martes, febrero 28, 2017

A 100 años de la Revolución Rusa: lecciones para los trabajadores



Una de las lecciones más importantes de la revolución rusa para los trabajadores y oprimidos del mundo es la necesidad de construir un partido de trabajadores con plena independencia de los empresarios y en ruptura con el capitalismo.

La prensa internacional de orientación conservadora ha iniciado una serie de artículos de opinión acerca del acontecimiento político más importante del siglo XX: la Revolución Rusa. El lector puede acceder a ellos en el diario El País, El Mundo, e incluso en la prensa patronal chilena como El Mercurio y La Tercera. El objetivo de los artículos es demonizar y deslegitimar lo que fue la primera gran revolución proletaria triunfante.
En el diario El País de Estado Español se entrevistó a uno de los sovietólogos burgueses más reaccionarios y conservadores acerca de la revolución rusa. Asesor del imperialismo norteamericano, miembro del Consejo de Seguridad Nacional del gobierno de Ronald Reagan, Richard Pipes afirmó que: “La Revolución Rusa fue uno de los sucesos más trágicos del siglo XX. No hubo absolutamente nada positivo ni grandioso en aquel acontecimiento. Entre otras cosas, arrastró a la humanidad a la II Guerra Mundial. Los sóviets establecieron un régimen de terror sin precedentes”. (Ver: http://cultura.elpais.com/cultura/2017/01/27/babelia/1485532487_550316.html).
Al señor Pipes le van a seguir dando una tribuna en la prensa burguesa internacional. Estas afirmaciones son la muestra del terror y el miedo que en la actualidad todavía tienen las grandes clases propietarias a la abolición del derecho de propiedad privada de las empresas. Precisamente, la revolución rusa fue eso: el mayor acto de transgresión al derecho de propiedad privada de los medios de producción llevado a cabo por los obreros y campesinos.

Lecciones para vencer en el siglo XXI

No solo los empresarios y sectores conservadores de la sociedad tienen derecho a extraer lecciones de la revolución rusa. Los trabajadores del mundo también tienen ese derecho. Más aun en una época donde los capitalistas se hacen cada vez más ricos y sociedades enteras se hacen cada vez más pobres. Los explotados y oprimidos del mundo tienen mucho que aprender de las revoluciones para vencer en sus demandas. Desde un punto de vista crítico, la revolución rusa tiene mucho que enseñar a los trabajadores.
La acción de los obreros, soldados y campesinos organizados en soviets fueron el motor del proceso revolucionario de 1917. Pero sin la existencia del partido bolchevique los soviets no habrían asegurado el poder para los explotados y oprimidos en contra de los grandes propietarios y capitalistas.
El bolchevismo nos dejó la lección de que es necesaria la construcción de una herramienta política para los trabajadores en el siglo XXI, con plena autonomía de las variantes empresariales. En el Petrogrado revolucionario de 1917 hubo una serie de partidos que participaron de los soviets. Sin embargo, el bolchevismo terminó predominando por sobre el resto al interior de estos. ¿A qué se debió esto?
El partido bolchevique fue sustancialmente un partido de trabajadores urbanos y organizador de los mismos. Se introdujo en profundidad en cada lugar de trabajo y en cada organismo que agrupó asalariados, tales como: comités de fábrica, sindicatos, secciones obreras locales de los soviets y guardias rojas.
La organización política de la vanguardia de la clase trabajadora constituye el pilar de la estrategia bolchevique y de lo que se conoció como leninismo. Si el bolchevismo tuvo éxito frente a los demás partidos revolucionarios es porque tuvo un programa político con objetivos estratégicos claros y sin ambigüedades. Supieron comunicar con simples palabras un programa político de ruptura con el capitalismo de y para los trabajadores con plena independencia de los empresarios y grandes propietarios.
La claridad del programa bolchevique y su obstinada convicción de que había que conquistar la mayoría de la clase trabajadora, es lo que les permitió erigirse como el principal partido revolucionario de los soviets del Norte de Rusia. A diferencia de los demás partidos socialistas o de la izquierda rusa, los bolcheviques plantearon con absoluta claridad que las demandas del pueblo trabajador se obtendrían sin el apoyo de los empresarios y su gobierno. La emancipación de los trabajadores vendría de la transformación del capitalismo en una nueva forma justa de producción y distribución de bienes y servicios: el socialismo.
Los bolcheviques agitaron y comunicaron una y otra vez a los trabajadores y soldados en los soviets que había que terminar la guerra, entregar la tierra a los campesinos y reconocer todos los derechos laborales de los obreros, en particular la jornada laboral de ocho horas. Estas demandas, por más simples que parezcan al lector, obligaban a los demás partidos de trabajadores y socialistas a entrar en directo conflicto con el gobierno provisional nacido en febrero de 1917.
Los bolcheviques mostraron una firme disposición política a enfrentar al gobierno si este no respondía a las demandas de los trabajadores. Como es sabido, el gobierno provisional no fue capaz de responder ante estas demandas debido a su alianza con las clases empresariales y las potencias imperialistas que querían que Rusia continuara en la guerra. Como no lo hizo, perdió legitimidad en las masas explotadas y se llevó consigo a la ruina a los demás partidos soviéticos: mencheviques y socialistas revolucionarios. Este último se partió por la mitad y un sector se unió a los bolcheviques.
Eso es lo que hace falta en el siglo XXI. Construir partidos de trabajadores con una estrategia anti capitalista clara que permita a los trabajadores y descontentos con el neoliberalismo imponer su voluntad sobre los capitalistas y sus Estados, y de ese modo construir una nueva sociedad.

Vicente Mellado
Licenciado en Historia U.Chile, y Director del Centro de Estudios de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (CEFECh)

Ricardo Lorenzetti, el juez que le tiene miedo a los libros



La periodista Natalia Aguiar contó que El señor de la Corte fue retirado de las librerías apenas publicado. En 2010 algo similar sufrió un libro del rosarino Carlos del Frade. ¿Censura suprema?

Este fin de semana la abogada y periodista especializada en asuntos judiciales Natalia Aguiar denunció a través de las redes sociales que El señor de la Corte, su libro recién publicado por Ediciones B, a poco de llegar a la librerías de Buenos Aires desapareció. Pero no porque se haya agotado en la venta, sino por razones menos agradables.
“La venta del libro El señor de la Corte (pese a la demanda) fue suspendida en las librerías de todo el país. Censura... ¿una vez más? ¿Qué razones tendría @rlorenzetti para frenar una investigación periodística? La respuesta las dan las páginas del libro que desde ayer nadie puede comprar y compromete al presidente de la Corte Ricardo Luis Lorenzetti... por lo menos, a dar explicaciones ante el Senado de la Nación. Sin prensa libre no hay democracia. Inquietante...”. Con esas palabras expresaba su bronca Aguiar por Facebook apenas enterada del retiro de los ejemplares de las librerías.
Las 400 páginas del libro recorren la historia y el presente del presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Según contó la autora a Carmen de Carlos, corresponsal en Argentina del diario español ABC y escritora del prólogo del libro, la investigación cuenta “irregularidades millonarias en la administración de los presupuestos del Poder Judicial que maneja exclusivamente Lorenzetti, adjudicaciones reiteradas de obras públicas a constructoras que no cumplen, compras y modificaciones de software, incluido el electoral, que deja al desnudo y hace vulnerable de alteración los resultados de las elecciones”, entre otras cuestiones.
Según la explicación de Ediciones B, el libro fue retirado de los comercios en los que había sido distribuído por “problemas de impresión”. Sin embargo la autora asegura que hasta el momento ningún lector de los que alcanzaron a conseguir un ejemplar antes del retiro apreció problemas ni le hizo saber de ninguna irregularidad. Por eso, afirma que esa excusa, por ahora, “no se sostiene porque los ejemplares vistos están en perfecto estado”.
Aunque sí hubo una irregularidad, y nada leve. El prólogo del libro (escrito por Carmen de Carlos) no fue publicado. Según le informó la editorial a la autora, se debió a un error. Pero Aguiar desconfía de la explicación, ya que es muy curioso que una editorial tan importante “se olvide” de incorporar en un libro importante esa parte importante.
A lo anterior se suma la suspensión del lanzmaiento oficial de El señor de la Corte, que originalmente estaba programado para el próximo 16 de marzo.

Antecedente en Rafaela

Según publicó ABC, Natalia Aguiar se vio expuesta durante la investigación al “acoso y la extorsión” por parte de quienes vieron en su trabajo la posibilidad de que la imagen pública y cierto “prestigio” ganado en el ámbito judicial queden manchados por archivos y testimonios.
Y viniendo de Lorenzetti, en verdad, lo que denuncia Aguiar no sorprende. Al menos no es la primera acusación de censura que recibió el presidente de la Corte.
En el año 2010 el periodista rosarino Carlos del Frade publicó una investigación titulada “La porfiada esperanza: la lucha de la Asociación Médica del Departamento Castellanos”, donde se detalla, entre otras cosas, el derrotero de Lorenzetti como abogado en su Rafaela natal durante las décadas de los 80 y 90.
Como contó el año pasado el mismo Del Frade en una entrevista a La Izquierda Diario, “Lorenzetti es hoy el que le da doctrina de ética, política y justicia a todos los argentinos. Pero fue, durante los años 90, el abogado de las prepagas del PAMI, las que saquearon la obra social más importante de la Argentina. Cuando la Asociación Médica con Departamento en Castellano denunció esto, comenzó a lloverle una seguidilla de juicios que terminaron desbancando a aquella comisión directiva que lo había denunciado a Lorenzetti. Los amigos de Lorenzetti se quedaron con la mutual de la Asociación Médica, y Ricardo Lorenzetti es hoy el presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación”.
El libro de Del Frade publicado en 2010 tuvo una tirada de 2.500 ejemplares. Pero nunca llegó a las librerías de Santa Fe y mucho menos a las Buenos Aires. “Solamente pudieron repartirse 500 que se quedaron en mano de los médicos de la anterior gestión que me había encargado el trabajo por el que cobré $ 7.500”, recordó en la entrevista el autor. Según las versiones más firmes recogidas por Del Frade, los otros dos mil ejemplares (destinados al mercado) estarían aún secuestrados en una habitación de la Asociación Médica de Rafaela.
Acoso y extorsión son dos términos que también se dijeron mucho en aquel entonces. De hecho antes de que su libro saliera a la calle, Del Frade fue invitado por el propio Lorenzetti a una reunión en los Tribunales de la Ciudad de Buenos Aires. Después de ese cónclave, contaría que en varias ocasiones escuchó una propuesta para que no escribiese el libro: “Siempre cuando aparecen estas cosas, a mí me dicen que por 40 mil dólares se pueden arreglar”, dice que le dijeron.
Contactada por este diario, Natalia Aguiar confirmó la denuncia por la desaparición de su libro de las tradicionales bateas de calle Corrientes y otras zonas de la Ciudad de Buenos Aires. Y agregó un dato inquietante: un reconocido periodista de Rafaela que la entrevistó para un medio local por la salida del libro, al concluir la nota tuvo una serie de problemas a los que identificó, sin dudar, con la realización de esa entrevista.

