miércoles, agosto 24, 2016

Pompeya y la furia del Vesubio



El 24 de agosto del año 79 d.C entraba en erupción el volcán Vesubio, sepultando a las ciudades de Pompeya y Herculano.

Durante más de 1500 años, las ciudades de Pompeya y Herculano permanecieron bajo gruesas capas de cenizas solidificadas luego de una gigantesca erupción volcánica. Siempre se especuló sobre su existencia, incluso se tenían mapas del Imperio Romano que la ubicaban con bastante precisión pero no fue hasta un día de 1550, cuando los trabajadores del arquitecto Dominico Fontana, que realizaban un acueducto, descubrieron por casualidad parte de la antigua metrópoli. Se dice que Fontana, al encontrar algunos frescos eróticos de los muros de la ciudad, se escandalizó tanto, debido a la estricta moral de la época, que volvió a enterrarlos, en un vano intento de ocultamiento arqueológico.
No fue hasta 1738, en que se redescubrió Herculano y avivó la búsqueda de esta ciudad perdida y diez años después se daba con algunas estructuras de Pompeya enterradas en la falda de volcán. Durante ese tiempo, Carlos III de España envió expediciones de saqueo pseudocientíficas en búsqueda de tesoros que rapiñar, que hasta hoy descansan en Madrid. Desde entonces, Pompeya y Herculano, no dejaron de fascinar a los arqueólogos, y público en general, porque, como ningún sitio arqueológico, ofrece un cuadro de la vida cotidiana bajo el Imperio Romano en el siglo I.

Un poco de historia. Su origen

Como gran parte de las ciudades del golfo de Nápoles, la zona estaba ocupada desde el siglo IX a.C., aunque el asentamiento de Pompeya es mucho más nuevo. Para el siglo VII a.C., ya existía la ciudad. Los oscos probablemente hayan sido sus fundadores. Pompeya era un paso obligado entre las colonias de la Magna Grecia, al sur de la Península Itálica y las poderosas ciudades etruscas. Esto le permitió crecer como un centro de comercio.
Durante el siglo V a.C. fue ocupada por los Samnitas, otro pueblo de habla osca. En el año 89 a.C., Pompeya participó de una guerra contra Roma, pero el cónsul Lucio Cornelio Sila logró su rendición tras nueve años de sitio, convirtiéndose en una colonia romana bajo el nombre de Colonia Cornelia Veneria Pompeianorum. Su sitio estratégico en la confluencia de las rutas comerciales, le permitió reponerse y crecer rápidamente.
En el año 59 d.C. se produjeron serios disturbios en el anfiteatro de la ciudad entre los pompeyanos y unos visitantes de Nuceria. El enfrentamiento fue de tal magnitud que el emperador Nerón prohibió los juegos en la ciudad durante 10 años.
Alrededor del año 62 d.C., un fuerte terremoto sacudió a Pompeya que tuvo que reconstruir varios de sus edificios. Para el momento de la erupción todavía se seguía con estos trabajos.

