domingo, julio 24, 2016

Límites y alcances de la ley 1420 de primaria obligatoria



Se cumplen 132 años de la promulgación y sanción de la Ley de Educación Elemental obligatoria, laica y gratuita.

Un 8 de julio de 1884 se promulgó la mencionada ley, sancionándose el 20 de julio del mismo año, bajo la presidencia de Julio Argentino Roca. La misma fue producto de largas e intensas discusiones entre Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento, ambos dejando muy en claro sus diferencias y objetivos. Es necesario recordar que el debate se da en el contexto del fin de las guerras internas entre la Confederación del Litoral y el proyecto liberal de Buenos Aires y que, a raíz de la victoria de ésta ultima, comenzó el proceso de construcción del Estado nacional, que a su vez dará lugar al surgimiento paulatino de una clase dirigente a nivel nacional. Los conflictos entre la Confederación y Buenos Aires eran conflictos entre las élites dominantes locales. El triunfo de Bs. As. era necesario para que tuviera lugar el nacimiento de una clase dirigente unificada a nivel nacional formada por terratenientes y comerciantes ligados al capital extranjero, sobre todo al británico. El otro elemento a tener en cuenta fue la puesta en marcha del modelo agro-exportador, con el cual Argentina se convirtió en proveedora de materias primas en la división internacional de trabajo, importadora de bienes manufacturados provenientes desde Gran Bretaña y empleadora de millones de trabajadores inmigrantes expulsados de Europa. En este contexto se produjeron los debates en torno a qué proyecto educativo era necesario para los objetivos de la oligarquía argentina.

Educación para unos, palos para otros

Mitre fue un ferviente impulsor de la enseñanza secundaria. Sarmiento, en su mandato entre 1868-1874, continuó con el proyecto de Mitre pero puso en discusión la necesidad de la educación primaria.
¿Buenos gobernantes preocupados de la educación del pueblo? No, mas bien todo lo contrario. Para ambos “próceres” del panteón de héroes, los diferentes proyectos educativos tenían una funcionalidad política clara. Mitre por su lado, planteó la escuela secundaria como necesaria para poder formar los cuadros políticos que luego gobernarían en función de los intereses de la oligarquía más podrida, como se pudo observar en sus propias palabras: “Lo urgente, lo vital, porque tenemos que educar a los ignorantes bajo pena de vida, es robustecer la acción que ha de obrar sobre la ignorancia, sin desperdiciar un solo peso del tesoro, cuya gestión nos está encomendada, para aplicarla al mayor progreso y a la mayor felicidad de la sociedad, antes que la masa bruta predomine y se haga ingobernable y nos falte el aliento para dirigirla por los caminos de la salvación. Es por eso que al lado de las escuelas primarias tenemos los colegios nacionales, que dan la educación secundaria, que habilitan al hombre para la vida social, desenvolviéndose en mas alta escala sus facultades, elevando así el nivel de individuos, de modo que el saber condensado en determinado número de individuos, obre en la masa de la ignorancia, difunda en ella una luz viva y sostenga con armas mejor templadas las posiciones desde la cual se gobierna a los pueblos”.
Sarmiento, como dijimos más arriba, impulsó tenazmente la educación primaria, aunque sosteniendo el proyecto de la formación secundaria. Logró la sanción de la ley 1420, bajo presidencia de Roca, en cuyo gobierno ejerció como Superintendente General de Escuelas del Consejo Nacional de Educación. En su “honor”, cada 11 de septiembre, se celebra el día del maestro, día en que falleció. Sin embargo, lo progresivo que tuvo la sanción de la ley de educación elemental, estableciendo el derecho a la educación gratuita, nada tiene que ver con lo reaccionario de sus palabras y acciones. Como buen hombre de su época “lo civilizado” era sinónimo de urbano, europeo, sinónimo también de progreso. En este sentido Sarmiento proponía la importancia de la educación pública por dos motivos, por un lado, para eliminar el “salvajismo” de los habitantes de la ahora República Argentina. Cuando esto no fue posible por la vía de la educación quedaba la fuerza, como bien aconsejaba a Mitre en una esquela “…no trate de economizar sangre de gaucho. Éste es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de humano esos salvajes”; el otro móvil era nacionalizar a los hijos de los trabajadores inmigrantes, que no fueron los que la oligarquía esperaba –los europeos capitalistas del norte–, en pos de facilitar la gobernabilidad. Es decir, volverlos dócilmente gobernables formando “buenos ciudadanos”. Sarmiento además fue el ideólogo de las Escuelas Normales, encargadas de formar maestros, cuya gran mayoría eran mujeres. Sarmiento era un acérrimo enemigo de la educación superior para sectores que no fueran de la oligarquía, con lo cual continuó con el proyecto comenzado por Mitre: formar cuadros políticos de la oligarquía que lleguen a la Universidad, forjar ciudadanos dóciles y alejar a las grandes masas de la educación superior.

