viernes, mayo 26, 2017

¿Por qué las calles de Arabia Saudí estaban tan tranquilas?

Mientras los medios del mundo se centraban en la visita del presidente Trump a Arabia Saudí, es curioso que las calles de Riad estuvieran tan vacías. A diferencia de la mayoría de las apariciones públicas de Trump no había un manifestante a la vista.
Mientras los mexicanos se vuelcan a las calles para protestar contra las políticas antiinmigrantes de Trump, golpean las piñatas de Trump y queman banderas de Estados Unidos, no había ni un solo manifestante saudí cantando “Trump, vete a casa”. En este país tan religioso nadie parecía interesado en demostrar la oposición a los comentarios despectivos de Trump sobre el Islam ni sus intentos de imponer una prohibición de ingreso de musulmanes a su país.
Las mujeres saudíes podrían haber utilizado la ocasión para presionar por sus derechos. Podrían haber hecho un llamado nacional diciendo que tan pronto como Trump comenzara a hablar las mujeres deberían salir de sus casas con la cabeza descubierta y con vestimenta libre, al igual que Melania e Ivanka Trump. Podrían haber levantado sus brazos al aire, agitando las miles de peticiones que los saudíes firmaron para pedir el fin del sistema de tutela que da a los hombres el control sobre sus vidas. Podrían haber tomado la carretera yendo detrás al volante de sus coches familiares, desafiando abiertamente la retrógrada prohibición de Arabia Saudí de que las mujeres conduzcan. Pero, por desgracia, no había una mujer saudí a la vista.
¿Dónde estaba la minoría chií que constituye el 10 por ciento de la población y sufre una continua represión? ¿Por qué no salen a pedir la libertad de los presos políticos, como los tres hombres jóvenes en espera de ejecución de la pena de muerte que fueron detenidos durante una protesta juvenil? La milicia saudí está actualmente ocupando la ciudad chií de Awamiyah, disparando a los civiles y aterrorizando a la gente del pueblo. Sin embargo no había ni siquiera un graffiti en las calles de Riad diciendo “Fuera la milicia de Awamiyah”.
En lugar de esconderse detrás de sus computadoras, la juventud saudí podría haber inundado las calles exigiendo el derecho a la libertad de expresión y a la libre asociación. Podrían haber marchado juntos exigiendo el fin de la segregación de género en las escuelas. Podrían haber hecho cientos de copias de la cara de Raif Badawi, un joven condenado a 1.000 latigazos y 10 años de prisión por “bloguear" y mostrarlas para los que las quieran ver.
Los trabajadores extranjeros de países como Bangladesh y Filipinas podrían haber hecho un piquete frente a los hoteles donde los dignatarios extranjeros estaban alojados, exigiendo que no se les trate como a esclavos bajo un sistema de patrocinio que ni siquiera les permite volver a casa sin el permiso de su empleador.
Los cristianos podrían haber organizado una “procesión” para tomar la calle con biblias en sus manos para hacer valer su derecho a construir iglesias y públicamente adorar a su Dios. Los no creyentes podrían haber utilizado la visita pata insistir en que el ateísmo no debe justificar la pena de muerte.
Los saudíes pobres -sí, hay un montón- podrían haber tomado ejemplo de los brasileños durante los Juegos Olímpicos y protestar por los millones gastados para recibir al visitante. Mejor aún, podrían haberse quejado de que sus gobernantes invierten 115.000 millones de dólares en armas en lugar de atender a las necesidades de las personas.
¿Y dónde estaban todos los ecologistas? ¿No hay una sección de saudíes de Greenpeace o en 350.org? ¿Por qué no sacan a relucir la tubería grande de plástico que utilizan en tantas protestas internacionales exigiendo que los saudíes dejen de promocionar el petróleo barato para mantener al planeta adicto a los combustibles fósiles? ¿Por qué no estaban en las calles pidiendo que la compañía petrolera saudí ARAMCO invierta millones -no, miles de millones- en energía solar?
Oh claro, tonta de mí. Olvidé. Las protestas son ilegales en el reino. También es contrario a la ley “distorsionar la reputación del reino” o “romper la lealtad con el gobernante”. Una ley antiterrorista del año 2014 considera cualquier libertad de expresión acto de terrorismo, incluido el “llamado al pensamiento ateo”, “contactar a grupos o individuos opuestos al Reino” y “tratar de perturbar la unidad nacional” llamando a las protestas. Las personas que se atreven a disentir son azotadas públicamente, torturadas en la cárcel y algunas veces decapitadas públicamente.
Gracias a los fabricantes de armas estadounidenses y a los acuerdos de armas firmados con los sucesivos presidentes de Estados Unidos, los gobernantes saudíes tienen más poder de fuego del que se pueda necesitar para sofocar cualquier forma de disidencia.
No es de extrañar que las calles de Riad estuvieran tan tranquilas.

Medea Benjamin, cofundadora del grupo pacifista Code Pink. Su último libro es Kingdom of the Unjust: Behind the U.S.-Saudi Connection (OR Books, septiembre de 2016) .

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