domingo, diciembre 18, 2016

Juan Dal Maso: “Entendiendo a Gramsci, entiendo más a Trotsky”



Entrevistamos al autor del libro “El marxismo de Gramsci”, donde propone una lectura sobre los clásicos Cuadernos de la Cárcel del comunista italiano.

Es un joven intelectual y dirigente del PTS que actualmente reside en la zona del Alto Valle de Río Negro y Neuquén. Desde hace más de una década viene estudiando el pensamiento de Antonio Gramsci y sus aportes al marxismo. Es un lector cuidadoso de los Cuadernos de la Cárcel, quizá el mejor lector de su generación en el país, de la enorme elaboración del revolucionario italiano. Un trabajo que requiere también un amplio universo de lecturas de textos de Marx, Lenin, Trotsky y del extenso espectro de los estudios gramscianos.
Acaba de publicar El marxismo de Gramsci. Notas de lectura sobre los Cuadernos de la Cárcel (Ediciones IPS, 2016), donde sistematiza gran parte de sus reflexiones en torno a la obra de Gramsci, publicados en revistas como Luchas de Clases, Estrategia Internacional e Ideas de Izquierda en el marco de los debates del Partido de los Trabajadores Socialistas y su corriente internacional.
Otras entrevistas y reseñas dieron cuenta del contenido general del libro, sus aportes esenciales, así como las notas biográficas de Gramsci. El objetivo de este reportaje, un poco más extenso, es repasar y explicar con algo de mayor profundidad las principales definiciones. Puede ser útil para introducir y acompañar la lectura de un libro que no es un "Gramsci para principiantes", pero tampoco es inaccesible a todo aquel que con una lectura sistemática y un poco de curiosidad se proponga su estudio.
En ese sentido, explica de manera sencilla conceptos filosóficos que pueden "asustar" al lector novel por la prepotencia de su aparente complejidad nominal, como la "traducibilidad de los lenguajes" o la "nueva inmanencia". Sobre el primero afirma que en Gramsci: “Lenguajes que expresan realidades históricas distintas, pero que responden a un nivel de desarrollo histórico análogo tienen equivalentes y toma esa idea de la filosofía clásica alemana como una expresión del mismo movimiento de la Gran Revolución Francesa, pero en el plano de la teoría”. Explica que Gramsci usa esta idea para pensar la relación sintética entre los tres componentes clásicos del marxismo (la política francesa, la filosofía clásica alemana y la economía política inglesa) y el carácter inmanente del marxismo como nueva síntesis, lo que no quiere decir un sistema “cerrado”.
Sobre la concepción del Estado, retoma la categoría de Estado Integral, reinstalada en la tradición del marxismo. Desde esta noción, debate con la lectura superficial (e interesada) de los que hacen de Gramsci un mero “consensualista" y no toman nota que “una persona que está presa en las cárceles de Mussolini es muy difícil que esté pensado en llegar al socialismo, ganando consenso en la sociedad civil”. El Estado en su sentido integral, según Gramsci “es dictadura + hegemonía, no sólo el aparato de represión y tampoco es (sólo) el consenso de la sociedad civil: el nivel de proporción de cada uno de esos polos depende la situación histórica concreta”.
En este mismo terreno polemiza con el libro del marxista inglés Perry Anderson (Las antinomias de Antonio Gramsci) al que reivindica como un pionero de la crítica por izquierda a una interpretación eurocomunista (reformista) del revolucionario italiano, pero que “quizá compra mucho la afinidad entre Gramsci y las posiciones eurocomunistas”.
