martes, mayo 31, 2016

Francia: el retorno del movimiento obrero



Tras dos meses y medio con la juventud universitaria y liceísta a la cabeza de la movilización, las últimas semanas marcan un fuerte retorno del movimiento obrero con huelgas y piquetes.

A la vanguardia estuvieron los refineros, acompañados en parte por los camioneros. Luego los trabajadores de las centrales nucleares. El 26 hubo una jornada de huelga en varios sectores del privado: el fabricante de submarinos nucleares DCNS, Amazon, el grupo Peugeot con la fábrica de Mulhouse a la cabeza, entre otras empresas. La huelga no es general, pero es fuerte y se extiende y su fuerza deviene en que golpea sectores estratégicos como los puertos, la filial energética, etc. Y esta semana se suma el transporte: desde el martes hay huelga indefinida llamada por la CGT y otros sindicatos en los trenes, el jueves lo mismo en el transporte urbano de la región parisina y desde el sábado seis días de huelga de los pilotos de Air France. Desde hoy está bloqueada la principal planta de tratamiento de residuos cercana a Paris, la más grande de Europa. También van a parar los portuarios de toda Francia.
Después de la derrota de la lucha contra el aumento de la edad de las jubilaciones en 2010, los sindicatos y la clase obrera aunque había infinidad de conflictos parciales que mostraban la bronca obrera, no lograban articular una lucha de masas. La reforma laboral fue la gota que colmó el vaso y cristalizó los distintos descontentos acumulados contra este gobierno anti obrero y represivo. Esta lucha es la primera significativa contra un gobierno que usurpa el nombre de la izquierda. Ya por eso es histórica: señala un ruptura de izquierda del “pueblo de izquierda” con Hollande y posiblemente el PS. Tal vez este partido termine como el PASOK en Grecia, a pesar que la crisis económica y social en Francia no es aun de la magnitud que alcanzo a este país de la periferia europea.
Una batalla de clase que, más allá del resultado, abre posiblemente un nuevo ciclo de la lucha de clases en Francia y tal vez en Europa, donde los ferroviarios belgas están poniendo mal al gobierno que busca aplicar una reforma a la francesa. Para los lectores de LID, es central seguir esta lucha pues es el enfrentamiento más importante y prolongado de los trabajadores de un país central como Francia, la quinta potencia imperialista, contra los efectos que aún perduran de la crisis mundial abierta en 2007/8.

Un grito contra las insoportables condiciones y el contenido del trabajo

Detrás de la movilización concreta contra la ley, hay un comienzo de insubordinación profunda que está comenzando a expresarse, tan profundo como la explosión contra el despotismo de empresa del viejo capitalismo familiar francés que salió a la superficie de forma abierta durante el Mayo de 1968 y la oleada de ocupación de fábricas. La respuesta patronal a esta rebelión obrera en el corazón del proceso de producción fue, después de los años 1980, una política gerencial de individualización sistemática de la gestión de los asalariados. Esto llevó a un salto en el deterioro en las condiciones de trabajo y en el contenido del trabajo de números trabajadores. Como dice un especialista: “Éste se caracteriza por una intensificación del trabajo, el establecimiento de objetivos individuales cada vez más elevados y difíciles de lograr, el requisito de seguir procedimientos, protocolos, las ‘buenas prácticas’ (decididas por los expertos de los grandes gabinetes internacionales, alejados de la realidad del trabajo concreto de los trabajadores afectados), y una descalificación de la experiencia y los conocimientos resultado de la política de cambio perpetuo”.
Es de este sufrimiento en el trabajo que se nutre la combatividad y la determinación de los huelguistas que durante meses intentan oponerse a la reforma laboral en curso. En épocas de “paz social” habitualmente esto se expresa en el creciente consumo de alcohol y tranquilizantes. Y más trágicamente con la creciente oleada de suicidios que sacude a muchísimas grandes empresas francesas desde hace años. Hoy en día los trabajadores empiezan a rebelarse de forma cada vez más consciente contra esta concepción ‘managerial’ del trabajo impuesta durante el cenit del neoliberalismo en Francia y en el mundo.

Un final abierto

La debilidad e impopularidad del gobierno de Hollande y Valls (su primer ministro), que alcanza niveles inéditos para una presidencia durante el Régimen de la V República, juega a favor de los huelguistas. Más sorprendente aún es que a pesar de los daños y molestias generados por la huelga y el intento incesante del gobierno, la central patronal (el MEDEF) y los medios de comunicación contra los huelguistas, acusados de tomar a los franceses de rehenes o tildados de “terroristas” o “bandidos” en relación al principal dirigente de la CGT, la “opinión publica” sigue oponiéndose de forma sostenida a la reforma laboral. Este apoyo, alcanza niveles altísimos en el electorado de izquierda.
Pero un límite de la huelga es que esta simpatía pasiva con ella no se transforma en un salto en la generalización de la medida a todos los sectores asalariados. Este límite en parte está ligado a que la dirección de la CGT, que se ha trasformado en la principal oposición política a Hollande, no levanta un programa que partiendo del retiro de la reforma laboral se plantee también la lucha contra las condiciones de trabajo, la precarización y el desempleo, que permita desatar las energías y la combatividad de los sectores más precarizados del proletariado o pauperizados como los jóvenes de las banlieues.
La dirección de la CGT se niega a llamar a una lucha de este tipo que podría tener un carácter revolucionario, a la vez que las estructuras sindicales mantienen esencialmente el control del movimiento. Su apuesta como dirección reformista de una parte del movimiento obrero francés está basada en explotar la debilidad coyuntural del gobierno, ayudada a su vez por el calendario ya que en unos días comienza la Eurocopa, para forzar la mano de Hollande. Aunque no podemos descartar que la presión sobre el mismo se transforme en insoportable, el daño que haría un retroceso gubernamental sobre el programa de contrarrevolución social que se perfila en Francia, en especial con un eventual gobierno de derecha en 2017, lo presionan desde el ángulo patronal a no ceder. Tampoco Hollande ni Valls ven una ganancia particular en ceder al estar muy quemados políticamente a izquierda.
La apuesta de la CGT, entonces, podría demostrarse insuficiente. Es por eso, que los trabajadores y jóvenes no solo deberían ser los protagonistas de esta grandiosa gesta sino cada vez más transformarse en su dirección a través de sus propios organismos de autodeterminación para la lucha.

Juan Chingo

“La muerte cayó del cielo”

Ahora resulta que Obama, además de showman, beisbolista, padre y esposo ejemplar, cantante, baloncestista, flamante nobel de la paz... también es poeta, y no cualquier poeta. Solo así se entiende que 71 años después de que un B-29 arrojara su “Little Boy” sobre Hiroshima provocando cientos de miles de muertos que todavía no terminan de contarse, llegue por primera vez un presidente de Estados Unidos a esa ciudad japonesa para reconfortar la memoria del país y no se le ocurra verso más exquisito que el que titula esta columna: “La muerte cayó del cielo”, como si hubiera sido el cielo el responsable, un fatal infortunio, un traspiés de la muerte en las alturas, un divino designio, y que, incluso, concluya su poema apostillando: “... y la historia cambió” o, lo que es lo mismo, que no hay mal que por bien no venga.
Quién iba a pensar, con tanto que se ha escrito al respecto, que a las miles de víctimas que provocaran los atentados de las Torres Gemelas aquel 11 de septiembre, todavía les faltara por oír que también la muerte les cayó del cielo... para cambiar la historia.
Yo casi estoy por volverme creyente y, aunque sea tarde, elevar mis oraciones para que, como maná del cielo, sigan cayendo bendiciones sobre tanto cinismo.

Koldo Campos Sagaseta
Gara

Huelgas y poder en Francia

Poco a poco, las huelgas y los piquetes están afectando a todos los sectores estratégicos de la economía francesa. El gobierno actualmente está echando mano a las reservas nacionales de combustible (destinadas originalmente a casos de guerra o de catástrofes) para librar la guerra social que mantiene contra la unidad de las centrales sindicales (y particularmente contra la CGT).
Los pretextos del terrorismo de los grupos salafistas y de la amenaza de la extrema derecha para imponer un estado de emergencia han sido dejados de lado. Hollande y la prensa empresarial y la televisión muestran hoy un enfrentamiento de clase y ponen como adversario principal del presidente y de los empresarios a Felipe Martínez, secretario general de la CGT, la más fuerte de las cinco centrales sindicales que canalizan unidas las protestas.
Pero, aunque es importante la acción de estas centrales, el odio y la represión gubernamentales se concentran sobre todo contra los trabajadores de las refinerías, los portuarios que paralizan la importación de combustibles y los camioneros y obreros del transporte que, circulando muy lentamente, no sólo dificultan el tránsito en ciudades y carreteras sino que también provocan un aumento del consumo del carburante, que cada día es más escaso.
Ahora el dúo Hollande-Valls deberá hacer frente además a una huelga votada en todas las centrales nucleares que dan energía eléctrica a Francia y a países vecinos y a la falta de combustible se suma la reducción del suministro eléctrico.
Incluso en el partido socialista (según su nombre oficial, no según su política) cunden las protestas. En efecto, a la oposición de entre 30 y 40 diputados de la izquierda socialista al proyecto de ley del trabajo que está provocando las huelgas se sumó la propuesta-inmediatamente rechazada por el primer ministro Manuel Valls- de modificar el art.2 del texto formulada por el presidente del bloque mayoritario en la Asamblea Nacional.
Ahora bien, ese artículo condensa las intenciones de los empresarios que el gobierno “socialista” hace suyas a pesar de la oposición de la inmensa mayoría de los franceses. En efecto, muchos talleres o pequeñas empresas ocupan pocos obreros o ni siquiera tienen presencia de los sindicatos. Por lo tanto, darle carácter legal prioritario a los acuerdos entre patrones y obreros a nivel de dichas pequeñas empresas donde los trabajadores tienen menos fuerza equivale a facilitar la rebaja de los salarios reales y el empeoramiento legal de las condiciones y horarios de trabajo rompiendo la unidad que hasta ahora existe a nivel de grupo industrial, cuyo contrato nacional- impuesto con la fuerza de la organización en las grandes fábricas- es norma para los pequeños establecimientos. Además, el intento de modificar la cantidad de horas extras y su pago afecta duramente a los transportistas cuyos horarios dependen del clima y de las condiciones de las rutas y el tránsito en Francia y en los países vecinos.
Al mismo tiempo la situación social se tensa ante la violencia de la represión policial no sólo contra los huelguistas sino también a los estudiantes y a las decenas de miles de personas que siguen animando, día tras día, el movimiento Nuit Debout. La causa común –el rechazo a la ley de trabajo- y la defensa de los derechos democráticos, como el de huelga, el de manifestar, la libertad de desplazamientos, la libertad de palabra e incluso informar lo que sucede, están cimentando la unidad entre vastos contingentes estudiantiles y jóvenes y los trabajadores industriales que con tanta fuerza cambió el panorama francés en 1936 y en 1968.
En Francia el 20 por ciento en la población económicamente activa tiene un empleo estatal y los obreros representan el 24 por ciento. El índice de sindicalización llega sólo al 11 por ciento y la principal Central Sindical -la Confederación General del Trabajo- abarca sólo el 2.58 por ciento de los sindicalizados, mientras el resto se distribuye entre Force Ouvrière, socialista, Solidaires (de izquierda independiente, fuerte en el transporte urbano), Fuerza Sindical Unitaria (con gran influencia en los trabajadores de la Enseñanza), La CFDT, Confederación Francesa de Trabajadores (socialcristiana, aliada al gobierno) y otras menores.
Dada la actual relación de fuerzas que es cada vez más favorable a los trabajadores, que cuentan con el apoyo de la mayoría de la población, es probable que el gobierno sólo pueda hacer aprobar una versión modificada de esta ley El Khoumri sobre el trabajo. Puesto que los sindicatos sólo aceptan su derogación lisa y llana la lucha seguirá durante todo este período anterior a las elecciones presidenciales y tendrá fuertes repercusiones políticas ya que la derecha opositora y el FN lepenista piden al gobierno medidas de excepción, como la prohibición absoluta de toda manifestación. Eso politizará aún más el conflicto.
Es evidente que la huelga masiva puede cambiar muchas cosas. Pero por sí sola, incluso en el caso de una huelga general nacional indefinida como pide ya la extrema izquierda, no basta por sí misma para dar una solución política a una situación que es política y exige una salida política.
Una debilidad mayor reside en que el movimiento obrero repudia una ley reaccionaria y regresiva pero no tiene una propuesta propia que ofrecer ni, sobre todo, una estrategia política y aunque despliega su doble poder en las calles no pone en cuestión el poder del Estado capitalista. Otra igualmente grave consiste que ante la crisis de la Unión Europea no se dirige a los trabajadores de los países vecinos, sobre todo a los belgas que están en una lucha similar, a los italianos- a quienes el gobierno Renzi y la capitulación de la CGIL impusieron casi sin resistencia una ley del trabajo similar al proyecto El Khoumri – y a los alemanes, que acaban de lograr con su presión la rebaja de la edad para jubilarse de 67 a 63 años.
Para triunfar, los huelguistas en Francia deben salir también del Hexágono francés y fijarse objetivos políticos que den perspectivas a los de Grecia, España, Italia, Inglaterra y toda la U.E.

