lunes, julio 25, 2016

Barcelona: “bastión de la España soviética” (II)



Segunda parte de una serie dedicada a reflexionar sobre la Revolución Española. Un recorrido por Barcelona, bastión de la España soviética, de los consejos y comités obreros y de las guardias rojas.

«Pudimos quedarnos solos, imponer nuestra voluntad absoluta, declarar caduca la Generalidad(1), y colocar en su lugar el verdadero poder del pueblo, pero no creíamos en la dictadura cuando se ejercía contra nosotros, y no la deseamos cuando podíamos ejercerla nosotros mismos, a expensas de otros».
Diego Abad de Santillán (2)

21/22 de julio, el mapa español se tiñe de rojo revolucionario y azul nacionalista

España se divide agudamente en clases. El extenso campo, conservador, monárquico y atrasado, es conquistado por Franco y sus generales. El 90% de las guarniciones, de composición campesina, y oficiales acomodados, junto a la guardia civil, y muchas guardias de asalto, con los temibles moros a la vanguardia, son los baluartes de la zona nacionalista. Miles de falangistas y monárquicos, son sus brazos paramilitares. Obreros y obreras, trabajadores de todo tipo, y la juventud, organizadas por sus sindicatos y partidos obreros, son el improvisado ejército republicano. Barcelona, bastión de la España soviética, de los consejos y comités obreros, de las guardias rojas, hace desaparecer la España burguesa de los restaurantes de lujo, del cabaret, de los sombreros elegantes y los viejos uniformes policiales. Desaparecen los mendigos, atendidos por sindicatos y el nacen organismos del nuevo poder, embrión de un nuevo Estado. Los sacerdotes, fusilados. Casi todos ellos, francotiradores reaccionarios, ocultos tras campanas y sotanas “celestiales”. Las iglesias ardían, terminando con la oscuridad del pasado. Ningún creyente del pueblo se sentía violentado. “los que queman iglesias, no manifiestan con ello, sentimientos antireligiosos; no se trata más que de una demostración contra el Estado y, este humo que sube al cielo, no es más que una suerte de invocación a Dios, ante la injusticia humana“ (3). La industria colectivizada, cada obrero, con su revólver. La mujer, volviendo del mercado con su niño, su bolsa y su fusil en los brazos. (4)

Madrid, más lejos de los revolucionarios obreros anarquistas, más cerca del frente de batalla

La ciudad tiene pocas huellas de expropiación y de cambio. La guerra civil, había detenido el avance de la revolución. El fantasmagórico gobierno republicano, y el control socialista de los sindicatos, se hacen sentir, en el freno a la revolución obrera.
La España roja, se cubre de comités y juntas locales. Los obreros y campesinos, asumen las tareas de justicia popular, planifican la producción, la educación, la seguridad de la retaguardia, frenan las venganzas personales, inclusive al precio de fusilar valiosos militantes anfifascistas, En algunos lugares, como en Lérida, con gran peso del partido centrista POUM (5), los comités no aceptan partidos republicanos (burgueses), porque boicoteaban las colectivizaciones de tierras y empresas, que eran 2 de los principales reclamos de las masas, junto a la independencia de las colonias africanas (Marruecos) y la autonomía de las nacionalidades oprimidas de España (Cataluña, País Vasco),

Aparece el germen de doble poder, similar al vivido en la Rusia soviética, luego de la revolución de febrero de 1917 (6).

Por un lado, los comités locales, verdaderos gobiernos municipales; por el otro, gobierno del Frente Popular a nivel provincial y nacional, hegemonizados por los republicanos burgueses, y el socialismo reformista. Los comités, gobiernan pero no tienen coordinación, y chocan con el gobierno del frente popular, que se opone a cualquier medida transformadora de la propiedad, como lo hizo en su anterior gobierno prerevolucionario. (6)

Anarquismo y revolución en Barcelona

Nace el comité central de milicias antifascistas. Coalición de hegemonía anarquista, con representación socialista, comunista (estalinista) y poumista. Por detrás, partidos republicanos burgueses y pequeños burgueses en minoría. Los comunistas se oponen, reclamando milicias bajo la dirección burguesa de la Generalidad, pero fracasan y deben integrarse.
Bien lo define un enemigo de la revolución: Jesús Hernández, dirigente del Partido Comunista Español: “el comité ha sido una especie de poder confuso, tenebroso, impalpable, sin funciones determinantes, ni autoridad expresa, pero que ejerce una dictadura implacable, un poder indisputado, como un verdadero gobierno” (7). Pero los anarquistas, confiando en la superioridad de fuerzas, se niegan a expulsar del comité a las fuerzas burguesas.
“’Sois dueños de la ciudad y de Cataluña, porque vosotros solos habéis vencido a los soldados fascistas… habéis vencido y todo está en vuestro poder. Si no tenéis necesidad de mi, si no me queréis como presidente, decidlo ahora y me convertiré en un soldado más, de la lucha antifascista. Si, por el contrario, me creéis cuando os digo que no abandonare este cargo, hasta que haya muerto a manos del fascismo victorioso, entonces quizás, con mis camaradas de partido, mi nombre y mi prestigio, os podrá servir…’, contestó la dirección anarquista. De la aceptación o del rechazo de los servicios de Companys (de la democracia burguesa, NdeR), dependía la suerte del Estado, sus oportunidades de restauración en los meses por venir. Los dirigentes de la CNT, aceptaron proseguir la colaboración. Después de una viva discusión, el comité regional había afirmado. ?No hay comunismo libertario, aplastemos primero a la facción!” (8).
Empieza a forjarse una política criminal, contra las masas revolucionarias. PRIMERO DERROTEMOS A FRANCO, DESPUÉS HAGAMOS LA REVOLUCIÓN. Planteo que levantan todos los partidos del frente popular, apoyado por los anarquistas y aceptada, en los hechos, por el POUM, como veremos más adelante.

Sergio Folchieri

Notas:

1. Gobierno democrático-burgués, de la región autónoma de Cataluña.
2. Dirigente anarquista argentino-español, uno de los fundadores del comité central de milicias antifascistas y ministro del gobierno catalán entre diciembre del 36 y abril del 37.
3. Manuel de Irujo, católico ferviente, ministro del gobierno vasco.
4. Pierre Broué, La revolución y la guerra en España (II), p. 133.
5. Partido Obrero de Unificación Marxista, de carácter centrista (discurso revolucionario, práctica reformista, cediendo políticamente a los anarquistas de las CNT).
6. Caída del zar ruso, en la revolución de febrero de 1917, asumiendo un gobierno burgués-obrero por un lado, y la aparición de consejos de obreros, campesinos y soldados (soviets) por el otro.
7. Pierre Broué, op. cit., p. 143.
8. Ídem, p. 145.

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