La articulación entre la Teoría de la Revolución Permanente de León Trotsky y la Teoría de la Hegemonía de Gramsci también es retomada en el intercambio. El origen común de ambas, los errores de cierta lectura de Gramsci y las convergencias que existen más allá del aparente enfrentamiento. “La relación de las dos teorías desde el ángulo de lo que sería la dinámica de la revolución en un país de tipo metropolitano es un tema que no está agotado para nada", asegura. "Gramsci tiene una visión ambivalente de la Teoría de la Revolución Permanente porque, por un lado, la rechaza en términos de que es una teoría abstracta de Trotsky (…) pero, por otro lado, Gramsci rescata la permanente en Marx, recupera que Lenin la llevó a la práctica garantizando la unidad de la clase obrera con los campesinos ‘con hegemonía de la clase urbana’ y señala una relación de continuidad entre hegemonía y revolución permanente”, asevera Juan, separando las distintas interpretaciones.
Con respecto a la oposición binaria entre "guerra de posición" y "guerra de maniobra" explica que, la primera, significa en Gramsci todas las luchas políticas de tipo acumulativo y la segunda, la insurrección y la guerra civil; la relación entre ambas es mucho más compleja en los Cuadernos que aquello que la vulgata “gramsciana” planteó en tantas oportunidades.
En concordancia con esto último, explica el concepto de "revolución pasiva", una categoría controvertida, pero que "tiene como punto bueno: permite comprender de qué manera se recomponen los poderes estatales en determinados momentos de crisis, asumiendo las demandas desde abajo pero distorsionando su sentido más profundo, revolucionario".
Para Dal Maso, la metáfora de El Príncipe (tomada de Maquiavelo) y el tipo de partido político que Gramsci proponía, eran útiles para analizar "tanto la cuestión del partido como el rol de la política en el marxismo" y tiene en los Cuadernos muchos matices: van desde el "partido-proceso", al partido que "debe jugar un rol de policía" o las lecturas del tipo "partido-educador". Pero no hay que dejar de identificar el momento político-militar que posee mucha centralidad en textos nodales de Gramsci. Explica, en este punto, la polémica con Peter Thomas, autor del libro The Gramscian Moment y sus concepciones en torno a esta cuestión que derivan en el apoyo a las “nuevas izquierdas” neoreformistas.
"El hincapie en la cuestión nacional es algo que le juega en contra (a Gramsci NdR) para establecer un nexo más acorde al que establece la teoría marxista entre la política internacional y la nacional", afirma Juan a la hora de señalar los aspectos más débiles de las elaboraciones de Gramsci; así como la imposibilidad de ver en toda su magnitud el proceso de burocratización de la URSS y las consecuencias de estas falencias para las disputas políticas y estratégicas.
Finalmente, fundamenta la necesidad del estudio de Gramsci, autor que hizo grandes aportes a la teoría marxista que no pueden desdeñarse por el abuso de tantos de sus presuntos "seguidores" y porque "el marxismo es un cuerpo de ideas y no el patrimonio de una iglesia".
En la revista Ideas de Izquierda hemos elaborado en común con Juan algunos artículos cuyas ideas luego amplió y volcó en capítulos del libro. El lugar de co-autor "oculto" de algunos de esos capítulos (afirmación que hace en la entrevista) es todas luces una exageración (igualmente agradecida). Lo que sí se ajusta a la realidad es que unos cuántos años de diálogo, más o menos desordenado, nos han permitido fortalecer las posiciones mutuas para la polémica teórica y política, alentar el esfuerzo por pensar con la propia cabeza, además de trabar una amistad. La entrevista es una continuidad de esas conversaciones, con el cuidado de las formas convencionales que la ocasión requiere.
En un año de excesiva primacía de la política (o de la politiquería) es un buen ejercicio virar hacia los debates teóricos. Porque, parafraseando a Goethe, el árbol de la vida es verde pero su vitalidad y tonalidades serían difíciles de explicar e interpretar sin el trabajo de la gris teoría, cuya elaboración requiere -valga la redundancia- una labor gris y cotidiana que no siempre "brilla" a la altura del esfuerzo puesto en su elaboración. Para aportar a ese equilibrio, La Izquierda Diario entrevistó a Juan Dal Maso y recomienda la lectura de El marxismo de Gramsci.

Fernando Rosso @RossoFer

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