viernes, septiembre 23, 2016

La crisis llegó al agronegocio



Bayer ha comprado a Monsanto por 57.000 millones de dólares. La nueva compañía se convertiría en la más grande del mundo, con una venta asegurada del 29 % de las semillas y el 24 % de los pesticidas a escala mundial.
Monsanto es el pulpo que se identifica históricamente con los organismos genéticamente modificados (OGM), en base al predominio de su maíz, soja, algodón y otros cultivos manipulados para ser resistentes a los herbicidas.
La fusión forma parte de un proceso de conjunto. En los últimos meses se han apareado ChemChina con la suiza Syngenta y Dupont ha acordado combinar sus departamentos de cultivos con Dow Chemical, como primer paso de una unión.
La nueva empresa Bayer llevaría a un extremo lo que ya es un agudo proceso de concentración.

La crisis capitalista

Las fusiones han sido dictadas por la crisis mundial. La sobreproducción ha provocado un derrumbe de los precios de las materias primas. Desde 2013 se han producido muchos más millones de toneladas de soja, maíz y trigo de lo que la población puede adquirir. La única opción que les ha quedado a las “cuatro grandes” es consolidarse con la expectativa de monopolizar aún más los mercados y descargar la crisis, vía nuevos ajustes, sobre los trabajadores.
Hasta la crisis de 2008, los gobiernos imperialistas y estas empresas fueron responsables de un gigantesco proceso de confiscación económica que afectó al conjunto de los trabajadores de todos los países. El precio de las materias primas alimenticias subió un 150% entre 2002 y 2008, sin ninguna relación con la oferta y la demanda de alimentos. El aumento tuvo características ferozmente especulativas -la inversión en índices vinculados con el negocio de las materias primas creció veinte veces entre 2003 y 2008.
En ningún lugar del mundo el aumento de salarios se aproximó a estos niveles de aumento de los alimentos. La baja que se operó después no volvió al punto de partida, pero continúa procesándose y afecta todo el circuito de la llamada nueva agricultura, caracterizada por la aplicación del capital financiero al campo en todos los órdenes -desde los fertilizantes y semillas hasta la comercialización, pasando por la siembra, el cuidado y la cosecha.

Una carrera que no se puede sostener

Ahora, la caída de los precios se produce en medio de costos crecientes para los productores. El gasto en semillas de cultivos se ha multiplicado por casi cuatro veces desde hace veinte años, cuando Monsanto comenzó a aparecer como la cara pública de estas variedades.
El rendimiento de los cultivos, en una proporción importante, no logra mantener el ritmo del aumento del costo de las semillas. Un productor norteamericano paga 85 dólares la bolsa de semillas de soja genéticamente modificadas, casi cinco veces lo que pagaba hace dos décadas. “En la próxima primavera boreal, ese productor planea sembrar muchos de sus campos de maíz y soja con semillas no biotecnológicas” (Wall Street Journal, 16/9).
Existe otro problema, que hacía aún más precaria la situación de Monsanto. Durante años logró enormes beneficios a través de la venta de su herbicida glifosato (conocido como Roundup) en conjunto con cultivos modificados genéticamente para resistir al glifosato (conocidos como Rondoup Ready). Esta transformación parece haber llegado a un límite: no solo en Estados Unidos sino en otra partes del mundo, cada vez más las malas hierbas desarrollan resistencia al glifosato y están provocando una loca carrera, aplicando más herbicida o buscando un reemplazo.

59 y 64% del mercado: ¿A dónde vamos?

Si todas las fusiones terminaran siendo aprobadas, las tres mayores compañías que quedarían en pie (Bayer, ChemChina Syngenta y Dow Dupont) venderán el 59% de las semillas patentadas en el mundo y el 64% de todos los pesticidas, y Bayer sola el 70% de las semillas de algodón en Estados Unidos. Va de suyo que los “tres grandes” agudizarán aún más su política actual de centrarse en los cultivos más rentables y hundir la biodiversidad agrícola. “A medida que estas industrias se consolidan, dirigen la investigación hacia lo que se supone que son los rubros que ofrecen mayores ganancias, productos básicos como el maíz o la soja”, denuncia un investigador (Howard, Universidad de Michigan, AFP, 16/9).
El monopolio y las patentes de semilla y pesticidas no son sólo insoportables para la cadena de valor agrícola, sino un peligro para la humanidad.
De cualquier modo, la fusión encierra la posibilidad de un nuevo capítulo de la crisis. El año pasado Monsanto quiso comprar Syngenta, el mayor productor de agroquímicos del mundo. Después de que el acuerdo fracasara, el CEO de Syngenta planteó la endeblez de las operaciones en curso por “la saturación de los mercados” y la “ausencia de innovaciones”. Se podría decir lo mismo de la fusión Bayer-Monsanto.

Una salida anticapitalista

Las fusiones fortalecen a los responsables de la catástrofe alimentaria internacional, que tiene una raíz capitalista y está directamente vinculada con la crisis mundial. Para atacar la crisis corresponde atacar al capital. La expropiación de las tierras -seguida de un arrendamiento masivo a cooperativas de chacareros y peones sin tierra- y de los grandes pulpos alimentarios y comercializadores responde a una necesidad general de los trabajadores para hacer frente a la crisis.

Christian Rath

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