martes, mayo 16, 2017

Usos y costumbres del himno nacional: ¿por qué censuraron algunas de sus estrofas?



Este 11 de mayo se cumplen 204 años de la creación del Himno nacional. El liberalismo del siglo XIX le atribuyó el rango de símbolo patrio.

La bandera, la escarapela, el escudo o el himno nacional son símbolos patrios, elementos componentes de la identidad de una clase social, la joven burguesía argentina, que a partir del siglo XIX da los primeros pasos en la construcción del Estado nacional, erigiéndose como representante de todo el pueblo.
Como otros símbolos patrios, el himno nacional subsiste y perdura en actos, desfiles e incluso eventos deportivos de arraigo popular como el fútbol; se ha reinventado como discurso político en el campo de la cultura y en algunos momentos de nuestra historia reapropiado por los sectores populares.

Su creación

A pocos años de la formación de la Primera Junta de gobierno criollo, la Asamblea Constituyente de 1813 (Asamblea del Año XIII) convoca el 6 de marzo de ese año a la creación de un himno que resumiera los ideales de la Revolución de Mayo y simbolizara lo que llamaba “el entusiasmo patriótico del pueblo”.
Los diputados Cayetano Rodríguez y Vicente López y Planes preparan, cada uno por su lado, una propuesta. Durante la sesión del 11 de mayo de 1813, López y Planes da a conocer su obra y obtiene el respaldo de la Asamblea, que finalmente la aprueba como "Marcha Patriótica" en una resolución que decía: “téngase por única marcha nacional, debiendo por lo mismo, ser la que se cante en todos los actos públicos”. Al día siguiente se encargó componer su música a Blas Parera quien, según cuentan, en una sola noche terminó la partitura. Así nacía la “Marcha patriótica” que en sus versos proclama el nacimiento de la “nueva nación”.

Oíd mortales el grito sagrado
Libertad, libertad, libertad
Oíd el ruido de rotas cadenas
Ved en trono a la noble igualdad
Se levanta a la faz de la tierra
Una nueva y gloriosa nación
Coronada su sien de laureles
Y a sus plantas rendido un león.

Entre las medidas más importantes que la Asamblea del Año XIII adoptó se declaró la abolición de la mita y la encomienda, se suprimieron los títulos de condes, barones y marqueses, mayorazgos, escudos de armas, símbolos y distintivos de nobleza en las fachadas de las casas y el mayorazgo; se declaró la libertad de los hijos de esclavas nacidos luego del 31 de enero de 1813 (libertad de vientres), la supresión de los tormentos y la Inquisición. Mandó acuñar monedas de oro y de plata con el sello de la Asamblea, sustituyendo las efigies de los monarcas y el sol en el reverso, con las inscripciones “En unión y libertad” y “Provincias del Río de la Plata”; estableció el escudo nacional y declaró el 25 de mayo como fiesta cívica con el fin de “inmortalizar el día del nacimiento de la patria”.
La creación del himno nacional se integra a esta serie de medidas que la Asamblea se propuso encarar, a tono con los valores de progreso que proclamaba el iluminismo europeo, para simbolizar el inicio de una etapa que dejaba atrás la tiranía y la imprevisibilidad de los tiempos de la revolución y “abrir la época de la paz y de la libertad” (Manifiesto Inaugural), la conclusión del ciclo revolucionario bajo uno de sus lemas de origen: la lucha contra la tiranía ("Oíd ¡mortales! El grito sagrado: ¡Libertad, Libertad, Libertad!"). El himno intentará expresar ese imaginario: el nacimiento de una nueva nación que conquista su libertad enfrentando a la tiranía y la opresión, reencontrándose con su historia; la exaltación del heroísmo patriota, vencedor de los realistas, que encuentra en los pueblos libres del mundo el reconocimiento de la nueva patria. La aprobación de una marcha patriótica contribuía a reforzar en los actos y espacios públicos, y en los campos de batalla, la presencia del nuevo gobierno recreando aquella epopeya.
De este modo, el himno nacional se suma a la creación de una serie símbolos y discursos, de carácter instrumental, que buscan favorecer el consenso político indispensable para el proyecto de formación del Estado y está al servicio de construir una “identidad nacional”. Junto a otros mecanismos institucionales como la escuela, el ejército o la unificación lingüística, la invención de los símbolos patrios ha permitido a los Estados en formación, crear y fortalecer vínculos de pertenencia por encima de la división de clases.
Sin embargo, el Estado Nación aun debía ser construido e implicaría décadas de lucha. Los vencedores, representantes de los dueños de la tierra y el ganado, renegarán de los aires de independencia que campearon en los años de la Revolución de Mayo.