Otra arista acalorada del debate fue la relación entre educación e Iglesia

Históricamente, la Iglesia fue la encargada de la instrucción en general y de otras funciones que el Estado empezó a recortar. Los liberales y los católicos, pertenecían a la misma clase social, la oligarquía gobernante, y por ello el proyecto en esencia era el mismo para ambos actores políticos: consolidar poder político de la clase dirigente. La discusión fue si enseñanza religiosa sí o no, en la empresa educativa pública. El Estado argentino en desarrollo, en su proceso de secularización y modernización, finalmente decidió que se podría dictar catequesis antes o luego de la jornada normal de clases, pero se podían utilizar los recintos públicos. Sin embargo la influencia de la Iglesia quedará en la formación de otros sujetos de este cambio.

Nacidas y formadas para mamás y “segundas mamás”

Comentamos más arriba, que la enseñanza quedó sobre todo en las manos de las mujeres. Esto no fue un acto casual. Si bien a las mujeres de la época les permitió tener una profesión en general segura, bien paga y no tener que someterse a largas jornadas de trabajo en condiciones insalubres y con menor paga (a comparación de sus congéneres masculinos) también profundizó el rol que la Iglesia asigna a la mujer en la sociedad: ser madre y cuidar de los niños, tanto como maestra o como alumna. Esta cuestión podemos observarla en los programas sexistas, por cierto, de la educación mínima diferenciada para niñas y niños, pero también en los contratos que firmaban las maestras y sus cláusulas.
En el art. 6 del capítulo I, de la ley 1420, se estipuló como enseñanza mínima para niñas y niños: Lectura y Escritura, Aritmética, Geografía, Historia, Moral y Urbanidad, Higiene, Dibujo, conocimientos básicos de la Constitución Nacional y luego se les exigía a las niñas de forma obligatoria –como futuras amas de casa y madres– conocimientos sobre labores de manos (tejido, costura, manualidades) y nociones de “Economía Doméstica”; a los niños en cambio se les pidió nociones de ejercicios y evoluciones militares.
En estos roles predeterminados en la sociedad, las maestras también tenían el suyo, con más límites que derechos definidos en sus contratos de trabajo, como ser la imposibilidad de casarse, de fumar cigarrillos, beber cerveza, vino o whisky, pasearse por heladerías (¡!), andar en compañía de hombres, no estar en su casa entre las 20 hs y 6 am –a menos que la ausencia sea por fines escolares– no vestir colores brillantes ni vestidos por encima de los tobillos, ni maquillarse. Si una maestra incurría en cualquier de estos “delitos” el contrato sería dejado sin efecto y despedida, por supuesto. La “segunda mamá”-maestra no podía darse el gusto de andar arreglada, era (es) un ejemplo de mujer y moral. Como tal, además tenía la obligación de barrer y baldear el aula, pizarrón y calefaccionar el mismo antes de la llegada de sus alumnos-hijos.
A pesar de los límites mencionados, la educación primaria obligatoria y gratuita, permitió una lenta democratización de la sociedad y también el ascenso social de importantes sectores, a pesar de los sueños de la oligarquía de recortar y contener el poder político de las masas.

Nadia Petrovskaia

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