jueves, marzo 23, 2017

Julieta Lanteri: “La mujer debe luchar para conseguir la realización de sus derechos”



Fundó un partido de mujeres, fue candidata a legisladora, organizó congresos, apoyó huelgas, se enfrentó al régimen conservador de la época y lo desafió.

Argentina. Primeras décadas del siglo XX. Las mujeres no votaban. Por ley, no estaban emancipadas de los varones, no tenían derechos civiles propios; aunque en la vida cotidiana sí se los ganaban a diario. No tenían derecho alguno sobre sus hijos, aunque si todas las obligaciones de la crianza. Tampoco podían estudiar libremente, ni ser intelectuales, ni científicas, ni abogadas, ni profesoras universitarias. Mucho menos candidatas.
Pero, otra vez, como a lo largo de toda la historia, la lucha también fue de las mujeres. Y como una de las indispensables, asoma el nombre de Julieta Lanteri, precursora del feminismo en nuestro país.
Inmigrante italiana, médica, especialista en cirugía, dirigente del movimiento feminista de la época, fundadora del Partido Feminista Nacional, primera sufragista del país y candidata a diputada en 1919.
Julieta sí que supo hacer historia. Y supo también marcar el camino para la lucha de las mujeres. Nunca mendigando derechos, sino que los conquistamos.

La sexta médica graduada del país

Julieta tenía un padre que había logrado hacerse de algunas propiedades que le permitían tener un dinero extra como para mandar a sus hijas a estudiar, tanto a la escuela secundaria, como a la universidad.
Pero la educación superior estaba reservada para los varones de las familias de clase alta, a las mujeres de esa misma clase se les enseñaba bordado, las tareas domésticas y algún idioma extranjero para ser buenas anfitrionas.
En un libro de texto escolar de nivel primario de la época podía leerse: “las mujeres debemos quedarnos en nuestras casas a zurcir medias, a remendar ropas, a barrer y a cocinar, mientras que los hombres se ocupan de política y de dictar leyes” (Bellotta, Araceli, “Julieta Lantieri: la pasión de una mujer”).
Por eso no le fue fácil a Julieta terminar el secundario, ni entrar en la universidad. Allí empezarían a forjarse sus ánimos de lucha.
Una revista de medicina de la época mostraba abiertamente su rechazo a las mujeres en la carrera y afirmaba que “la mujer médica no daría nada qué decir si a través de sus correrías por aulas y salas de disección pudiese conservar la dignidad que es el mejor adorno del sexo. La dignidad y el pudor” (Bellota, Araceli, op. cit.).
A esto se sumaba que luego, aún estando recibidas, no podrían ejercer sus profesiones y sí lo hicieran, no tendrían las facultades legales para disponer de su propio dinero. Sin ir más lejos, la Corte Suprema había declarado en 1891, que “mientras dure el matrimonio, la mujer carece de capacidad civil”.
A pesar de las trabas, Julieta no sólo logró graduarse y ser la sexta médica del país, sino que lo hizo con un promedio alto y automáticamente consiguió un trabajo en la salud pública.