Daniel Satur
@saturnetroc

Los compinches de Trump



El presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, sostuvo ayer un encuentro con su homólogo de Estados Unidos, Donald Trump, en la Casa Blanca. Es el primer mandatario latinoamericano que se reúne con el magnate

Alejémonos para tener una visión más amplia de lo que ahorita ocurre en Washington. Las personas que ya poseen una porción absolutamente obscena de la riqueza del planeta, cuya parte crece año tras año –según el último conteo, ocho hombres son dueños de la mitad del mundo–, están empeñados en obtener más. Las figuras centrales en el gabinete de Donald Trump no sólo son ultrarricos, también obtuvieron su dinero causando daño a los más vulnerables del planeta y al planeta mismo, a sabiendas de que lo hacían. Parece que ese es un requisito para trabajar ahí.
Está el banquero-chatarra Steve Mnuchin, el elegido de Trump para ser secretario del Tesoro, cuya máquina de ejecuciones hipotecarias sin ley echó de sus hogares a decenas de miles de personas.
Y pasando de hipotecas chatarra a alimentos chatarra llegamos a quien Trump eligió para ser secretario del Trabajo, Andrew Puzder. Como ejecutivo en jefe de su imperio de comida chatarra, no le era suficiente pagar a los trabajadores un salario abusivo, con el cual no podían vivir. Varias demandas también acusan a su compañía de robarles salarios a sus trabajadores, al dejar de pagarles por su trabajo y horas extra.
(N de la T: Después de la publicación original de este artículo, Puzder se retiró porque no reunía los votos suficientes en el Senado para ser ratificado como secretario del Trabajo.)
Y pasando de la comida chatarra a la ciencia chatarra, ahí está la elección de Trump para secretario de Estado, Rex Tillerson. Como ejecutivo en jefe de Exxon, su compañía financió y expandió la ciencia chatarra y cabildeó ferozmente, tras bambalinas, contra acciones internacionales para combatir el cambio climático. En parte debido a estos esfuerzos el mundo perdió décadas, durante las cuales deberíamos de haber estado dejando nuestro hábito de consumo de combustibles fósiles; en vez, aceleramos enormemente la crisis climática. Debido a estas decisiones, innumerables personas en este planeta ya están perdiendo sus hogares, por las tormentas y los crecientes niveles del mar; ya hay quienes mueren a causa de las olas de calor y las sequías, y millones verán desaparecer sus tierras debajo de las olas. Como siempre, los más pobres, mayoritariamente negros y morenos, son los primeros y más afectados.
Hogares robados. Sueldos robados. Culturas y países robados. Todo inmoral. Todo con altas ganancias.
Pero la reacción popular era cada vez mayor. Y por eso esta pandilla de ejecutivos en jefe –y los sectores de los cuales provienen– estaban justificadamente preocupados de que la fiesta llegaba a su fin. Estaban asustados. Banqueros como Mnuchin recuerdan el colapso financiero de 2008 y las discusiones acerca de la nacionalización de la banca. Presenciaron el levantamiento del movimiento Ocupa y luego la resonancia del mensaje antibanquero de Bernie Sanders durante su campaña.
Jefes del sector servicios, como Andrew Puzder, están espantados con el creciente poder de la Lucha por 15 dólares (N de la T: movimiento por el pago de 15 dólares la hora), la cual ha ido obteniendo victorias en ciudades y estados en todo el país. Y si Bernie hubiera ganado en la sorprendentemente cerrada primaria, la campaña podría haber tenido un defensor en la Casa Blanca. Imagine qué tan aterrador es eso para un sector que depende de la explotación laboral para mantener los precios bajos y las ganancias altas.
Y nadie tiene más motivos para temer el ascenso de los movimientos sociales que Tillerson. Debido al creciente poder del movimiento global contra el cambio climático, Exxon está bajo fuego en todos los frentes. Los oleoductos que transportan su petróleo son bloqueados no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo. Las campañas de desinversión se esparcen como fuego, provocando incertidumbre en los mercados. Y en este último año la Comisión de Bolsa y Valores y varios fiscales generales estatales investigaron engaños cometidos por Exxon. Que no quede duda: las acciones contra el cambio climático representan una amenaza existencial para Exxon. Las metas de temperatura en el acuerdo climático de París son incompatibles con quemar el carbono que compañías como Exxon tienen en sus reservas, y que es fuente de su valor en el mercado. Por eso los accionistas de Exxon plantean preguntas cada vez más duras acerca de si están a punto de quedarse con un montón de acciones inútiles.
Este es el telón de fondo del ascenso de Trump al poder: nuestros movimientos comenzaban a ganar. No estoy diciendo que eran suficientemente fuertes. No lo eran. No estoy diciendo que estaban suficientemente unidos. No lo estaban. Pero definitivamente algo estaba cambiando. Y en vez de arriesgarse a la posibilidad de un mayor progreso, esta pandilla de portavoces de los combustibles fósiles, comerciantes de comida chatarra y prestamistas depredadores se unieron para asumir el control del gobierno y proteger su mal habida riqueza.
Seamos claros: esta no es una transición pacífica del poder. Es una toma empresarial del poder. Los intereses que desde hace mucho le han pagado a ambos partidos para que acaten sus órdenes, se cansaron de jugar el juego. Al parecer, todas esas cenas con políticos, todo ese adular y esos chantajes legales insultaban su sensación de ser poseedores de un derecho divino.
Así que ahora quitaron al intermediario e hicieron lo que todo mandamás hace cuando quiere que algo se realice bien: lo lleva a cabo él mismo. Exxon para la Secretaría de Estado. Hardee’s para la Secretaría del Trabajo. General Dynamics para la Secretaría de la Defensa. Y los tipos de Goldman básicamente para el resto. Tras décadas de privatizar a cachos el Estado decidieron ir por el gobierno. La última frontera final del neoliberalismo. Por eso Trump y sus nominados se ríen de las débiles objeciones a los conflictos de interés: todo es un conflicto de interés, ese es el punto.
¿Qué hacemos al respecto? Primero, siempre recordemos sus debilidades, hasta cuando ponen en práctica su crudo poder. La razón por la cual cayó su máscara, y ahora presenciamos un mandato empresarial sin disfraces, no es porque las empresas se sintieron todopoderosas; es porque les entró pánico.
Es más, la mayoría de los estadunidenses no votó por Trump. Cuarenta por ciento se quedó en sus hogares, y entre quienes votaron una clara mayoría lo hizo por Hillary Clinton. Él ganó dentro de un sistema muy amañado. Aún dentro de este sistema, él no ganó. Clinton y el establishment del Partido Demócrata perdieron. Trump no ganó con abrumador entusiasmo y grandes cifras. Ganó porque Hillary tenía números reducidos y falta de entusiasmo. El establishment del Partido Demócrata no creyó que fuera importante hacer campaña ofreciendo mejoras tangibles para las vidas de las personas. Prácticamente no tenían nada que ofrecer a la gente cuya vida ha sido diezmada por los ataques neoliberales. Pensaron que podían hacer campaña sólo con el miedo a Trump, y no funcionó.
Estas son las buenas noticias: Todo esto hace que Trump sea increíblemente vulnerable. Este es el tipo que llegó al poder diciendo la más atrevida y descarada mentira, vendiéndose como defensor del hombre trabajador, que finalmente iba a enfrentarse al poder e influencia empresariales en Washington. Una parte de su base ya tiene el remordimiento del comprador, y cada vez van a ser más.
¿Algo más a nuestro favor? Esta administración va contra todos a la vez. Hay reportes de un presupuesto de choque y temor: será recortado en 10 billones de dólares a lo largo de 10 años, reducirán todo, desde programas contra la violencia de género, para las artes, apoyos a la energía renovable, a la colaboración comunitaria en la seguridad. Queda claro que esta estrategia de guerra relámpago nos abrumará. Pero podrían terminar sorprendidos: podría unirnos bajo una causa común. Y si la escala de las marchas de las mujeres es un indicador, fue un buen comienzo.
Construir coaliciones robustas en tiempos de una política aislada es un trabajo duro. Hay dolorosas historias que deben ser enfrentadas antes de poder progresar. Además, buscar fondos y el activismo de celebridades suelen confrontar a la gente y los movimientos en vez de promover la colaboración. Sin embargo, las dificultades no pueden ceder el paso a la desesperanza. Cito un dicho popular de la izquierda francesa: Los tiempos exigen optimismo; guardemos el pesimismo para mejores tiempos. (“L’heure est à l’optimisme, laissons le pessimisme pour des temps meilleurs.”)
Personalmente, no puedo armarme de optimismo. Pero en este momento, cuando todo está en riesgo, podemos y debemos localizar nuestra más firme determinación.

