sábado, septiembre 24, 2016

Un autorretrato en dos palabras



Breve ensayo autobiográfico de un hijo de la segunda mitad del siglo XX, andalúz, catalán, internacionalista…

El que escribe, es hijo de Dolores Álvarez Vargas, a su vez, hija de Rosario Vargas, campesina que sabía leer, y hermana del primer alcalde socialista de La Puebla de Cazalla, y de Antonio Álvarez, campesino sin tierras, llamado el “Marchenero”, hombre áspero y muy de sus cosas; y de José Gutiérrez Núñez, a su vez, hijo de Ana Núñez Moreno, la mujer más de su casa que jamás he tenido noticias, católica que no era de misa, y de José Gutiérrez Romero, el más señorial, y el personaje con mayor historial de una familia cuyo principal afán era pasar desapercibida…Soy hermano de Rosario, Ana y Antonia, cuyos hijos e hijas nacieron lejos La Puebla de Cazalla…
Todos ellos son igualmente parte de una extensa familia de tíos, tías, director y “políticos”, más un extenso número de primos y primas, luego, todos ellos repartidos casi mitad y mitad entre el pueblo y la emigración, todos situados en unas circunstancias muy diferentes a la que conocieron nuestros padres y abuelos, gente trabajadora y humilde, con su código de conducta propia de cierto estoicismo laboralista y algo de ética protestante (rezar para uno, indiferencia ante la Iglesia), tan sencillo como veraz (vivir del trabajo, no explotar a nadie, no engañar, socorrer cuando se puede hacer, valor de la palabra, etc), y en lo posible, dispuesta sacar lo mejor de la vida tal como dios les dio a entender, aunque durante mucho tiempo, eso no fue posible, y había lo que había, y bueno, todo pasa.
En este cuadro cuentan también, dos compañeras, dos matrimonios, ambos con todas sus conexiones. Esta lista sería incompleta sin añadir una cantidad casi ilimitada de amigos y amigas más o menos cultivados, pero casi todos con un alto nivel de confraternidad, distribuidos en época, lugares y ámbitos, siendo la mayor parte de lo que los fascistas llamaban de “la cáscara amarga”: comunistas diversos, anarquistas múltiples, socialistas, cristianos de base, gente con sensibilidades socialistas pero sin adscripción partidaria concreta.
Hay una trayectoria que va desde finales de junio de 1946 hasta el presente, y de alguna manera, se podría interpretar una división de contextos con el que justificar una cierta división evolutiva coincidiendo con los cambios de década, o cuanto menos a mí me lo parece, o me lo quiere parecer.
En 1946, hacía muy poco tiempo que papá “había vuelto de la guerra”, en la que fue enrolado en agosto de 1936, con casi mil jóvenes más de un pueblo que había conocido intensas agitaciones agrarias, y un ayuntamiento mayoría socialista. En los recuerdos familiares, lo de la guerra y los “años de la jambre” se confunden, quizás porque la represión siguió, y también porque la postguerra se prolongó hasta la muerte del “Caudillo”, el equivalente hispano de “señores de la guerra” como el “Duce”, el “Führer”, y otros por el estilo. La fecha de mi nacimiento se relacionaba en el ámbito más cercano con la muerte de “Manolete” en la plaza de Linares embestido por un miura, lo cual era mentira, aunque según se mire, también era verdad. Mentira porque el evento aconteció más de un año después, en agosto de 1947. Verdad también porque tuve como un segundo nacimiento: mi vida se salvó “milagrosamente” de una tuberculosis, sobre todo gracias a un hijo de “la Condesa”, un “garbanzo negro” en una familia de “señores”. Primera lección: no todos los “señores” eran igual de malos. Mis recuerdos del resto de la década son muy difusos. Todavía tuve más suerte porque por estas fechas, ya había pasado lo peor de los “años de la jambre”.
Al principio de la década de los cincuenta, parecía que el tiempo estaba detenido en lo de siempre. La vida que daban vueltas como una noria: el pez grande se comía al chico (yo siempre me vi como el chico), donde hay capitán no manda marinero, y más valía pájaro en mano que cien volando, etc. España y yo somos así, señora, aquí no había nada que hacer, ya estaba hecho todo. Llegan ecos muy lejanos de la guerra de Corea con los norteamericanos de protagonistas, de la revuelta húngara en que los curas son perseguidos, y de la bomba atómica, a través de las conversaciones de los mayores, de los periódicos que a veces cojo de los suelos y de películas que me suenan, por ejemplo Corea, año cero, Paralelo 38.