Guillermo Almeyra

lunes, mayo 30, 2016

Trump, la fractura americana



Las primarias han dejado al desnudo la desintegración de los partidos capitalistas históricos de Estados Unidos. La crisis del partido republicano podría ser terminal e incluso plantea una crisis del régimen político del país. Trump representa la victoria de una camarilla y de un caudillo -de un candidato al bonapartismo.

Hace un par de días, Donald Trump, el candidato virtual del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos, volvió a mover los titulares, pero esta vez ‘a la Rodriguez Saá’: dijo que tenía la intención de reestructurar la deuda pública del país. Añadió que aprovecharía una caída en la cotización de la deuda en los mercados, para efectuar una recompra parcial. Como antecedente de una maniobra semejante, citó sus propios negocios - que han consistido en forzar a sus acreedores a aceptar descuentos o quitas. Colocó, así, como a la distraída, una bomba de tiempo en los mercados financieros, aunque sin poner en marcha el mecanismo del reloj. ¿Trump es, como dicen sus adversarios, un “political troll”?

Defol

La deuda del gobierno de Estados Unidos está arriba de los u$s14 billones y la del conjunto de la Unión es de u$s20 billones; representa casi un 90% y más de un 120%, respectivamente, de un PBI calculado en u$s16billones. Este nivel de hipotecamiento no ha servido para mover a la economía y nunca fue concebido para emprender un rescate de la infraestructura pública en ruinas. Para atacar estas ‘materias pendientes’, Trump pretende recortar impuestos e impulsar un plan de obras públicas que redundarían en un déficit fiscal de u$s10 billones en la próxima década. El acreedor principal del Estado es, como ocurre en Argentina, el Banco Central, pero le siguen China, Japón y Arabia Saudita, y una enorme tropa de fondos financieros. La sola victoria electoral de Trump desataría una ola de ventas de la deuda norteamericana y una caída fuerte de su cotización -además de la devaluación del dólar y el encarecimiento financiero. Convertiría a la crisis fiscal en financiera. Sería en ese escenario que Trump haría efectiva su maniobra de recompra de la deuda a precios de saldo, sin esperar, como ocurrió en Argentina, la invasión de los ‘fondos buitres’. Trump tendría la ventaja adicional, por supuesto, de que re-compraría la deuda mediante la emisión de la propia moneda.
Esta breve descripción pone en evidencia que en Estados Unidos se ha impuesto una candidatura electoral alternativa de carácter proteccionista y nacionalista. Trump ha ganado, sin embargo, las primarias de un partido que representa, por el contrario, el ala extrema del liberalismo económico y de la ‘globalización’. Plantea poner fin a la tercerización a otros países de la producción norteamericana, a la que incluso pretende ‘castigar’ con barreras arancelarias. Citó el caso de la fábrica Carrier, que anunció el traslado de la mayor parte de sus plantas a México. Como sacado de un libreto K-K, el hombre es un ‘mercado-internista’. Aseguró que reitraría a Estados Unidos del Nafta (el acuerdo comercial con México y Canadá). Con esta estrategia política, Trump asegura que Estados Unidos pasaría de un crecimiento menor al 2% anual a otro del 6%, y que por esta vía solucionaría la recesión industrial, la baja calidad del empleo, los problemas fiscales y el peso elevado de la deuda pública. Ha anunciado que penalizaría las importaciones de China, lo cual explica su posición ‘defolteadora’ con la deuda pública que tiene a China entre los principales acreedores. Con estos supuestos económicos, Trump ha insinuado, en forma repetida, que revisaría las alianzas internacionales de Estados Unidos, y que incluso entraría en una pseudo alianza con Rusia frente a la Unión Europea. Ha amenazado a esta última con un desmantelamiento de la Otan, si no contribuye en mucha mayor medida a los gastos de esa alianza militar. No está pensando en dejar a Europa a la deriva sino en convertirla en un protectorado; lo prueba la penetración norteamericana en Europa del este, el Báltico y Ucrania. Ha amenazado a Japón con discontinuar la alianza militar si no abre en mayor medida su economía.
Los planteos de Trump dejan al desnudo, antes que nada, el impasse del capitalismo norteamericano y del conjunto de la economía mundial. Trump se atreve a atacar el tejido económico internacional por la simple razón de que ese tejido se encuentra en proceso de fragmentación. La economía mundial es demasiado chica para absorber la enorme sobreproducción de China, que está llevando al cierre de la siderurgia en Gran Bretaña, Francia y España. Lo mismo ocurre con la posibilidad de que la economía y los Tesoros nacionales puedan seguir valorizando un capital financiero internacional (ficticio) que supera holgadamente los mil billones de dólares.
Trump surge en la línea del antiguo Tea Party, pero no se queda en los límites de una ‘filosofía’ neo-liberal unida a la violencia. La Otan se ha convertido en un simple paraguas norteamericano. El mundo asiste a una gigantesca intervención norteamericana enteramente unilateral, que tampoco se limita a las invasiones u ocupaciones militares tradicionales, puesto que se vale de la cibernética, el manejo de ejércitos extranjeros, un sistema de asesinatos por medio de drones y una parafernalia de medios de intervención, como el golpe en Brasil, que fue preparado luego de un largo período de espionaje de la administración y empresas brasileñas. La confrontación con China tampoco es un invento de Trump: las sanciones contra las importaciones chinas están en vigencia en Estados Unidos; se ha firmado un tratado con las naciones del Pacífico (en especial Japón) para presionar a China a abrir sus puertas financieras y comerciales; hay escaramuzas militares en el mar de China. La llamada ‘comunidad internacional’ resiste ahora el otorgamiento a China del status de economía de mercado, para que no se acoja a los beneficios comerciales de la Organización Mundial de Comercio.
Las contradicciones de los planteos de Trump son, sin embargo, flagrantes y no se limitan a la fantasía de pretender que el capital se repliegue sobre sus fronteras nacionales. Los capitales norteamericanos e internacionales del gas y el petróleo no van a poner en peligro la posibilidad de exportar el ‘shale gas’ a Europa y Asia, ni el gas natural a México. Apple no va a dejar de subcontratar con Foxconn en China el armado de sus ‘iPhones’. Antes que ir a una guerra por el comercio del acero, el capital internacional preferirá redimensionar el comercio internacional (como ya lo hizo con calzados y textiles) y dejar la siderurgia a China (una industria madura) y escalar la tecnología de última generación. Incluso la industria automotriz tradicional podría convertirse en chatarra con la emergencia del auto a batería y la conducción automatizada. El matrimonio de Ford con Apple está consumado. La agenda proteccionista de Trump es limitada. En el caso de los bancos es claramente ‘internacionalista’: rechaza la regulación (Frank-Dodds) que exige un reforzamiento de sus capitales con relación a sus negocios (porque son “muy grandes para quebrar”), para librarlos de cualquier cadena en la disputa del mercado financiero internacional - ¡como ya viene ocurriendo!
El antagonismo entre la economía mundial, por un lado, y los estados nacionales, por el otro, vuelve a cobrar una agudeza colosal; es lo que refleja la metrópoli propia del imperialismo. En numerosos países, la política burguesa tradicional es sustituida por los Trumps, con éxito variado. Citemos a casi todos los países de Europa, donde el ‘trumpismo’ proclama un más fantasioso retorno a las fronteras nacionales. El europeísmo ha perdido varios referendos y esto ocurre al interior de los estados como Gran Bretaña y España. Asistimos a la desintegración del orden posterior a la disolución de la Unión Soviética.
La economía política de Tump supone una política nacionalista y por lo tanto, en última instancia, una movilización de masas. Al asunto de la vigencia del fascismo se añade el de la polarización política, que en general es precursora de los fenómenos fascistas. La cuestión migratoria o la racial no puede sustituir, para la gestación de un fenómeno fascista, a la polarización entre capital y trabajo. El aumento de las privaciones y la miseria de las masas tampoco es lo mismo que la polarización política -para ello aquella miseria debe convertirse en lucha de clases. En Estados Unidos ha avanzado en forma implacable la represión en todas sus formas y la militarización de la policía. Trump representa una reacción defensiva del aparato de represión, incluida la justicia, ante la elección de autoridades municipales progresistas, migrantes o negras, y ante la movilización creciente de estos sectores. Esta pelea fundamental ha ocupado parte de la campaña electoral, que se manifestó en los choques entre militantes del campo de los ‘indignados’ y los guardias del magnate. El fenomenal ascenso de Bernie Sanders prefigura una tendencia a la polarización política, pero para que ésta domine el escenario será necesaria la intervención en la lucha de la clase obrera norteamericana en todos sus componentes.
Las primarias han dejado al desnudo la desintegración de los partidos capitalistas históricos de Estados Unidos. La crisis del partido republicano podría ser terminal e incluso plantea una crisis del régimen político del país. Trump representa la victoria de una camarilla y de un caudillo -de un candidato al bonapartismo. Esto plantea un derrocamiento del ‘establishment’ del partido y, más allá, una confrontación de la base parlamentaria de este partido con Trump en el caso de una victoria republicana. Una contradicción, en suma, entre un Ejecutivo con tendencias bonapartistas, por un lado, y un parlamento (incluidos los representantes demócratas) que sigue representando al conjunto de la burguesía norteamericana. Una victoria de Hillary Clinton alteraría este escenario en términos de grado. Estados Unidos podría ingresar en un sistema de cuatro partidos, como ocurre en la actualidad en España. Esta situación convertiría al parlamentarismo norteamericano en un campo de disputas diseminado.
No debería sorprender que Estados Unidos encare la crisis a lo búfalo.