Naomi Klein
La Jornada

A 80 años de Jarama, recordando al internacionalista irlandés Charlie Donnelly

Hace exactamente 80 años, un día como hoy, terminaba uno de los enfrentamientos más cruentos de la Revolución Española, la Batalla de Jarama. Se calcula que en total unas 17.000 personas perdieron la vida, 10.000 de ellos combatientes del bando republicano que lucharon hasta la última gota de su sangre para frenar el avance de las hordas fascistas de Franco, respaldadas por Hitler y Mussolini. De esos combatientes, 2500 eran internacionalistas que venían de distintos puntos del planeta para contribuir a una lucha que bien lo entendieron, era global. Uno de ellos, era el joven Charlie Donnelly (Cathal Ó Donnghaile en irlandés), poeta, socialista, republicano, muerto a la tierna edad de 22 años.
Charlie Donnelly nació el 10 de Julio de 1914 en un pequeño poblado rural en el condado de Tyrone, en el Norte de Irlanda, llamado Killybrackey, cerca de Dungannon. La rebelión corre profunda en las venas de ese territorio que eventualmente, en las décadas de 1980-1990, se convertiría en el corazón de la resistencia republicana en contra de la ocupación británica. Nació en una familia de siete hermanos, su padre era un pequeño comerciante. A temprana edad, Charlie se acercó a las letras. Estudiaba en la escuela de los Hermanos Cristianos en Dundalk, condado de Louth, cuando comenzó a colaborar en la revista Our Boys (Nuestros Muchachos) de los Hermanos.
Un año después de la muerte de su madre, acaecida en 1927, Donnelly llega a vivir a Dublín con su familia, en los sobrepoblados barrios populares del área de Mountjoy Square, donde las paupérrimas condiciones de vida que tuvo que presenciar, así como el contacto con miembros del ala izquierda del Ejército Republicano Irlandés (IRA) y del grupo socialista Saor Éire (Irlanda Libre), lo convirtieron en un rebelde, lo que le valió ser expulsado del colegio católico al que asistía. Después de haberse iniciado en el oficio de carpintería, logró entrar a hacer estudios universitarios en Historia, Irlandés, Inglés y Lógica, en UCD en 1931. Destacó como un prometedor poeta juvenil en diversas publicaciones literarias estudiantiles. Su actividad política, lo hicieron alejarse de sus estudios, a participar en numerosas actividades de agitación obrera y a enfrentarse a los Blueshirts (camisas azules) en interminables luchas callejeras. En 1934 participó en la formación del Congreso Republicano, que agruparía a los sectores socialistas del antiguo IRA, encabezados por Frank Ryan, George Gilmore y Peadar O’Donnell (cuyo nombre hoy es reivindicado por el Foro Socialista Republicano Peadar O’Donnell). Ahí Donnelly utilizó sus dotes literarias para contribuir en el periódico, llegando por sus dotes como organizador a integrar el Comité Ejecutivo Nacional de esta organización. En esta organización Donnelly también se enamoró de otra militante republicana, Cora Hughes. Luego de un breve período en la cárcel, en 1935 terminó por irse a Londres donde trabajó con la sección londinense del Congreso Republicano.
Dos años más tarde, convencido de que, como decía el anarquista español Buenaventura Durruti, “al fascismo no se le discute, se le destruye”, es que terminó junto a muchos de sus compañeros del Congreso Republicano uniéndose a las filas republicanas españolas para derrotar la sublevación fascista del general Franco. Otros irlandeses también llegaron a tierras ibéricas, los Camisas Azules, para apoyar al fascismo, liderados por Eoin O’Duffy –no debemos jamás olvidar que esta rama fascista en la política irlandesa, fue una de las vertientes que llevaron a la conformación del actual partido de gobierno de la República de Irlanda, Fine Gael. Donnelly había peleado con ellos en Irlanda, y siguió peleando con ellos en tierras ibéricas. Se unió en Enero de 1937 a la Columna Connolly que reunía a los combatientes republicanos irlandeses, comandados por Frank Ryan, columna adscrita a la XV Brigada “Abraham Lincoln”.
El 27 de Febrero, Donnelly participa en un ataque frontal hacia las posiciones fascistas en el Cerro Pingarrón, donde, según él mismo dijo, “hasta los olivos sangran”: ahí fue alcanzado tres veces por el fuego enemigo. Su cuerpo, recuperado por su camarada Peter O’Connor, terminó en una fosa común de combatientes republicanos internacionalistas. Hasta en su muerte, fue uno con sus compañeros de lucha.
En su memoria el grupo Amigos de las Brigadas Internacionales de Irlanda (FIBI), con el apoyo del Foro Republicano Socialista “Peadar O’Donnell”, realizaron un homenaje a este luchador, y a través de él, a los innumerables combatientes por la libertad y a la causa por la que vivieron y en muchos casos, murieron. El acto se realizó en Dungannon los días 24 y 25 de Febrero. Fue una ocasión para aprender, reflexionar, juntarse, recordar y explorar la historia mirando hacia el futuro. El primer día Feargal Mac Bhloscaidh y Tommy McKearney hicieron un recuento de la historia del movimiento obrero y del republicanismo de izquierda en Tyrone. El segundo día, se depositaron flores en el memorial a Charlie Donnelly en Killybrackey, para luego tener unas presentaciones sobre la vida de Charlie Donnelly, discusiones sobre el imperialismo en el siglo XXI a cargo de Eddie Glackin, Declan Bree y Patricia Campbell, discusiones sobre la construcción de una nueva república a cargo de Ciarán Perry, Thomas Pringle y la conocida luchadora de Derry, Bernadette McAliskey. Entre los invitados, tuvimos la oportunidad también de contar con la presencia de dos compañeros venidos desde Madrid para la ocasión: José Manuel Castro, del ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid, y Severiano Montero, de la Junta de la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales (AABI). Ambos compañeros, en sus intervenciones, recordaron la relevancia de la lucha internacionalista ante un mundo cada vez más globalizado. Su presencia, fue testimonio de esa solidaridad que no conoce de fronteras. La jornada cerró con un video documental sobre los crímenes de Tony Blair presentado por el parlamentario británico George Galloway.
En vista al avance de la ultra-derecha en todo el territorio europeo, en medio de una creciente intolerancia que se traduce en seres humanos ahogados en el Mare Nostrum (Mediterráneo), de una islamofobia galopante que el fétido espectro del fascismo utiliza para darse aires de respetabilidad nuevamente, el ejemplo enternecedor de hombres y mujeres como Charlie Donnelly, que lo arriesgaron y lo dieron todo para frenar la pesadilla fascista en seco resuena como un poderoso eco y su ejemplo los hace aparecer ante la historia como gigantes. Aunque los tiempos sean otros, los principios que los animaron y que nos siguen animando, son los mismos. Nunca antes creo que el ejercicio de la memoria ha sido tan necesario como lo es ahora.

José Antonio Gutiérrez D.

lunes, febrero 27, 2017

Cambiemos, La Nación y el negacionismo del genocidio



Las declaraciones de Gómez Centurión, Darío Lopérfido o el mismo Macri niegan la existencia de 30 mil desaparecidos y de un plan genocida. La Nación escribe el libreto negacionista que levanta Cambiemos.

Como suscribe un editorial del oligárquico y ultrarreaccionario diario La Nación: “Los constituyentes de 1853, en circunstancias históricas de graves enfrentamientos internos, supieron elevar la mirada y proponer la unión nacional como pauta programática para la convivencia de los argentinos (…) En el marco de la Guerra Fría, la Argentina, como otros países de la región, se vio sometida a la acción de grupos armados empeñados en imponer la revolución con orientación marxista leninista. El modelo era Cuba y sus operaciones no tomaban en cuenta la institucionalidad como valor a respetar. Enfrentaban tanto a gobiernos constitucionales como de facto”.
Se reabre un debate sobre el pasado que no está resuelto e incomoda a la clase capitalista, que fue la que colaboró, sustentó y aprovechó el genocidio llevado a cabo por el llamado Proceso de Reorganización Nacional.
El golpe militar del 24 de marzo de 1976 no fue esencialmente la respuesta al accionar de la guerrilla, que había sido diezmada luego del pase a la clandestinidad de Montoneros, y el ERP derrotado con el Operativo Independencia y el asalto a Monte Chingolo. La finalidad de la Junta Militar fue poner fin a un ascenso obrero y popular que amenazaba con llevarse puesta a la burguesía argentina en medio de una catástrofe económica. Para lograrlo debía aniquilar a toda una generación de obreros, estudiantes, intelectuales, militantes políticos de algunas fracciones del peronismo combativo y la izquierda que se plantearon la lucha política abierta contra el imperialismo y el capitalismo. Esta generación no surgió de la nada, sino que fue la expresión más radicalizada del estallido de la insurgencia obrera y popular el 29 de mayo de 1969, conocida como el Cordobazo, que hirió de muerte al Gobierno de facto de Juan Carlos Onganía y al régimen de dominio que había surgido luego de la revolución fusiladora de obreros de 1955. Esta generación cuya fuerza motora era la clase obrera protagonizó una verdadera lucha de clases en el sentido estricto del término, con insurrecciones locales, huelgas salvajes, ocupaciones de fábricas y establecimientos, manifestaciones violentas y hasta una huelga general política entre junio y julio de 1975 que desbandó a los líderes de los grupos fascistas que actuaban bajo el amparo del Gobierno peronista. Los obreros pusieron en pie sindicatos clasistas, comisiones internas combativas, grupos de autodefensa y coordinadoras interfabriles. El movimiento estudiantil se lanzó a la unidad activa con la clase obrera y la izquierda comenzó a crecer exponencialmente. Fue el momento de mayor cuestionamiento al capitalismo argentino de la segunda mitad del siglo XX. Por eso la burguesía y su Estado le declararon la guerra.
El dictador Alejandro Lanusse, responsable de la Masacre de Trelew, puso fin a la proscripción del peronismo, con el objetivo de lidiar con las masas mediante el desvío electoral, lo que permitió el retorno de un Perón que prometía la "patria socialista" y daba vía libre a los pistoleros de la Triple A. Muerto Perón en 1974, Isabel Perón y José López Rega fracasaran en su intento de poner fin a la insurgencia por la vía de las bandas paramilitares que reclutaban policías, matones de la burocracia sindical y lúmpenes. Las huelgas del ‘75 fueron las que le pusieron fin al intento de ajuste salvaje para salvar al capitalismo argentino del ministro Celestino Rodrigo y al reinado de “Lopecito”. El peronismo se agotó como fuerza para lidiar con los trabajadores, y la clase capitalista dio vía libre al golpe militar, con el que colaboraron posteriormente tanto radicales, como peronistas y el Partido Socialista, entre otros. Si en aquel momento la clase obrera no avanzó más fue responsabilidad exclusiva de su dirección, el peronismo y su burocracia sindical, que sostuvo a una Isabel Perón odiada por las mayorías populares. Pero también porque la guerrilla peronista jugó el papel de contener dentro de la alianza policlasista del peronismo a los jóvenes trabajadores y estudiantes radicalizados y junto con el ERP, encarnaron una estrategia pequeñoburguesa que separaba de la lucha real de las masas a sus militantes para llevar a cabo una guerra de aparatos que despreciaba la auténtica guerra de clases. Fueron los grupos de tareas de las Fuerzas Armadas, los que llevaron a cabo el plan de exterminio, siguiendo los mandatos del imperialismo y los consejos de Pío Laghi y la Iglesia Católica.
Decíamos que es un debate que se reabre sobre un pasado no resuelto porque el “Pacto de Impunidad” que condicionó a la democracia burguesa argentina desde la restauración democrática de 1983 intenta ser reconstruido luego de que la movilización popular lo socavara. Fue ella quien logró la condena de algunos centenares de criminales de la dictadura e impuso a la justicia burguesa el reconocimiento de la existencia un plan sistemático de exterminio desde el Estado contra todo un grupo nacional, que constituye la base jurídica de la definición de genocidio.
Luego de la crisis del 2001, el kirchnerismo expropió discursivamente las reivindicaciones de justicia de los movimientos de Derechos Humanos, cooptó a sus dirigentes, y lo convirtió en parte del relato expiando al peronismo por los crímenes de la Triple A y sin que se juzgue a todos los responsables militares, civiles, empresariales y eclesiásticos. Luego intentó una política de reconciliación con las Fuerzas Armadas que tuvo como protagonistas a genocidas como César Milani y represores como el también ex carapintada Sergio Berni, que redundó en el espionaje político a través del Proyecto X.
Decíamos que el debate era incómodo porque fueron los grandes grupos capitalistas -a los que el kirchnerismo permitió, según sus propias expresiones, levantarla en pala- los principales beneficiarios y promotores del golpe. Fueron los partidos de la burguesía los principales colaboradores.
Como sentenciaba Balzac, “detrás de cada fortuna hay un crimen”, y las manos chorreantes de sangre de las patronales argentinas y el imperialismo son las que digitan el discurso de la derecha en el poder. Veamos a los protagonistas: Juan José Gómez Centurión, un falso combatiente de Malvinas, un carapintada que se alzó en armas contra Raúl Alfonsín para exigir la impunidad de los criminales que participaron en la represión. Darío Lopérfido, hoy miembro de la oligárquica familia Mitre, a quienes los militares entregaron parte de Papel Prensa, y ex funcionario de un Gobierno de la Unión Cívica Radical como el de Fernando De la Rúa, que plagó de cadáveres los alrededores de la Plaza de Mayo en diciembre del 2001 para intentar aplastar una rebelión popular. Mauricio Macri, el hijo de Franco, el empresario que esquilmó al Estado y es recompensado, había salido de la dictadura genocida como uno de los grupos económicos más importante de la Argentina. Como cuenta Gabriela Cerruti: "Los Macri transitaron los últimos meses del gobierno peronista reunidos con Licio Gelli de la Logia P2 y José López Rega acordando construir el ‘Altar de la Patria’ que resguardaría los restos de Juan Domingo Perón y Eva Perón y unos meses después del golpe militar eran parte de la mesa chica del equipo económico y político de los militares. Con la llegada del gobierno peronista al poder, en 1973, el grupo tenía siete empresas. Finalizada la dictadura militar, el holding tenía 47 empresas".
Los argumentos de Cambiemos buscan reinstalar la idea de la reconciliación nacional y vuelve a ser el diario mitrista quien escribe el libreto: “Tras una cifra falsa del número de muertos y desaparecidos para que alcanzara la categoría de genocidio”. Intentan deslegitimar las reivindicaciones históricas de los movimientos de los derechos humanos. Unos mediante la restauración de la “Teoría de los dos demonios”, que pone un signo igual entre el terrorismo de Estado y la violencia ejercida por las clases subalternas y los grupos guerrilleros, exculpando al Estado de sus crímenes. Otros reivindicando a los represores como luchadores que cometieron excesos dentro de una "guerra sucia", según la doctrina contrarrevolucionaria francesa, contra una subversión sin dios, ni patria. Esta última es un calco del discurso videlista.
Si el kirchnerismo se reapropió de retazos de “memoria” para su operación de restaurar la autoridad del Estado y pasivizar al país convulsionado en el pos 2001, el macrismo busca borrar toda memoria de un genocidio de clase, legitimar un nuevo relato reaccionario de “los dos demonios”, como un aviso claro: son representantes de una clase que puede volver a hacerlo si las condiciones lo requieren.
El relato kirchnerista siempre rechazó que haya habido un genocidio de clase, lo consideraba un golpe contra un Gobierno "popular" y un proyecto "industrialista". La lucha contra el negacionismo macrista hay que encararla desde el punto de vista de recuperar para el presente la memoria revolucionaria de nuestra clase obrera, señalando a sus enemigos, reivindicando en la lucha contra el imperialismo y el capitalismo a nuestros hermanos caídos.

