miércoles, abril 19, 2017

Turquía: el referendo ha acentuado el impasse del régimen político



Turquía se encuentra en un cruce de caminos de las crisis y guerras en Medio Oriente, e incluso de toda la crisis mundial. Participa en tres guerras – Siria, Irak y en su propio territorio contra la población kurda -; es el territorio de asilo y de tránsito de la tragedia migratoria; juega un rol clave en la permanencia del estado sionista de Israel; participa en las crisis de los pueblos turcómanos al interior y en la periferia de Rusia; y es, por último, la base fundamental de la Otan en la región y el candidato eterno al ingreso a la Unión Europea. El referendo del domingo pasado, con la finalidad de reemplazar el sistema parlamentario por una suerte de autocracia presidencial es la expresión extrema de la necesidad de establecer un arbitraje despótico del conjunto de las contradicciones en presencia. En junio del año pasado tuvo lugar una tentativa golpista de características confusas, por parte de un sector del alto mando, en la que se supone una operación del propio gobierno para desenmascarar a la oposición militar y proceder a una purga en gran escala. El resultado ha dejado a quince mil personas en la cárcel y a cien mil fuera de sus empleos públicos. Han sido afectados personajes importantes del ‘establishment’ y ex aliados poderosos del presidente Erdogan y su partido AKP. El pasaje del parlamentarismo al presidencialismo debía servir para ajustar las clavijas de un Estado que no podía continuar funcionando con cierto respeto por las libertades convencionales.

Retroceso y fraude

A la luz de esta descripción resulta evidente que la victoria aparente del oficialismo ha tensado, incluso en forma explosiva, la crisis política. La alianza del AKP con el partido de la derecha, HZL, ha obtenido apenas el 51% de los votos en el marco de un fraude visible. Por primera vez en una elección popular se ha otorgado validez a los sobres que carecían del sello de la autoridad electoral. El frente oficial, por otra parte, ha perdido diez puntos con relación a las elecciones de 2015, cuando obtuvo cerca del 62 por ciento. Punto crucial, ha perdido en las tres ciudades principales – Estambul, Ankara y Esmirna. La derrota en la capital es significativa, porque Ankara se ha convertido en el epicentro del régimen islamo-burgués de Erdogan, que desplazó a la eurocéntrica Estambul. Los supervisores electorales de la OCDE han avalado las denuncias de fraude. Enseguida después del comicio han comenzado a producirse movilizaciones populares. Al lado del apoyo que Erdogan recoge de sectores empobrecidos del pueblo, a los cuales auxilió durante su gestión, se ha desarrollado una fuerte oposición de masas, obrera y pequeño burguesa, que tuvo su pico mayor de expresión en las manifestaciones de la plaza Taksin, hace tres años.
La situación, en su conjunto, no podría ser más explosiva. Aliado del régimen sirio, con el cual comparte frontera en el sur, Erdogan se convirtió en su enemigo más encarnizado, al punto de organizar la presencia del Estado Islámico, en el norte de Siria, así como de otros grupos ‘jihadistas’. Hace poco menos de dos años cambió de frente – se alió con Rusia, incluida la defensa de la dictadura de Al Assad. En las semanas últimas dio otro volantazo. Es que Erdogan se siente acosado por el protagonismo de las poblaciones y milicias kurdas en la lucha contra el EI, porque convertiría a su frontera sur en un territorio kurdo contiguo a la región kurda dentro de Turquía. Precisamente por estas razones, Erdogan quebró un proceso de negociaciones con el PKK, dominante en esa zona en Turquía, que contaba con el apoyo de EEUU y de la Unión Europea.
Esa ruptura constituyó el punto de partida de la crisis que culmina con este impugnado referendo. Algo parecido ocurre en Irak, donde el consejo provincial de Kirkurk, una zona petrolera del norte, ha votado la realización de un plebiscito para incorporarse a la Región del Kurdistán establecida en la frontera con Turquía. Lo mismo ocurre con la ciudad de Mosul, donde los combates contra el EI son realizados por las milicias kurdas y los shiitas de Irak, adversarios del sunnismo turco. Erdogan ya amenazó con una intervención militar en la región. Todas las contradicciones de la guerra del Medio Oriente se refractan y concentran en Turquía.

Una crisis mundial

Durante la mayor parte de los catorce años del gobierno de Erdogan, Turquía gozó de condiciones económicas favorables, que se han disipado en el curso de los dos últimos años. El gobierno lidia por momentos con una fuerte tendencia a la devaluación de la lira y recibe el impacto monumental de la caída del turismo; crece el desempleo y la carestía. La tensión con la UE es enorme, porque Turquía es la vía de paso de los refugiados de la guerra hacia Europa.
Hasta hace 48 horas, la relación era aún peor con Estados Unidos, que ha estado apoyando con dinero, armas y ‘asesores’ a las milicias kurdas en Siria. La victoria de Trump fue recibida con euforia en todas las poblaciones kurdas, por los reiterados apoyos ofrecidos por el magnate en el transcurso de la campaña electoral norteamericana. Ahora, en un viraje típico de Trump, ha saludado la victoria fraudulenta de Erdogan, lo que ha llevado a suponer que desplazaría a los kurdos por tropas turcas en los combates para conquistar Raqqa – la ‘capital’ de Isis en Siria. A medida que se deteriora la tentativa de establecer un poder personal en Estados Unidos, la ‘política exterior’ de Trump ha asumido características simplemente aventureras. Es claro, sin embargo, que ni Usa ni Trump tienen condiciones políticas para instaurar una salida u orden yanqui en Medio Oriente.
El desarrollo de la crisis mundial está socavando las bases de los regímenes políticos más o menos establecidos o tradicionales en todos los países. La salida a la barbarie imperialista en el mundo entero pasa por una acción histórica independiente de la clase obrera en los principales países. El desenlace de la crisis turca está más abierto que nunca.

Jorge Altamira

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