domingo, febrero 28, 2016

Oesterheld, el heraldo en la tierra



Durante las últimas semanas volvió a repetirse por televisión, a través de Incaa TV, la serie “Germán, últimas viñetas”, inspirada en la vida de Héctor Germán Oesterheld, producida en 2013 y dirigida por Cristian Bernard, Flavio Nardini y Federico Sosa. Con sensibilidad  y contundencia, su guionista, Luciano Saracino, narra los episodios inspirados en la turbulenta vida del autor argentino.
La serie se encuentra disponible online (http://cda.gob.ar/serie/1417/german-ultimas-vinetas). En 1972, Oesterheld (Interpretado por Miguel Angel Solá), reconocido y admirado por haber publicado El Eternauta en 1957, se encuentra, sin embargo, asfixiado económicamente.
Según él, fue el costo por "jugarse por lo que escribe". Aquella obra, cuyo eje es la resistencia popular, logró, con belleza narrativa, correr el velo a la historieta y la descubrió como un canal potente y transformador de expresión literaria, política, comprometida con la realidad.
En aquellos años comenzaba a proliferar el silencio; las publicaciones masivas, pese a que no querían problemas, preferían al historietista. En este marco, el guionista logra que lo publiquen en una editorial de cepa militar para sostener su existencia material como autor de historietas.
La coyuntura internacional, marcada por el intento desesperado de la burguesía de frenar a la creciente organización de los trabajadores, sentaba las bases de los regímenes dictatoriales que ya acechaban como una tormenta oscura en toda Latinoamérica. Esto condicionó duramente los guiones de esta editorial, cuyo objetivo era preciso: trazar una línea firme y nítida en torno a quiénes eran los “buenos” y quiénes los “malos” en las historietas que allí se creaban, para que la creciente masa popular que las leyera interpretase una única versión de aquella disputa histórica. Los editores encaran la contradicción de tener al mejor de todos, pero cuyo interés en sus escritos (conocían su guión sobre la vida del Che Guevara, por ejemplo) era opuesto a la empresa, en donde las visitas amenazantes se volvían cada vez más frecuentes.
Oesterheld acepta las condiciones, confía en su genio y enfrenta la amenaza latente. A pesar de la censura, logra convertir la banalidad superficial en historias que deslumbran y urden tramas apasionantes.
Los trece capítulos que componen la serie oscilan entre el humor inocente y sagaz, el terror y el suspenso, en el ambiente caótico de una redacción de historietas dirigida por Santos (Claudio Rizzi), un editor entrañable que rige la disciplina con los dibujantes y guionistas que allí trabajan, y el comisario Collins (Gabriel Fernández), cuya retórica policial se aplasta capítulo a capítulo bajo la crítica inteligente del nuevo guionista, que irrumpe como un fantasma revelador y modifica por completo la redacción.
“Entes de cartón producen mundos de cartón”, dice en una ocasión Oesterheld a Mariano Sampaoli (Gustavo Pardi), un joven guionista de la redacción que en su crisis de inventiva personal y profesional se desvive por descubrir el secreto del maestro para penetrar en sus propias historias. Así inicia este joven una  búsqueda interior, para la cual cuenta con el sostén incondicional, aunque tácito en un principio, de Florencia, la recepcionista de la redacción (Paula Reca), cuyo apoyo se torna clave para este joven escritor atrapado por Oesterheld y sus historias maravillosas que sus personajes le susurran en las noches de desvelo, como si él fuese su heraldo en la tierra.
La pluma de Oesterheld constituyó una práctica transformadora en la antesala de la última dictadura militar. Junto con sus narraciones, que creía un canal fundamental para cambiar la realidad, Oesterheld militó en la organización Montoneros, de la cual fue jefe de prensa. Muchos de sus guiones fueron escritos en la clandestinidad.
El historietista, secuestrado y desaparecido por la dictadura, fue parte de la tragedia montonera. También lo están sus cuatro hijas mujeres, dos de ellas embarazadas. Su obra es considerada un enorme legado que no sólo alejó a la historieta del rincón marginal y la puso entre las grandes disciplinas artísticas con incidencia en la conciencia de las masas, sino que hasta hoy constituye una literatura potente, lúcida e inteligente para sus lectores y ya atraviesa varias generaciones. “Germán, últimas viñetas”, lo refleja extraordinariamente.

Pablo Doglioli

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