sábado, mayo 27, 2017

El aliado fundamental de Reino Unido es una amenaza pública

El gobierno británico está poniendo en peligro las vidas de sus ciudadanos

24 de mayo de 2017

Gran Bretaña está conmocionada tras el peor atentado terrorista en doce años. El extremista perturbado que detonó la bomba es el único responsable de tal atrocidad y no es un combatiente –del islam o de nada- sino un asesino. El atentado suicida de Manchester es un acto de barbarie contra personas completamente inocentes.
La actual ola de terrorismo impulsada por el Estado Islámico (EI), que ha reivindicado la responsabilidad por el atentado, proviene de una compleja infraestructura de fuerzas que va evolucionando pero que, en último término, surge de una ideología: el wahabismo. Esta corriente religiosa es la promovida por la familia gobernante de Arabia Saudí, que ha financiado y apoyado al Estado Islámico, al menos hasta hace poco tiempo. Con ello pretende el derrocamiento de Assad en Siria y el impulso del islam suní enfrentado al islam chií de Irán. El régimen alauita es aliado del Estado británico, que cuenta con un largo historial de apoyo profundo a los extremistas saudís: les proporciona armas, los respalda, se disculpa en su nombre y apoya sus políticas regionales. Durante todo ese tiempo, los saudís han contribuido a la creación del monstruo que ahora amenaza a la sociedad británica. Por tanto, las políticas británicas son cómplices en la creación del monstruo.
Esto es terrible, en el sentido más genuino del término. El gobierno británico está poniendo en peligro las vidas de sus ciudadanos por su obsesivo servilismo al Estado saudí. Tenemos que reconocer que estamos atrapados entre dos extremismos: el del Estado Islámico y el de las prioridades de nuestro propio Estado.
La élite británica es plenamente consciente del papel insidioso desempeñado por Arabia Saudí en el fomento del terrorismo. En octubre de 2014, el general Jonathan Shaw, exjefe adjunto de Defensa, declaró al Telegraph que Arabia Saudí y Qatar eran los principales responsables del ascenso del islam extremista que sirve de inspiración al terrorismo del EI. Sus palabras fueron:
“Con el pretexto de la educación, el salafismo wahabita ha encendido una bomba de relojería bajo el mundo. Esa bomba está financiado por dinero saudí y qatarí y tenemos que detenerla”.
El general señalaba que los bombardeos de Reino Unido y Estados Unidos sobre el EI “no detendrían el apoyo de los pueblos de Qatar y Arabia Saudí a este tipo de actividades” porque:
“No aborda el problema fundamental: el wahabismo salafista es una cultura y un credo que campan fuera de control; constituye la base ideológica del Estado Islámico y no dejará de existir aunque detengamos su avance en Irak”.

Shaw añadió:

“Mi mayor preocupación es que estamos repitiendo los errores que cometimos en Afganistán y en Irak: estamos basando en el ejército nuestra respuesta a la amenaza, sin abordar la cuestión política fundamental y sus causas. El peligro es que volvemos a administrar un tratamiento sintomático, en vez de uno que ataque las causas”.[1]
El pasado mes de diciembre, el secretario de asuntos exteriores británico, Boris Johnson, acusó en unos comentarios improvisados a Arabia Saudí de “manejar los hilos y librar guerras por delegación” en Oriente Próximo “haciendo mal uso de la religión y de sus distintas corrientes con el fin de lograr sus propios objetivos políticos” [2]. Johnson tenía razón y sus declaraciones reconocieron excepcionalmente que el gobierno británico es consciente del papel que desempeñan los saudíes en las guerras de Siria, Yemen y otros lugares, lo cual, como él y otros altos funcionarios saben demasiado bien, ha acarreado terribles consecuencias.

