domingo, abril 23, 2017

Los Simpsons cumplieron 30 años



Las ácidas descripciones de la sociedad y el poder en el dibujo animado más popular de la historia.

El 19 de abril de 1987 debutaba en televisión el primer capítulo de Los Simpson: la familia tipo estadounidense compuesta por Homero, Marge, Lisa, Bart y Maggie, que supo a lo largo de estos 30 años desarrollar críticas agudas al estilo de vida norteamericano y convertirse en una de las más populares producciones culturales del período a nivel global.
Jugando con mezclar realidad y ficción, han retratado en sus 28 temporadas y 617 capítulos escenas de la vida política, social y cultural de Estados Unidos y del mundo, con un peculiar e hilarante humor entre aniñado, agudo y crítico, siendo precursores en el estilo de dibujos animados que disfrutan tanto niños como adultos.

“Moe, dame otra Duff”

La atenta mirada de la serie al mundo social atraviesa un sinfín de temáticas –desde el alcoholismo a la crisis económica y ambiental, del fanatismo religioso a la opresión de los inmigrantes ilegales– y suele caracterizarse por una ironía en muchos casos pesimista.
Es común que los capítulos desarrollen un gran cisma en la “tranquilidad” de la pequeña ciudad de Springfield, para luego concluir en una vuelta al statu quo. En este final de recorrido, cuando hay un saldo positivo no es la transformación social, sino el amor romántico y familiar, así como el reconocimiento mutuo de una comunidad más allá de sus diferencias (algo en lo que la serie abreva del período clásico de Hollywood). Se trata de un mecanismo sobre el que los mismos autores se ríen en más de una ocasión.
La situación de los trabajadores es ampliamente trabajada en esta serie: sin dudas, uno de los más recordados es el emblemático capítulo donde la planta nuclear se organiza sindicalmente porque quieren quitarles el “plan dental”; pero también han retratado huelgas docentes y rebeliones populares (como cuando el pueblo se moviliza contra la “invasión de osos”). Pero ante todo, en la figura de Homero y sus compañeros de la planta se retrata una descomposición de la clase obrera, en la que el grueso de su satisfacción se concentra en el consumo de alcohol (la clásica cerveza Duff, en pack de seis o servida por el cantinero Moe) y la TV –una deshumanización del obrero, producto del trabajo enajenado, que Marx describiera tempranamente.
Los perfiles de cada uno de los personajes que conforman esta serie están bien definidos y cristalizados en estereotipos precisos; la construcción de caracteres hilarantes (desde el acartonado director Skinner hasta el inescrupuloso vendedor de monorrieles) es una de sus muchas riquezas. Al igual que el mundo social, estos estereotipos parecen nunca avanzar (a tono con el género de las sitcom) y permanecen intactos al finalizar cada capítulo. Un caso ejemplar es el de Marge, que a menudo intenta rebelarse de su confinamiento al hogar, algo que entra en contradicción con la opresión de la mujer en la familia tradicional –a la que siempre vuelve.

“¡Gané el dinero en la lotería! ¡Lo juro!”

El Alcalde Diamante es un mujeriego que teje lazos con los mafiosos de la banda liderada por Tony El Gordo, que opera en la zona liberada que es la ciudad de Springfield, donde los policías son un grupo de inoperantes al mando del Jefe Gorgory, más preocupado por comer rosquillas que por combatir los flagelos que atacan a su ciudad.
La serie también ha mostrado los lazos que se tejen entre los grandes empresarios y el poder político: allí forman fila desde el Señor Burns, un empresario multimillonario, que explota a sus empleados y contamina el medio ambiente para abaratar costos en los desechos de su planta nuclear, hasta Bob Patiño, un ex presidiario que estuvo detenido en más de una oportunidad por intentos múltiples de homicidio y que en un capítulo es candidato a alcalde y gana a través de un enorme fraude.
Por línea general, en The Simpsons los políticos son corruptos. En esta mirada crítica sobre el poder, el Partido Republicano sale bastante más golpeado que el Demócrata (pese a tratarse en ambos casos de históricos representantes de los capitalistas norteamericanos), el partido con el que simpatiza públicamente el creador de la serie.

“Será en un canal de cuarta, pero al menos Los Simpson llegamos a la TV”

La cadena Fox es considerada la cuarta red luego de la ABC, la CBS y la NBC. Se caracteriza por su cercanía al Partido Republicano y la derecha. Resulta interesante que Los Simpson permitieran un amplio ascenso de Fox en el mercado televisivo, y que le permitieran generar el amplio emporio de canales que la componen hoy, siendo Matt Groening, el creador de esta familia, un “agnóstico y liberal” que incluso ha realizado contribuciones a las campañas de varios candidatos del Partido Demócrata de Estados Unidos.
De todos modos, fiel al estilo Simpson, Fox no escapa a las críticas abiertas de esta familia. En más de una oportunidad se han referido a la cadena haciendo alusión a que censuran o que su programación es muy mala. Incluso existe un capítulo que aborda el negocio de los medios de comunicación en la figura del periodista Kent Brokman, y las alianzas de los noticieros con las políticas bipartidistas; sobre el fin del episodio, un Homero tembloroso se encuentra a punto de develarle a Lisa un gran secreto de la cadena, pero justo cuando va a hacerlo aparecen los títulos del programa –como si Fox lo estuviera sacando del aire por querer hablar en su contra. De seguro las críticas se hacen tolerables para la cadena, en el contraste con los multimillonarios beneficios que ofrece la serie.
Con mejores y peores temporadas, este programa sin duda ha atravesado y atraviesa la vida de millones de personas que encuentran en esta simpática familia gags brillantes y un espejo deformado que permite reírse de las miserias y virtudes de la vida cotidiana, y de todo alrededor.

Beita @_dbeita_ y Tomás Eps @tomaseps

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