La organizadora

Las poquísimas mujeres que accedían a la universidad y lograban recibirse de alguna profesión, tenían que seguir luego la batalla para que les permitieran ejercer. Por eso, Julieta junto a otras mujeres profesionales, fundan la Asociación Universitarias Argentinas. Luchaban para que nos las discriminaran en sus labores sólo por ser mujeres. Tiempo después sus preocupaciones saltaron los muros de la universidad.
En 1906 participa del Congreso Internacional de Libre Pensamiento, allí queda impactada por las palabras de María Abella de Ramírez, quien proponía leyes que garantizaran la vida de las mujeres y de los niños que nacieran producto de una relación extra matrimonial, adelantando de alguna manera el debate, tanto de los derechos civiles para las mujeres, como del derecho a no morir por aborto clandestino.
De aquel evento surgiría como organización el Centro Feminista. Julieta sería una de sus impulsoras. Esta experiencia la impulsó a fundar la Liga Argentina de Mujeres Librepensadoras, que sumó a su militancia en el Centro Feminista y a las Universitarias Argentinas.
Y a todas ellas les surgió una idea. Se avecinaba el centenario de la Revolución de Mayo, aprovecharían los actos, eventos y visibilidad que tendría el país para organizar un Congreso Femenino Internacional, como parte de la celebración de las fiestas patrias.
Como era de esperarse, esto generó un enorme revuelo. En medio de los festejos oficiales y con la presencia de la Infanta Isabel, tía del Rey de España, representando a la corona y mientras se reprimían las protestas de los obreros, Julieta y sus compañeras no se callaban la boca.
Las mujeres conservadoras también tendrían su espacio. En el Congreso Patriótico y en la Exposición del Centenario les respondían a las insumisas: “la acción de este congreso es pacificadora, educadora y controladora”, para afirmar que las mujeres no debían tener derecho a votar, por considerar que el sufragio era sólo cosa de varones.
Esto no las amedrentó. En el Congreso Femenino que presidió Julieta y que cerró su sesión el 24 de mayo de 1910, ellas debatieron horas y luego votaron a mano alzada, desafiando a cualquiera que sostuviera que las mujeres no eran capaces de hacer política.
Aquellas mujeres decidieron que lucharían por terminar con la prostitución; por sus derechos civiles y políticos; por la educación laica, mixta e igualitaria; por la igualdad salarial con los varones; por derechos laborales para las mujeres trabajadoras; por el derecho al divorcio y al sufragio.
Muchos de estos derechos serían conquistados varias décadas después.

La candidata de las mujeres

Mientras tanto, en el país se debatía la Ley Sáenz Peña, una reforma electoral que pretendía organizar comicios electorales libres y universales. Eso sí, dejando fuera a las mujeres.
Julieta nuevamente insistió, hizo presentaciones legales, fuente ante el juez y consiguió votar en las elecciones del año 1911. Pero, después de este acontecimiento, el Concejo Deliberante de la ciudad sancionó una ordenanza que prohibía explícitamente el voto femenino con el argumento de que para empadronarse era necesario el registro del servicio militar.
Pero esto no sería una traba. Julieta se disponía a luchar a fondo por los derechos de las mujeres.
“Siendo ciudadana argentina, no figura mi nombre en el padrón electoral (…) creo sin embargo que ello no constituye un impedimento para la obtención del cargo de diputado, ya que la Constitución Nacional emplea la designación genérica de ciudadano, sin excluir a las personas de mi sexo (…) la ley electoral no cita a la mujer en ninguna de sus acepciones”, le escribiría la médica feminista a la Junta Electoral.
Habían pasado sólo unos meses desde que el gobierno de Yrigoyen reprimiera brutalmente la huelga general que había comenzado con los obreros de los Talleres Vasena, en reclamo de mejores condiciones laborales. Y Julieta no era ajena a las luchas de los trabajadores.
El 14 de abril de 1919, se reunión por primera vez el comité ejecutivo que organizaría el Partido Feminista Nacional que la llevaría a Julieta como candidata a diputada nacional.
“En el parlamento, una banca me espera, llevadme a ella”, invitaban los carteles con los que desarrollaba su campaña. Habló en medios, dio conferencias, hizo actos. Su campaña se dirigía también a los varones y a los trabajadores, pero ella ya era la candidata de las mujeres.
Fue la única organización que presentó un programa para mejorar las condiciones de vida de las mujeres y de los trabajadores y los sectores más pobres. Proponían que “las obreras (pudieran) dejar de concurrir a las fábricas o talleres hasta los 30 días subsiguientes al alumbramiento, debiendo entre tanto guardarles el puesto” (Bellota, Araceli, “Julieta Lanteri: la pasión de una mujer”). También “un máximo de 6 horas de trabajo para las mujeres, jubilación y pensión para todos los obreros e igualdad salarial para mujeres y varones” (Ídem), algo por lo que aun hoy seguimos luchando.
Uno de sus reclamos centrales sería el derecho al voto de para las mujeres, recién concedido en nuestro país en 1947.
Finalmente Julieta llevó hasta el final su campaña, a pesar de recibir agresiones, críticas y burlas; incluso garantizó una fiscalización por las mesas electorales. De 155.000 votantes de aquellas elecciones nacionales, el Partido Feminista Nacional, con Julieta Lanteri como candidata a diputada, obtuvo 1730 votos.
Por eso Julieta es una de las indispensables, ejemplo de lucha para todas las mujeres.

Ana Sanchez

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