El apoyo saudí a los extremismos

El papel desempeñado por la monarquía saudí en la exportación del wahabismo es algo bien conocido. En las últimas décadas, el régimen saudí ha destinado miles de millones en difundir su interpretación extremista del islam por todo el mundo, financiando mezquitas y escuelas coránicas y suministrando imanes y libros de texto. En 2013, la entonces secretaria de Estado de EE.UU. Hillary Clinton comentó en un discurso privado (que fue filtrado a los medios en 2016) que “los saudíes han sido los mayores exportadores de ideología extremista del planeta en los últimos 30 años” [3].
Una parte de estos fondos ha sido destinada a financiar el terrorismo. Expertos en inteligencia de la Unión Europea (UE) calculan que entre el 15 y el 20 por ciento del dinero saudí destinado a causas wahabistas ha sido desviado hacia al-Qaeda y otros grupos yihadistas violentos [4]. Un informe de junio de 2013 del Parlamento Europeo consideraba al wahabismo como la principal fuente del terrorismo global. Un mensaje confidencial firmado por la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton (también sacado a la luz por Wikileaks) reconocía que “los donantes de Arabia Saudí son la fuente de financiación más importante de los grupos terroristas suníes en todo el mundo” [5]. Otro mensaje del departamento de Estado emitido en nombre de Clinton en diciembre de 2009 afirma que “Arabia Saudí sigue siendo una base de apoyo financiero fundamental para al-Qaeda, los talibanes y Lashkar-e-Toiba (el Ejército de los Puros) en Pakistán” [6].
Los saudíes han estado décadas financiando el terrorismo mientras gozaban del apoyo de Londres (y de Washington). En mayo de 1974, por ejemplo, el Departamento de Estado estadounidense advirtió a Gran Bretaña de que no siguiera adelante con su oferta de venta de misiles tierra-aire Blowpipe a Arabia Saudí, por miedo a que “este tipo de armamento cayera en manos de terroristas” [7]. El embajador estadounidense en Arabia Saudí contó a su homónimo británico que EE.UU. había rechazado la venta de un equipo similar, los misiles Redeye, por miedo a que acabara en poder de grupos terroristas y que “fuera utilizado contra aviación civil u objetivos similares” [8].

