domingo, noviembre 29, 2015

La canciller de hierro: diez años con Angela Merkel



Hace diez años que Angela Merkel asumió la cancillería. Se quiere mostrar como la canciller del “bienvenidos refugiados”, pero esa imagen es engañosa. El “sistema Merkel” ataca los derechos y las condiciones de vida de millones de personas – trabajadores, jóvenes y refugiados –, velado por la imagen de la “madre de los alemanes”.

“Oportunista, pragmática, sin ideología hasta ser irreconocible”. Los medios le cuestionaron a menudo a Angela Merkel en los diez años de su mandato que no tuviera posiciones claras. Su “estilo político” se ha basado en maniobrar lo más tranquilamente posible por aguas tormentosas sin causar demasiadas controversias. Sin embargo, ella habría logrado una posición clave como diplomática y conductora de crisis en Europa.

“La alemana colectiva ideal”

Otra descripción del “sistema Merkel” dice que es una persona de poder que – como buena discípula de Helmut Kohl –siempre supo cómo eliminar enemigos políticos, sobre todo en el propio partido, y así hacerse imprescindible. Estoica, fría, calculadora, pero eso sí, un polo de estabilidad. Una “madre de los alemanes” – admirada y temida al mismo tiempo.
Pero la imagen de “Angie” empieza a desmoronarse: durante años las fuerzas conservadoras de derecha en la Unión Cristiana no lograron enfrentar el rumbo supuestamente “socialdemocratizante” de Merkel. Pero con la “crisis de los refugiados” Merkel sobreestimó su capacidad de conducción, y sus cifras de aprobación se están desmoronando. Aunque aún no hay nadie que pueda remplazar a Merkel, se está formando una oposición interna.
Pero la “oposición” es meramente cosmética: entre el discurso de Merkel de la “cultura de la bienvenida” y la política concreta del gobierno hay muchas más diferencias de las que se puede suponer si se escuchan las críticas de la oposición de derecha dentro y fuera del partido. Protestan contra el supuesto “rumbo izquierdista” de la canciller, mientras que sus demandas reaccionarias se vienen imponiendo casi por completo. No extraña que durante su mandato se endurecieran varias veces las leyes de asilo. Levanta más barreras para la inmigración y por si no fuera suficiente, ahora interviene militarmente en Siria y Mali.
Sin embargo, esas narrativas contradictorias sobre el mandato de Merkel ignoran el núcleo de lo que realmente es el “sistema Merkel”, es decir la incorporación de los intereses del capital alemán.
A decir verdad, Merkel está muy lejos de definir su rumbo solo a través de la política coyuntural. Por el contrario, como ningún otro representante político en la última década supo construir el proyecto de una Alemania hegemónica en Europa y aplastar toda oposición con su imposición férrea de la austeridad. Para ello, utilizó sus perros de presa, sobre todo Wolfgang Schäuble. Pero eso no debe engañarnos y llevarnos a pensar que Merkel tiene todo el control. No por nada las masas griegas protestaron en las calles contra su dictado con pancartas como “Fuera Merkel”, “We are not Merkel’s colony”, “Merkel go home”. Una expresión clara del descontento que produjo su política.
Merkel logró durante sus años en la cancillería homogeneizar los diversos intereses de las distintas fracciones del capital. Ella es, como lo expresó el columnista de la Frankfurter Rundschau, Stephan Hebel, “la alemana colectiva ideal”.

La hegemonía alemana avanza bajo Merkel

Desde el inicio de la crisis económica casi se olvidó de la que es la premisa más importante de Merkel en la política interna y sobre todo en la económica: la “democracia conforme del mercado”. Merkel asumió hace diez años con un programa de ajuste que – además de la imposición brutal de las reformas laborales y sociales ya hechas por el gobierno Schröder – incluyó, entre otras medidas, la suba del IVA, la jubilación a los 67 años y la reforma de los sistemas de salud y de cuidado. De esa manera, actuó como ejecutora de los intereses del capital, que completó la reestructuración de las leyes sociales y de trabajo.
Con la irrupción de la crisis mundial Merkel se vio obligada de distanciarse un poco de su modelo ultra-neoliberal, a través de paquetes de coyuntura y jornadas reducidas – pero también aquí se trató solamente de resguardar las ganancias del capital alemán. El gobierno empezó un programa masivo de subvenciones para mantener la tasa de ganancia, lo que fue posible solo porque los recortes drásticos de los últimos años volvieron a hacer “competitivo” al modelo de acumulación de la economía alemana.
Con la profundización de la crisis del Euro, la mano férrea de la canciller volvió a ser más evidente, y Alemania empezó a imponer su hegemonía en Europa con toda dureza.
Bajo Merkel, Alemania devino el poder imperialista más importante en Europa. Esto no es solo “mérito propio”, sino que se basó en los proyectos de sus predecesores. Su verdadero “mérito” es haber presentado esa política como si no hubiera ninguna alternativa.
En eso, Angela Merkel se parece mucho a Margaret Thatcher, la otra jefa de gobierno “de hierro” de las últimas décadas. Si bien su “estilo político” se distingue del de Merkel, la política del “There is no alternative” las une.
La “falta de alternativas” de Merkel ahora está siendo puesta en duda por el contexto de la “crisis de los refugiados” – pero en la mayoría de los casos no por izquierda, sino por derecha. Mientras que la Alternativa por Alemania, Pegida y otros se movilizan contra el gobierno, el partido Die Linke defiende a Merkel y su “cultura de la bienvenida”.
Aún no hay una solución a la vista para la crisis actual por parte de la clase dominante, y las tensiones en Europa se agravan. Si cayera el “sistema Merkel”, la crisis se podría profundizar aún mucho más. Sin alternativa por izquierda, eso reforzará las tendencias reaccionarias en Europa.
Para enfrentar las consecuencias de esos diez años de Merkel y su propagada de que “no hay alternativa”, todavía falta de alternativa propia de los trabajadores, una alternativa anticapitalista y antiimperialista.

Stefan Schneider
Berlin

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