Facundo Aguirre

El Choconazo: la clase obrera se organiza



El “Choconazo”, es el nombre con que se conoció popularmente la huelga y ocupación obrera de la central hidroeléctrica Chocón-Cerros Colorados, desarrollada entre el 23 de febrero y el 14 de marzo de 1970, en plena dictadura militar encabezada por el Gral. Onganía. En esta primera parte analizaremos el conflicto y la reacción popular.

El conflicto había comenzado a fines de 1969, cuando los trabajadores de Impregilo Sollazzo S.A. exigiendo fundamentalmente seguridad laboral -ya habían muerto 8 obreros por desprendimiento de rocas- decidieron elegir tres delegados para que los represente ante la patronal. Lo destacable del Choconazo fue la autoorganización de los trabajadores, las asambleas masivas y la decisión de combatir contra el poder armado de la burguesía.

Origen del conflicto

La construcción del Complejo Hidroeléctrico Chocón-Cerro Colorados fue anunciada como la “Obra del Siglo”. Llegaron obreros de todo el país y de los países limítrofes, quienes trabajaban 12 horas por día, con sueldos miserables.
Y quien mejor pinta esa situación fue uno de los dirigentes del Choconazo, Antonio Alac, “[…] La gente vivía en galpones que se estaban construyendo para vivienda. Y había galpones ya construidos donde vivían 80 o 100 personas. Una cama al lado de la otra, sin tener donde lavarse o bañarse. Los baños estaban haciéndose. No te olvides que nosotros trabajábamos con temperaturas de hasta 15 o 20 grados bajo cero. No podías tomar vino. Las mujeres no podían venir a visitarte. ¡Una cantidad de prohibiciones que parecían de un campo de concentración!” (1).
En agosto de 1969, producto de los continuos accidentes de trabajo, que produjeron varios muertos, se realizó un reclamo, pero recién a fines de noviembre el Secretario General de la UOCRA de Neuquén, Adolfo Schvindt, prometió soluciones. Doce días después, los trabajadores se autoconvocaron en una asamblea donde eligieron como delegados a Antonio Alac, Armando Olivares y Edgardo Torres.
Posteriormente, el 13 de diciembre, insistieron ante la empresa con un petitorio que incluía: 40% de aumento salarial; medidas de seguridad para evitar o enfrentar derrumbes; medidas de seguridad durante las voladuras; liquidaciones de sueldos quincenales con recibos legibles; adicionales por trabajos en que arriesgaran la vida; autorización para hacer asambleas de trabajadores, reconocimiento del sábado inglés. Asimismo, denunciaron maltratos de obreros por parte de capataces; negligencia en el tratamiento de accidentados y venta de herramientas a los obreros por parte de las empresas que los contrataban.
La empresa Impregilo Sollazzo S.A. contestó desconociendo y despidiendo a los delegados, pidiendo su detención, lo que se intentó de inmediato, pero la reacción de los trabajadores lo impidió. Se declaró la huelga hasta el reconocimiento de la comisión interna.
Luego fueron arrestados por la Policía Federal Olivares, Torres y el cura Pascual Rodríguez, y se intentó detener a Alac, pero los obreros se opusieron. El clima en la zona era hostil hacia la empresa y las fuerzas policiales. El 20 de diciembre volvieron a ser elegidos como delegados Alac, Torres y Olivares.
La burocracia del gremio decidió expulsarlos.

La lucha continuó

Las protestas se reanudaron en enero, y una asamblea realizada el 23 de febrero de 1970 decidió un paro, pidiéndose la restitución de los delegados y los reclamos iniciales.
La huelga y ocupación obrera de la central hidroeléctrica Chocón-Cerros Colorados se prolongó desde ese día hasta el 14 de marzo de 1970.
Participaron entre 3.000 y 4.000 obreros de la gran industria, de los cuales la mayoría pertenecían a la compañía constructora del Chocón y los restantes a las empresas constructoras de viviendas, hospitales y la villa permanente en la que vivían los trabajadores.
La huelga fue declarada ilegal.
La situación empeoró cuando las fuerzas policiales y de gendarmería realizaron un cerco represivo. Los obreros levantaron barricadas, se organizaron con guardias obreras, disciplina interna, participando las familias de los trabajadores. La preocupación de las fuerzas de seguridad fue que los explosivos que se utilizaban en los trabajos cotidianos quedaron en poder de los trabajadores.
Dos caravanas desde la ciudad de Neuquén llevaron víveres a los trabajadores. A pesar de estar bajo una dictadura que prohibía cualquier manifestación política, hubo un acto de 2.000 personas que manifestaron por las calles en su defensa.
Hubo mediaciones del gobernador y del obispo Jaime de Nevares y, a principios de marzo, se insistió con el petitorio de cinco puntos, en el que reiteraban el pedido de aumento y que se les permitiera elegir delegados. A pesar de que el gobernador Sapag declaró que los puntos eran “bastante prudentes”, la Secretaria de Trabajo los rechazó de plano.

Leónidas Ceruti

Notas.

1. Néstor Kohan, Rebelión, Entrevista inédita con el dirigente histórico de la clase obrera argentina. Antonio Alac, el Choconazo y las enseñanzas del clasismo. Rebelión.

El choconazo: la clase obrera se organiza (II)

Continuamos con la segunda parte de la historia del Choconazo. Esta vez desarrollaremos la autodefensa obrera, el rol

Autodefensa obrera

Consultado sobre cómo organizaban la seguridad de la huelga, Antonio Alac comentó: “Nosotros teníamos piquetes y guardias obreras que recorrían todo permanentemente. El perímetro tenía unos 700 u 800 metros. Estábamos cercados. Había patrullas de la policía, de la brigada de choque contra las manifestaciones, etc. Teníamos que cuidar cada parte del perímetro. Las guardias nuestras tenían rifle, revólveres, pistolas, bombas molotov, etc. Una de las cosas más serias que nosotros manejábamos era la cuestión de los explosivos. Había gente con mucha experiencia. Porque esa obra también se caracterizó por contar con trabajadores de distintas nacionalidades. Había brigadas de trabajadores chilenos, contratados en carpintería, que habían sido contratados poco antes de la huelga. La gente de Chile venía ya organizada con delegados. Eran como 200”.
P: ¿Ellos tenían experiencia en formas de autodefensa?
Alac: ¡Por supuesto! Ellos manejaban la dinamita... habían peleado contra el Ejército en Bolivia. Sus huelgas son famosas por el grado de resistencia que han tenido […]
P: ¿Cuánta gente participaba de estas guardias obreras?
Alac: Nosotros calculábamos que por cada turno nunca bajaban de 100 trabajadores. Dependía de las horas. De noche eran grupos más chicos y más distribuidos. De día había más gente en movimiento. Te imaginas... Había más de 500 tipos caminando por allí, se caminaba, se recorría... Nadie se quedaba quieto” (1).

Ocupación por la Gendarmería

La empresa hidroeléctrica fue retomada por las fuerzas de represión. Eso sucedió el 14 de marzo, cuando la Gendarmería tomó la Villa Chica, deteniendo a varios dirigentes. “La dictadura tuvo que acudir a 800 hombres armados hasta los dientes para poder recuperar la central ocupada por los trabajadores. Los dirigentes -Antonio a la cabeza- fueron apresados, esposados y enviados en un avión militar a Buenos Aires, la capital, y soltados ante la presión popular. Según el testimonio de uno de los compañeros de Antonio, cuando se lo llevaban esposado, el jefe de la gendarmería le dijo a Alac: ‘Te saliste con la tuya. Te tuvimos que sacar esposado’. A pesar de todo, Antonio no había bajado las banderas ni había huido. Lo tuvieron que apresar por la fuerza” (2).

Mujeres en las barricadas

Griselda Fanese y Emilse Kejner, en una excelente investigación, analizaron a través de entrevistas y de lo registrado por el diario Río Negro, el papel de las mujeres durante los meses de lucha.
Señalan las autoras que las mujeres tuvieron un rol que motivó su atención. Al examinar una nota del diario, comentan que en “un recuadro que refiere al acuerdo logrado alude a la distensión y al festejo tras la tensión vivida”, y señalan que “se sucedieron varios oradores, entre ellos varias mujeres de destacada actuación en los sucesos. Los nombres de esas mujeres no se consignan y sus palabras, tampoco”. Una foto que ilustra la nota central del diario, muestra a “varias mujeres, esposas de los obreros, que se dirigen hacia el lugar de la concentración llevando bolsos con alimentos para los trabajadores que en esos momentos estaban en huelga. Esas mujeres, erguidas, jóvenes, visten pantalones, pañuelos y anteojos para el sol según la moda del momento. Los hombres -policías y obreros- las miran caminar. Ellas constituyen una nota de color en el desierto choconense y contribuyen con su imagen a lograr la empatía del lector con los obreros, objetivo del diario, inserto en una política de oposición al gobierno de Juan Carlos Onganía”.
[...] "En una entrevista realizada a Ana Egea, 37 años después de la huelga, señala que las mujeres de El Choconazo son diez, y se organizan en una jerarquía de mayor a menor relevancia en el escenario discursivo: la misma Ana, las dos Mansilla, dos mujeres de obreros, la Gringa y la boliviana.
“¿Ustedes eran todas mujeres de trabajadores?
“Claro. Yo, por ejemplo, era la esposa de un chofer de los camiones, de los camiones grandes, de Terex. Pero, a la vez, tenía comedor, yo les daba de comer a obreros. Tenía dos turnos.
“¿Ustedes vivían en las casas?
“Claro, mi marido y todos los obreros que venían a comer a mi casa era como si fuéramos todos hermanos. Éramos una gran familia. A veces algunos no iban a trabajar en ese turno y venían junto con los otros. Eso lo acomodaban ellos. A mí no me interesaba porque la comida era toda igual, viste. Yo no tenía preferencias ni para uno ni para otro. Pero sí, cuando ellos llegaban a casa, ellos me ayudaban a cuidar a los chicos, a servir la comida. Yo era la cocinera, pero después lo demás era todo en conjunto. Nos ayudábamos en todo. Entonces éramos una gran familia, viste, como yo digo siempre, una gran familia.
En el relato, Ana Egea asume diversos roles: cocinera, guerrillera, prófuga, archivista, enfermera, detectora de infiltrados, oradora ante la comunidad, madre. Establece distinciones jerárquicas: están las mujeres y las pibas (las primeras defienden a las segundas cuando la policía las insulta); la boliviana es servicial; la gringa y las otras están en la vanguardia, cercanas a Ana pero detrás de ella. Otra más, Ema Mansilla, también está siempre cerca, acompañando a Ana.
Ana se instaura como una mujer de vanguardia, no sumisa. Presupone admitir que, aunque en el tiempo que rememora las mujeres fueran sumisas, ella no lo era: lavaba platos pero también afrontaba huelgas” (3).