En nuestra casa se vive bajo el agobio, pero, a diferencia de papá y mamá, puedo ir a la escuela, descubrir intensamente el cine, leer tebeos, y tener unos cuantos juguetes. Ellos no tuvieron nada de todo eso. Me siento un niño atribulado, acomplejado, sucio, torpe, desaliñado, piojoso, mocoso. El espejo me causa perturbación, ¿quién diablos es este que está ahí?. Era un “simple” que no acaba de enterarse que en esta vida, si no quieren que te coman vivo. Hay que tener mucha maldad, mucha picardía, y no poco de mala leche, y tú no la tienes. Menos mal que los abuelos paternos me cuidaron.
Me llenaron la cabeza de historias de todo tipo, incluyendo las de la “guerra”, y claro está, las familiares. Menos mal, porque otros con el abuelo materno en cabeza, me señalaban como un desastre, un “malaje”, un “tonto del culo”. Papá desesperaba conmigo, solo pensaba en jugar…Menos mal que estaba el cine, y también las lecturas al alcance. Todo parece triste y patético. Crecido, de cuerpo pero poco de cerebro, salgo mal de escuela, no sé que va a ser de mí, tan perdido. En la segunda mitad de la década, todo parece cambiar. La emigración se manifiesta con los que vuelven ostentando cosas que ante no podían tener. Entre los campesinos desesperados, se habla y mucho, de la revolución cubana: Fidel Castro había vencido al Franco cubano. El día del entierro multitudinario del abuelo Pepe, soy el único que no pone el pie en la Iglesia. Había asumido que lo de la imitación de Jesús era una cosa y la institución, otra muy diferente. Otra lección: me enfrentó a bofetadas limpias con todos los que me quieren “chulear”. Hasta allí llegó la buena fe. Algo ya se había movido cuando la mañana del 17 de julio parto con buena parte de la familia a Barcelona. Se podría decir sin exagerar, que acababa de nacer de nuevo. A diferencia de los mayores, tengo toda la vida por delante, y a diferencia de los más pequeños, en mi equipaje pesaba un trozo de la vida local y familiar, incluyendo algunos amigos como Pepito Guerrero, todo un señor con carta de nobleza con el que había hecho buenas migas hablando de fútbol.
En los años sesenta, todo se mueve. Serán los tiempos dorados de la “coexistencia pacífica”: Jruschev, Kennedy, Juan XXIII, del desarrollismo, y se habla de que el capitalismo ha sabido regular las crisis e integrar a un movimiento obrero bloqueado entre la socialdemocracia y el movimiento comunista, sin apenas oposición por la izquierda, pero fuera de este mundo, emergen las revoluciones anticolonialista: Cuba, Argelia, África…Luego todo esto se sintetiza en una palabra –Vietnam-, que será la medida básica del momento. La dictadura celebra los “25 años” de pax romana. Se habla de “apertura”, pero el mido se percibe por todas partes… Tres ramas se trasladan a L´Hospitalet, cada una en una habitación, pero al final, todos tenemos nuestro piso. Paso a ser un trabajador de entonces, a lo que caiga, sin oficio (el de sastre ya estaba en decadencia), sin estudios porque llega el “veneno” de la política. Esta llega con el contacto con los restos del antiguo movimiento obrero de republicanos diversos que no se han resignado (del todo) a la más devastadora de las derrotas. Antes le había dado las espaldas al fútbol para calentar los asientos de los cines de los programas dobles. La afición pasa a ser una pasión que me lleva a las revistas (Fotogramas, Nuestro Cine, Films Ideal), luego a los cine-clubs. Primero a todo el cine, después a las películas más “comprometidas”. El cine me lleva a los libros, al sueño liberador de la cultura. Es el tiempo de las grandes novelas (Pulga, Austral, Plaza&Janés), el paso siguiente serán los libros prohibidos, que no eran precisamente pocos. Las críticas espontáneas a la Iglesia y a los latifundistas que “nos habían expulsado de Andalucía”, preparan el terreno del antifranquismo radical. Conozco a mi primer maestro, Francesc Pedra. Después, el paso a la militancia será cuestión de poco tiempo. Con el libro de bolsillo, emerge una lista amplia de editoriales avanzadas (Ciencia Nueva, Zero, Ariel, Alianza), que irrumpen en el escenario en contradicción con la censura y de las que seré un contumaz consumidor. Colocado ya en la caja de reclutas, solamente encuentro trabajo en el vidrio, en Fresquerías Pedret, un viejo centro cenetista. Conozco la CNT derruida que no me convence, y paso a engrosar las Comisiones Obreras que se reunían en la Iglesia de Sant Medir, en Sants, luego en las “juveniles” que se forman en el “Centro Social La Florida” donde, en octubre de 1967 daré una conferencia sobre el 50 aniversario de la Revolución de Octubre en la que, el principal referente era Isaac Deutscher.