El Estado Islámico

Se cree que fue creado en 2006 tras la invasión de Irak y gracias a la infraestructura terrorista levantada con dinero saudí y operaciones encubiertas de Occidente destinadas a derrocar al presidente sirio Bashar al-Assad. El Estado Islámico no es una creación de EE.UU., Gran Bretaña y sus aliados, pero las políticas de todos ellos han contribuido a su crecimiento.
En los últimos años, los donantes del Golfo Pérsico, incluidos los saudíes, han canalizado cientos de millones de dólares hacia los grupos rebeldes en Siria, entre ellos el EI [9]. Un memorándum secreto redactado por Hillary Clinton en agosto de 2014 (aparecido en la web de Wikileaks en 2016), señalaba que los gobiernos saudí y qatarí “proporcionan clandestinamente apoyo financiero y logístico al ISIL (EI) y otros grupos radicales suníes de la región” [10]. Tras la toma de la ciudad de Mosul en el norte de Irak por el EI en junio de 2014, el príncipe Saud al-Faisal, antiguo ministro de asuntos exteriores saudí, declaró al secretario de Estado de EE.UU. John Kerry que “el Daesh (EI) es nuestra respuesta (suní) a el apoyo de EE.UU. al Dawa”, el partido islámico chií que EE.UU. instaló en el poder en Irak [11].
Qatar, vecino de Arabia Saudí, el otro Estado predominantemente wahabí con el que el gobierno de Theresa May ha firmado recientemente importantes acuerdos comerciales, es posiblemente el mayor financiador de los rebeldes sirios, con una cantidad que algunos calculan en torno a los 3.000 millones de dólares [12]. En 2012, el New York Times informó de que, según fuentes militares, “la mayor parte de las armas transportadas a instancias de Arabia Saudí y Qatar para aprovisionar a los grupos rebeldes […] va a parar a los yihadistas de línea más dura y no a los grupos opositores laicos que Occidente quiere promover” [13].
Todo esto, por supuesto, era bien conocido por los altos cargos de Londres y Washington que pretendían convencer a sus ciudadanos de que solo estaban apoyando a grupos rebeldes “moderados”. En octubre de 2014, el vicepresidente de Obama, Joe Biden, criticó duramente a Arabia Saudí y a Turquía en una conferencia pronunciada en la Universidad de Harvard. Entonces señaló que “estaban tan decididos a derribar a [Bashar al] Assad” que:
“habían enviado cientos de millones de dólares y decenas de toneladas de armamento a cualquiera que estuviera dispuesto a combatir contra Assad –pero los destinatarios de las provisiones fueron al-Nusra, al-Qaeda o elementos extremistas provenientes de otras partes del mundo”
Y añadió: “No pudimos convencer a nuestros colegas de que dejaran de suministrarles a ellos” [14].
Tal y como ha afirmado el escritor y analista británico Nafeez Ahmed, los gobiernos occidentales se han aliado deliberadamente con al-Qaeda y otros grupos islamistas radicales para derribar a Assad. Un documento de la Agencia de Inteligencia de la Defensa, de EE.UU., señala que “los salafistas, los Hermanos Musulmanes y al-Qaeda en Irak son las principales fuerzas insurgentes en Siria” y que “Occidente, los países del Golfo y Turquía apoyan a la oposición”. Continúa diciendo que al-Qaeda en Irak, el precursor del EI, “apoyó a la oposición siria desde el principio, tanto ideológicamente como a través de los medios de comunicación”. Pero el documento también pronostica la probable declaración de “un Estado Islámico mediante su unión con otros grupos terroristas en Irak y Siria”. A pesar de ello, “los países occidentales, los estados del Golfo y Turquía apoyan estas iniciativas de las fuerzas de oposición sirias”. Más adelante, ese mismo documento señala que:
“existe la posibilidad de que se establezca un Principado Salafista declarado o no declarado en el este de Siria (Hasaka y Der Zor), y eso es exactamente lo que los poderes que apoyan a la oposición desean, con el fin de aislar al régimen sirio, al que consideran la estrategia de fondo de la expansión chií (Irak e Irán)”.
Según Ahmed, lo más extraordinario es que el documento confirma que la coalición liderada por EE.UU. que actualmente combate al Estado Islámico había anteriormente mostrado su satisfacción por la aparición de un “Principado Salafista” radical en la región, ya que ayudaría a minar el poder de Assad y a bloquear la expansión estratégica de Irán [15].
La periodista estadounidense Rania Khaled ha escrito [16] que hasta 2014, cuando el Estado Islámico empezó a decapitar occidentales y difundir los videos, dicho grupo no había causado especial preocupación a Occidente. Hasta entonces, las operaciones encubiertas occidentales en Siria estaban tan centradas en debilitar a Assad que permitían que Arabia Saudí y Qatar financiaran y armaran al EI, lo que permitió a dicho grupo ocupar brutalmente franjas de Siria e Irak [17]. Entonces, EE.UU. ejerció una fuerte presión para que Arabia Saudí y Qatar interrumpieran su apoyo al EI y otros grupos radicales en Siria, algo que, según parece, ha sucedido. No obstante, Arabia Saudí sigue apoyando a grupos contrarios a Assad en Siria, entre los que podrían estar los islamistas de Jaysh al-Islam [18]. Ahora, Arabia Saudí ha prometido apoyo, incluyendo operaciones militares, para combatir al EI en Siria. Pero lo cierto es que el genio lleva ya mucho tiempo fuera de la lámpara [19].
El papel encubierto de Gran Bretaña en Siria ha servido para prolongar la guerra y, en alianza con EE.UU. y Arabia Saudí, ha contribuido de facto a fortalecer a los grupos más duros que ahora se han convertido en nuestros enemigos. Existen pruebas de que Gran Bretaña planeó operaciones encubiertas en Siria para derribar a Assad ya desde 2009, incluso antes de que comenzara el levantamiento en 2011 [20]. Pero existen además informes de que Gran Bretaña comenzó a entrenar a fuerzas rebeldes sirias desde bases militares en Jordania [21]. Aunque se centraban en los rebeldes “moderados”, la naturaleza en constante cambio de las fuerzas opositoras y la interoperabilidad entre ellos ha difuminado cualquier distinción práctica entre “moderados” y “radicales”. En 2015, el secretario de defensa británico Michael Fallon declaró en el parlamento que “la inmensa mayoría de grupos sirios de la oposición son islamistas” [22]. La ministra de asuntos exteriores, la baronesa Anelay, dijo en 2017 que la situación de los grupos opositores en Siria “puede ser muy fluida” y que “se pueden producir escisiones de esos mismos grupos de modo que los que parecían moderados en el pasado cambien de opinión y se unan a otros con los que este país no quiere tener nada que ver” [23]. Existen pruebas de que algunos rebeldes del Ejército Libre de Siria (ELS) que han recibido formación de élite de las fuerzas armadas británicas y francesas se pasaron luego directamente al EI. Uno de sus comandantes afirmó: “Muchos de los combatientes del ELS entrenados por Occidente se están ahora uniendo a nosotros” [24].