Lo que dejó el conflicto

Varios años de dictadura exacerbaron notablemente la explotación económica y la opresión política de las masas populares y fueron determinando la aparición de la lucha antidictatorial en las calles, en las fábricas, en las universidades. Todo se expresó en “los Azos del 69”: Rosariazo-Cordobazo-Rosariazo. Lo acontecido en el Choconazo se enmarca en ese contexto.
Una de las primeras conclusiones a señalar es que la solidaridad a nivel nacional no llegó en la medida necesaria; el conflicto del Chocón se quedó huérfano del apoyo que estaba necesitando. Se sumó a ello que la mayoría de los obreros eran de otras provincias y el sostén de sus familias estaba demasiado lejos. La dictadura, la burocracia sindical y la empresa apostaron al desgaste y al aislamiento. En los primeros días de marzo algunos obreros habían empezado a retirarse.
A partir de entonces y poco a poco, la obra volvió a ponerse en movimiento. Pero, para sorpresa de los directivos de Impregilo-Sollazo, no todos volvieron con la cabeza gacha a sus trabajos.
Alrededor de 1.800 obreros no aceptaron reingresar en las condiciones que imponía la empresa.
Lo destacable fue la autoorganización de los trabajadores, resolviéndose todos los problemas en asambleas masivas, la forma de doble poder en el campamento de los obreros. Como sostuvo uno de los participantes “La organización se hizo en base a la solidaridad, siendo este un elemento muy importante para la prolongación de la huelga. Al quedar aislados en medio del desierto, el riesgo para los huelguistas era que se agotaron los víveres. Desde Neuquén partían caravanas que caminaban cientos de kilómetros para proveer a los obreros de lo necesario”.
Durante la huelga, los obreros destituyeron a los delegados digitados, eligieron a los propios y llegaron a defender ese derecho, al margen de la Ley de Asociaciones Profesionales. Enfrentados y dispuestos a combatir incluso contra el poder armado de la burguesía (asambleas democráticas permanentes en las que participó la población, englobando a las familias de los obreros), ejerciendo el control civil (por ejemplo contra la ebriedad, robos), sin necesidad de ninguna “policía especializada” y separada de la sociedad en un organismo especial; en otras palabras, organizando su propia vida social, de acuerdo a la voluntad expresada en forma directa por la mayoría.
La lucha de esos meses fue de gran impacto entre los trabajadores del país, y ayudó a que creciera el sentimiento antipatronal, antiburocrático y antidictatorial.

Leónidas Ceruti

Notas:

1. Néstor Kohan, Rebelión, Entrevista inédita con el dirigente histórico de la clase obrera argentina. Antonio Alac, "El Choconazo y las enseñanzas del clasismo". .
2. Néstor Kohan, op. cit.
3. Griselda Fanese y Emilse Kejner, "La Aneida: una epopeya de mujeres en una huelga de obreros. Representaciones de las mujeres que participaron en el Choconazo" (1969-1970) Universidad Nacional del Comahue. Butin, Rocío, "El choconazo y las mujeres‏", choconazo.blogspot.com.

Mi vida, de León Trotsky, llega a Cuba

A 100 años de la Revolución Rusa, llegaron a La Habana varios ejemplares de León Trotsky, donados por el IPS "Karl Marx" y el CEIP "León Trotsky".

Mi Vida, intento autobiográfico puede conseguirse en la biblioteca del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello. Este ejemplar desembarcó en la Isla junto a otros textos como El Programa de Transición también del dirigente bolchevique, El encuentro entre Bretón y Trotsky que es la compilación de textos focalizada en el “Manifiesto por un arte revolucionario independiente” que elaboraron juntos en 1938.
En un país donde las organizaciones feministas no existen como tal, la cuestión de género también estuvo presente con el libro de Wendy Goldman, La Mujer, El Estado y La Revolución junto a Rosa Luxemburg. Vida Y Obra de Paul Frölich.
Este hecho tiene una importancia histórica, ya que la corriente trotskista ha sido perseguida en los albores del triunfo de la Revolución Cubana y luego convertida en un tabú. Trotsky por mucho tiempo fue un enigma, en un país donde existe el régimen de partido único, siendo ilegal cualquier tipo de organización que no esté enrolada en el Partido Comunista Cubano, aunque defienda las conquistas de la Revolución Socialista.
En los años ’60 circuló la trilogía biográfica de Trotsky de Isaac Deutscher. Luego hubo un periodo de no mención alguna al trotskismo, hasta que en los ’90 Rafael Soler publica en la revista Temas una síntesis sobre su tesis doctoral sobre la corriente trotskista en los años ’30 y ’40. Posteriormente circuló El hombre que amaba a los perros de Padura pero que es muy difícil de conseguir.
Como parte del desembarco de las ideas del dirigente junto a Lenin de la primera revolución obrera triunfante, en el 2016 se celebraron las jornadas tituladas "Las izquierdas en América Latina durante el siglo XX" organizada por el Instituto Juan Marinello, con el auspicio del Instituto de Historia de Cuba, la red Iberoamericana de historiadores, entre otros. En estas jornadas hubo panel de trotskismo donde disertaron: Frank, joven sociólogo investigador del Instituto Marinello, Sergio, investigador y militante del MTS de México y Rafael, hijo de uno de los fundadores del trotskismo en Cuba. Muy pronto saldrán publicadas para este diario entrevistas a dichos participantes.
Mientras el futuro de Cuba se debate, en medio de la incertidumbre por la “era Trump”, la continuación en la dirección de las riendas del Estado debido al anuncio de Raúl Castro sobre la desvinculación de su puesto como presidente del Consejo de Estado de Cuba en 2018 y la difícil situación económica por la que pasan los trabajadores cubanos, la llegada de estos ejemplares resultan un aporte para pensar la situación actual y una salida revolucionaria.
El PTS a través del IPS-CEIP ha aportado con las donaciones de dichas publicaciones a que la corriente que pelea por la revolución mundial y a su vez es actuante en cada conflicto de la lucha de clases, defendiendo los intereses del pueblo trabajador en países como Brasil, Francia, Argentina, Chile, entre otros, llegue a Cuba a 100 años de la Revolución Rusa y a 58 años de la Revolución Cubana, con la intención de desempolvar poco a poco la verdad sobre el papel revolucionario de nuestra corriente, en contraposición de las acusaciones propugnadas por el estalinismo y también por la dirección del PCC.
Porque como escribió León Trotsky para la fundación de la Cuarta Internacional: "Si nuestra generación se ha revelado débil para imponer el socialismo en la tierra, dejemos al menos a nuestros hijos, una bandera limpia. La lucha que se desarrolla sobrepasa de muy lejos en importancia a las personas, a las fracciones, a los partidos, es una lucha por el porvenir de la raza humana. Será una lucha dura y larga. Los que buscan tranquilidad y el confort que se aparten de nosotros. En las épocas de reacción, ciertamente es más cómodo vivir con la burocracia que investigar la verdad. Pero aquellos al que el socialismo no les resulta una palabra vana, sino el objetivo de su vida moral, ¡adelante! Ni las amenazas, ni las persecuciones, ni la violencia, nos detendrán. Será tal vez sobre nuestros huesos, pero la verdad se impondrá y abriremos el camino. La verdad vencerá. Bajo los golpes implacables del destino, me sentiré dichoso como en los grandes días de mi juventud, si he logrado contribuir al triunfo de la verdad. Pues la más grande felicidad del hombre no está en el usufructo del presente sino en la preparación del porvenir".

Merida Osorio
@MeridaOsorio1

Se publica “Lucha nacional y obrera en Irlanda”, una antología de James Connolly, en el marco del 80 aniversario de la batalla del Jarama

En el marco del 80 aniversario de la Batalla del Jarama que se conmemora durante los días 17 y 18 de febrero en la ciudad de Rivas-Vaciamadrid, la editorial Atrapasueños publica un libro fundamental para conocer al dirigente irlandés asesinado en 1916, del que tomó su nombre la “columna Connolly”, de la brigada Lincoln de brigadistas internacionales que vinieron a combatir en la Guerra Civil.
Destacado político y sindicalista irlandés jugó un papel muy importante en el movimiento obrero irlandés de principios del siglo XX. Fusilado por su liderazgo en el Levantamiento de Pascua y la proclamación de la República de Irlanda de 1916, su obra y pensamiento políticos destacan por su coherencia a lo largo de su vida y su compromiso con la lucha nacional y obrera de Irlanda contra el colonialismo británico y el capitalismo.
Hoy, James Connolly sigue siendo uno de los principales referentes del movimiento revolucionario y es fácil encontrar referencias hacia él en todas las figuras políticas del republicanismo irlandés durante todo el siglo XX y lo que llevamos del XXI.
La selección de textos y la traducción son de Ángel Velasco, y es la primera vez que una editorial andaluza publica a James Connolly.
Con este libro y con otras iniciativas comienza la relación de cooperación de la cooperativa Atrapasueños con el Ayuntamiento de Rivas para conmemorar la batalla del Jarama, junto con una grupo de ciudadanos/as y entidades que dan forma a esta celebración: “En febrero de 2017 se cumplen 80 años de la Batalla del Jarama. Una Batalla recordada a lo largo del mundo debido a su importancia estratégica en el desarrollo de la Guerra Civil Española (GCE). Es igualmente recordada debido a la importancia en su desarrollo de la participación de las BRIGADAS INTERNACIONALES (BB.II.) encuadradas en el Ejercito Republicano”.

Rebelión

Elenísima



Elena Poniatowska (París, 1932), al pie de la máquina (1955-1957), fotografía incluida en la biografía Elenísima: ingenio y figura de Elena Poniatowska, de Michael K. Schuessler (Aguilar de Penguin Random House).

