martes, mayo 17, 2016

El Malón que no tuvo tierra ni paz



Se cumplieron 70 años de la movilización histórica de un grupo de pobladores kollas de Jujuy y Salta a la Casa Rosada. Aún hoy el reclamo de la titularización de las tierras sigue vigente.

El 15 de Mayo de 1946 un grupo de 173 pobladores originarios de la Puna jujeña partieron hacia la Ciudad de Buenos Aires en reclamo de títulos de propiedad. Se trataba de un reclamo sobre las tierras que habitaban y cultivaban sus ancestros. Eran miembros de las comunidades originarias kollas, en su mayoría de Jujuy, pero también hubo un grupo de Orán-Salta que participó en este movimiento de fuerte impacto en la memoria hasta nuestros días.
La presencia del gobierno de Juan Domingo Perón había despertado expectativas en los pobladores originarios. Durante la campaña electoral, el coronel había prometido “la tierra para quien la trabaja” y la expropiación de terratenientes como Patrón Costas dueño del Ingenio El Tabacal. Un fiel representante de la oligarquía del interior que estuvo a punto de llegar a la presidencia de la Nación a principios de la década de 1940; y construyó su fortuna en base al desplazamiento de la población del norte de Salta y su explotación en los cultivos de la caña de azúcar bajo todo tipo de abusos.
En el caso de Jujuy, los pobladores de la Puna y Quebrada, habían sido derrotados por el ejército argentino en el último cuarto del siglo XIX cuando reclamaban el fin de los abusos de los terratenientes y por títulos de propiedad de la tierra que labraban. Recordamos así las batallas de Abra de la Cruz (o combate de Cochinoca) en 1874 y de Quera en 1875. En esta última el ejército al mando del gobernador, José María Álvarez Prado -otro terrateniente de la Quebrada- aniquiló a cerca de 200 pobladores.
Se trataba de campesinos que pagaban arriendos a las familias tradicionales de la región como los Bárcena, Quintana, Campero, entre otros ilustres apellidos. Muchos de los cuales también van a conformar la elite política gobernante de la época y que sus descendientes, al día de hoy, conservan peso político-económico en la provincia, además de portar el apellido.

Promesas y represión

Volviendo al peronismo, las expectativas en cambios a favor de los reclamos históricos de los pobladores originarios, dio lugar a una sacrificada movilización para entregar a Perón una carta solicitando la entrega de títulos de propiedad para los habitantes de la zona.
En este propósito siguieron las experiencias combativas de sus ancestros cuando invadían sorpresivamente (Malón) a los poblados de los conquistadores españoles; aunque en ese momento las tradujeron a la nueva situación política y social de entre guerra que abrió el peronismo en Argentina. De ahí la denominación contradictoria en los términos de “Malón de la Paz”, expresando la llegada del reclamo al gobierno central dentro de las esperanzas que alentó el peronismo para que desde el Estado se cumpliera con el anhelo de acceder a la propiedad de la tierra. El mismo Estado Argentino que había nacido bajo la estirpe del sable y el fusil masacrando a la población originaria en nombre de la “civilización” y las “campañas al desierto”.
A casi cuatro meses de partir, el 3 de Agosto de 1946, llegaron finalmente los miembros de los pueblos originarios a la Casa de Gobierno y tuvieron una recepción por parte del mismo Perón. Es célebre la fotografía del Coronel con un integrante del pueblo kolla en el balcón presidencial, aunque no fue más que una foto “instantánea”. La historia luego es conocida por el fracaso del reclamo frente a la negativa presidencial y su deportación forzada de nuevo a Jujuy.
Mientras tanto, los primeros días durante la estadía en la Capital Federal, los kollas fueron enviados al Hotel de los Inmigrantes, en donde se alojaba a los recién llegados de Europa, en su mayoría familias obreras que escapaban de la guerra y la creciente miseria en el viejo continente. Algo que puede parecer paradójico desde el punto de vista étnico, aunque en realidad desde lo simbólico fue un adelanto de la creciente conversión de los campesinos de la tierras altas de Jujuy y Salta en trabajadores asalariados en las minas y en los Ingenios en donde van a ser brutalmente explotados. O muchos de ellos luego emigrados hacia las grandes urbes para conformar la tropa de los “descamisados” según Perón.
Pero la respuesta represiva tuvo eco también en la localidad de La Bomba en la provincia de Formosa. En 1947, un año después de la llegada del Malón, la Gendarmería Nacional ejecutó una masacre sobre más de 600 integrantes de la comunidad de los Pilagá, quienes se encontraban en un campamento a la espera de alimentos enviados por el gobierno de Perón. En la matanza hay registros de un avión que salió desde la base aérea de “El Palomar” y ametralló a los indefensos Pilagás quienes se encontraban movilizados a partir de ser expulsados de sus tierras y despedidos del Ingenio El Tabacal por el propio Patrón Costas. Se trata de un hecho terrible que desnuda el accionar propio del Estado burgués y su poder militar atado a los estancieros y terratenientes bajo el gobierno peronista.

La reforma agraria nunca llegó

Por otra parte, la presencia de los pobladores kollas en la Ciudad de Buenos Aires puso verdaderamente en aprietos al gobierno de Perón en un punto sensible, como lo era la Reforma Agraria que había sido proclamada en sus actos de campaña electoral. Aunque, como demostró la historia, los cambios estructurales sobre la propiedad terrateniente fue algo que quedó solo en las palabras, las expropiaciones de tierras fueron contadas y la situación de los pueblos originarios prácticamente siguió igual.
Incluso el poder de los terratenientes se fortaleció durante los primeros gobiernos peronistas, según cifras de los Censos Nacionales Agropecuarios, del año 1947 a 1960, estas explotaciones pasaron de 174.000 a 245.000; reduciéndose en contrario las explotaciones en arrendamiento de los pequeños chacareros que disminuyeron de 157.000 a 68.000. ,
La política hacia los pueblos originarios de prometer y responder con el ejército que, en el caso de los maloneros, escoltó el tren que los trajo de vuelta a sus pueblos, pasó a ser un hecho mayúsculo en la fisonomía peronista de ser un gobierno del “como sí”, tal como lo definiera el historiador trotskista Milcíades Peña en la década del 60´.
“Un gobierno conservador que aparecía como si fuera revolucionario, una política de estancamiento que hacía como si fuera a industrializar el país, una política de esencia sumisión al capital extranjero que se presentaba como si fuera a independizar a la nación, y así hasta el infinito…”, afirmaba Peña (“El legado del bonapartismo. Conservadorismo y quietismo en la clase obrera argentina”).

Unidad de los trabajadores

Hoy a 70 años de la partida del “Malón de la Paz” el reclamo por el acceso a los títulos de propiedad de la tierra sigue estando vigente. No hubo cambios sustanciales tampoco en los gobiernos desde 1983 en adelante, por el contrario, continuó la expulsión de los pobladores de la Puna y Quebrada a partir de los negocios inmobiliarios, turísticos o los vaivenes de la multinacionales mineras, como también por el ahogo económico debido a las escasas perspectivas laborales que el capitalismo genera en esa región.
El espíritu de sacrificio y valor de enfrentar a los grandes terratenientes de los pobladores de esta árida, pero no por eso menos bella tierra, es una fuente de inspiración que necesita de una estrategia de independencia política de los partidos políticos patronales. Pero también de una estrecha unidad con los trabajadores de las minas, ingenios, docentes, estatales y trabajadores de los servicios en las ciudades para poder hermanar una pelea en común por el derecho a la tierra y el respeto a la identidad cultural. Se trata de prepararse para vencer.

Alejandro Vilca
Gastón Remy

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