domingo, mayo 21, 2017

Los bolcheviques y la Primera Guerra Mundial



Lenin se entera que el 4 de agosto (1914) el grupo parlamentario socialdemócrata alemán ha votado el presupuesto de guerra. Estupefacto, cree por un momento que la edición del periódico del PSD alemán que lo anuncia – Vorwärts, Adelante- ha sido falsificada por el Estado Mayor alemán pero debe rendirse ante la evidencia. El partido fundador de la socialdemocracia europea participa de la unión sagrada de la burguesía alemana para la guerra.
Es difícil apreciar hoy la conmoción política que la bancarrota del PSD y de la II Internacional significó para los trabajadores de la época. El movimiento obrero en Europa (y en Rusia) identificaba el socialismo y su lucha por la emancipación con la II Internacional. El centro del movimiento obrero moderno por su conciencia de clase y su extraordinaria organización, era Alemania. En las vísperas de la guerra tenía un millón de miembros, más de 40 diarios, una centena de publicaciones, una universidad obrera, bibliotecas, sindicatos con varios millones de trabajadores y cuatro millones de votos (34 % del electorado).
La enorme presión del imperialismo llevó a la guerra no solo a la nave insignia de la socialdemocracia. Todos los partidos socialistas de los países beligerantes, salvo el serbio y el ruso, se alinearon en la unión nacional con sus burguesías (la mayoría de los mencheviques rusos se hizo social patriota, Plejanov, entre ellos).
La primera reacción provino del PSD Alemán: fue encabezada por Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, que fueron detenidos por su agitación contra la guerra. Liebknecht, en agosto, votó en el grupo parlamentario del PSD contra los créditos de guerra, junto a otros 13 representantes, pero finalmente acepta someterse a la disciplina partidaria. Rosa Luxemburgo y una fracción del PSD criticaron este sometimiento. En diciembre del 14, Liebknecht votará en contra y hará famosa una consigna: “el enemigo principal está en nuestro propio país”. El grupo nucleado en torno a Rosa jugará un papel clave en la nueva Internacional.
En septiembre, apenas instalado en Berna, Lenin se empeñó en definir una posición sobre la guerra y agrupar a los escasos militantes opuestos a ella. Contaba con una herramienta poderosa, aún en la adversidad: el Partido Bolchevique. Constituido en partido independiente en 1912, era un colectivo militante que pasó la prueba inicial de la guerra: los diputados bolcheviques habían votado contra el presupuesto de guerra, lo que les valió el destierro a Siberia. En septiembre de 1914, Lenin, en nombre del CC en el exilio, definió la política de los bolcheviques, que pasará a llamarse “derrotismo revolucionario”. Definió al gobierno de cada país como el enemigo de su propio pueblo y planteó la necesidad de crear una nueva Internacional y transformar la guerra en guerra civil.

Zimmerwald

Convocados por sectores del partido socialista italiano y suizo los llamados internacionalistas se reunieron en setiembre de 1915 en la Conferencia de Zimmerwald (Suiza).
La minoritaria ala izquierda, liderada por los bolcheviques, llamó al derrotismo revolucionario, a denunciar a los social patriotas, a delimitarse de los centristas que los criticaban pero convivían en el mismo partido y a romper con la Segunda Internacional. El Manifiesto de la Conferencia, parido por el sector mayoritario y redactado por Trotsky, criticaba a la derecha social patriota pero no al centro socialista dirigido por Kautsky ni llamaba a romper con la Internacional en bancarrota y construir la IIIa. Rechazaba el derrotismo revolucionario y abogaba por una “paz sin anexiones ni indemnizaciones”. Lenin lo consideró “contradictorio y timorato” pero llamó a votarlo por ser un paso adelante y constituyó de inmediato la “izquierda de Zimmerwald” que publicó la resolución votada y la crítica a sus limitaciones.
“En 1919, Trotsky reeditará sus artículos de la época de la guerra. En el prólogo enumerará sus tres desacuerdos de entonces con Lenin: ´el derrotismo…el combate por la paz – al que Lenin oponía la guerra civil y el carácter de la revolución que crecía en Rusia´ que Lenin concebía como sólo democrática”. Trostky olvida un cuarto punto, fundamental, la disyuntiva entre la unidad, entonces deseada por él, de todas las corrientes hostiles a la guerra; o la ruptura, reclamada por Lenin con el centro pacifista de Kaustky-Longet que invitaba a los gobiernos a hacer la paz en vez de movilizar al pueblo contra ellos para derribarlos” (1).
La negativa de los zimmerwaldistas a romper con las ruinas de la II Internacional llevará a Lenin a concluir que ni esta Conferencia ni la posterior de Kienthal fueron la simiente de la III Internacional.

¿Por qué la catástrofe de la Guerra?