Jorge Altamira

1927: Sacco y Vanzetti en Buenos Aires



En la noche del 22 de agosto de 1927 (paradojas de la historia: justo 45 años antes de los fusilamientos de Trelew), fueron ejecutados en Massachussets, Estados Unidos, dos obreros anarquistas de origen italiano, Nicolás Sacco y Bartolomeo Vanzetti, condenados por un crimen que no habían cometido.

En todo el mundo, casi sin excepción, trabajadores manuales, estudiantes, artistas, escritores, amas de casa y no pocos sectores medios, se movilizaron masivamente para protestar por la farsa jurídica que la plutocracia norteamericana había montado con el único objeto de desalentar las luchas populares.
El gobernador Fuller recibió millones de cartas, pero se negó a escuchar el clamor universal. Finalmente el verdugo cumplió la tétrica ceremonia de electrocución.
En la Argentina las demostraciones fueron intensas y multitudinarias. Este trabajo es apenas una síntesis de todo lo que ocurrió aquí en aquellos años de combatividad obrera y jolgorio burgués.

El país, la época

Agosto de 1927. Para la burguesía en ascenso, la presidencia de Marcelo T. de Alvear (1922-28) era un festín.
De cuna aristocrática, tenía 58 años cuando llegó a la primera magistratura. De porte imponente y, como subrayara irónicamente el historiador Félix Luna, "con una calvicie que acentuaba su aire patricio, elegante, lleno de ’savoir faire’ y con una cultura absorbida en sus muchos años de residencia en Europa", Alvear era, inevitablemente la contrafigura de su antecesor en el cargo, Hipólito Yrigoyen.
Ambos, Alvear e Yrigoyen, pertenecían a la Unión Cívica Radical, pero los "de arriba", pese a las feroces masacres desatadas con la anuencia y la responsabilidad del yrigoyenismo durante la Semana Trágica (1919), la Patagonia Rebelde (1921) y La Forestal (1921), le tenían más confianza al primero. Una confianza que no ocultaba su inequívoco origen de clase.
Los grandes diarios, especialmente "La Nación", y los sectores dominantes, celebraron la llegada de Alvear al poder como la iniciación de una era de la que estaría excluída la "chusma", que según todos ellos había prevalecido bajo la presidencia del "Peludo", cuando personas de "niveles inferiores" habían participado en el gobierno.
En esos días el país contaba con unos 10.000.000 de habitantes, de los cuales unos 2,000.000 residían en la Capital. La cuarta parte de la población del territorio nacional y alrededor del 40% de la ciudad de Buenos Aires era extranjera.
El sistema, es cierto, necesitaba la mano de obra calificada que había llegado de ultramar, pero al mismo tiempo se sentía saturado de conflictos, huelgas y movilizaciones callejeras promovidas por socialistas, anarquistas y comunistas.
(En 1950, ya en tiempos de Perón, en la película "El último payador", que transcurría en las dos primeras décadas del siglo veinte, escrita y dirigida por Homero Manzi, el autor ponía en boca de uno de los personajes esta expresión entre irónica y quejosa: "La huelga es cosa de gringos").
Por eso no extrañó que, justamente en la presidencia de Alvear, a fines de 1923, se concretara en el Congreso un proyecto enviado por el Poder Ejecutivo para restringir la ley de inmigración a fin de que los trabajadores extranjeros que llegasen a estas playas resultasen "útiles y arraigados".
Buenos Aires, cabeza de Goliat en un cuerpo raquítico y empobrecido, crecía al ritmo de la burguesía.
El alumbrado eléctrico público se expandía rápidamente, estimándose en 12.500 las lámparas en servicio promedio, aunque todavía existían en las calles de la Capital 93 faroles a querosén con un consumo mensual de 10.500 litros de combustible.
En esos días se terminaron de construir edificios públicos como el Correo Central, pero el fervor de los "dorados veinte" que embargaba a quienes frecuentaban el Jockey Club y la vida nocturna porteña o viajaban a París para "tirar manteca al techo", no lograba ocultar la dura realidad de la mayoría de la gente.
Al lado de una brillante clase adinerada que colmaba clubes, teatros y salones de arte, que se trasladaba y hasta residía en Europa (como la familia del propio Presidente), había sectores mayoritarios de la población que se hacinaban en conventillos o recorrían angustiosamente las zonas rurales buscando trabajo estacional en cosechas, zafras o vendimias.
La desocupación era permanente, y el alcoholismo, la desnutrición y la falta de higiene constituían realidades que, no por ocultas y negadas, resultaban menos dramáticas.
En 1927 operaba en la Argentina casi un centenar de bancos. Y el de la Nación contaba con 203 sucursales. Algunos de estos bancos estaban vinculados con las grandes empresas extranjeras radicadas en el país, que en esta tercera década del siglo se multiplicaron con una particularidad: la importancia cada vez mayor de las importaciones norteamericanas, que pasaron de unos 100 millones de pesos en 1920 a 1.127 en 1927.
En el sexenio de Alvear, a pesar de que buena parte de la historiografía tiende a calificar esta época como "feliz", "próspera" y "tranquila", se produjeron 519 huelgas (muchas de ellas de carácter general) en las que participaron más de 400.000 trabajadores. La represión policial, los largos encierros y las tortuas no fueron menores que en las otras etapas.
La Unión Sindical Argentina y la Federación Obrera Regional Argentina —las dos alas en que estaba dividido entonces el movimiento de los trabajadores organizados—, acentuaron su resistencia a los planes económicos antipopulares y a la falta de protección social.
Como siempre, las disidencias internas y los enfoques antagónicos en el campo de los explotados impedían la unidad. "Reformistas", "incondicionales de los boolcheviques", "claudicantes", "socios de la patronal" eran algunas de las adjetivaciones y epítetos que socialistas, comunistas y anarquistas se enrostraban entre sí.
Pero las bases luchaban, con huelgas y movilizaciones muchas veces victoriosas. Y los acérrimos adversarios en debates y periódicos —que en aquella época abundaban a falta de medios electrónicos de difusión masiva, pese a que la radio ya venía transmitiendo desde 1920—, solían encontrarse y confranternizar en las manifestaciones callejeras o en las cárceles del sistema (tan sórdidas y oprobiosas como las de hoy).
Pero los intereses y las ideologías contrapuestas eran muy fuertes. Y en una época como ésa, de avances fascistas en el mundo e intensificación de la lucha de clases, la Unión Sindical Argentina, que pretendía llevar a cabo una política sindical independiente de los partidos políticos y de las centrales internacionales, no tardó en dividirse, creándose la Confederación Obrera Argentina (COA).
El congreso de fundación de este último nucleamiento tuvo lugar a fines del ’26 en la sede de La Fraternidad (Alberti 352, Capital) con la participación de delegados avalados por 81.000 cotizantes, de los cuales 75.000 pertenecían a los ferroviarios.
El nivel de vida de las masas, mientras tanto, seguía deteriorándose. Y los sectores hegemónicos observaban burlonamente las rencillas entre "reformistas" y "revolucionarios" —inclusive el desarrollo, ya en aquel entonces, de algunas capas burocráticas—, que desgastaban al movimiento obrero.
Fue en aquellos días de la presidencia de Alvear que un episodio represivo llevado a cabo en el norte del país causó enorme conmoción en todas partes. Ocurrió el 19 de julio de 1924, oportunidad en la que 200 indígenas de los pueblos qom y mocoví fueron masacrados por la acción mancomunada de la policía chaqueña y grupos de estancieros en la Colonia Aborigen Napalpí. A finales de los años veinte, el periódico "El Heraldo del Norte" recordó así esta masacre:
"Como a las nueve de la mañana, y sin que los inocentes indígenas hicieran un solo disparo, (los policías) realizaron repetidas descargas cerradas y enseguida, en medio del pánico de los indios (más mujeres y niños que hombres), atacaron. Se produjo entonces la más cobarde y feroz carnicería, degollando a los heridos y sin respetar sexo ni edad".
Aquí, en Buenos Aires, y en otras grandes ciudades que concentraban grandes multitudes proletarias, se llevaron a cabo actos de repudio. La lucha de clases se ahondaba ante el desconcierto y la furia de la oligarquía y demás factores predominantes.

Sacco y Vanzetti

En ese clima entre opresores y oprimidos —con burgueses en avance y trabajadores en lucha, más allá de sus sempiternos zigzagueos y reflujos—, un hecho externo, lejano, produciría un elemento desencadenante que, si bien no lograría concluir en unificación orgánica del movimiento obrero, coadyuvaría en cambio, y de hecho, en la calle, en las tribunas, en los enfrentamientos con la policía, a que se postergaran las contradicciones y disidencias internas.
Ese hecho fue la farsa procesal montada por la plutocracia norteamericana contra dos obreros anarquistas de origen italiano: Nicolás Sacco y Bartolomeo Vanzetti, a quienes en 1920, en medio de una reaccionaria atmósfera de xenofobia e intolerancia, se juzgó por un crimen que no habían cometido.
Rechazada la última apelación en abril de 1927 y ejecutados en la noche del 22 al 23 de agosto de ese mismo año, la injusticia movilizó a los trabajadores en todo el mundo, sin distinción de ideologías, pero también a intelectuales y científicos como H. G. Wells. Sigmund Freud, Albert Einstein y George Bernard Shaw, que reclamaron a viva voz contra la aberrante decisión judicial.
La "justicia" del Norte, sin embargo —ávida de poner en el banquillo de los acusados no solo a las ideas "disolventes" que, como el anarquismo en auge, amenazaban su estabilidad y sus privilegios, sino también a la inmigración en su conjunto a la que buena parte de la derecha norteamericana consideraba "malsana"—, hizo oídos sordos a las manifestaciones que se multiplicaron en todo el mundo y a las millones de firmas que se le hicieron llegar desde todas partes para que no se concrete el crimen. Inexorablemente hicieron bajar la palanca, electrocutando a los dos trabajadores que caminaron hacia el patíbulo con gran dignidad.

En estas latitudes

Durante los siete años que duró el "proceso" hubo en la Argentina intensas movilizaciones callejeras, actos en lugares cerrados y centenares de trabajos periodísticos.
Pero fue en esos cuatro meses que van de la condena a la ejecución, de abril a agosto del ’27, que el tema se hizo carne en la casi totalidad de los obreros (nativos y extranjeros) y buena parte de los sectores medios que residían en nuestro país.
El primer hecho trascendente fue protagonizado por la Federación Gráfica Bonaerense, sindicato tradicionalmente combativo en los albores del movimiento obrero, que formuló un dramático llamado a todas las centrales sindicales existentes en ese entonces para "la concertación de un frente único que contribuya a rescatar de las garras del imperialismo yanqui a los dos luchadores obreros".
Las centrales, en primera instancia, rechazaron esta propuesta, pero ante la gran efervescencia que el sonado caso había producido en las "bases" (curiosa expresión contemporánea que en esos días aún no se usaba), se vieron obligadas a adoptar iniciativas unitarias de solidaridad.
La mayoría de los paros desarrollados con ese objetivo, fueron exitosos. Y las clases gobernantes no salían de su asombro observando de qué modo un episodio que transcurría a tantos kilómetros de distancia lograba motivar a miles de personas en este rincón sureño del mundo.
La primera huelga importante tuvo lugar el 15 de julio y fue cumplida unánimemente por gráficos, tranviarios y ferroviarios.
La ciudad se llenó de carteles y volantes que terminaban con estas consignas:
"¡Muera el capitalismo! ¡Muera el fascismo! ¡Viva la clase obrera mundial! ¡Libertad a Sacco y Vanzetti!"
Hoy está de moda entre algunos historiadores afirmar que el movimiento obrero organizado de entonces, antes del advenimiento del peronismo, solo se circunscribía al éjido portuario y capitalino. Pero eso no era cierto. Rastreando documentos y periódicos de la época —por ejemplo, muchos diarios del Interior—, pudimos comprobar que las movilizaciones por Sacco y Vanzetti (y, por supuesto, también la represión policial) alcanzaron picos muy altos en todo el país, al punto que en lugares como Comodoro Rivadavia y Villa Cañás (provincia de Santa Fe), las "fuerzas del orden", para frenar el ardor obrero, tuvieron que acudir al secuestro de dirigentes que permanecieron desaparecidos durante varios días. Sin embargo, en parte de la Patagonia y del Litoral, igual que en el resto del territorio argentino, no hubo fuerza represiva capaz de contener la ira popular.

