sábado, septiembre 19, 2015

La capitulación de Perón ante la revolución fusiladora



El 16 de septiembre de 1955 un golpe encabezado por los Generales Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu y el Contraalmirante Isaac Rojas, derrocó de la presidencia a Juan Domingo Perón. El movimiento recibió el nombre de Revolución Libertadora y fue rebautizado, tras el asesinato en 1956 del General Juan José Valle y más de 27 militantes peronistas, como la “revolución fusiladora”.

A partir de 1954 la fortaleza del gobierno peronista es puesta en cuestión por una crisis económica latente y un resurgir de la lucha de clases de los trabajadores cuyo máximo símbolo sera la gran huelga metalúrgica de abril-junio de 1954. Las dificultades crecientes de la economía argentina empujaran a Perón a habilitar una ofensiva patronal que en el Congreso de la Productividad en marzo de 1955 planteará la linea de aumentar la explotación sobre los trabajadores.
Con estas palabras defendía el General Perón su apoyo a las patronales: "En nuestro país la palabra producir es una palabra sagrada, porque en esa palabra está el bienestar general. Yo no digo que esto sea cierto donde el Estado y el patrón explotan, ahí no es cierto; ahí es mentira. Pero donde no hay explotación patronal ni estatal, ahí es verdad... Nadie ha combatido más que yo a los patrones abusivos y explotadores. Yo veo, sin embargo, que ellos están en tren de colaboración. No están ya en tren de explotadores. Es decir, que ellos están en el mismo orden social y justiciero que nosotros. ¿Entonces, por qué los vamos a seguir combatiendo? " (La Prensa, 17/3/55). A la vez el gobierno se ve obligado a pactar acuerdos petroleros con el imperialismo yanqui, la Compañía California Argentina.
El golpe antiperonista se inscribe dentro de una ofensiva neo colonizadora en latinoamérica de un imperialismo norteamericano que emergía como super potencia luego de la victoria Aliada en la Segunda Guerra Mundial. El peronismo se había consolidado como un "bonapartismo sui generis" que contaba con el apoyo masivo de la clase obrera y mientras regimentaba los sindicatos, negociaba el status semicolonial de la Argentina aprovechando una debilidad relativa del imperialismo.
En los últimos años del segundo gobierno peronista la prédica de la armonía de clases y la estatización de los sindicatos resultaban insuficientes para las necesidades patronales. Ante el agotamiento de las condiciones económicas favorables y la incapacidad creciente del gobierno y la burocracia de la CGT de mantener a raya a la clase obrera, se allana el camino del golpe de Estado y se concreta una alianza política-social cuya dirección indiscutible es el imperialismo yanqui y cuya finalidad es permitir su penetración en la Argentina y la destrucción de las conquistas y organización obreras durante el primer peronismo.
El frente golpista incluía, además de a los EE. UU., a una burguesía deseosa de mantener sus ganancias a costa del sacrificio de los trabajadores, los terratenientes, la Iglesia Católica, la UCR, el Partido Socialista y el Partido Comunista, entre otros.
La vanguardia de la movilización golpista fue la Iglesia Católica, que luego de romper con Perón organiza el Partido Demócrata Cristiano y va a ser la gran protagonista de las movilizaciones del Corpus Chistri el 9 de junio del ’55. El 16 de junio la aviación Naval bombardeara con los Gloster a una Plaza de Mayo repleta de gente con el objetivo de asesinar al presidente dejando un tendal de casi 500 muertos.
Perón llamará a la calma, pondrá fin a la "revolución peronista" y hasta ofreció su renuncia para intentar calmar los ánimos, pero sus palabras conciliadoras cayeron en el vacío y la respuesta del gobierno fue invocar a que los grupos controlados de sus partidarios ejercieran la violencia política contra sus opositores: “A la violencia le hemos de contestar con una violencia mayor (...) La consigna para todo peronista, esté aislado o dentro de una organización, es contestar una acción violenta con otra más violenta. pero la decisión golpista estaba tomada. Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de los de ellos”.
Sin embargo, la clase trabajadora permaneció desarmada por el gobierno y los dirigentes sindicales quienes confiaban que su defensa iba a estar resguardada por una supuesta mayoría leal de las FF.AA.
En el golpe del ’55 tuvo éxito porque logro plegar a su favor al sector militar del integrismo católico nacionalista que vacilaba en su apoyo al peronismo. Eduardo Lonardi era su representante en la Junta Militar golpista. El 16 de septiembre las fuerzas de la Marina serán la cabeza del movimiento sublevándose en la base de Río Santiago en Ensenada, en Bahía Blanca y en la Escuela Naval. El Ejército se sublevo en Córdoba y Entre Ríos. Pese los enfrentamientos los militares leales fueron pasándose de bando en la medida que veían que Perón no contaba con la voluntad para resistir temeroso que la movilización de los trabajadores fuera la que pusiera fin al movimiento rebelde.
La Armada encabezada por Isaac Rojas el elemento militar clave para la victoria. Frente a la persistencia de la marina, los generales leales soltaron la mano de Perón quien capituló sin lucha. El símbolo de su huida fue una cañonera paraguaya aportada por Stroessner para que el General huyera del país. Los funcionarios peronistas y los burócratas sindicales de entonces siguieron los mismos pasos. Los libertadores ejercieron su revanchismo asaltando sindicatos con los Comandos Civiles –entre los que se encontraban militantes comunistas junto a “prohombres” de la prensa como Marino Grondona- mientras las señoras “bien” de la Argentina burguesa festejaban volver a tener “sirvientas baratas”.
Ante la capitulación del peronismo, la respuesta al golpe corrió por cuenta de los trabajadores. En algunas zonas como Rosario, Berisso y Ensenada las barricadas tardaron casi dos semanas en ser liquidadas. Pero tiempo después una formidable oposición obrera –la “resistencia peronista”- enfrentará al régimen libertador impidiendo que se consolide una ofensiva coordinada de la patronal que buscaba quebrar conquistas y el imperialismo yanqui que pretendía avanzar en la penetración de sus empresas.
Perón justificó su retirada diciendo que buscó evitar un derramamiento de sangre. Pero el golpe de 1955 abrio las puertas a un derramamiento de sangre mayor. Los bombarderos al pueblo en la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955 con su secuela de entre 364 y 500 muertos, fueron premonitorios de que los gorilas estaban dispuestos a todo.
El balance histórico del peronismo como movimiento nacional burgués se cerró trágicamente con el golpe de 1955.

Facundo Aguirre

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