La Gran Guerra (como se llamó originariamente a la Primera Guerra Mundial) fue la expresión inequívoca de que el capitalismo había llegado a su etapa de decadencia.
El pasaje a la fase imperialista, con el predominio del capital financiero, su entrelazamiento con los Estados y la finalización del reparto del mundo entre las grandes potencias, prepararon las condiciones de una guerra total.
El crecimiento de la industria alemana y su penetración en todos los mercados amenazaba con destronar el liderazgo británico en el mercado mundial y esto empujaba al capital inglés a la confrontación.
Alemania, por su parte, llegada tarde a la ocupación de colonias, pugnaba por un nuevo reparto del mundo.
Ambas potencias (Inglaterra y Alemania) se encaminaban a la carnicería anticipando que esta sería una guerra distinta a las anteriores, donde no solo se pondría en juego la potencia militar e industrial de cada una sino la cohesión de su frente interno. Durante toda la contienda los gabinetes y estados mayores siguieron la evolución de la tensión social al interior de cada uno de los estados en guerra.

Inglaterra, Alemania y el frente interno

Los círculos dirigentes ingleses comenzaron desde principios del siglo XX una sistemática política de preparación de la guerra total en tres planos. El reforzamiento de su poderío naval, un reordenamiento de todas sus alianzas y una política dedicada a prevenir su frente interno. En relación a sus alianzas, cesaron (concesiones mediantes) los enfrentamientos con Francia por los repartos coloniales en Asia y África hasta conformar la Entente en 1904 a la cual sumaron a Rusia en 1907 (reparto de Persia mediante). En el frente interno atemperaron ciertas presiones coloniales, llevaron adelante una limitada reforma agraria en Irlanda, indemnizando generosamente a los terratenientes y establecieron concesiones al movimiento obrero (seguro al desocupado, prestaciones a la vejez y pagos por enfermedad y ampliación de los derechos de las trade union). “El peligro potencial de estas cuestiones (colonial, Irlanda y la cuestión obrera) había resultado algo disminuido, su filo revolucionario parcialmente mellado y embotado temporariamente. Desde este punto de vista (los gabinetes conservadores y liberales desde 1905 a 1914) hicieron mucho para dar a la diplomacia inglesa la posibilidad de enfrentar la tormenta del año 1914, sin temer alguna explosión más o menos poderosa en el interior del país” (2).
Alemania, por su parte, preparó sus propias alianzas, con Austria e Italia primero, con Turquía después. Y también operó en su frente interno. El impetuoso crecimiento de su industria, le dio una creciente importancia a los sindicatos alemanes cuyos afiliados pasaron de 260 mil en 1895 a 2.25 millones en 1912. Las cúpulas sindicales se vincularon al ala derecha del partido socialdemócrata (revisionista) que fue adquiriendo mayor presencia en las cúpulas partidarias y en las bancadas parlamentarias. Un mayoritario centro declamaba contra el militarismo y sólo un ala izquierda minoritaria mantenía fidelidad a los principios marxistas.

La guerra y la Revolución

La guerra sirvió a la autocracia para bloquear las tendencias del movimiento obrero y popular que, desde 1912, había comenzado un ascenso que comenzaba a evolucionar revolucionariamente.
La autocracia rusa buscó la guerra para escapar de esta situación.
Dos años después, la oposición a la guerra había crecido de un modo notorio en todos los países beligerantes. Las derrotas, la pérdida de millones de vidas, la hambruna, la desorganización económica, fueron creando las condiciones para la revolución de 1917. La preparación política determinante fue, sin embargo, la adopción del derrotismo revolucionario, que armó a los bolcheviques para orientar la lucha contra el régimen zarista, sin el freno de social patriotas ni centristas.

Un pronóstico revelador

Durnovo, un destacado dirigente del ala de extrema derecha, ex ministro del interior del gabinete de Witte (1905-1906), elevó un memorial al zar Nicolás II en febrero de 1914, seis meses antes del estallido de la guerra.
Para el ex funcionario, Rusia no debía en ningún caso tomar parte activa en ese choque. “El peso principal de la guerra, sin duda alguna, recaerá sobre nuestras espaldas… Rusia está demasiado falta de preparación…insuficientes los materiales en reserva, débil la industria, en pésimo estado las instalaciones y equipos ferroviarios, escasa la artillería y las ametralladoras”.
“Rusia ofrece un terreno especialmente favorable para las conmociones revolucionarias… el hombre simple de pueblo, el campesino y el obrero, no busca derechos políticos, no le son necesarios ni comprensibles. El campesino sueña con recibir gratuitamente la tierra ajena, el obrero quiere apoderarse de todo el capital… Y basta difundir ampliamente estas consignas… y Rusia será inevitablemente precipitada a los brazos de la anarquía... todo nuevo movimiento revolucionario degenerará inevitablemente en un movimiento socialista” (3).
El viejo funcionario ruso no fue escuchado. La ilusión del zarismo de frenar la revolución a través de la fiebre social patriótica pudo más.

Andrés Roldán y Christian Rath

Notas

1. J.J. Marie, Lenin, POSI, Madrid, 2008.
2. E. Tarlé, Historia de Europa, Futuro, Buenos Aires, 1960.
3. G. Sokoloff, La Puissance pauvre, Fayard, París, 1993.

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