jueves, diciembre 22, 2016

Pactan en Moscú el reparto de Siria



Durante cinco años, la oposición a la dictadura de Bashar al-Assad descansó en el apoyo financiero y militar de la coalición sunnita formada por Turquía, Arabia Saudita y Qatar. Estableció su sede en Ankara y aprovechó el acceso que le brindaba la frontera de Turquía con Siria para obtener suministros de materiales y el ingreso de asesores militares. Turquía propició y financió el ingreso de Al Nousra, una fracción de Al Qaeda, en el norte de Siria y el este de Alepo, como lo había venido haciendo, a la vista de la Otan, con Isis -Estado Islámico-, que se alojó en un vasto territorio de ese país contiguo a Irak. El propósito declarado del gobierno turco era el derrocamiento de al-Assad. Esto explica que la intervención de Rusia, en septiembre de 2015, agudizara la confrontación entre el turco Erdogan y el ruso Putin, incluyendo el derribo de un avión militar de Rusia. El 21 de diciembre, estos enemigos reconciliados desde hace un largo par de meses, se reunieron en Moscú para organizar el reparto de Siria. Al canciller de Obama, John Kerry, no le mandaron ni una tarjeta navideña. Los combatientes laicos de la oposición a la dictadura le han hecho pagar muy caro al pueblo de Siria su sometimiento político a los Estados reaccionarios de la región y a la Otan.
Uno de los factores principales del viraje de Turquía hacia Rusia fue el progreso en el norte de Siria de la milicia kurda YPG, apoyada con armas y asesores por la alianza atlántica, para combatir a Isis. El Kurdistán abarca el 20% del territorio de Turquía; ha instalado un gobierno autónomo en el norte de Irak, que limita con el sur turco, y está presente en Irán y en franco progreso en Siria. La unión y la independencia nacional de las poblaciones kurdas son la pesadilla de Erdogan, y también el pretexto para instalar en Turquía un régimen de mano fuerte contra las luchas crecientes de los trabajadores, la juventud y la mujer en su propio país. Erdogan han enviado tropas al norte de Siria, con la justificación de combatir a su apadrinado Isis, y lo mismo a Mosul, en Irak, para que la ciudad no caiga en manos de las milicias kurdas -conocidas como Peshmergas. Ahora, en Moscú, se ha sentado a la mesa con Putin y el gobierno de Irán, para canjear el retiro de Alepo por un derecho de supervisión directa sobre el norte de Siria. Todo esto adornado con una declaración que promete la “unidad territorial” de Siria, que es exactamente lo que han acordado violar.
Los yanquis han quedado afuera, precisamente por esto. Como le dijo un vocero de Obama al portal Zero Hedge: “Hemos dejado que nuestras diferencias con Turquía acerca de los kurdos y nuestros puntos de vista sobre la parte norte de Siria crearan grietas que los rusos han sabido explotar”. Erdogan obtuvo el aval de Putin para proseguir con la operación “Escudo del Eufrates”, que apunta a desalojar a los kurdos de Siria. Clarísimo: el norte de Siria quedará ahora bajo supervisión político-militar de Erdogan, en claro choque con el planteo que alguna vez hizo Bashar al-Assad de reconocer una autonomía kurda en el norte, en el marco de una “Siria federal”.
El reparto de Siria no arregla nada y constituye una advertencia seria para los movimientos nacionalistas que pelean contra el régimen sionista, por ejemplo Hezbollah, que en cualquier momento será acorralado por nuevos pactos para “pacificar” la región. La entrada de Turquía en la mesa de los enjuagues es una suerte de garantía para Israel, con el que comparte intereses estratégicos. Putin ya arregló con Netanyahu una vigilancia compartida de la zona del Golan y el derecho a ataques preventivos contra lo que entienda como insinuaciones de agresión,
El “arreglo” moscovita augura un agravamiento de los choques militares entre Turquía y las organizaciones kurdas en todos los escenarios pertinentes. Trump, para colmo, ya se comprometió a apoyar una independencia de la región kurda en Irak, que es petrolera; Erdogan, en cambio, arregló con Putin la prosecución del proyecto de oleoductos de Rusia a Europa, conocido como “Southstream II”, para dejar afuera el tránsito del combustible por Ucrania. En este contexto de contradicciones violentas, las alianzas que se prometan y las que se firmen no durarán un suspiro, como ya viene ocurriendo. A nadie le pasó desapercibido que los pulpos petroleros se han quedado con la parte del león del gobierno montado por el evasor serial de impuestos que va a asumir pronto en Estados Unidos.
El atentado de un funcionario policial turco contra el embajador ruso en ese país, lejos de ser solamente un episodio de terrorismo, marca una tendencia a convertir la crisis política en Turquía en una guerra civil. Turquía, que aloja una enorme base nuclear de la Otan, se encuentra con sus fuerzas armadas divididas por la presión de Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea. Ya hubo una tentativa de golpe; el reparto de Siria se ha pactado con Erdogan, de modo que el asesinato del embajador de Moscú es un tiro por elevación al conjunto del régimen.
Nosotros, el Partido Obrero, planteamos la autonomía nacional de todos los Estados y pueblos del Medio Oriente, el derrocamiento de sus monarquías y dictaduras, la expulsión del imperialismo bajo todas sus formas y el establecimiento de una Federación Socialista de repúblicas de trabajadores.

Jorge Altamira

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