Huelgas y actos

El 31 de julio se cumplió en Plaza Once un acto organizado por la Unión Sindical Argentina con muy buena respuesta por parte de los trabajadores que, al término de los discursos, se encolumnaron hasta la Plaza del Congreso voceando consignas adversas a los "burgueses", a la "justicia yanqui", al "imperialismo" y a "los asesinos que nos matan de hambre todos los días".
Los días 4 y 5 de agosto, cuando ya se presagiaba el lúgubre final, se cumplió sin inconvenientes el paro de 48 horas (la ciudad quedó virtualmente paralizada, cerrando inclusive buena parte del comercio, otrora renuente a adherir a este tipo de exteriorizaciones); y, ante el asombro de la derecha más recalcitrante, también la Cámara de Diputados repudió el ensañamiento con los dos obreros anarquistas, aprobando por unanimidad (aun los conservadores) el proyecto de resolución presentado por los diputados socialistas Muzio y Pérez Leirós: "La Cámara de Diputados de la Nación Argentina resuelve dirigirse al presidente de los Estados Unidos de Norte América para que éste interponga sus buenos oficios ante el gobernador del Estado de Massachussetts y evitar que sean ejecutados los obreros procesados Bartolomeo Vanzetti y Nicolás Sacco".

Carne y petróleo

Pero este consenso era apenas un espejismo que ocultaba la inquietud y las verdaderas intenciones de la reacción local: centenares de trabajadores fueron deportados al aplicarse la infame Ley de Residencia, aquella pergeñada a fines del siglo XIX por Miguel Cané, el del libro "Juvenilia", y sancionada finalmente en 1902 por el Congreso para expulsar a todos los "extranjeros indeseables". Extranjeros que, por supuesto, no eran los trusts expoliadores, sino los obreros inmigrantes con olor "subversivo". Por eso la totalidad del denominado aparato de seguridad del Estado (principalmente la policía) se movilizó para resguardar los bienes de las empresas multinacionales que, como el frigorífico Swift y la Compañía Norteamericana de Petróleo, tenían sus estanques instalados en la zona portuaria.
Además, desde La Plata, marcharon refuerzos policiales a Balcarce, donde la ciudad se encontraba virtualmente "sublevada" —la expresión se había originado en el propio Ministerio del Interior presidido por José P. Tamborini, el mismo que diecinueve años después fuera el candidato a presidente de la República por la Unión Democrática que enfrentó a Perón—; y la represión, a medida que se acercaba el fatídico momento y todo parecía inexorablemente perdido, se acentuó en casi todo el país.
En González Chávez, por ejemplo, o en Tandil o en la localidad cordobesa de San Francisco, se registraron numerosos heridos a raíz de los golpes y sablazos que los "cosacos" (así se denominaba en la jerga popular a las "fuerzas del orden") lanzaban contra las multitudes para disolverlas.
Los manifestantes, por lo general, no se escapaban y solían enfrentar a la policía con sendos gritos de guerra que unificaban a todos los sectores en lucha: ¡Muera la burguesía! ¡Muera el capitalismo!

“Eclosión social”

Parecía que con los paros de los días 4 y 5 de agosto la clase trabajadora residente en la Argentina había puesto "toda la carne al asador". Pero no fue así porque aún no había sido dicha la última palabra.
Era tal la furia por la injusticia que con el correr de las horas —como lo insinuara "La Nación" en sus solemnes columnas—, la "gente decente" se había vuelto temerosa de una posible "eclosión social" de "insospechables consecuencias".
Y cinco días después, efectivamente, en forma casi espontánea —aunque las centrales sindicales lanzaran simultáneamente proclamas con ese objetivo—, se llevó a cabo otro paro general (esta vez casi sin deserciones), en tanto que en Plaza del Congreso pudieron concretarse dos nuevas concentraciones masivas: una el 7 de agosto y otra el 21. En ambas predominó el carácter unitario y se sucedieron los oradores de todas las tendencias.
El último fue el más numeroso. Anunciado desde las 15 horas, desde temprano se montó en los alrededores un gran despliegue policial.
La crónica periodística —sobre todo el popular vespertino "Crítica", de Natalio Botana, el mismo que tres años después se complicaría con el apoyo al golpe del general José Félix Uriburu—, dio cuenta que en todas las bocacalles de la zona (Rivadavia y Callao, Rivadavia y Montevideo, así como a lo largo de la calle Victoria, hoy Hipólito Yrigoyen) "se establecieron piquetes del Escuadrón de Seguridad, con su respectivo trompa de órdenes al frente".
Esas mismas crónicas refirieron también que las fuerzas policiales, en el acto del domingo 21,"eran más numerosas que en los mitines anteriores efectuados en la misma plaza".
Esta vez —agregó la información— "el número de agentes de policía era considerable y, además, la Sección Orden Social de Investigaciones estuvo en pleno".
Minutos antes de la hora anunciada —subrayaba "Crítica" con un curioso adjetivo—, "el monumento ’negreaba’ de gente" (se refería al Monumento a los Dos Congresos, epicentro de tantas exteriorizaciones populares a lo largo de los últimos cien años) "hasta el punto que era difícil encontrar el menor espacio para que pudiese ubicarse otra persona. La multitud se extendía por todo el paseo y, asimismo, las calles adyacentes eran ocupadas por numerosos grupos de obreros".
La gente gritaba "Muera Mussolini", "Muera Fuller" (el gobernador de Massachussetts en cuyas manos estuvo la posibilidad de conmutar la pena), "Muera Estados Unidos".
La llegada del dirigente socialista Alfredo Palacios fue recibida con una ovación (esta vez lo aplaudieron inclusive los anarquistas y los comunistas, que dejaron momentáneamente de lado las disidencias y las críticas) y el acto se inició minutos antes de las 16.

Volantes y mensajes

En aquellos días no había micrófonos ni altavoces. En concentraciones multitudinarias de este tipo no había nás alternativa que dividir a la gente alrededor de distintas tribunas, donde, en realidad, se llevaban a cabo varios actos simultáneos para poder escuchar mejor los discursos.
En esta oportunidad, ante una concurrencia calculada en varias decenas de miles de trabajadores (en la mayor exteriorización popular de la época, superada recién en la década del cuarenta), tuvieron que erigirse cuatro tribunas. Que, por supuesto, también resultaron insuficientes, y la gente eligió la de su preferencia.
En la tribuna uno hablaron Leopoldo Alonso (secretario de la Unión Sindical Argentina), Antonio De Tomaso (Partido Socialista Independiente), Juana María Begino (Centro Socialista Femenino) y Euclides Jaimes, cuya filiación no hemos podido determinar.
En la tribuna dos lo hicieron otros tres representantes de la Unión Sindical Argentina (Pascual Plescia, Rafael Greco y Angélica Mendoza) y el dirigente socialista Mario Bravo.
En la tribuna tres el uso de la palabra estuvo a cargo de tres oradores comunistas (Julio R. Barcos, Augusto Pellegrini y Luis Di Filippo) y del dirigente obrero Teófilo González.
Y, finalmente, en la tribuna cuatro hablaron el anarquista Adán Ibáñez (del Sindicato de la Industria del Mueble), José F. Penelón (que todavía no había roto con el PC y muy poco tiempo después coadyuvaría a formar el nuevo Partido Concentración Obrera), Hermenegildo Rosales (PS) y Alfredo Palacios (PS).
La crónica no registró qué dijo cada uno de ellos, pero resulta dable imaginar la pasión y la vehemencia que los oradores deben haber puesto en cada una de sus expresiones. Lo que sí quedó documentado es el fervor con que la gente hizo flamear las banderas rojas para subrayar los conceptos de quienes hablaban.
En los volantes que se repartieron profusamente a los concurrentes figuraba un mensaje enviado por Nicolás Sacco:
"No obstante las pruebas luminosas de nuestra inocencia, no obstante la contribución de las protestas locales e internacionales, seremos llevados al patíbulo. El suplicio de dos inocentes no impedirá a la aurora hacer germinar las flores perfumadas de un porvenir humano más libre y más justo. Solo somos candidatos a ser quemados. Que la protesta anarquista de todo el mundo sirva para obtener no únicamente nuestra liberación, sino también la de todas las víctimas recluídas en las prisiones de la burguesía".

Cueste lo que cueste

Ese día, 21 de agosto de 1927, "Crítica" tituló así su 5a. edición con un encabezamiento a toda página: "¡Hay que salvarlos cueste lo que cueste!"
Y la FORA, ante la inminencia de la ejecución, llamó a la huelga general:
"Va a sonar la hora fatídica en que los dos inocentes serán entregados inmediatamente a la silla de la muerte. Ante la inmolación ignominiosa de Sacco y Vanzetti se exalta el fervor de los oprimidos y en el dolor de los corazones se identifican los proletarios del mundo en perseverante anhelo de justicia y en firme deseo de revuelta. Trabajadores de toda la región: que en este momento de prueba sea revelado el valor de la solidaridad, que sea puesta en acción en este día la voluntad de rebelión y de lucha contra los chacales de la plutocracia ominosa del Norte. Que de cada conciencia surja espontánea la rebeldía, que cada trabajador se entregue sin cálculo a la revuelta. Frente a los tartufos que reducen a medida la acción solidaria de los trabajadores, frente a la acción cobarde de los sempiternos traidores, contra el mundo del oprobio y del crimen, todos en pie de guerra. Por Sacco y Vanzatti, ¡viva la huelga general!"