Adelanto de la biografía de la escritora Elena Poniatowska

Elena Poniatowska no requiere de introducción alguna. Es autora de más de cuarenta libros que abarcan casi todos los géneros: entrevista, cuento, teatro, crónica, testimonio, novela, ensayo y biografía. A pesar de su extensa y variada obra literaria, es mejor conocida por sus entrevistas y libros de testimonio, géneros reinventados en México por ella. Muestra excepcional de este último es La noche de Tlatelolco (1971), crónica colectiva del enfrentamiento entre estudiantes y soldados, constituida por un collage de voces que sirven al mismo tiempo de forma y contenido. Hasta no verte Jesús mío, novela neorrealista, es también testimonio, el de una mujer rezongona y admirable que luchó en la Revolución Mexicana y vivió más aventuras que el Periquillo Sarniento o la Pícara Justina.
Si bien Poniatowska ha disfrutado de un enorme éxito como periodista y escritora, siempre se sintió un poco abandonada por los círculos literarios de la élite. Como periodista, anduvo tras la noticia y por estar reporteando día y noche, nunca tuvo tiempo de participar en la sociedad literaria. Además, desde muy joven empezó a creer que había que hacer libros útiles, libros para su país, lo cual hacía exclamar a Carlos Fuentes: “Mira a la pobrecita de la Poni, ya se va en su ‘vochito’ a entrevistar al director del rastro”. Por lo visto, el precio de las cebollas y los jitomates, los desalojos y las invasiones de tierra resultaron para ella mucho más importantes que los estados de ánimo o las vanguardias literarias del momento. Quizá por eso un día me explicó que algunos escritores la consideran la cocinera, la barrendera, la criada que está limpiando los escusados de la gran casa de la literatura. Lejos de pertenecer al mundo que tanto le fascina, Poniatowska es descendiente del último rey de Polonia, Estanislao Augusto Poniatowski, y del mariscal de Francia, el príncipe José Ciolek Poniatowski. Su familia cuenta entre sus antepasados ilustres con un arzobispo, un músico y algunos escritores, incluyendo a la tía Pita, Guadalupe Amor, dueña absoluta del infierno. Gracias a su ascendencia, y debido a sus propias inclinaciones de izquierda, sus conocidos europeos la bautizaron como la Princesse Rouge.
Elena Poniatowska nació en París en 1932 y emigró a México a los diez años junto con su mamá y su hermana Kitzia, quienes huían de una Europa devastada por la Segunda Guerra Mundial. Su madre, Paula Amor de Ferreira Yturbe, fallecida en marzo de 2001 a los noventa y dos años, fue una mexicana afrancesada, cuyos antepasados abandonaron México después del fusilamiento de Maximiliano y la demencia de Carlota. Nacida en Francia, doña Paulette conoció a su futuro esposo, el príncipe Jean E. Poniatowski Sperry Crocker, durante un baile de los Rothschild en París, y se casaron poco después, en 1931. Del matrimonio nacieron tres hijos: Elena, Kitzia y Jan, el más pequeño, fallecido en 1968 a los veintiún años, víctima de un accidente automovilístico.
Poniatowska comenzó su educación en Francia, donde su abuelo le dio sus primeras clases de francés y matemáticas. Al llegar a México, continuó sus estudios de primaria en la Windsor School. Concluyó su educación formal en Estados Unidos, en el Convento del Sagrado Corazón de Eden Hall en Torresdale, cerca de Filadelfia. Allí hizo el programa de Academic Classes: cuatro años de estudios generales, aparte de las clases de solfeo, baile, religión y buenos modales. Aunque sus profesores le aconsejaron que continuara sus estudios en Manhattanville College, debido a una devaluación en México sus padres no pudieron financiar su educación universitaria y Elena regresó a tierra de volcanes y pirámides, haciendas y palacios, pero también de jacales y huaraches, pulque y huitlacoche.
De vuelta en México, Poniatowska estudió taquimecanografía para después trabajar como secretaria bilingüe, pero nunca hizo una carrera formal. Según ella, no pasó por la universidad… ni de noche. Si bien es verdad que ha recibido varios doctorados honoris causa de universidades de México y del extranjero –el más reciente, el que le confirió la Universidad de Georgetown (Washington) en 2016–, la escritora señala que su educación superior fue poco tradicional: no asistió a la Universidad La Salle, sino a la Universidad de La Calle. En cambio, sus entrevistados, entre los que figuran Alfonso Reyes, Luis Buñuel, Octavio Paz, Diego Rivera, Juan Rulfo, André Malraux y Rosario Castellanos, se transformaron en los benévolos maestros de una joven siempre curiosa y, a veces, impertinente.
Mi primer encuentro con Elena Poniatowska fue en 1990, hace más de veinticinco años, en la Universidad de California en Los Ángeles, cuando di una conferencia sobre Guadalupe Amor. Allí mismo, y casi sin conocerme, me convidó a su casa en México para revisar las muchas entrevistas que le había hecho a su estrambótica tía. De este primer contacto salió mucho del material para mi libro La undécima musa: Guadalupe Amor. También allí, al verme rodeado de innumerables álbumes de fotos, recortes periodísticos y otras evocaciones de una asombrosa trayectoria intelectual, resolví dedicarle mi siguiente proyecto biográfico. He aquí el resultado de más de cinco años de investigación, entrevistas, lecturas, revisiones y no pocos contratiempos.
Al escribir el libro, mi propósito ha sido dual. Por un lado, presentar el ingenio y la figura de una gran escritora mexicana a un amplio público hispanohablante, por ejemplo, a los ya escasos individuos que creen que Elena Poniatowska es una bailarina rusa. Por el otro, crear un caleidoscopio vital, un mosaico construido por medio de un coro de voces –las de su madre, su nana, sus compañeros escritores, críticos literarios y, fundamentalmente, de ella misma– que a la vez fuera accesible para el lector general y útil para investigadores quienes, al tener acceso directo a documentos inéditos incluidos en este libro (algunos perdidos en los cajones y estantes de la escritora por más de cincuenta años), podrán señalar y analizar las múltiples cualidades literarias que encierra su obra, una que alterna de manera casi imperceptible el periodismo y la literatura, el testimonio y la novela. Es un libro que, al mismo tiempo, rinde merecido e implícito homenaje a Elena Poniatowska, ya que está pensado y construido como un collage, el mejor medio para reflejar –si bien fugazmente– las facetas cardinales de su vida y su obra. A lo largo de los diez capítulos que conforman el libro, me ocupo con especial atención de sus obras culminantes, al reconocer que procurar incluir más de lo esencial de la vida y la obra de una escritora tan productiva es, como sentenció Sor Juana Inés de la Cruz, presunción necia: una empresa destinada al fracaso. No obstante, y tal vez imitando al atrevido Faetón griego, quien, al tratar de apropiarse del carruaje solar fue arrojado desde lo alto hasta las oscuras profundidades del mar, he determinado, concienzudamente, eternizar su fama en mi ruina.
La escritora Elena Poniatowska es descubierta al lector desde las letras de Michael K. Schuessler en esta biografía escrita desde un mosaico dibujado con su obra y su vida, que permite acercarse a esta mujer, la princesa de la literatura mexicana, quien ha construido un invaluable legado de periodismo y literatura. Ante todo, una mujer combativa, dueña de una pluma sensible y audaz, enérgica y potente, se escribe sobre la autora de La noche de Tlatelolco, en este trayecto de vida desde la intimidad, corregido y aumentado, de un texto publicado originalmente en 2003, que en su edición en inglés fue nominado al Premio Pulitzer. A punto de llegar a librerías en una edición actualizada, La Jornada publica un adelanto con autorización de Penguin Random House Grupo Editorial.

Michael K. Schuessler
La Jornada

Los dilemas de la segunda vuelta

En las recientes elecciones presidenciales en Ecuador el gobernante Alianza País obtuvo un millón de votos más que CREO, liderado por el banquero Guillermo Lasso. También consiguió la mayoría en la Asamblea Nacional y un contundente apoyo en una consulta popular para evitar que los funcionarios públicos puedan tener dinero en paraísos fiscales.
Sin embargo, el domingo 19 a la noche cuando uno recorría la ciudad de Quito se podía percibir que festejaban los vencidos, y los vencedores se replegaban tristes en vez de salir a festejar. ¿Cómo se explica esta situación?
En el sistema electoral ecuatoriano, un candidato puede triunfar si alcanza el 40 por ciento de los votos y una diferencia de 10 puntos de su más inmediato perseguidor. En la noche del domingo, escrutados más del 80 por ciento de los votos, el candidato de Alianza País -Lenín Moreno- estaba muy cerca de alcanzar el 40 por ciento que le permitía ser electo presidente sin necesidad de una segunda vuelta.
Pero estar muy cerca no es sinónimo de alcanzar la meta. En cambio, el candidato opositor, el banquero Guillermo Lasso, rápidamente se apresuró en sentenciar que habría segunda vuelta y que él la ganaría, y que cualquier otro escenario sería producto del fraude.
En una elección una tendencia es irreversible cuando la diferencia entre los candidatos es tal que no se puede modificar ni siquiera contando hasta el último voto. Sin embargo, en procesos electorales donde se puede vencer por la mínima diferencia es peligroso y arriesgado apresurarse en dictar un veredicto que –por lo general- responde a una maniobra política.
La historia nos brinda ejemplos de ciudadanos que se fueron a acostar con la seguridad de que un candidato había triunfado al cierre de las urnas y a la mañana siguiente se despertaron con un resultado diferente.
¿Por qué en la sede de Alianza País había consternación y caras largas cuando sabían que tendrían más de un millón de votos de diferencia a su favor? Por dos motivos. Por un lado, porque el eje de la campaña electoral fue conseguir más del 40 por ciento de los votos. Por otro lado, y combinado con lo anterior, porque una gran parte de sus adherentes ha sido permeable al discurso opositor de que en una segunda vuelta el triunfo de Lasso es inevitable.
Poco le importó a Lasso recibir un millón de votos menos o que Alianza País consiguiera la mayoría en la Asamblea Nacional. Estaba convencido, y aún lo está, que en la segunda vuelta el triunfo es suyo.
En Ecuador los sectores opositores han logrado construir un “sentido común” de que Alianza País indefectiblemente perderá en la segunda vuelta del 2 de abril. La “aritmética” simplista de este razonamiento es que 60 por ciento de la población votó “contra” la continuidad del proyecto de Rafael Correa. Sin embargo, si uno se deja llevar por esta lógica formal podría decirse también que 70 por ciento votó “contra” el banquero Guillermo Lasso.
El voto a favor o en contra de un candidato tiene múltiples variables en cualquier país, y por lo general donde hay un escenario de una posible segunda vuelta los electores se sienten más libres para votar por alguno de los tantos candidatos que se presentan; en este caso, ocho. Pero la experiencia indica que un balotaje es muy diferente a una elección con varios candidatos porque es uno contra uno. A todo o nada.
De manera muy hábil, la oposición diseñó una estrategia comunicacional que afirmaba de manera contundente que habría segunda vuelta y que cualquier otro escenario era impensable o producto del fraude. Por esta razón la misma noche del domingo cuando todavía no estaban los resultados finales y el presidente Rafael Correa y el candidato Lenín Moreno tomaron como referencia los “exit polls” que los daban ganadores con más del 40 por ciento de los votos, los simpatizantes de Lasso convocaron a movilizarse frente al Consejo Nacional Electoral para denunciar un fraude. Según ellos, Lenín Moreno sólo podía triunfar si había fraude.
Es notable la semejanza entre el discurso de Guillermo Lasso y el de los sectores opositores en Venezuela que insisten hace años que el chavismo está acabado y que el 80 por ciento de la población está en su contra; aunque el chavismo ha ganado todas las elecciones presidenciales desde 1998.
La oposición en Venezuela durante años construyó un sentido común que todos sus partidarios respaldan de manera casi fanática de que el 80 por ciento de la población está en contra del chavismo y la única manera que tiene de triunfar es a través del “fraude”. En esta lógica poco importan los números ni los votos obtenidos ya que se ha sentenciado que si se pierde es porque hay fraude.
Esta lógica es aplicable a la última elección en Ecuador porque antes mismo de la votación los sectores opositores aseguraban que habría segunda vuelta. Sin embargo, ¿cómo se puede anticipar con seguridad un resultado antes de votar? En algunos casos es posible plantearlo si una fuerza política ha construido una hegemonía abrumadora como sucedió durante varios años con Rafael Correa que superaba ampliamente el 50 por ciento de los votos, algo bastante inusual en América Latina y en el mismo Ecuador. Vale la pena recordar algunos datos. En 2000 Lucio Gutiérrez obtuvo el primer lugar con el 20 por ciento de los votos y enfrentó en segunda vuelta a Álvaro Noboa que había obtenido en la primera el 17 por ciento.
En 2006, un poco conocido Rafael Correa obtuvo el 22 por ciento de los votos y venció por amplio margen en la segunda vuelta a Álvaro Noboa, que lo había superado en la primera con el 26 por ciento. Luego, en 2009 y 2013 Correa triunfó con más del 50 por ciento de los votos y una fuerza política arrolladora –Alianza País- como no se veía en décadas en el Ecuador.
Cabe resaltar que el 28 por ciento que ahora obtuvo Lasso es el mejor resultado de un candidato de la derecha ecuatoriana después que Jamil Mahuad consiguiera el 34 por ciento en 1998, o más atrás en el tiempo, Velasco Ibarra en 1968 que obtuvo el 32 por ciento de los votos.
Por otra parte, 55 por ciento de los ecuatorianos respaldó la consulta popular ya mencionada que es 100 x 100 de Correa. Según el periodista ecuatoriano Carlos Rabascall “el resultado de la consulta demuestra que Correa sí participó de las elecciones ya que la consulta obtuvo un amplio respaldo, casi similar al 57 por ciento que obtuvo para ser reelecto presidente en 2013”.
No hay que ser un experto en marketing político para comprender que plantear que “inexorablemente” habrá una segunda vuelta en un contexto de fuerte polarización política (cuando todas las encuestadoras señalan que habrá un resultado estrecho) tiene como único objetivo instalar en la población que si no hay segunda vuelta es porque hubo fraude. Por esto no asombró que una multitud de simpatizantes de Lasso se agolpara frente al Consejo Nacional Electoral la misma noche del escrutinio para presionarlo y para que ratificara aquello que “inexorablemente” debía suceder. Tampoco fue casual que Guillermo Lasso y su compañero de fórmula Andrés Páez se sumaran luego a las movilizaciones sin esperar los resultados finales.
Una vez construido este escenario por la oposición -y los medios de comunicación afines- se le hizo muy difícil al gobierno plantear que había triunfado por más que obtuviera una diferencia mayor al millón de votos, la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional y un respaldo superior al 55 por ciento en la consulta popular de un tema que afecta directamente a Guillermo Lasso por haber sido banquero durante varios años.
En este contexto, la batalla del gobierno y de Lenín Moreno por contar hasta el último voto y superar por una minimísima diferencia el 40 por ciento parecía impensable porque sabían que la oposición no lo aceptaría, quedando atrapados en el discurso opositor. Los manifestantes enardecidos que amenazaron con tomar el CNE en nombre de la “democracia” no estaban dispuestos a aceptar ningún resultado que contradijera lo que habían construido como escenario inexorable y mucho menos por pocos votos. Querían a toda costa que el mismo domingo a la noche se declarara la segunda vuelta y si no se hacía era porque había fraude, a pesar de que en muchos países los resultados finales tardan en conocerse, y por lo general se dan los resultados en base a proyecciones.
El recuento voto a voto puede provocar la impugnación de todo el proceso electoral como sucedió en Austria en 2016 cuando se repitieron las elecciones porque un partido judicializó los resultados finales que daban una diferencia de 30 mil votos. Pero tal vez el caso más notable de un triunfo por la mínima diferencia sucedió en la elección presidencial de los Estados Unidos en el año 2000. Por el sistema electoral que tiene la primera potencia mundial cada Estado aporta una cantidad determinada de electores. La indefinición del resultado del Estado de Florida impedía conocer si el Partido Republicano de George Bush (h) había triunfado o si Al Gore al frente del Partido Demócrata alcanzaba los electores necesarios para ser elegido presidente. Durante más de un mes no hubo definición y los demócratas denunciaron a los republicanos por considerar que estaban perpetrando un masivo fraude en un Estado directamente vinculado a la familia Bush. Después de un mes de controversias la Corte Suprema dictaminó que Bush había obtenido el triunfo por escasos 537 votos y que éstos le otorgaban los electores necesarios para alcanzar la presidencia. Y Al Gore lo aceptó.
El problema que se plantea ahora en Ecuador es que esta segunda vuelta será muy diferente a la primera, y por los números en danza es imposible predecir un resultado. Alianza País reconoció las reglas del juego y que no llegó por escasos votos al ya famoso 40 por ciento. La gran pregunta es saber si la oposición está dispuesta a aceptar las reglas de juego y reconocer una victoria de Lenín Moreno si esta se produce por la mínima diferencia como sucedió en los Estados Unidos.
Pero eso, lo sabremos recién el domingo 2 de abril.