En 1967, junto con un grupo de jóvenes trabajadores (en contacto con un estudiante que se hacía llamar “Vidal”, por Germinal Vidal, secretario de las juventudes del POUM muerto en las jornadas de julio en lucha contra los golpistas en Barcelona), ingresamos en un grupo llamado “Acción Comunista”. Entre el tropel de documentación que manejamos, nos atrae especialmente los referentes de Hugo Blanco, Ernest Mandel, así como la revista “Avant-garde”, que publican los de la JCR francesa. Hay una caída policial que afectará, sobre todo a veteranos militantes comunistas hostiles al “trotskismo”, y que cortara esta evolución bisoña que tuvo su momento de mayor entusiasmo durante las jornadas de mayo del 68 en Francia. En octubre de 1968 llego a Paris dejando la familia con la boca abierta y el corazón encogido.
Conozco a parte del exilio, en especial a los veteranos incombustibles del POUM (Juan Andrade, “Quique” Rodríguez, Mª Teresa García, Wilebaldo Solano), amén de algunos de los veteranos de la Cuarta Internacional. Entiendo que lo importante es volcarse en el activismo de la “Ligue”, todo en la Renault como operario. Seré “le camarada Jacques”, también comparto con Jaime Pastor y Lucía González la movida que desde la “Ligue” trabaja de cara a una sección española de la Internacional. París será pues, una gran aventura militante y cultural, un punto de inflexión en mi retrato de joven obrero con inquietudes. La LCR fue toda una escuela militante especialmente ilustrada, y entre sus muchos maestros, Daniel Bensaïd, que me ayudó a dar más importancia al aquí y ahora, que a la tradición, al culto por la historia, que me atraía por inclinación natural. En cuanto al cine, viví a cinco minutos a pie de la Filmoteca francesa liderada por Henri Langlöis, un personaje justamente homenajeado por Bertolucci en Soñadores. En diciembre de 1970 regresé a Barcelona gracias a una amnistía. Sin duda fue un nuevo comienzo, entre otras cosas porque ya no tengo la menor duda de que, más tarde o más temprano seré testigo de la caída de la “dictadura asesina”, que era como la nombraba la LCR en sus fulgurantes y voluntariosas manifestaciones “ejemplares”.
En los setenta, todo se mueve, pero mucho más deprisa. El servicio militar transcurre durante casi año y medio, primero, en Campo Soto, San Fernando, Cádiz, y lo demás en Ceuta, uno de los restos de la ocupación colonial. Es un tiempo de aventuras mutantes bastante singulares, de conocimiento de las miserias morales del “ejército”, la “columna vertebral de la Patria”. Con ropa de solado me entero por el diario “Madrid” que se ha creado la LCR, y al poco de regresar, totalmente descolocado por cuatro años de ausencia, me encuentro con un cisma que dará lugar a dos “ligas” (al tiempo que anima a otros fraccionamientos menores todos “auténticos”). Trabajo en lo que cae hasta que encuentro un hueco en unas oposiciones a la Seguridad Social, con un horario intensivo, cerca e casa y con posibilidades de salidas.