Asesinato legal

La noticia, no por esperada, llegó como una bomba: el gobernador Fuller se negó a escuchar el clamor universal —millones de voces de protesta— y poco después de la medianoche del lunes 22 de agosto, Sacco y Vanzetti fueron asesinados en la silla eléctrica.
Ya no hubo movilizaciones multitudinarias en Buenos Aires, sino rostros apesadumbrados, tristes, de la gente que caminaba por la calle apretando los dientes con furia e impotencia.
Todos los diarios porteños, a pesar de que la confirmación del crimen llegó sobre la hora de cierre, alcanzaron a informar en sus ediciones matutinas del martes 23 la infausta noticia.
"La Protesta", el órgano anarquista que entonces salía todos los días y era confeccionado con llamativa profesionalidad (incluso en el plano del diagrama, la cuidadosa redacción y la presentación general), resumió el miércoles 24, en un comentario editorial, toda la indignación que había embargado al proletariado del mundo:
"Sacco y Vanzatti fueron sacrificados al prejuiciio de una casta fanática, al orgullo de la clase capitalista, al desprecio de la tribu rubia de Massachussetts. Y el desprecio de todos los hombres generosos caerá sobre los culpables de este crimen alevoso y premeditado. Y la sangre de los mártires sacudirá la toga de los jueces verdugos. Desde hoy está declarada la guerra entre la humanidad y Estados Unidos. No olvidéis la consigna, trabajadores: a la casta maldita de los Thayer y Fuller, de los Taft y Coolidge, no les podremos perdonar nunca el crimen cometido en la noche del 22 al 23 de agosto. Que el delito de la plutocracia yanqui lo paguen todos los que en una forma u otra son responsables del asesinato legal de Sacco y Vanzetti".
Pero "La Protesta" no se conformó solo con expresar su ira. También conectó en otro comentario de esa misma edición, las íntimas relaciones que en ese momento existían entre la brutalidad del fascismo mussoliniano y los sectores hegemónicos de la derecha norteamericana:
"Lo hemos repetido mil veces: la gran potencia que nutre al fascismo, o sea la corriente dictatorial de nuestros días en los diversos países, es la banca de Wall Street, de la cual el gabinete de Washington y los gobiernos de los diversos Estados no son más que simples instrumentos. Es preciso cerrar las puertas de todos los países al capitalismo norteamericano y obstaculizar por todos los medios el comercio y las operaciones bancarias con Estados Unidos. Tenemos para eso un arma de doble efecto: somos productores y somos consumidores, como lo eran Sacco y Vanzetti. Los chacales ya han realizado su obra. Ahora debemos los anarquistas llevar a cabo la nuestra, con tenacidad, con serenidad, con fe inquebrantable. Si queremos ser fieles ejecutores del testamento de los dos heroicos mártires, tenemos que hacer sufrir a los bárbaros las consecuencias del crimen. Frente al mundo y frente a la propia conciencia, los anarquistas han contraído un gran compromiso: el de hacer pagar a los magnates del dólar la vida de Sacco y Vanzetti".

Sigue la lucha

La huelga de la FORA —el último hito de un duro periplo para salvar la vida de los dos militantes anarquistas—, se inició en la mañana del lunes 22 y se prolongó hasta las cinco de la madrugada del miércoles 24.
La Unión de Chauffers (como se escribía entonces cuando la palabra "choferes" todavía no estaba castellanizada), uno de los gremios anarquistas de mayor empuje, emitió un comunicado para pedirles a sus compañeros que levanten el paro "a fin de reagrupar fuerzas" —después de la ejecución— para continuar la lucha contra el capitalismo nacional e internacional. "Los trabajadores del volante —destacó el comunicado— recordaremos siempre a Sacco y Vanzatti, dos mártires más que se suman al gran número de los caídos por la causa de la liberación obrera".
Al día siguiente, jueves 25 de agosto, "La Protesta" denunció que la organización parapolicial argentina conocida como Liga Patriótica, con la escarapela en la solapa, "se organiza en los atrios de las iglesias para apalear obreros desarmados y asaltar domicilios de pobres israelitas acusados de revolucionarios". El diario anarquista también hizo hincapié en la "efervescencia de los estudiantes nacionalistas de la Facultad de Derecho".
La reacción estaba ensoberbecida y no disimulaba su euforia. Y, por supuesto, no faltaron los altos jefes militares que se alegraron por la "estrepitosa derrota de las ideas disolventes".

Telón

Buenos Aires siguió su vida cotidiana. El domingo siguiente 35 mil personas presenciaron el partido que Boca Juniors le ganó a Independiente 3 a 0. El campeonato de fútbol (palabra que los diarios de entonces todavía escribían en inglés: "foot-ball"; por eso no pocos porteños no decían "fútbol" sino "fóbal") contaba en 1927 con equipos que hoy ya no existen: Argentinos del Sud, Estudiantil Porteño, San Fernando, Liberal Argentino, San Isidro, Sportivo Buenos Aires. Por su parte el Club Mártires de Chicago, fundado por obreros anarquistas en el barrio de Villa Crespo, había decidido cambiar su denominación por la de Argentinos Juniors, aunque manteniendo el color rojo de su casaca. En el Teatro Maipo daban "La fiesta del tango" y en el Apolo (ubicado en Corrientes casi esquina Uruguay, donde hoy está el Lorange), "Qué pena me da el finao", uno de esos clásicos sainetes donde el nacionalismo cultural y xenófobo de aquellos años, resistente a la combatividad de los obreros llegados de ultramar, solía caricaturizar con saña feroz a los inmigrantes españoles, italianos, judíos y turcos.
Los cines todavía exhibían películas mudas. El Alhambra (Montes de Oca al 300) daba la soviética "Iván el terrible"; el Miriam (Suipacha 686) exhibía "Don Quijote del far west" (con matiné "exclusiva para damas") y el Familiar Cine (Larrea y Lavalle) proyectaba una película norteameicana titulada "Caminos del paraíso".
El champagne Trapiche costaba entonces tres pesos, moneda nacional; la plancha eléctrica, 65 pesos y los automóviles andaban entre los 2.000 y 3.000. El salario mensual de un obrero que tenía la suerte de conseguir trabajo no llegaba a los 100 pesos (unos 30 dólares).
En España el dictador Primo de Rivera aumentaba la represión inquisitorial con apoyo de la Iglesia (lo mismo que Mussolini en Italia); en Giribone 16, en el barrio de Colegiales, explotaba un calentador, algo que era noticia para los diarios amarillos de la época; los personeros argentinos de la Standard Oil, cuando aún le faltaban algunas décadas para nacer a los entreguistas de hoy, se opusieron tenazmente al proyecto yrigoyenista en Diputados de nacionalización del petróleo, arguyendo (¡en 1927!) que "los hidrocarburos no deben estar en manos del Estado, porque el Estado es un mal propietario y un peor industrial"; y Mariana Iparraguirre, una anciana que en esa dura semana de agosto del ’27 había cumplido 95 años, relataba a los diarios de qué modo, en sus mocedades, había conocido a Juan Manuel de Rosas. Finalmente, las páginas policiales de algunos rotativos daban cuenta que en Billinghurst 1565, en el barrio de Palermo, una acaudalada mujer "agredió a balazos a su sirvienta para impedirle que comprara cocaína" (la policía informó oficialmente a la prensa que "no podemos dar datos porque es una señora distinguida").
Sí, Buenos Aires había retomado su "ritmo habitual". El sistema seguía funcionando de acuerdo con lo que anhelaban sus sectores hegemónicos. Los curas, los militares y los frecuentadores de la Sociedad Rural respiraban un poco más tranquilos. El sobresalto de las intensas movilizaciones por Sacco y Vanzetti "con toda esa gente en la calle gritando, protestando y agitando banderas rojas" había quedado atrás. Al menos eso creyeron.

Herman Schiller

Carpani y el nacionalismo revolucionario



Carpani fue un artista muy comprometido políticamente en especial con la causa de los trabajadores y así lo expresó a través de sus obras.

Impulsó y fundó el grupo Espartaco, junto a un colectivo de artistas en 1959 (Sanchez y Mollari, a los que se les sumaron Juana Elena Diz, Raul Lara Torrez, joven pintor boliviano, Pascual Di Bianco, Carlos Sessano, Esperilio Bute y Franco Venturi, nacido en 1937 y desaparecido en 1976), influenciados sobre todo por el muralismo mexicano, y también por el artista ecuatoriano Guayasamín y el brasileño Portinari.
Planteaban la necesidad de un arte con raíces nacionales contra la cultura del coloniaje y la dependencia nacional, y dedicado a las necesidades y las luchas del pueblo trabajador. En el manifiesto del grupo Por un arte revolucionario se define al arte como “una insustituible arma de combate, el instrumento precioso por medio del cual el artista se integra con la sociedad y la refleja, no pasiva sino activamente, no como un espejo sino como un modelador”.
Carpani acompañó, junto a los trabajadores, el proceso de alzamiento del proletariado que tuvo un hito importante en el Cordobazo, y del cual tratamos su influencia en el arte en este suplemento.
Más orgánicamente estuvo relacionado con el sindicalismo, en particular con la CGT de los Argentinos de Raimundo Ongaro, donde colaboró entre otras cosas, diseñando carteles con ilustraciones relacionadas con la lucha de la clase obrera, entre ellos el que pedía la libertad de Tosco y del mismo Ongaro.
Sus trazos de fuerza indeleble y visión monumental dibujaron las imágenes de personajes y figuras célebres, tanto en afiches como en murales, que van desde Martín Fierro, el reclamo por Felipe Vallese hasta el Cámpora al gobierno, Perón al poder, desde los centauros gauchos hasta Desocupados y En huelga. En 1961 realizó un mural para el sindicato de la Alimentación que tituló: Trabajo. Solidaridad. Lucha.
Ilustró la tapa de una edición de la obra de León Trotsky Historia de la revolución rusa, como también la de La formación de la conciencia nacional, libro esencial del pensamiento de Hernández Arregui. Y las inolvidables figuras retratadas del Che, Perón, Evita, Cooke, e inclusive Julio Cortazar, Roberto Arlt y Atahualpa Yupanqui.
Unió en sus concepciones, de forma particular, el arte y la política a través de sus manifiestos, como vimos en el de Espartaco, ensayos y escritos tratando de indagar sobre la función social y política del arte que era lo que le interesaba.
En trabajos como El arte y la vanguardia obrera del año 1964 intentó asociar lo que llamó la emotividad revolucionaria con la conciencia revolucionaria en una búsqueda de los aportes posibles del arte para ayudar en la concientización política de la clase obrera.
En el ámbito político Carpani tuvo una proximidad con Abelardo Ramos, al igual que alguno de sus amigos intelectuales como Laclau, dentro de lo que fue en Argentina un nacionalismo de izquierda, una izquierda que tanto se vinculó a grupos trotskistas en los treinta como después al peronismo, haciendo una interpretación opuesta al marxismo del surgimiento de Perón y el peronismo en 1945. Aunque plantean correctamente que Argentina al igual que Latinoamérica son semicolonias del imperialismo, ven en el peronismo la política hacia la liberación nacional del imperialismo, se identifican con las bases obreras pero aceptan que la política y la cabeza conductora de ese movimiento fueran un militar de la burguesía.
Estas concepciones políticas, ilusionadas con un nacionalismo revolucionario que nunca existió de la mano del peronismo, Carpani las mantuvo siempre.
Entre sus últimas publicaciones está la titulada Nacionalismo burgués y nacionalismo revolucionario. Este trabajo dedicado solo a la política se editó por primera vez en 1972, plena ebullición política pos Cordobazo, en los Cuadernos de Socialismo Nacional, Latinoamericano y Revolucionario. En 1976, ya en el golpe y con Carpani exiliado, se publicó por la Editorial Zero en España. Y el artista lo republicó en 1986, es decir, manteniendo los postulados habiendo pasado inclusive la dictadura, y hace pocos años, en el 2014 fue reeditado por el kirchnerismo con prólogo de Horacio González.
En el último capítulo El nacionalismo revolucionario en Argentina intenta dar un fundamento histórico a su nacionalismo revolucionario identificándolo con la lucha obrera bajo la Resistencia Peronista, por la que estuvo siempre muy impactado, separándola y diferenciándola del peronismo burgués y burocrático. Toma la frase de Evita “Donde hay un obrero está la Patria” para decir que ese es “el peronismo de abajo, el de la Resistencia, las tomas de fábrica, los Cordobazos, la lucha armada…” enfrentado al “peronismo de los patronos burgueses, los burócratas sindicales y los políticos traidores, que nunca pelearon y siempre negociaron”.
Nunca llegó a la conclusión de que la clase obrera necesitaba -a partir de esa combatividad de la Resistencia, de ese enfrentamiento a la burocracia sindical que vimos en los 70, y de que el Cordobazo fue un punto de inflexión en la historia del movimiento obrero argentino- alcanzar la independencia política necesaria para poder encabezar la liberación nacional y, más aún, conformar un partido revolucionario para lograr la “patria socialista” que soñaba.

