domingo, septiembre 13, 2015

El clan Puccio, o la descomposición de todo un régimen social



Se debe partir de una obviedad, de una perogrullada inevitable: una película no es un tratado de teoría política, y no está obligada ni tiene posibilidades de desarrollar exhaustivamente cada uno de los aspectos del tema que aborda. "El clan", de Pablo Trapero, no escapa a la regla, pero produce un impacto fortísimo por lo que sí muestra y desarrolla.
La cámara de Trapero, impecable e implacable, expone la historia de la familia Puccio con un mérito inicial decisivo: no la exhibe como si se hubiera tratado de un simple caso policial, alimentado morbosamente por la degradación criminal de todo un grupo familiar. Los Puccio fueron eso, claro está, pero su descomposición fue la del régimen político de la dictadura militar, y de la burguesía que necesitó de esa dictadura y de esos represores.
Los grupos de tareas de la dictadura, quebrados en luchas internas feroces desde mucho antes de la caída del "proceso", se dedicaron -además de cumplir su función con el terrorismo represivo- a crímenes y secuestros extorsivos con la única finalidad de obtener lucro criminal.
El jefe del clan, Arquímedes Puccio, era aún, al momento de su detención en 1985, agente calificado de la Secretaría de Inteligencia del Estado. Trapero muestra el vínculo delictivo de Puccio con Aníbal Gordon, otro "jefe operativo" de grupos de tareas, quien por entonces ya estaba preso por actividades similares a las del clan Puccio. En un momento de la película, Gordon recibe en la cárcel la visita de Arquímedes y le dice:
-Yo caí por boludo, por dejarlo vivo a Kelly. El comodoro me pidió que lo dejara vivo y le hice caso...
El represor preso se refiere a Guillermo Patricio Kelly, otro parapolicial que de integrar grupos de choque fascistas pasó, a mediados de la década de 1960, a trabajar orgánicamente para la dictadura de Juan Carlos Onganía y, desde entonces, siempre estuvo vinculado con los rincones más oscuros de la represión ilegal del Estado. Gordon lo secuestró durante una "guerra" entre servicios (entre otras cosas por el botín de los secuestros y los robos) y, según el personaje de "El clan", un jefe militar le pidió que lo liberara. Bien pudo haber sido así.
Mostrar esos vínculos es, como decíamos, el gran mérito de la película (además, claro está, de su calidad cinematográfica). Sin embargo, en ese punto radican también sus limitaciones.
Trapero presenta a esos servicios como si hubieran estado enfrentados abiertamente al gobierno de Raúl Alfonsín, lo cual sin duda era así en casos como el de los Puccio, el de Gordon y el de muchos otros. Pero Alfonsín aprovechó aquella división entre los represores (anterior a él, como ya se dijo) para poner a su propio servicio a una parte de ellos (un represor y asesino como Raúl Guglielminetti, después encarcelado, fue miembro de la custodia presidencial, por citar sólo un caso). Es más: incluso los caídos, como Puccio o Gordon, estuvieron protegidos hasta el final, con abogados caros, privilegios en el régimen de detención, libertades condicionales y sobreseimientos apurados.
Una última consideración: Puccio o Gordon no eran marginales. Los personajes más encumbrados de la dictadura fueron, al mismo tiempo, delincuentes comunes que muchas veces atacaron, como los Puccio, a miembros de la alta burguesía con fines únicamente extorsivos. Por ejemplo, José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía de Videla, estuvo involucrado en el secuestro, en noviembre de 1976, de los hermanos Rodolfo, Carlos y Eduardo Iaccarino en Santiago del Estero. Durante 22 meses, los Iaccarino estuvieron cautivos en el llamado "circuito Camps" (por el general Ramón Camps, jefe de la Bonaerense) y fueron torturados para obligarlos a vender propiedades y acciones. O el secuestro y asesinato de la empresaria Elena Holmberg, amante del almirante Emilio Massera, cuando aquella amenazó con revelar suciedades ominosas del jefe de la Armada.
Casos como esos abundaron, y fueron, como el de los Puccio -que "El clan" muestra con una belleza cinematográfica casi atroz- síntomas de la descomposición y la degradación de todo un régimen social.

Alejandro Guerrero

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