En esta época, el 11 de septiembre de 1973, tiene lugar el asesinato de la Unidad Popular chilena a cargo de una banda armada y sin escrúpulos guiada por un entramado internacional llamado Trilateral, pero en abril de 1974 irrumpe en el escenario la más imprevista de todas las revoluciones, la portuguesa. Parece obligado dedicar bastante tiempo a reuniones y más reuniones, las mías eran llamadas “de dirección”, una actividad que no me cuadraba para nada. En medio de todo, me busco al mismo tiempo un espacio en el movimiento vecinal del barrio, en la Asociación de Vecinos de Pubilla Casas, que, liderada por un frente amplio de anarquistas y trotskistas que, en la práctica, han aprendido a desbordar el reformismo y su política de alianzas. Pongo un pie en la agrupación de la editorial Fontamara, la misma que reeditará a los clásicos antiestalinistas, y a la nueva hornada de teóricos marxistas abiertos con Mandel en primer plano, pero también a muchos otros, en particular “herejes” del pensamiento y de la literatura. Será una época activismo febril, sin idea del tiempo, ni de la amplitud de las regiones. Por ejemplo, cuando se celebraban, los comités centrales podían durar tres o cuatro días, perdidos allá en una vieja ermita, o en una casa de campo con alguna disparatada coartada. Después de apostar por mantener la línea rupturista que se dará de bruces con la realidad en 1977, formo parte del sector de la Liga Comunista que opta por la reunificación. Cuando esta llega, el optimismo parecía justificado, todavía se habla de crisis del sistema y de queda fase revolucionaria. En realidad, se mide el movimiento por lo que había sido, y no por lo que se estaba convirtiendo. En el tiempo que sigue, el duelo entre rupturistas y reformistas en los movimientos, se decanta rotundamente a favor de los segundos. En especial del PSOE que hasta entonces no había ocupado ningún espacio señalado en la clandestinidad. Ganan en el terreno electoral por supuesto, pero también en los sindicatos. Con los Pactos de la Moncloa se cierra un periodo de protagonismo central del movimiento obrero y social.
En Comisiones Obreras se inicia la marcha hacia atrás, y desde los despachos se irán desmontando los núcleos de autonomía y democracia obrera. En 1980, dejo de vivir en L´ Hospitalet donde había llegado veinte años atrás. Este sería igualmente, un final de época durante el cual el cual, uno parecía haber extraviado mi estabilidad emocional. La timidez me pesaba como una mala enfermedad, y me estaba provocando brotes depresivos cuya posible gravedad me perturbaba. Era cuando aceptaba bastante mal cualquier ironía sobre mi estado mental. En ello influía sin duda la percepción bastante clara de que estaba siendo testigo del desmoronamiento del principio esperanza. No obstante, conoceré un final feliz. Encuentro una chica que me gusta y me quiere. Después de escribir muchas notas en la prensa ciclostilada, publico mi primer libro. Ni que decir tiene, es un ensayo biográfico sobre Trotsky. Dudo que hubiera estado en condiciones de hacer otra cosa, y menos sin ayudas como la que me prestó Eduardo Rojo, un franciscano medio anarquista, luego devoto de Gaudí y de su obra.
Los ochenta señalan el fin de la ola de los mayos animados por la juventud obrera y escolarizada. Será la última oleada de grandes movilizaciones sociales que conmoverán en contra de las antiguas formaciones tradicionales, pero el viejo mundo solo cambiara muy parcialmente aunque la crisis se instala en el Este. El 23-F es coincidente con la creciente imposición de una restauración conservadora, la misma que mostrará toda su crueldad en Centroamérica. Sin embargo, las campañas de solidaridad serán muy insuficientes. Lo que antes se había llamado el “fascismo exterior” made in USA (en Cuadernos para el diálogo) se está haciendo “aceptable” en medio del descrédito creciente del “imperio soviético”, mejor morir en Nueva York que en Moscú dirá Felipe desde su irresistible ascenso. Con las victorias de los “nuevos conservadores” (Reagan, Thatcher, Kohl, etc), armados de una nueva estrategia ofensiva contra el “imperio del mal” (unos angelitos en comparación con lo que ellos representan), se abre una nueva fase histórica en la que todavía estamos, pero ahora bao el signo de la desolación y un creciente desprestigio.
