martes, abril 18, 2017

El levantamiento del Gueto de Varsovia



El levantamiento del gueto de Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial constituye una de las gestas mas heroicas que iluminan a los pueblos oprimidos de todo el mundo, consagrando su legado internacional.

La iniciativa de poco menos de 500 combatientes extremadamente jóvenes (entre 15 y 24 años), y mal armados, desafió la maquinaria bélica de los nazis sacando de quicio al mismo Hitler, furioso ante la impotencia de las Waffen SS y la Wermacht para aplastar la resistencia judía. El ZOB (Zydowska Organizacja Bojowa), Organización Judía de Combate, era una frente único político y militar integrado por todas las corrientes políticas del gueto, encabezado por el Bund (Partido Obrero Judío), hegemónico entre los judíos de Polonia, Lituania, Ucrania y Bielorrusia, los comunistas del PSP, un núcleo de militantes trotskistas y dos pequeños grupos sionistas del Hashomer Hatzair y Dror. Su ejemplo singular inspiró los levantamientos de los guetos de Bialistok y Minsk, menos conocidos pero no menos heroicos.
El gueto de Varsovia concentraba 300 mil judíos tras la ocupación alemana de la esfera occidental de Polonia, producto del pacto Ribbentrop-Molotov, el acuerdo de colaboración entre la burocracia stalinista de la URSS y el régimen nazi para trazar áreas de influencia. Mientras las tropas soviéticas ocupaban la zona oriental de Polonia, en septiembre de 1939 los nazis establecieron que los judíos de Varsovia no podían trabajar en las grandes industrias y las instituciones estatales, tampoco podían hornear pan y tenían prohibido comprar o vender mercaderías a los “arios”. En noviembre fueron fusilados los primeros 53 judíos como represalia por la agresión a un policía polaco. Eran los prolegómenos del método de castigo colectivo, empleado premeditadamente para sembrar el terror y quebrar la voluntad de la población civil.
Después de una razzia donde fueron asesinados 300 judíos, los nazis alentaron un pogrom protagonizado por lúmpenes polacos y ucranianos durante varios días. La autodefensa del Bund los enfrentó en cuatro oportunidades pero no logró impedir el cercamiento del gueto que impuso un antes y un después en el aislamiento de las masas judías. Los grandes propietarios y las clases medias polacas consintieron el aislamiento de los judíos bajo la promesa nazi de cederles sus propiedades y bienes, mientras hacían la vista gorda sobre las mieles que arrojaba el contrabando.
El aislamiento generó la pauperización masiva y una epidemia de tifus y tuberculosis que brotaba por todas partes, en tanto los hospitales estaban abarrotados y sin medicinas. Miles morían de hambre mientras cientos de cadáveres insepultos se descomponían en las calles. Para colmo, el Judenrat, el Consejo sostenido sobre la policía judía, perseguía incansablemente a los niños que sorteaban las alambradas del gueto, entrando a la “zona aria”, para robar alimentos. Subordinado a los nazis, el Judenrat se encargaba de separar a los jóvenes de las familias para enviarlos a los campos de trabajo, asegurándoles que podrían recibir correspondencia de sus allegados.
Marek Edelman, el legendario comandante del ZOB y dirigente del Bund de apenas 24 años, narró en su libro de memorias “El gueto lucha” las peripecias y el infortunio de las masas judías engañadas con ilusiones por el Judenrat, mientras se producían las masacres de Vilna, Slonim, Bialistok, Baranovich, Ponar y el exterminio del gueto de Chelmno.
Para intentar contrarrestar la desesperación y el aislamiento fueron creadas instituciones de contención (grupos de teatro, coros, centros juveniles y de actividad escolar, etc.) y aparecieron decenas de publicaciones, leídas ávidamente en grupos. El Bund editaba dos semanarios, Der Veker y Yugent Shtime, y cuatro revistas mensuales. Los trotskistas difundían el periódico Czorwony Sztandard, que salió hasta los últimos días de la sublevación del gueto. Pero los nazis respondieron secuestrando las imprentas y asesinando a los editores, llevando la resistencia a organizarse en forma clandestina, cambiando diariamente de domicilio.