La erupción

Existen muy buenos registros sobre la erupción, sobre todo de primera mano, ya que Plinio el joven, un abogado, escritor y científico, fue actor de la catástrofe. En una carta a Cornelio Tácito (55-120 d.C.), historiador, senador, cónsul y gobernador del Imperio romano, se refirió sobre los acontecimientos. Estando en la cercana Miseno, sobre el golfo de Nápoles, donde estaba el asiento de la Flota imperial y cuyo tío era el prefecto, su homónimo Plinio el Viejo, pudo observar la extraña nube en forma de pino. Seguramente el Vesubio habría “avisado” con repetidos temblores. Ya en el año 62 d.C, Pompeya había sufrido un gran terremoto que preanunciaban la acumulación de roca fundida en la cámara de magma del volcán. Pero ninguno de sus habitantes supo interpretar esos designios y prosiguieron sus vidas. Incluso la mayoría creían que el Vesubio era una montaña.
Pero el 24 de agosto del año 79 d.C., las entrañas del volcán estaban por estallar debido a la presión del magma, bloqueadas por las rocas de la cúspide. Cerca de la 1 de la mañana un tremendo estampido despertó a los habitantes de Pompeya. Columnas de gases de más de 15 km se alzaron sobre sus cabezas. En pocos minutos, una intensa lluvia de piedra pómez se precipito sobre las calles y templos de la ciudad. Sus incrédulos habitantes comenzaron a alarmarse al no detenerse. Algunos trataron de huir, otros se refugiaron en sus hogares, rogando a los dioses por sus vidas. Recordemos que para esa época, Pompeya estaba habitada por unas 15000 almas. Cerca de 100 millones de rocas pómez se depositaron sobre los crujientes techos. Algunos edificios no soportaron tamaño peso y colapsaron.
A la 1 de tarde, Plinio el viejo, desde Miseno, era alertado sobre la extraña nube negra que salía del Vesubio. En su calidad de comandante de la flota, alistó a sus hombres y embarcaciones para prestar ayuda. A mitad de su recorrido, la espesa nube de cenizas no les dejaba ver la costa, donde algunos refugiados esperaban en vano su llegada. El flujo piroclástico los alcanzó y fulminó. La gente de la playa no se quemó, se carbonizó. Sin posibilidades de ver y corridos por la nube, carraspeando los calientes gases, los esforzados marineros enfilaron sus galeras hacia Estabia, hoy Castellammare di Stabia. Su comandante encontraría allí la muerte por asfixia.
Por esos momentos, la cámara de magma del vólcan se desbordó y una segunda nube piroclástica se precipitó sobre Pompeya. Los que huían por las calles caían envenenados, otros se refugian en sus casas esperando que pase todo.
Durante las excavaciones, se hallaron unos 2000 cuerpos. Estaban enterrados bajo ceniza solidificada, que durante la erupción había consumido los tejidos, formando huecos que contenían los restos humanos. En 1860, el arqueólogo italiano Giuseppe Fiorelli rellenó estos huecos con yeso, y obtuvo moldes de los cuerpos de las víctimas que mostraban el último momento de su agonía. Algunos de ellos, exhiben la expresión de terror en sus caras. En posiciones fetales, se tapan la boca o cubren a sus niños tratando de evitar la inhalación de los gases tóxicos. Otros se aferran a sus joyas y ahorros. En el Domus de Julio Polibio (sabemos su nombre porque en el frente de la casa hay un grafiti que llama a votarlo en las próximas elecciones) se encontraron 13 esqueletos, uno de ellos de una joven en avanzado estado de gestación. Sabemos que eran una familia por el análisis del ADN, así que probablemente estos no huyeron en los primeros momentos de la erupción, por la situación de la joven embarazada. 19 horas esperaron encerrados, pero los techos no resistieron el peso de las rocas depositadas y uno a uno se derrumbaron.
Algunos tienen el cráneo quebrado, un indicio de una fuerte lesión probablemente por un golpe. El resto se refugiaron en las habitaciones del fondo. En la casa había tres varones adultos, tres mujeres adultas de distintas edades, cuatro niños, una niña, un bebé y un feto en el último mes de vida intrauterina. Uno de los varones prefirió ahorrarse el tormento quitándose la vida. Junto a su cuerpo se hallaron unas pequeñas botellas que contenían veneno. Incluso los perros guardianes siguen encadenados a las paredes de las casas de sus amos, al igual que los gladiadores del anfiteatro, en este último caso, sus cuerpos están acompañados de una misteriosa mujer cargada de joyas.

El sitio arqueológico

En la actualidad, millones de visitantes recorren las calles de Pompeya, maravillándose con sus obras de arte. En el sitio arqueológico podemos ver el Foro, centro cívico y comercial. Un amplio espacio abierto en forma rectangular rodeado de una columnata y edificios públicos, como el templo a Jupiter. También está el mercado de alimentos, el edificio de Eumaquia, que albergaba a los tintoreros y lavanderos, la Basílica y los templos de Apolo, de Vespasiano, el de Isis, el de Venus, las termas Estabianas, instalaciones deportivas, teatros, anfiteatros, lupanares y residencias privadas.
El Vesubio sigue dominando la Bahía de Nápoles. Sus fértiles tierras atraen a personas de todas partes, como en el pasado, solo que ahora 3.5 millones de personas viven a su sombra. Este volcán no tuvo otra erupción de esta magnitud pero según los expertos, las erupciones plinianas, bautizadas en honor a Plinio el joven, solamente ocurren cada 2000 años… se aproximaría la siguiente.

Iván Moya

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