Aquí la estrategia se traducirá a través de la izquierda verdaderamente existente –el PSOE siguiendo las trazas del modelo bipartidista alemán-, que se justifica como una vía europea frente a un pasado que siempre será peor, y una absurda alternativa ya que el modelo soviético es más bien un antimodelo que ni tan siquiera convence a los convencidos. Por Europa se interpreta el “Estado del Bienestar”, cuyos logros reformistas que se dan por sentados cuando, en realidad, ya comenzaban a entrar en crisis. En nombre de esta “vía centrista”, se impone con la ayuda de la policía un desmantelamiento industrial, el aumento del paro y una espiral de precarización laboral. Ya hemos llegado a donde hay que llegar, no había donde ir. Se da un creciente menosprecio hacia el “tercermundismo, entendiendo como tal el atraso y el provincianismo franquista, y en nombre de lo moderno, se desactivan cada vez los movimientos. Las ideales socialistas y democráticas-radicales son sustituido por lo “que es viable”. Se vive al día, a disfrutar que son cuatro días, no me calientes la cabeza con discursos y con tus “batallitas”. A la izquierda militante le espera una nueva travesía del desierto. En este cuadro, no puedo negar que a mi me tocaron –sin exagerar- los mejores años de mi vida. En primer lugar porque me siento querido y pruebo las mieles de un intercambio amoroso gratificante. Además, seguía manteniendo el mismo elan vital de antes, incluso más porque, según me decían los “colegas”, estaba “mejor follado”. Parecía que la vida me hubiera descontado diez años por los atrasos sufridos en la maduración. Ahora la vida casera fue adquiriendo contornos cada vez más atractivos. Ya apartado de mi “wilaya” vecinal, prioriza las actividades de la escritura aunque mantuve –ocasionalmente- mantuve un pie al servicio de causas como la de los jubilados al lado de Pedra, colaborando en campañas como la antiOTAN, la de Nicaragua o Sudáfrica (especialmente).
En la Sanidad, todavía hicimos algunas huelgas de las duras. Esto sin olvidar la aventura de “El Diario de Barcelona” en su fase más “autogestionaria”, y una considerable labor divulgativa que se concreta en todas las revistas de historia del país, en los “Cahiers León Trotsky”, y en el periódico y revista de la LCR. Tomo parte activa en la creación e impulso de la Fundació Andreu Nin que durante un tiempo, despliega una actividad considerable. Como no podía ser menos, el final de la década empero, conlleva otro punto final. En agosto de 1990, Carmen me revela su hartazgo del curso que había acabado tomando una relación en la que yo me había dejado llevar por la rutina, y en la que la subestimaba. Me descubría algo tan cierto y elemental como que el amor, como ocurre con la tierra, es para el que lo trabaja, y ella ya estaba trabajando otro. El momento es coincidente con el estado depresivo que me provoca un ascenso neoconservador que, según sus heraldos (sobre todo los de la infame colección de los “arrepentidos”), parece destinado a reinar por mil años. Todo aquello me llegaba como una ducha helada que recibía desde el primer acto de la mañana, consistente este en la lectura de “El País” (u otros diarios no menos “independientes”) que bajaba a comprar a la plaza de Sants antes de desayunar desde nuestro flamante piso nuevo donde casi me había recluido para militar con la máquina de escribir. Fue por estas fechas que me enteré que había una cosa que llamaban “ordenador”.
Los noventa comienzan bajo el signo de la desolación personal y general. Intervengo en la plataforma contra la primera guerra de Irak que España apoya porque –según el ministro de Asuntos Exteriores cuando en realidad lo es de la guerra-, los españoles vivíamos demasiado bien, y eso es lo que importa. Las actividades no dan en absoluto, los resultados apetecidos. Me viene a la cabeza una charla contra la guerra en la Universidad Autónoma de Barcelona, sin apenas asistencia. La unificación entre el MC y la LCR, que habían liderado la campaña antiOTAN, y buena parte del activismo del momento, por ejemplo una dura izquierda sindical en comisiones da lugar a un fiasco, y la propia Liga se desploma, “implosiona” según término acuñado por el paisano Kemal, y quedan pedazos aquí y allá. Me arrimo al de Barcelona, con un grupo de antiguos combatientes todavía en liza. También la Fundació entraría en crisis, los veteranos poumistas mueren, y a los actos no acude casi ningún joven. Se estrechan los márgenes de publicación en las revistas, los temas de historia social cada vez parecen interesar menos.