Elizabeth Yang

domingo, mayo 29, 2016

De cuando en el mundo de la cultura estaba mal visto el anticomunismo



Hace días, mientras asistía en Fabra i Coast, en parte del extrarradio industrial barcelonés, a Literal, la Fira del Llibre Radical, no pude por menos que evocar tiempos en los que había librería en los barrios, cuando cualquier entidad montaba su “paradeta”. Cuando a veces se agotaban tales o cuales stops de tal o cual obra, por ejemplo recuerdo haber ido más de una vez a las Punxas, la distribuidora de la edición de la obra de Rosa Luxemburgo, Huelga de masas, partidos y sindicatos.
Sobre esta aventura y sobre aquellos tiempos editoriales hay al menos un estudio de gran interés, el efectuado por Xavier Moret, Tiempo de editores: Historia de la edición en España 1939-1975 (Destino, Barcelona, 2002), sin olvidar por ello el de Sergio Vila-Sanjuán, Pasando páginas (Autores y editores en la España democrática) (Destino, Barcelona, 2003), que no se olvida de la lucha por las libertades desde este medio privilegiado que inundó las bibliotecas de los jóvenes inquietos con títulos emblemáticos de Marx, Lenin, Bakunin, Reichs, Fanon, Che, Trotsky, Gramsci, Malatesta, Sartre, Sacristán, Deustcher, y un largísimo etcétera.
No obstante, ninguno de los dos dedica la atención que nos hubiera gustado a las editoriales más “militantes” como Akal, Anagrama, Ciencia Nueva o Fontamara, que no solamente editaban material digamos “subversivo” son que también se preocupaban por la buena literatura y por toda clase de materiales…Eran editoriales que acompañaron y formaron parte de la generaciones inconformistas que crecieron bajo el franquismo, también tuvo ocasiones para poder apreciar como éste entendía la cuestión de los libros y como podía tratar a algunos lectores, sobre todo a los trabajadores que querían “saber demasiado”.
Ésta es una evocación que podía comenzar señalando el libro era un bien que muy poca gente poseía. Al menos, en la España ”profunda” la palabra “biblioteca” se refería casi exclusivamente a la que podían poseer algunos señores más o menos (más bien menos) ilustrados. No fue hasta ya entrado los sesenta que los libros (de bolsillo sobre todo) fueron llegando al gran público. Aunque actualmente cosas así puedan considerarse “batallitas” de los abuelos, lo cierto es que, para la gente común, lo de los libros prohibidos eran algo muy serio. A algunos les costó la vida o la libertad, y a otros, “simplemente” una soberana paliza como le sucedió al padre de una amiga quien ya nunca volvió a ser el mismo.
Se podría escribir un libro y bastante grueso sobre los republicanos que, cuando estalló la sublevación militar-fascista, fueron identificados para su fusilamiento (o largos periodos de cárceles), por su biblioteca. Recuerdo las dramáticas advertencias de mi entrañable barbero cuando se enteró que a mí me gustaba leer. A su padre lo mataron por eso y además quemaron todos sus libros. Lo de quemar libros fue un acto de lo más característicos del militar-fascismo, aunque a veces lo amontonaban en los cuarteles como pude comprobar en una habitación sellada en el de Sanidad de Ceuta, los títulos y autores arrojados a las tinieblas asombrarían a cualquiera, en un montón donde podías encontrar a Eliseo Reclús, Tocqueville, Voltaire o Blasco Ibáñez. Como es sabido, para la Brigada Político-social que irrumpía en las casas, los libros prohibidos, o simplemente sospechosos por sus títulos, eran una pieza clave en su sórdida misión. Sobre sus ventajas identificatorias nos ofrecía unas buenas indicaciones Hermann Tertsch en El País cuando no hace muchos años describía el “universo natural” de un sorprendente terrorista griego de formación trotskista a través de una biblioteca llena de títulos “subversivos”, que de haber sido “descubierto” cuando el golpe de los coroneles, ni dios le habría librado de las peores pesadillas.
La idea era muy simple, se habían acabado las ideologías (de izquierdas, claro), palabras como huelga, case obrera, socialismo, etcétera, pasaban a resultar antigüallas, desechos. Ahora “nadie era de nada” proclamaba Mariano Rajoy, y el triunfal-capitalismo (Ernest Mandel), se imponía sin una oposición institucional digna de mención. Si había algo era fuera del sistema.
Pero por entonces, entre la militancia obrera no fue hasta la mitad de los años sesenta que se pudo acceder con relativa facilidad obras reconocidas que hablaban de la II República con títulos de Hugh Thomas, Gabriel Jackson, el Broué-Témine, el memorial cenetista de José Peirats, o las historias oficialistas del PCE, entre otros. En esta difusión del pensamiento libre y crítico tuvo mucho que ver Ruedo ibérico así como lo que nos llegaban desde México, y ya al filo de los setenta, de la mano de editoriales legales como Ariel, Zero-ZYX, Ciencia Nueva, Alianza, Grijalbo, la pronto desaparecida Ciencia Nueva, un venero que en poco tiempo se convirtió en un caudaloso río para alcanzar su punto culminante en el año 1977, año que marcó el punto más alto de una avalancha de editoriales de vocación militante como las ya citada, y cuyas huellas se pueden encontrar en los mercados de segunda mano.
Fue un tiempo en el que la apuesta por la recomposición de la memoria social y militante dio lugar por ejemplo a la publicación de media docena historias del CNT, el PSOE o el PCE, idem de biografías y recopilaciones de y sobre Salvador Seguí, “el Noi de Sucre”, de Largo Caballero, Companys, Azaña, Besteiro, Pasionaria o Andreu Nin ediciones de todas y cada una de las cuestiones que apoyaban dicha recuperación, amén de toda clase de libros de historias del socialismo y del movimiento obrero en una eclosión que rememoraba y superaba la conocida en los años de la República que fue justamente llamada “de los libros”, y que incluso iba más allá de la que se había conocido en Francia en el tiempo que precede y sigue a los acontecimientos del mayo del 68, fuente básica que será primordial para traducciones que diversificaban los temas más clásicos hasta nuevos horizontes como lo podían ser la sexualidad, el psicoanálisis, el cine y el teatro, etcétera.
Por supuesto, antes, durante y después de esta eclosión tuvo lugar la de los poetas y escritores muertos o transterrados, de Machado, García Lorca, Hernández, Alberti, Felipe, Cernuda, Sender, sin olvidar los autores que habían testimoniado sobre la guerra y la revolución comenzando por Arturo Barea, Orwell, Hemingway, Malraux, por no hablar de todo tipo de ensayos, un caudal que tenía su caja de resonancia en revistas como Triunfo, Cuadernos para el Diálogo, Tiempo de Historia, y un largo etcétera, y que propiciaban toda clase de encuentros y discusiones, asambleas y debates en los que no faltaban las posiciones sectarias y estrechas, pero que no eran, ni mucho menos, las más significativas como han pretendido en los últimos tiempos “arrepentidos” como Jorge Semprún, Antonio Muñoz Molina o Javier Pradera, tan despectivos desde el Olimpo contra la algarabía ácrata o marxista-leninistas, limitaciones y sectarismos que, por supuesto, tenían mucho que ver con las dificultades en salir de un corte generacional abismal, contra el que precisamente se estaba tratando de salir…
No obstante, esta dinámica liberadora e ilustrada fue interrumpió bruscamente con la “normalización” del “realismo democrático” de la Transición que instauró una nueva “historia oficial” que “superaba” los traumas del pasado, y que se afianzaba con el gran tema del período: la caída del “comunismo” y el desprestigio de todo proyecto “colectivista”, incluyendo el socialdemócrata clásico, ahora ya no se trataba de poner el cascabel al gato sino de que éste cazará ratones. Lo que se decía era que los ratones eran los de abajo, los que estaban perdiendo una guerra de clases que se realizaba gradualmente, sin apenas ruidos y con el consentimiento de las izquierdas de las derechas y de las burocracias sindicales.
Esto explica hechos como que un libro tan necesario como la de Sebastián Balfour, La dictadura, los trabajadores y la ciudad, un laborioso ensayo sobre El movimiento obrero en el área metropolitana de Barcelona (1939-1988), que ofrecía unos análisis detallados y penetrantes sobre un capítulo emblemático y céntrico en la descomposición del franquismo, parte de una historia que miles de hombres y mujeres de la izquierda podían sentir como propia. Se había editado en Gran Bretaña en 1989, y que sin embargo no encontrará editor en castellano hasta cinco años después, y fuera en una editorial de la Generalitat Valenciana, o sea con subvención pública. Los ejemplos se podrían multiplicar.
Recordemos que el antifranquismo se mantenía básicamente unificado con el criterio de negarle cualquier tipo de legitimidad al régimen. Cuando se hablaba de “reconciliación nacional” se entendía que había que superar la guerra civil y comenzar de nuevo después de una “ruptura democrática”, imposible sin la “disolución de los cuerpos represivos”, no se hablaba de ningún Nüremberg pero si de “responsabilidades”…en esto “grosso modo” coincidían desde socialistas hasta la extrema izquierda…
Entonces nadie negaba el derecho del movimiento obrero vivo y potente a defender sus exigencias, salvo claro está la patronal que había medrado sin escrúpulos bajo el régimen que habían financiado. Hasta que tras la revolución portuguesa y de la muerte del dictador, el franquismo más inteligente comenzó a mover piezas para garantizar la continuidad del Estado, la gran jugada lampedusiana de cambiarlo todo para mantener lo esencial, y aunque esta maniobra fue ampliamente desbordada por abajo, pero los diversos pactos (Constitución, de la Moncloa, Estatutos), más el 23-F en el que el ejército se puso al lado del Rey, acabaron imponiendo la “normalización”. Seguramente, nadie expresó mejor este reajuste que el PSOE cuando cambió su discurso “marxista”. Desde el poder hizo todo lo posible cumplir el programa de la UCD al tiempo que operó una vasta integración institucional de los “cuadros” y de la “intelligentzia” antifranquista (comunistas e izquierdistas “desencantados”), cortando la hierba bajo los pies al pueblo militante que quedó fuera de juego y en un tiempo histórico que iniciaba la “revolución conservadora”.
Sin tener en cuenta todos estos “cambios” en sentido inverso al que nos motivaba contra Franco y todo lo demás, no se puede comprender la historia oficial que sigue…Llegó un momento en que se consideraba blasfemia señalar que al rey lo había puesto Franco, que el ejército aparecía como la “garantía” de la democracia. La UCD se desplazó hacia el PP que pudo seguir llamándose de “centro derecha” en una tomadura de pelo que en Italia ha llegado al recochineo, hasta los fascistas son de centro en una muestra máxima del neolenguaje que nos hablaba Orwell…Semejante operación no se podía realizar con los viejos Dioses de la verdad (que es siempre revolucionaria como recordaba Gramsci), sino con la “garantía” de los nuevos Dioses del liberalismo visto por la derecha o por la izquierda siguiendo el modelo bipartidista como el norteamericano cuyos límites pueden ilustrarse con el ejemplo de la guerra española, cuando el gobierno más de izquierdas que hayan tenido los Estaos Unidos desde Lincoln no fue obstáculo para que los que realmente mandaban –las grandes empresas.-, acabaran ayudando…al franquismo. No es otra cosa lo que hizo el partido conservador británico al que –misterios de la vida- nadie cuestiona su credencial democrático.
Es por en este territorio donde se cocerá el llamado “revisionismo” que tiene seguramente su mayores representantes en los “neocons” que los hay de derechas, pero también de “izquierdas”, sobre estos basta con leer algunas firmas como la de Antonio Elorza. Lo que hacían con la pluma los Ernest Nolte y Sergio Romano no era en nada diferente a lo que Reagan estaba aplicando en Nicaragua. Su “revisionismo” fue clamoroso cuando se atrevió a comparar su sostén a la “contra” con la actuación “equivocada” de la Brigada Abraham Lincoln en la guerra española. Eso lo decía el primer presidente de los Estados Unidos que se atrevía a rendir homenaje a la tumba de los aviadores de la Luftwaffe.
Parecía como si la pesadilla de una presidencia Linberg en los Estado Unidos se hubiera materializado, una hipótesis nada descabellada planteada por el novelista Philip Roth. Cosas así eran y son consideradas blandamente por nuestros social-liberales, que como diría el anterior alcalde barcelonés y luego señor ministr, Joan Clos de Bush, podía estar equivocado pero eso no significaba que no pudiera ser buena persona. Como hemos visto el papa hasta enaltece sus “valores morales”, y lo hace sin provocar escándalo.
En este cuadro, el sudicho “revisionismo” pudo desarrollarse sin dificultad. En una contexto en el que el socialiberalismo ra la única izquierda posible, cuando éste se inclinaba más hacia el anticomunismo en detrimento del pasado antifascismo, no era de extrañar que el neofranquismo ahora vestido de “liberal” (“la ideología que más había luchado contra los totalitarismo”, al decir de Esperanza Aguirre), pudo extenderse hasta el extremo de que hubo un momento en el que en pleno Sant Jordi barcelonés, el único libro que te encontrabas sobre la guerra civil (hasta coexistiendo con libros de izquierdas) era Los mitos de la guerra civil, de Pío Moa. El viejo anticomunismo encontraba pues la horma de su zapato en el “antitotalitarismo” compartido, y la izquierda era lo que quedaba fuera. Unos movimientos que podían ser perfectamente comparados con los restos de la extrema derecha, con los que por fanatismo o falta de inteligencia, no habían sabido encontrar sus ropajes en el PP sin que tan siquiera sean llamado como en Italia, neofascistas.
Todo esto comienza a cambiar a finales de los años noventa. En un tiempo en el que comienzan nuevas luchas, se incorporan nuevas generaciones, se recuperan las tradiciones…Un tiempo que no acabará por encontrar una traducción organizativa militante como la que resurgió en los años sesenta-setenta, cuando los veteranos pensaban que a los jóvenes solo nos preocupaban el fútbol y el baile. Pero están cambiando las condiciones, de momento hay ambiente alternativo….Y supongo que se trata como Sísifo, de subir otra vez la piedra. A ser posible evitando los graves errores de etapas anteriores como lo fueron el sectarismo estalinista o el oportunismo de signo socialdemócrata, sin olvidar otros pecados menores, que los hubieron, y que los cometimos.
Pero los tempos de derrota también pasan. Seguimos todavía en ellos, pero de otra manera. Desde 1911, el viento ha comenzado a cambiar nuevamente de dirección. Para empujarlo, hay que leer, estudiar, debatir, en definitiva, comprender para transformar un mundo en manos de unos pocos. De unos señores que parecen inexpugnables, pero que serían nada sin el consentimiento de las mayorías.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

