miércoles, abril 12, 2017

Marta Minujin le paga la deuda externa griega a Merkel con aceitunas



La artista argentina reversionó su propia performance de cuando pagó la deuda con choclos

La artista Marta Minujín acaba de presentar “Pago de la deuda griega a Alemania con olivas y arte”. Se trata de una re-versión de otra obra suya, “Pago de la deuda externa con choclos”, de 1985. Aquella vez la artista "pagó" con el maíz la deuda externa argentina a Estados Unidos ante la figura del artista Andy Warhol, quien representaba a ese país.
Minujín realizó su nueva performance en “Documenta 14”, una reconocida exposición de arte contemporáneo —oriunda de Kassel, Alemania—, pero que esta vez hizo una exhibición paralela en el Museo de Arte Contemporáneo de Atenas, en la capital de Grecia, país saqueado y hundido por la crisis económica y acechado por acreedores internacionales como la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI. Su deuda supera el 180% del PBI.
Para ejecutar su obra, la artista aplicó un movimiento respecto a su versión original: en lugar de Andy Warhol puso en el rol de acreedora a una doble de la canciller alemana Ángela Merkel. Y en lugar de choclos —producto típico argentino— utilizó aceitunas verdes y negras, uno de los productos tradicionales del país helénico, las cuales ubicó en cubo de cuatro metros de largo por dos metros de ancho y veinte centímetros de altura. Ambas se sentaron espalda con espalda. Luego caminaron alrededor del cubo, haciendo gestos de negociación, y finalmente se produjo el pago con las olivas.
Es significativo el enroque entre Warhol y la doble de Merkel: el primero —ícono del popart en la segunda mitad del siglo pasado, un fabricador de la conciencia del arte contemporáneo, una figura insoslayable— pertenecía en ese momento al canon artístico, estaba en el centro de lo que la cultura dominante legitimaba como “arte” y, por tanto, su obra, hoy cotizada en cifras siderales, gravitaba en los centros de poder.
Ángela Merkel, jefa del gobierno alemán, también ocupa un lugar central, pero ella en el centro de poder político de una Unión Europea en crisis. Es una de las líderes en imponer condiciones de ajuste y miseria en Grecia —como reclamar más reformas en las jubilaciones— para otorgar préstamos que devuelvan antiguos préstamos. Pero Marta Minujin produce una diferencia: pone en su lugar a una doble de la canciller alemana, generando así el concepto de una farsa.
La artista argentina pone en juego otro concepto: titula la obra “Pago de la deuda griega a Alemania con olivas y arte”, por lo que el arte es igualado a un producto, quitándole así todo contenido ‘romántico’ y acercándolo a la noción publicitaria e industrial de Warhol.
En rigor, la obra de Minujín, por su naturaleza de arte conceptual (heredero del dadaísmo y el surrealismo, los movimientos artísticos de entreguerras en Europa), problematizó las tradiciones del arte, puso en juego el cuerpo del artista, activó el rol del espectador y construyó la pregunta sobre qué es el arte. Se edificó así un lenguaje propio.
¿Produce un ‘daño’ político esta obra de Minujín? La pregunta ya plantea un error, la de reclamar a la obra una trasgresión política. Pero si nos moviéramos en esa literalidad cobraría relevancia saber que durante la performance estaba presente el recién electo presidente alemán, Frank Walter Steinmeier, y que fue presentada en un museo oficial, espacio por excelencia de legitimación del canon artístico y de potencial neutralización de toda obra transgresora. Es decir que, aún con la puesta en escena de una deuda usuraria, no deja de ser una obra tolerante y previsible para el establishment. Aún así, la representación de la deuda –de un lado los que pagan con los pocos recursos que tienen y del otro los ejecutores del poder— no deja de crear una conciencia aguda sobre el tema.
“Pierre Menard, autor del Quijote”, cuento publicado por Borges en 1944, aborda por excelencia la cuestión de la reescritura: allí, el escritor Menard, intenta escribir exactamente, letra por letra, la obra cumbre de Cervantes, pero lo hace en el siglo XX, creando así un nuevo significado. El mismo movimiento hace Minujín con esta obra.
Por eso, una lectura posible es que este modelo de arte conceptual, propio de los sesenta y setenta, sigue reproduciéndose: hoy se recuperan y se multiplican obras de aquellos años. En octubre de 2015, la propia Minujín, por ejemplo, volvió a instalar en Buenos Aires “La Menesunda”, originalmente presentada en 1965 en el recordado Instituto Di Tella. También en 2015, unos cien artistas de todo el mundo, entre ellos la reconocida artista Marina Abramovic, participaron en Argentina de la primera Bienal de Performance.
La agudización de la crisis política y económica impone el regreso de las vanguardias y sus transgresiones, pero no de forma estática, sino como resignificación. Es un mundo en persistente y necesaria transformación. Como planteó el filósofo griego Heráclito: nadie entra dos veces en el mismo río.

Daniel Mecca

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