Versión edulcorada

Casi un siglo más tarde, la dimensión política del Himno nacional no pasará desapercibida para el presidente Julio Argentino Roca quien en su segundo mandato (1898-1904) decide alterar la letra e interpretación de la “Marcha patriótica”, censurando una serie de estrofas en las que se hacía referencia a los realistas como tiranos y crueles. Roca firma un decreto ordenando que en los actos oficiales se canten sólo los cuatro primeros versos, los cuatro últimos y el coro, versión que se canta en la actualidad. Con fecha del 30 de marzo de 1900, el decreto sostiene: “El Himno nacional contiene frases que fueron escritas con propósitos transitorios, las que hace tiempo han perdido su carácter de actualidad; tales frases mortifican el patriotismo del pueblo español y no son compatibles con las relaciones internacionales de amistad, unión y concordia”. Se trataba, nada más y nada menos, que de una concesión del gobierno nacional a funcionarios y políticos españoles quienes reclamaban su anulación por considerarlas ofensivas a hacia la corona española. Todo un gesto de un gobierno que sentaba las condiciones necesarias para el desarrollo del capitalismo dependiente en nuestro país.

Lo consagrado resiste

A poco de iniciado el siglo XX, ante la circulación de distintas versiones del Himno será el gobierno radical del aristócrata Marcelo Torcuato de Alvear el que intentará establecer una versión definitiva. Con tal fin crea en 1924 una comisión integrada por los compositores Floro M. Ugarte, Carlos López Buchardo y José André. Esta misma comisión encuentra en el Museo Histórico Nacional una partitura que se identifica como el original de Blas Parera, que hasta ese momento se daba por perdida. El manuscrito es considerado como “fuente genuina y completa” y, basado en ese material, se interpreta una nueva versión el 25 de mayo de 1927 en una función de gala del Teatro Colón. No pasará la prueba, no tanto porque el manuscrito resultó apócrifo sino porque se rechazará la posibilidad de modificar un Himno ya consagrado, dando lugar a una furiosa campaña de debates en los medios de prensa que se trasladó a las calles durante las celebraciones del 9 de Julio, en disputas entre partidarios de una u otra versiones. La nueva resulta derrotada y en 1929 un nuevo decreto restaura la versión antes suspendida.
Durante los años siguientes el Himno adquiere una relevancia política mayor. Con el golpe de los años treinta y los posteriores se hará presente como parte de la liturgia doctrinaria y de la simbología nacionalista y conservadora en todos los actos oficiales y espacios públicos, comenzando por la escuela: “En todos los actos escolares que corresponda entonar el Himno nacional lo será por la totalidad de los asistentes, sin exclusión alguna. Todos los asistentes permanecerán de pie. Los alumnos mantendrán correcta posición de firmes” (Resolución Ministerial 1635/78). Contradictoriamente será utilizado por sectores populares para repudiar y denunciar el carácter entregador, cipayo y cobarde de estos gobiernos burgueses. Como relata Pablo Pozzi, en los años ´70: “la inventiva de los obreros, por ejemplo los de Mercedes Benz los cuales recurrieron al Himno Nacional para frenar la ocupación de la fábrica por el Ejército durante una medida de fuerza”. O en 1977, las investigadoras Noelia Cardoso y Vanina Paiva en “Letra y Música de una nación imaginada”, señalan que la simbología del Himno será reapropiada como parte de la lucha de las Madres de Plaza de Mayo quienes “Identificadas con un pañuelo en la cabeza, primera tela del pañal de sus hijos, marcharon sin cantar el Himno Nacional. Así, se introdujo una novedad en la práctica política, ya que ningún otro actor – partidos, militares, Iglesia, sindicatos – había dejado a la canción patria por fuera de sus reclamos y marcaron la falta de representación que reviste el símbolo para los ciudadanos”.
Desde los años ochenta el Himno nacional se ha integrado al universo de discursos nacionales apelando a otros significados. Han aparecido versiones asociadas a géneros musicales, como la de Charly García en “Filosofía barata y zapatos de goma” que llegó a enfrentar los tribunales, ingresando abiertamente al terreno de las disputas culturales, como un nuevo campo de batalla para un discurso político de una clase dominante incapaz de convocar en el presente ni tan siquiera los valores de los “fundadores de la patria”.

Liliana O. Caló

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