Entonces trato de buscar salidas en temas periféricos como el arte, en particular con el surrealismo, pero tampoco resulta. El campo editorial de izquierdas ya estaba en crisis desde tiempo atrás, pero ahora casi desaparece. Hasta cumplir los 40 fui celebrando los aniversarios, pero luego, ya no sentí igual, el pesimismo, y la sensación de anquilosamiento me corroía. Tenía que animarme previamente, decirme, conmigo no podrán, y sacar pecho. Comienzo una nueva relación, una nueva aventura emocional. Juntamos dos separaciones (a cual más traumática), y dos mundos que, tanto en el caso de ella como en el mío, tiene muy poco que ver con la aventura anterior, pero ponemos todas la carne en el asador, por entusiasmo que no quedara.
En 1991 nos instalamos en una hermosa casa en Sant Pere de Ribes, en el Garraf, con lo que consigo cumplir el sueño de vivir en un pueblo, con espacio, silencio, animales, y un paisaje agradable a la vuelta de la esquina. Pero el pueblo esta vida también me aleja considerablemente del lugar de trabajo (tenía que madrugar al máximo, coger un bus, el tren y luego el metro, y aún así, llegaba tarde). Y claro está, de la vida cultural y política. Durante casi toda la década apenas si publico algún compendio, y los artículos en las revistas y diarios se van espaciando, había que tensar la cuerda para que colocar trabajos sobre la Comuna o Panait Istrati, por citar un par de ejemplos. En la segunda mitad de la década, trato de insertarme en la vida local, y lo más próximo era Iniciativa per Catalunya (IC) en la misma época que algunos restos del naufragio se inserta en Izquierda Unida (IU), de la mano de Julio Anguita. Entre 1995 y 1999 dedicó buen parte de mi tiempo libre a los menesteres locales, hasta ocupo el cago de “regidor” de Urbanismo en una colación con la CUP local, la UM9, todo para hacer de puente con las nuevas generaciones. La mayoría pasamos de IC hacia EUiA, pero la apuesta de Anguita será derrotada, no hay espacio, hay que re-construirlo. Pero esto no era para nada fácil, de una lado estaban los veteranos a los que les cotaba dios y madre hacerse una composición de lugar, y los jóvenes eran muy pocos, y los obstáculos pudieron más que los alicientes. En un pueblo que cree sobre la base de un nuevo vecindario cada vez más ajeno a lo local, la marca registrada del PSC-PSOE, arrasa en las elecciones municipales. Pero también hubo páginas felices.
El éxito de Tierra y Libertad (como extensión del combate contra el thatcherismo de su autor, el colega Ken Loach). Compruebo una y otra vez que en las salas repletas, más de la mitad son jóvenes. Esos jóvenes que reanimaran el movimiento por la “memoria histórica” que resurge, y también, por supuesto, los de la “batalla de Seattle”, acto que inaugura un nuevo giro en el curso de la historia social. Conecto con “El Viejo Topo” que –simbólicamente- acaba de reaparecer, y consigo de nuevo publicar. Entrego unas “memorias” (con muchos olvidos) que será como una recapitulación generacional. Sus defectos y problemas no impedirán el inicio de una nueva fase que será tan personal como colectiva ya o habría tenido el suficiente ánimo de escribirlo y de llevarlo adelante, sin la presencia ya activa de un nuevo grupo de jóvenes que miara hacia atrás, hacia la LCR española, y hacia adelante, hacia la “Ligue” francesa que, al igual que la Liga portuguesa, está fraguando una nueva fase en la contestación general. Todo estaba cambiando, y hasta me sentía joven de nuevo.
En la última década, puedo apreciar un giro. Lentamente, todo comienza funcionar de nuevo, eso sí, bajo otra dinámica. Ya no estamos en la batalla de la “guerra fría”, ahora el capitalismo reina sin una oposición organizada, al menos como las de antes.
El altermundialimismo confirmara mucho más de lo previsto la gravedad de la crisis sistémica, sobre todo en el terreno de la ecología, y la historia parece haber puesto el acelerador. El “no hay alternativa” de la Sra. Thatcher -quien nunca olvidó que los servicios que el neoliberalismo debía a Pinochet no tenían nombre-, se podía traducir perfectamente por un no hay futuro, el modo de vida americano (que Bush senior considera como el “natural”) y la sostenibilidad de la tierra llevan lógicas opuestas.
Los desastres naturales de los más diversos tipos, se instalan en los informativos, y en nombre la crisis, el gran dinero acentúa su “guerra social” contra los de abajo. Pero también se revela la profundidad de la descomposición del movimiento obrero y de la izquierda tradicional…Pero se trataba solamente de empezar.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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