A fines de julio de 1942, los nazis comenzaron a pergeñar el exterminio masivo, anunciando que los judíos “no productivos” debían abandonar Varsovia en trenes que se dirigían al campo de concentración de Treblinka, donde serían eliminados en las cámaras de gas. Valiéndose del hambre rabioso, los nazis prometieron tres hogazas de pan y una ración de mermelada para realizar la evacuación. Así, en diez días, expulsaron a todos los habitantes de la zona llamada del “pequeño gueto”. En todo el gueto sólo quedaban 60 mil personas de las 300 mil originarias. La alternativa era luchar o morir.
En octubre se constituyó la Comisión Coordinadora del ZOB, conducida por Edelman y Mordejai Anilevich, atendiendo a la instrucción militar, la cuestión del armamento y los intentos de establecer una relación con la resistencia polaca reunida en la Armija Krajova, que aunque muy golpeada proveyó de algunas armas.
La resistencia del gueto contaba con armas caseras, unos pocos revólveres y fusiles, y una sola pistola automática. Apelando a la audacia, los jóvenes combatientes tomaban por asalto a los retenes de las guardias alemanas, los desarmaban y se retiraban rápidamente. Empleando el método de la guerrilla urbana, el ZOB efectuaba ataques sorpresivos para replegarse luego entre los edificios que servían de bunkers. Funcionaba en forma descentralizada apoyada sobre 50 grupos que operaban en todo el gueto, dividido en cuatro zonas. Los atentados terroristas a fábricas, talleres y almacenes provocaron graves pérdidas a los nazis, al tiempo que el ZOB monto una fábrica de granadas y bombas incendiarias, gracias al contrabando de materiales combustibles.
Los aciertos de los combatientes resultaron humillantes para los nazis. De ese modo, el ZOB emergió como la dirección hegemónica del gueto, incidiendo sobre las masas judías para resistir la evacuación hacia los campos de la muerte y para ajusticiar a los colaboradores de los nazis.
El desarrollo de la resistencia condujo a los nazis a cambiar de planes, pues los judíos no se proponían abandonar el gueto de forma pacífica. Así fue resuelta la destrucción del gueto para el 19 de abril de 1943. Hitler envió en persona al general Jurgen Stroop al mando de las SS para asestar el golpe final como un paseo.
Para sorpresa de los nazis, el ZOB hizo retroceder la primera ofensiva alemana, incendiando los tanques con bombas Molotov. También lograron repeler la segunda ofensiva con un sistema de minas subterráneas. La resistencia a dentelladas era casa por casa. Fue entonces que los nazis resolvieron incendiar el gueto para acabar con todo. Sin embargo, los combates se prolongaron los sucesivos días, particularmente en las noches. Edelman recordaba que con esa moral de combate conmemoraron el 1º de mayo, entonando las estrofas de la Internacional.
Finalmente, el 8 de mayo los nazis hallaron las oficinas del comando del ZOB con la mayoría de sus integrantes, los que se quitaron la vida inmediatamente para no caer prisioneros. Así, varios días después de lo estipulado, Stroop reportó a Hitler: “ya no existe más el barrio judío de Varsovia”.
El dirigente del Bund Arthur Zyguelboim logró escapar del gueto hacia Londres y denunció la situación atroz. Pero la indiferencia lo condujo al suicidio como un alegato público del genocidio que se estaba consumando en seis millones de judíos. Las potencias “democráticas” se negaron a bombardear las vías férreas sobre las que los nazis trasladaban a los judíos a los campos de exterminio. EE.UU. y Gran Bretaña cerraron sus fronteras a los judíos que clamaban refugio. La ironía fue que ambos a la par de Stalin “pagaron sus culpas” impulsando la construcción del Estado de Israel, un Estado racista y colonialista asentado sobre la opresión nacional del pueblo palestino.
Indudablemente, la lucha del pueblo palestino recoge la mejor tradición del legado del gueto de Varsovia contra la ignominia y la bestialidad de los verdugos.

Miguel Raider

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