La Cuarta Revolución Industrial: Una amenaza de desempleo masivo



“Estamos al borde de una revolución tecnológica que modificará fundamentalmente la forma en que vivimos, trabajamos, y nos relacionan entre nosotros. Por su escala, alcance y complejidad, la transformación será diferente de todo lo que el género humano ha experimentado antes. Todavía no sabemos exactamente cómo va a desarrollarse, pero una cosa es clara: la respuesta a la misma debe ser integrada y completa, que abarque todos los actores del sistema de la política mundial, desde los sectores público y privado a la academia y la sociedad civil.
La primera revolución industrial utilizó la energía del agua y vapor para la producción mecanizada. La segunda usó la energía eléctrica para crear la producción en masa. La tercera usó la electrónica y la tecnología de la información para automatizar la producción. Ahora, una cuarta revolución industrial está construyendo sobre la tercera, la revolución digital que ha estado ocurriendo desde mediados del siglo pasado. Se caracteriza por una fusión de tecnologías que está borrando los límites entre las esferas físicas, digitales y biológicas.” [1]
El tema de la Cuarta Revolución Industrial en la que ya estaríamos viviendo, y de sus consecuencias en el empleo y los negocios, fue un tema central del Foro de Davos.
De acuerdo con el Foro Económico Mundial de Davos en los próximos cinco años se perderían 5 millones de puestos de trabajo, solamente en los 15 países más industrializados, por la automatización y las nuevas tecnologías de inteligencia artificial, robótica, nanotecnología e impresión 3D. Como consecuencia se crearan 2 millones de puestos de trabajo en las áreas de computación, ingeniería, arquitectura y matemáticas.
Las pérdidas de puestos de trabajo impactarán un poco más a los varones (52% de los trabajos desaparecidos) que a las mujeres (48%), sin embargo advirtieron que de cada 5 puestos de trabajo eliminados para las trabajadoras, solo se podrá recuperar uno, mientras que para los varones la recuperación será de 3 por cada 5 empleos eliminados.
Estamos enfrentando una transformación de la organización de la actividad económica y del trabajo en particular, es importante entender que el impacto de los nuevos desarrollos tecnológicos y la inteligencia artificial, se dan en un contexto de un ciclo de crisis, desaceleración y recesión, que ha provocado la destrucción de millones de puestos de trabajo estables y un avance generalizado del empleo precario y subempleo.
Los países no desarrollados, muchos de los cuales mantienen sus economías sobre la base del trabajo barato de baja calificación – sobre todo de Asia y América Latina – van a estar entre los más perjudicados, porqué perderá importancia su ventaja comparativa del bajo costo del trabajo. Lo mismo vale para los países que mantienen sistemas de enseñanza, incluso de cobertura masiva, pero de baja calidad, con mallas curriculares cuyos objetivos centrales son disciplinar la futura fuerza de trabajo, pero que son incapaces de estimular la creatividad y el disenso creativo entre niños y jóvenes.
Pero no todos tendrán igual acceso a las maravillas de las ciencias y la tecnología. La regla que se ha impuesto en nuestra economía capitalista es la de la concentración de la riqueza, el control de la información, del saber y como consecuencia del poder.
Los descubrimientos e invenciones que deberían beneficiar a la humanidad, permitiendo que los seres humanos dejen de hacer trabajos rutinarios, pesados y riesgosos, y se concentren en labores más creativas, y que permitan elevar la calidad de vida y el bienestar, bajo el capitalismo y su afán de lucro sin límite, se convierten en nuevas fuentes de desempleo e infelicidad. “…Los gobiernos deberán lidiar con más desempleo y más desigualdad.” Indica el comunicado de Klaus Schwab, director del Foro.

El mayor impacto en el sector servicios.

“En el trabajo administrativo y los servicios profesionales se está dando un cambio menos dramático pero con un impacto potencial sobre el empleo mucho mayor. Tecnologías como la Web, la inteligencia artificial, los macrodatos y las analíticas mejoradas -todas posibles gracias a una disponibilidad cada vez mayor de potencia de computación barata y capacidad de almacenaje- están automatizando muchas tareas rutinarias. Han desaparecido incontables trabajos de oficina tradicionales, como muchos de los que hay en la oficina de correos y en los servicios de atención al cliente. W. Brian Arthur, investigador visitante en el laboratorio de sistemas de inteligencia del Centro de Investigación de Xerox en Palo Alto (EE.UU.), lo denomina la “economía autónoma”. Es mucho más sutil que la idea de robots y la automatización encargándose de trabajos humanos, afirma: implica “procesos digitales hablando con otros procesos digitales y creando nuevos procesos”, permitiéndonos hacer muchas cosas con menos gente y haciendo que más trabajos humanos queden obsoletos.” [2]
Hace tiempo que la automatización se instaló en la industria, como la automotriz, realizando muchas de las actividades rutinarias. Amazon es un ejemplo de la robótica introducida en la gestión de stocks de bodega; pequeñas maquinas inteligentes de color naranja se mueven entre las estanterías y entre miles de productos sacan los solicitados, y los entregan a los empaquetadores que por el momento siguen siendo personas humanas.
“La automatización afectará sobre todo a profesiones que contemplan tareas repetitivas, como operadores telefónicos, cajeros de supermercados, trabajos del campo administrativo y todo lo que tenga que ver con el transporte y la logística.”[3]
El sector donde se supone que la “Cuarta Revolución Industrial” avanzará más en el futuro inmediato será el de los servicios. La difusión masiva de los computadores y software asociados al “trabajo de oficina” ya ha tenido un impacto importante, que se profundizará en los próximos años. Pero todavía es poco en relación con la “invasión” que reemplazará mucho trabajo humano de los servicios. Se producirá una eclosión de educación a distancia, que pondrá en cuestión mucho de nuestra percepción de la escuela y la universidad tradicionales, educadores robóticos darán respuesta a necesidades específicas.
En medicina se espera que los nano fármacos y nano implantes, las medicinas genéticas, los exoesqueletos robóticos, y artilugios con inteligencia artificial serán capaces de ayudar y estimular a pacientes con demencia, enfermedades del espectro autista, y limitaciones motores mejorando sus habilidades cognitivas, motoras y sensoriales entrarán a los servicios de salud. Así pacientes que hoy están postrados y necesitan auxilio para sus funciones cotidianas se beneficiaran de robots inteligentes y exoesqueletos que les proporcionaran la coordinación y energía para el movimiento de sus miembros, recibiendo impulsos directamente del sistema nervioso de los pacientes o “inválidos” que dejarán de serlo. Pero incluso personas completamente sanas se beneficiarán de la ayuda para multiplicar la fuerza de los portadores de los exoesqueletos y cargar grandes pesos.

La banca y la automatización inteligente.

En la banca la transformación empezó hace algunos años, las operaciones presenciales de los clientes y los cajeros humanos están siendo progresivamente reemplazados por operaciones virtuales, cajeros automáticos, y otras maquinas que reciben depósitos y cheques. Las nuevas tecnologías de información y comunicación, permiten concentrar muchas operaciones, y desplazarlas lejos de las sucursales, incluso a otro país. Los clientes, sobre todo jóvenes acuden cada vez menos en persona a los bancos. Para Francisco González, del BBVA y participante en el Foro de Davos, en el sector financiero “la clave para una entidad como BBVA es convertir el banco en una compañía de servicios digitales”[4].

Economías colaborativas.