Apoyo a Arabia Saudí

Durante todo el tiempo en que los saudíes han estado exportando el wahabismo y respaldando a grupos y terroristas islamistas, han disfrutado de relaciones especiales con Washington y Londres. La historia es tan larga y profunda que no es fácil de resumir: básicamente, la relación se caracteriza por un servilismo extremo, un apoyo militar total, constantes apologías y textos cuidadosamente controlados en los medios de comunicación que sirven para mantener al público en la más completa oscuridad en relación con el verdadero alcance de las relaciones y la naturaleza del régimen saudí. Es difícil precisar si Arabia Saudí es cliente de Reino Unido o viceversa: probablemente ambas afirmaciones son ciertas, ya que las élites de ambos países son como uña y carne.
Los terribles bombardeos sobre Yemen efectuados por aviones saudíes suministrados por Gran Bretaña, con armamento fabricado en Gran Bretaña y llevados a cabo por pilotos formados por Gran Bretaña no son sino el último episodio del absoluto respaldo británico a la política exterior saudí. Las manos de todo el establishment británico están cubiertas de sangre. Como ha señalado Yasmin Alibhai-Brown, la familia real, los sucesivos gobiernos, los parlamentarios y un buen número de instituciones y de personas influyentes adulan sistemáticamente al clan saudí gobernante [25].
El resultado de todo ello es catastrófico. La “guerra contra el terror” no es más que una broma cuando tu principal aliado es el mayor promotor mundial del terrorismo. El periodista independiente Patrick Cockburn ha escrito que en los 20 años transcurridos entre 1996 y 2016, la CIA y los organismos británicos de seguridad y política exterior han priorizado continuamente el mantenimiento de las buenas relaciones con los poderosos estados suníes, como Arabia Saudí, las monarquías del Golfo, Turquía y Pakistán, por encima de la eliminación de organizaciones terroristas como al-Qaeda, al-Nusra, el Estado Islámico y los talibanes [26].
Esto es completamente cierto, y no se trata solo de que hayan hecho la vista gorda. Como intento demostrar en mi libro, Secret Affairs [27], el respaldo a Arabia Saudí es parte de un tinglado mayor: los gobiernos británicos, tanto laboristas como conservadores, han conspirado durante décadas con el fin de salvaguardar los llamados “intereses nacionales”, no solo con los mayores promotores del islamismo radical en Riad, sino en ocasiones también con los propios grupos radicales, incluyendo las organizaciones terroristas. Se han confabulado con ellos y, en ocasiones, los han financiado y entrenado, con el fin de promover objetivos específicos de política exterior. Los gobiernos han actuado de ese modo, a veces en iniciativas desesperadas para mantener el poder global de Reino Unido frente a su debilitamiento en regiones claves del mundo, por su incapacidad para imponer unilateralmente su voluntad y a falta de otros aliados locales. Por tanto, la situación está íntimamente relacionada con la decadencia del imperio británico y el intento por mantener su influencia en el mundo.
El gobierno de la actual primera ministra Theresa May, como los gobiernos anteriores, ha puesto en peligro a la ciudadanía británica a causa de la relación especial que ha decidido mantener con Arabia Saudí y otros estados del Golfo Pérsico. Los últimos meses, la primera ministra ha dado un nuevo paso adelante en dicha relación especial al comprometerse a nuevas ventas de armas y a proveer más entrenamiento a sus fuerzas militares y de seguridad para que puedan mantener en el poder a las familias gobernantes. Y todo esto se ha perpetrado en secreto, con poca información del gobierno o de los medios de comunicación. Estamos dando nuestro apoyo a una nueva generación de tiranías en el ámbito interno en el Golfo y de aventuras islamistas en el extranjero, a lo que contribuye el aumento de la enemistad con Irán: una agenda de política exterior establecida por Riad y a la que recientemente contribuyó la ridícula intervención de Trump al nombrar a Irán como el mayor patrocinador del terrorismo en Oriente Próximo.
A menos que todo esto cambie, estamos metidos en graves problemas. Las políticas de nuestros dirigentes nos están poniendo en peligro y constituyen una de nuestras mayores amenazas. El terrorismo al que nos enfrentamos la gente corriente procede de una ideología y una infraestructura a la que han contribuido nuestros propios líderes haciéndonos creer que era por nuestra seguridad. Necesitamos desesperadamente una política exterior completamente distinta, basada en el apoyo a quienes promueven la democracia y los derechos humanos y no a quienes los desprecian.

Mark Curtis
Markcurtis.info
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

Mark Curtis, reconocido historiador y analista político británico. Es autor de cinco libros y numerosos artículos sobre política exterior de Reino Unido.

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