Pedro Brieger
Nodal

Diplomacia, lucha de clases y democracia en la era Trump

Introducción

Al terminar el primer mes de la Administración Trump, nos encontramos en una mejor situación para evaluar las políticas y la dirección del nuevo presidente. El examen de sus políticas interior y exterior, especialmente desde una perspectiva histórica y comparativa, nos permitirá entender si EE.UU. va camino de una catástrofe, como afirman los medios de comunicación, o hacia una mayor racionalidad y realismo. Vamos a analizar si Trump busca la guerra o la diplomacia. Evaluaremos las iniciativas del presidente para reducir la deuda externa y las cargas comerciales con Europa y Asia. Continuaremos revisando sus programas proteccionistas y sobre inmigración con México y terminaremos viendo las perspectivas de la democracia en Estados Unidos en estos momentos.

Política exterior

Los encuentros del presidente con los dirigentes de Japón, Reino Unido y Canadá han sido bastante fructíferos. Su reunión con [el primer ministro de Japón] Shinzo Abe afianzó los lazos diplomáticos y obtuvo la promesa de que el país nipón aumentaría las inversiones en el sector automovilístico estadounidense. Puede que Trump consiga mejorar las relaciones comerciales reduciendo el desequilibrio en la balanza comercial. Trump y Abe adoptaron una postura moderada ante la prueba de misiles norcoreanos en el Mar de Japón y rechazaron el aumento de los gastos militares que reclamaban los medios de comunicación neoliberales.
La reunión EE.UU.-Reino Unido en la era pos-Brexit dio como resultado la promesa de un aumento del comercio bilateral.
En cuanto a China, Trump ha mejorado las relaciones con este país, apoyando sin ambages la política de “una sola China” y dando paso a la renegociación y el reequilibrio del balance comercial.
Estados Unidos respaldó el voto unánime de condena del Consejo de Seguridad de la ONU al lanzamiento de misiles norcoreanos. Trump no lo consideró una amenaza militar ni propuso incrementar el nivel de sanciones.
La política de reconciliación de Trump hacia Rusia, destinada a mejorar la lucha contra el terrorismo islamista, se ha visto obstaculizada. Bajo el liderazgo de la senadora de la izquierda liberal Elizabeth Warren, partidaria de la caza de brujas, ¡los militaristas neoconservadores y los demócratas declararon a Rusia como la principal amenaza a la seguridad nacional estadounidense!
El bombardeo constante y furibundo de los medios de comunicación forzó el cese del Consejero Nacional de Seguridad de Trump, el general retirado Michael Flynn, en base a una ley del siglo XVIII (la Ley Logan) que prohíbe a los ciudadanos discutir cuestiones políticas con dirigentes extranjeros. Dicha ley nunca había sido implementada. De haberlo sido, cientos de miles de ciudadanos estadounidenses, especialmente los peces gordos incluidos entre los 51 “presidentes de las principales organizaciones judías “de EE.UU., así como los editores de política exterior de todos los grandes y pequeños medios de comunicación estadounidenses y los analistas de política exterior estarían encadenados junto a narcotraficantes convictos. Sin avergonzarse por la absurdidad o la trivialización de la tragedia, esta reciente “tempestad en un vaso de agua” ha generado llamamientos apasionados dentro de los medios y del Partido Demócrata para iniciar una nueva “investigación como la del 11-S” sobre las conversaciones del general Flynn con los rusos.
El contratiempo de Trump con a cuenta de su consejero de seguridad nacional hace peligrar una política exterior menos belicosa. Subraya el riesgo de confrontaciones nucleares y represión interna. Dichos peligros, que incluyen una posible purga antirusa –al estilo del tristemente célebre senador McCarthy– de los individuos realistas en política exterior, son responsabilidad exclusiva de la alianza de los ultramilitaristas del partido demócrata y los neoconservadores. En todo caso, nada de esto aborda los graves problemas socioeconómicos internos.

La búsqueda del equilibrio en el gasto y el comercio exterior

El compromiso público de Trump de reequilibrar las relaciones con la OTAN, es decir, reducir la cuota de EE.UU. en su financiación, ya ha dado comienzo. Actualmente, solo cinco miembros de la alianza cumplen con la contribución requerida. En el caso de que Alemania, Italia, España, Canadá, Francia y otros 18 miembros cumplieran con sus compromisos, el presupuesto de la OTAN aumentaría en más de 100.000 millones de dólares, lo que reduciría el desequilibrio en la balanza exterior de EE.UU.
Evidentemente, sería mucho mejor para todos que la OTAN se desmantelara y que las distintas naciones que la forman reasignaran sus partidas de millardos de dólares hacia gastos sociales y el desarrollo de sus economías domésticas.
Trump ha anunciado importantes esfuerzos para reducir el desequilibrio comercial con Asia. Al contrario de lo que se afirman algunos “expertos” en comercio exterior en los medios de comunicación, China no es el único de los “infractores”, ni siquiera el mayor, que se aprovechan del desequilibrio comercial con Estados Unidos.
El actual superávit en el balance comercial de China equivale al 5% de su PIB, el de Corea del Sur al 8%, el de Taiwán al 15% y el de Singapur al 19% respectivamente. El objetivo de Trump es reducir el desequilibrio comercial de EE.UU. a 20.000 millones de dólares con cada uno de los países, equivalente al 3% del PIB. La cuota de Trump de 100.000 millones de dólares contrasta agudamente con el desequilibrio comercial de los “Cinco Grandes” asiáticos (Japón, China, Corea del Sur, Taiwán y Singapur), equivalente a 700.000 millones de dólares en 2015, según datos de FMI.
En resumen, Trump está actuando para reducir los desequilibrios externos un 85% con el fin de incrementar la producción doméstica y crear empleos en las industrias ubicadas en Estados Unidos.

Trump y Latinoamérica

La política latinoamericana de Trump se ha centrado fundamentalmente en México y, en mucha menor medida, en el resto del continente.
La principal decisión de la Casa Blanca ha sido echar por tierra el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica de Obama (TPP, por sus siglas en inglés), que favorecía a las corporaciones multinacionales que explotan la mano de obra de Chile, Perú y México y resultaba atractivo para los regímenes neoliberales de Argentina y Uruguay. Trump hereda del presidente Obama numerosas bases militares en Colombia, la base de Guantánamo en Cuba y las bases de Argentina. El Pentágono continúa la guerra fría de Obama contra Venezuela y ha acusado de forma falsaria al vicepresidente de aquel país de tráfico de drogas.
Trump ha prometido cambiar la política comercial y de inmigración con México. A pesar de la amplia oposición que ha levantado su política migratoria, aún le falta mucho para igualar la expulsión masiva de emigrantes mexicanos y centroamericanos acometida por Obama, campeón indiscutible en ese campo, que deportó a 2,2 millones de emigrantes junto a sus familias en ocho años, o lo que es igual, unos 275.000 al mes. En su primer mes al mando, el presidente Trump ha expulsado solo un 10% del porcentaje medio deportado por Obama.
El presidente Trump ha prometido renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), imponiendo una tasa sobre las importaciones y persuadiendo a las empresas multinacionales para que regresen e inviertan en EE.UU.
Hay muchas ventajas ocultas para México si decide responder a las políticas de Trump con sus propias medidas económicas de “proteccionismo recíproco”. Bajo el NAFTA, 2 millones de agricultores mexicanos entraron en bancarrota y se han dedicado millardos de dólares a la importación de arroz, maíz y otros alimentos de primera necesidad (subvencionados), de EE.UU. Una política de “primero México” podría reavivar la agricultura mexicana para el consumo doméstico y la exportación; esto disminuiría la emigración de campesinos mexicanos. México podría renacionalizar su sector petrolero e invertir en refinerías en el propio país, lo que le supondría la ganancia de millardos de dólares y reduciría la importación de productos petroleros refinados de EE.UU. Al tener que implantar una política de sustitución de las importaciones, la manufactura local podría reactivar el mercado y el empleo internos. Aumentarían los trabajos en la economía formal y se reduciría el número de jóvenes en paro, carne de cañón para los cárteles de la droga y otras bandas criminales. Mediante la nacionalización de los bancos y el control de los flujos de capital, México podría interrumpir la fuga de capitales cifrada en alrededor de 50.000 millones de dólares de fondos ilícitos al año. Por su parte, estos programas nacional-populares incentivarían la elección de nuevos líderes que podrían iniciar la purga de la policía corrupta, los militares corruptos y los líderes políticos corruptos.
En resumen, aunque las políticas de Trump podrían causar algunas pérdidas a corto plazo, a medio y largo plazo pueden suponer sustanciales ventajas para el pueblo mexicano y su nación.