Si simplemente nos quedamos con la destrucción de puestos de trabajo, que bajo el sistema económica social actual, va de la par con los grandes cambios, que los representantes de las clases dominantes que se reúnen en Davos discuten, entonces a pesar de las promesas maravillosas de la automatización inteligente, el futuro parece triste. Una réplica en gran profundidad de la fotografía actual de la alimentación en el planeta donde un tercio de los habitantes está destrutrido e incluso al borde de la muerte por hambruna, y otro tercio mal alimentado con sobrepeso y obesidad mórbida, cuando nuestros conocimientos y productividad perfectamente podrían evitar ambos estragos.
No hay que subestimar la capacidad del ser humano para usar el avance de las ciencias y tecnología y edificar nuevas relaciones sociales y productivas. Las soluciones en el empleo están al alcance de la mano, y se basan en el principio que antes de la competencia está la colaboración, la propia división del trabajo y especialización del trabajo es una forma de colaboración social. El salto prodigioso de productividad permitiría repartir el trabajo, y todos trabajaríamos menos, con más tiempo para la educación y la formación, para el ocio creativo y recreativo, y para controlar y gestionar las cuestiones públicas, todo lo cual permitiría construir una sociedad democrática genuina, de amplia participación, reduciendo la desigualdad entre representantes y representados. “El futuro del empleo, de hecho, ya está aquí. Se llama “economía colaborativa” (sharing economyen inglés). La definición de Wikipedia es la más precisa: “Un sistema económico en el que se comparten e intercambian bienes y servicios a través de plataformas digitales.”[5] Pero para que la economía colaborativa, la planificación democrática, la socialización de la gran propiedad… alcance su pleno desarrollo es necesario acabar con el capitalismo. Las condiciones materiales para el socialismo y la democracia genuinos están más favorables que nunca.

Patricio Guzmán S.

[1] Klaus Schwab. Fundador y Presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial. 14 de enero de 2016. The Fourth Industrial Revolution: what it means, how to respond.
[2] MIT Technology Review. 25 de Junio de 2016. David Rotman. De cómo la tecnología está destruyendo el empleo.
[3] El País. 8 de febrero de 2016. Luca Costantini. Los robots, la cuarta revolución industrial.
[4] 21 de enero de 2016. Entrevista en CNN desde Davos
[5] Forbes. 24 de febrero de 2016. Pablo Majluf. La economía Colaborativa.

Homenaje al documentalista Raymundo Gleyzer a 40 años de su desaparición



Con el impulso de DOCA, las distintas asociaciones de documental preparan un acto-homenaje en el Cine Gaumont al documentalista y militante Raymundo Gleyzer, desaparecido el 27 de Mayo de 1976.
En el primer programa de DOCA, Documentalistas Argentinos, Fernando Krichmar de Cine Insurgente y la presidenta de la asociación, Alejandra Guzzo, entrevistan a Juana Sapire, compañera de Raymundo, y la investigadora y periodista Cynthia Sabat sobre el nuevo libro "Compañero Raymundo", la copia restaurada del film Los Traidores y el rol del cine documental militante y comprometido.

Contagiar de capitalismo: la estrategia fallida del contacto EEUU-Cuba



Basado en un texto de Iroel Sánchez – Blog “La pupila insomne”.- Una encuesta de la Universidad de Harvard a jóvenes entre 18 y 29 años de EEUU, muestra que el 51% rechaza el capitalismo como sistema, y que solo el 42% lo apoya.
Edición: Javier Borja. Fuente:

Medios de comunicación: los milicos golpistas del actual Plan Cóndor



Basado en un texto de teleSUR.- América Latina vive un plan golpista no convencional contra los gobiernos progresistas. Un nuevo Plan Cóndor para reimplantar el neoliberalismo: ya no mediante dictaduras militares, sino a través del poder combinado de los grandes medios, los empresariados nacionales, los partidos de derecha y los gobiernos de las grandes potencias.
Fuente: http://www.cubainformacion.tv/index.p...

El imperialismo, el Plan Cóndor de ayer y sus planes actuales



El rol del imperialismo en la región. Una lucha antimperialista que para sectores de la izquierda pasó a ser una consigna del pasado. Ayer fue el Plan cóndor. ¿Cuáles son los planes del imperialismo para la región?

El plan cóndor, un objetivo económico y político

En nuestro país vivimos la última dictadura cívico militar entre 1973 y 1985, enmarcado en el Plan Cóndor. Dicho plan fue una coordinación regional de las dictaduras sudamericanas (centralmente Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Paraguay y Bolivia) en los 70s, con amplio apoyo y colaboración de EEUU (con rol protagónico de la CIA) y Francia, con el objetivo de organizar la inteligencia y represión contra la izquierda y el movimiento obrero y popular que en ese momento estaba en ascenso. Fue un plan sistemático que organizó el terrorismo de estado en toda la región, facilitando las tareas de persecución y asesinato contra los militantes políticos y sociales de la época.
El Plan Cóndor es una de las pruebas más palpables de que los crímenes de lesa humanidad de los regímenes dictatoriales de la región no fueron hechos azarosos, sino que eran parte de un plan sistemático y profundo de represión contra la clase trabajadora y las organizaciones de izquierda, implementándose en amplia escala geográfica y poblacional, la persecución y vigilancia, la cárcel, la tortura sistemática, el asesinato, las desapariciones forzadas, el robo de niños, etc.
El golpe de estado y la dictadura fue una necesidad de la burguesía local y extranjera para, sobre la base de la derrota de la clase trabajadora, poder instaurar las bases para un nuevo régimen económico. No es por casualidad que para el historiador marxista británico Perry Anderson, Chile fue el primer experimento del neoliberalismo (mediante la imposición de la dictadura pinochetista), antes incluso de la ola neoliberal internacional comenzada por Thatcher y Reagan en lo que fue el ataque más grande a las conquistas de la clase trabajadora en la historia. La liberalización mayor de la economía, apertura hacia el capital trasnacional, flexibilización laboral, etc. Todo fue impuesto a sangre y fuego por la dictadura militar.
Por todo esto, hablar de imperialismo es hablar de Derechos Humanos, ya que es uno de los responsables de las atrocidades del terrorismo de estado, de la tortura, de los asesinatos, de los detenidos desaparecidos, y de tantos compañeros que lucharon y que este viernes 20 de mayo estarán una vez más “Ellos en nosotros”.

El imperialismo no es solo cosa del pasado

La relación de subordinación de una nación sobre otras se da en distintos planos, y muchos académicos, políticos, desde la derecha tradicional pero incluyendo sectores de la izquierda “progresista”, quieren hacernos creer que es cosa del pasado, diciéndolo de manera directa algunos y otros abandonando las banderas de la lucha antiimperialista.
Estados Unidos es la principal potencia mundial, y jugó un papel clave en la región formando militares que luego dieron el golpe, financiando y dotando de armamento a los mismos, y garantizando las salidas “pactadas” de las dictaduras, de manera que los pueblos oprimidos al quitarse de encima las dictaduras no se atrevan a ir más allá de una democracia parlamentaria donde las leyes siguen favoreciendo a los mismos que apoyaron y financiaron el golpe.
En la actualidad, Estados Unidos es uno de los países con mayor industria bélica del mundo, impulsa ofensivas militares en distintas partes del globo, financiando y armando a otras naciones para que aprueben y acompañen las incursiones. En lo que va del siglo XXI sus invasiones han costado miles de muertos en Afganistán, Irak, Libia, y más recientemente Siria, entre otros. A su vez, el gobierno norteamericano fue unos de los principales impulsores y sostenedores del Estado de Israel, ese verdadero enclave norteamericano en Medio Oriente construido sobre la masacre sistemática del pueblo palestino.
No debemos olvidar que en la actualidad las fuerzas represivas uruguayas siguen siendo entrenadas en ejercicios conjuntos en la región a cargo de fuerzas armadas estadounidenses. Pero el imperialismo se despliega en todos los aspectos, no solo en lo Militar.
En el terreno económico en nuestro país desde la dictadura se ha multiplicado la deuda externa y la dependencia económica. El no pago de la deuda fue una consigna histórica en la izquierda uruguaya. Sin embargo, en más de una década de gobiernos del Frente Amplio se ha pagado religiosamente. E incluso se ha ampliado la deuda externa en los últimos años, incluyendo el período de 2004-2013.
En los 90 era el FMI con sus planes que incluían contrapartidas en planes educativos, reformas laborales, entre otras. Esta subordinación fue continuada y profundizada tanto por los gobiernos colorados, blancos y frenteamplistas.
El Frente Amplio tenía entre sus consignas el “antimperialismo”, contrario a acuerdos de todo tipo con Estados Unidos, sectores expresaban el no pago de la mencionada Deuda Externa, entre otras cuestiones. Ninguno de estos aspectos de relación con el imperialismo ha cambiado en lo que va de gobiernos FA. Por todo lo anterior, quien quiera luchar contra el imperialismo, dentro del FA no encontrará cabida más que un debate sobre “cosas del pasado”.
En términos más generales, para poder afrontar la crisis internacional abierta desde 2008, el imperialismo necesita que se realice un ajuste económico que descargue la crisis sobre los trabajadores y sectores oprimidos. Como sabemos Obama visitó recientemente la región, para observar de manera directa los cambios y apertura al capital en Cuba y la ofensiva de la derecha en Argentina, pero no solo fueron saludos diplomáticos, son acuerdos económicos y políticos que el imperialismo está planteando para esta nueva etapa en la región.
Por todo esto, la lucha anti-imperialista no es una consigna, es una lucha contra su rol en el pasado y el que juega en la actualidad oprimiendo a pueblos como el haitiano, a través de las tropas de ocupación de la MINUSTAH, donde Uruguay juega un papel protagónico.
Cuando nos preguntamos quiénes son los responsables del golpe del 73’, además de los agentes militares y civiles, no olvidemos al impulsor del Plan Cóndor, el mismo que quiere avanzar en el llamado “patio trasero”, y que enfrentará a los trabajadores y el pueblo en cada intento de luchar por una sociedad sin explotados ni explotadores, que tiene sus manos manchadas de tantos compañeros que lucharon en Uruguay, Argentina, Chile, y toda Latinoamérica.

Claudio Álvarez

Miles de personas homenajearon a las víctimas del campo de Mauthausen



Republicanos españoles en Mauthausen

Considerados por los nazis como apátridas y enemigos políticos del Tercer Reich, 7.532 republicanos españoles fueron deportados a Mauthausen, de los que murieron unos 5.000.

El pasado 15 de mayo, unas 6.000 personas de numerosos países rindieron homenaje a los cerca de 190.000 prisioneros del campo de concentración nazi de Mauthausen, y apelaron a la vigilancia para evitar que la barbarie vuelva a golpear a Europa.
A la ceremonia asistieron 25 supervivientes, comitivas de diversos países, así como la cúpula del Gobierno de Austria, altos representantes de otras naciones, miembros del cuerpo diplomático, destacadas personalidades y artistas.
El acto en el antiguo campo de Mauthausen (Alta Austria, a unos 160 kilómetros de Viena), liberado hace 71 años y donde unos 90.000 deportados de una treintena de países fueron asesinados o murieron por las condiciones infrahumanas de los trabajos forzosos, se celebró esta vez bajo el lema “Solidaridad internacional”.
El presidente del Comité Mauthausen, Willi Mernyi, recordó lo importante que fue la solidaridad entre los internados en el campo, que superó la diversidad de nacionalidades, ideologías políticas o religiones. “Los supervivientes nos revelaron lo que puede significar la solidaridad internacional”, dijo en palabras transmitidas por la televisión y radio pública ORF.
Por su parte, el canciller interino de Austria, Reinhold Mitterlehner, instó a velar porque nada parecido vuelva jamás a ocurrir. “Necesitamos una cultura fuerte y viva de memoria histórica, para poder sacar las conclusiones correctas del capítulo más oscuro de nuestra historia”, declaró.
El Memorial de Mauthausen ha publicado un “libro de conmemoración” con los datos de las vidas de 84.270 víctimas mortales del campo, que, reconstruidas por científicos durante años, devuelve a muchas de ellas una identidad que hasta ahora se había reducido tan solo a las fechas de nacimiento y muerte

Fuente: www.publico.es