid de viejo político para relanzar su popularidad; y sobre los viejos políticos, por ingeniosos que sean, qué quieren que les diga.

Miguel Iradier

Notas:

1. Poch, Rafael: “El panfleto de Mélenchon contra Merkel”. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=198866
2. Zuesse, Eric: “Obama Gave Up on Ukraine, Press Simply Ignored It.” http://www.washingtonsblog.com/2015/05/obama-gave-up-on-ukraine-press-simply-ignored-it.html

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