Democracia

La elección del presidente Trump ha provocado una virulenta campaña autoritaria que amenaza nuestras libertades democráticas.
La propaganda continuada y bien coordinada emitida por todos los grandes medios de comunicación y por los dos principales partidos políticos ha fabricado y distorsionado informes y ha alentado a los representantes elegidos a atacar salvajemente a las personas nombradas por Trump para hacerse cargo de las responsabilidades en política exterior, forzando dimisiones e inversión de las políticas. La dimisión forzosa del consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn ha puesto de manifiesto la agenda belicista del partido demócrata contra la Rusia en poder de armas nucleares. Los senadores liberales, que solían pronunciar grandiosos discursos contra “Wall Street” y el “Uno por ciento”, ahora exigen que Trump se niegue a colaborar con el presidente Putin para detener la amenaza real que supone el Estado Islámico, mientras apoyan a los neonazis ucranianos. Los iconos liberales presionan abiertamente para incrementar la presencia de buques de guerra en Asia con el fin de provocar a China, a la vez que se oponen a la política de Trump favorable a renegociar los tratados comerciales con Pekín.
Hay multitud de peligros y ventajas ocultos en esta guerra política de partidos.
Trump ha sacado a la luz las mentiras y distorsiones sistémicas de los medios de comunicación, confirmando la desconfianza que les profesa la mayoría del pueblo. Esta baja opinión que tienen los estadounidenses, especialmente los que habitan el devastado centro del país (aquellos a quienes Hillary Clinton llamaba “los deplorables”) se corresponde claramente con el profundo desdén de los medios por esta enorme porción del electorado. En realidad, la cháchara constante de los medios acerca de cómo los malvados “rusos” habían pirateado las elecciones presidenciales de EE.UU. dando la victoria a Donald Trump es más bien una cortina de humo para enmascarar su reticencia a denunciar abiertamente a los “blancos pobres” –incluyendo a los trabajadores y campesinos estadounidenses– que votaron abrumadoramente por Trump. Este elemento regional y de clase ayuda mucho a explicar la continua histeria provocada por la victoria de Trump. Las élites, los intelectuales y los burócratas están furiosos por el hecho de que “la canasta de deplorables” de Clinton rechazara al sistema y a sus portavoces bien peinados y de uñas cuidadas.
Por vez primera, se ha abierto un debate político sobre la libertad de expresión al más alto nivel del gobierno. Ese mismo debate se prolonga al modo en que el nuevo presidente se ha enfrentado al enorme e incontrolado aparato policial del Estado (el FBI, la NSA, la CIA, la Seguridad Nacional, etc.), tremendamente ampliado bajo la presidencia de Obama.
La política comercial y de alianzas de Trump ha despertado al Congreso y ha provocado que empiece a debatir sobre temas sustanciales en vez de hacerlo por nimiedades de procedimientos internos. La retórica política de Trump ha provocado manifestaciones masivas de protesta, algunas de buena fe, aunque otras pagadas por los megamillonarios que respaldan al Partido Demócrata, como el “Padre de las Revoluciones de Colores” George Soros. Sería importante saber si estas manifestaciones pueden provocar la aparición de auténticos movimientos democráticos y socialistas de base capaces de organizarse y aprovechar la división en las élites.
Las falaces acusaciones de contactos “traicioneros” con el embajador ruso que supuestamente realizó el consejero de Seguridad Nacional de Trump Michael Flynn cuando todavía era civil y la utilización de la Ley Logan relativa a la discusión de política exterior con gobiernos extranjeros abren la posibilidad de investigar a algunos legisladores, como Charles Schumer y otros cientos, por discutir la posición estratégica de EE.UU. con autoridades israelíes…
Gane o pierda, la administración Trump ha provocado un debate sobre las posibilidades de paz con una superpotencia nuclear, sobre la reconsideración del inmenso déficit comercial y la necesidad de defender la democracia contra amenazas autoritarias de la denominada “comunidad de inteligencia” contra un presidente electo.

Trump y la lucha de clases

La agenda socioeconómica de Trump ya ha puesto en marcha poderosas corrientes subterráneas del conflicto de clases. Los medios de comunicación y la clase política se han centrado en los conflictos relativos a la inmigración, los temas de género y las relaciones con Rusia, la OTAN e Israel así como en las políticas internas del partido. Estos conflictos oscurecen antagonismos de clase más profundos, procedentes de las propuestas económicas radicales del presidente.
Sus propuestas para reducir el poder de las instituciones federales de regulación y de investigación, simplificar y reducir los impuestos, recortar la partida destinada a la OTAN, renegociar o dar por finalizados los acuerdos multilaterales y recortar los presupuestos de investigación, sanidad y educación, amenazan el empleo de millones de trabajadores y funcionarios del sector público en toda la nación. Entre los cientos de miles de manifestantes que han participado en las marchas de mujeres por la inmigración y la educación, miles son empleados públicos y sus familiares, que ven amenazado su sustento económico. Lo que, en una primera instancia pueden parecer protestas por determinados derechos humanos, culturales o identitarios, en realidad son manifestaciones de una lucha más profunda y más general de los empleados del sector público que se oponen a la agenda privatizadora del Estado, que a su vez obtiene su respaldo de clase de los pequeños empresarios atraídos por la bajada de impuestos y una reducción de las cargas regulatorias, así como de los cuadros de las escuelas y los hospitales privados que gozan de subvención estatal.
Las medidas proteccionistas de Trump, entre las que se incluyen las ayudas a la exportación, enfrentan a los fabricantes internos con los importadores multimillonarios de bienes de consumo baratos.
Las propuestas de Donald Trump destinadas a desregular el petróleo, el gas, la madera, las exportaciones agrícolas y minerales y las inversiones en grandes infraestructuras tienen el respaldo de los jefes y trabajadores de dichos sectores. Ello ha provocado un grave conflicto con los ecologistas, los trabajadores y productores comunitarios, los pueblos indígenas y sus simpatizantes.
La iniciativa inicial de Trump de movilizar a las fuerzas internas opuestas a continuar destinando gran parte del presupuesto federal a las guerras en el extranjero y partidarias de la construcción de un imperio basado en las relaciones de mercado ha sido derrotada por los esfuerzos conjuntos del complejo militar-industrial, el aparato de inteligencia y sus defensores dentro de la coalición de las élites políticas liberal-neoconservadoras-militaristas y sus seguidores de masas.
La lucha de clases en curso se ha profundizado y amenaza con destruir el orden constitucional en dos sentidos: el conflicto puede llevar a una crisis institucional, a la destitución forzosa de un presidente electo y a la instalación de un régimen híbrido, que preservaría los programas más reaccionarios de ambas partes de la lucha de clases. Podría llegar a ocurrir que importadores, inversores y trabajadores de las industrias extractivas, defensores de la educación y la sanidad privatizadas, belicistas y miembros del politizado aparato de seguridad se hicieran con el control total del Estado. Por otro lado, si la lucha de clases consigue movilizar a los trabajadores del sector público, a los del sector comercial, a los desempleados, a los demócratas contrarios a la guerra, a los emprendedores de la tecnología de la información y a los patronos que dependen de inmigrantes cualificados, así como a los científicos y a los ecologistas en un movimiento de masas dispuesto a apoyar un salario digno y a unirse en torno a intereses de clase comunes, será posible lograr un profundo cambio del sistema. A medio plazo, la unión de estos movimientos de clase puede llevar a un régimen híbrido progresista.

James Petras
Rebelión
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

domingo, febrero 26, 2017

"Un camino a casa": la vida contra la barbarie



Film de Garth Davis, basado en el libro autobiográfico de Saroo Birerley.

Grita. Es 1987 y en la inmensidad de la noche de Kandwa (India), Saroo —un niño de 5 años que había salido esa mañana a trabajar, como todos los días, con su hermano mayor— ahora está sólo, enrejado en la oscuridad de un vagón de tren, sin pasajeros, y grita. A la nada misma, llorando, Saroo grita intermitentemente, hasta dormirse, el nombre de su madre, el nombre de su hermano Guddu, a quien acaba de perder en el trajín de una de sus cotidianas y arduas jornadas laborales.
Ese viaje accidental, ese tren —aunque él aún no lo sabe— lo aleja de Ganesh Talai, su pueblo natal y va a cambiar su vida para siempre. Un camino a casa ("Lion", según su título original) es la película que relata la historia real de Saroo Birerley, el hijo de una familia sumida en la extrema pobreza que el mencionado tren deposita en Calcuta y lo aleja de su familia obligándolo a iniciar una lucha tenaz por su propia vida.
Así, luego de sortear a traficantes, secuestradores, redes de trata y soportar las humillaciones a las que lo someten en un orfanato, Saroo finalmente es adoptado por una familia australiana que le da posibilidades de estudio y desarrollo muy por encima de las esperadas en su pueblo. Pero el estigma de haber perdido a su familia permanece en él durante toda su vida, irremediablemente, marcada por una intensa y conmovedora búsqueda.
El film de Garth Davis, basado en el libro autobiográfico de Saroo Birerley, se estrenó el jueves pasado y cuenta con seis nominaciones para los premios Oscar. La película sumerge al espectador en la realidad cruel de los muchos niños que conviven a diario con la adversidad y la pobreza y lo hace con una gran calidad. A la actuación magistral de Dev Patel (Saroo en su juventud) se le suma la interpretación de Nicole Kidman (mamá adoptiva de Saroo) para constituir una obra emocionante. La película encuentra un límite, sin embargo, al colocar a esta familia adoptiva en un papel heroico, que nada tiene que ver con la realidad avasallante a la que la pobreza empuja a estos niños que son despojados de sus verdaderas familias. Si bien la adopción de niños huérfanos por parte de familias económicamente estables constituye en gran medida una oportunidad para aquellos niños frente al hecho consumado de su situación, no puede sino ser un paliativo que no soluciona el problema de fondo: que existen numerosas familias desmembradas y castigadas por el devenir del modo de producción capitalista.
Con la vida de Saroo, el film muestra el empuje y aferre de la humanidad a la vida (su capacidad de luchar tenazmente contra aquello que la oprime) y lo contrapone a uno de los cuadros de barbarie más impresionantes que se agrava todos los días y que las redes sociales hacen cada vez más visibles. Los refugiados sirios que naufragan (la imagen desgarradora de Dylan, el niño sirio ahogado, boca abajo, en las costas del mar mediterráneo, que se viralizó por el mundo el año pasado), el genocidio sionista en Palestina o los niños que hacen de mano de obra esclava para la producción de grandes empresas, por mencionar sólo algunos ejemplos.
Los signos cada vez más notorios de barbarie desbordan en todos los ámbitos –en esta oportunidad lo hacen en el cine– y marcan la urgencia de su transformación.

Pablo Doglioli