domingo, junio 04, 2017

Finalizó la huelga de hambre de los presos palestinos



El sábado 27, al comienzo del Ramadán, el mes sagrado del Islam, y después de 40 días de alimentarse con agua y sal, unos 1.200 prisioneros palestinos -800 según Israel- finalizaron su huelga de hambre. Los detenidos obtuvieron algunos de sus reclamos: podrán ver a sus hijos sin estar separados por tabiques, se podrán fotografiar con ellos, cesarán las requisas nocturnas y volverán a autorizar dos visitas mensuales. Incluso, después de una petición previa, podrán ingresar familiares que estaban vedados por cuestiones de seguridad. Una comisión negociará los puntos pendientes.
La prensa coincide en que “altos funcionarios de la AP (Autoridad Palestina) trataron de socavar la huelga, temiendo que fortalecería el estatus de alto prisionero de Fatah de su líder, Marwan Barghouti”. La dirección de Hamas se limitó a algunos comunicados de apoyo. Sin embargo, un número significativo de dirigentes del Frente Popular para la Liberación Palestina (FPLP), Frente Democrático (FDPLP), Hamas y Jihad Islámica presos se sumaron a la huelga de hambre.
A lo largo de toda la huelga, Israel les negó a los presos toda visita familiar y la mayoría de las visitas legales y los trasladó de una cárcel a otra.
La medida galvanizó a “la calle palestina” en Gaza y también en Cisjordania, a pesar de que la policía de la Autoridad Palestina trató de impedir que los manifestantes cortaran las principales carreteras utilizadas por los colonos en Cisjordania y avanzaran sobre los puestos de control israelíes. En las aldeas y pueblos se armaron carpas en solidaridad y muchas madres acompañaron desde allí la huelga de hambre de sus hijos. Hubo choques cerca de los campos de refugiados de Jenen y Askar, en Nablus y Tulkarem. Huffington Post y El País destacaron la masividad de las huelgas generales y que “hace años que no se veía a Ramallah desierta por una huelga general en solidaridad con los prisioneros”.
El malestar popular y las amenazas de Bargouthi de que los presos ni siquiera aceptarían agua explican por qué el Shin Bet (servicios secretos de Israel) negoció con los presos, a pesar de las brutales declaraciones de Netanhayu y su gabinete contra cualquier concesión a los prisioneros. El diario israelí Haaretz afirma que Marwan Bargouthi –el prisionero más importante retenido por el estado sionista- y otros líderes de la protesta participaron en la extensa negociación en la cárcel de Ashkelon (sur de Israel).
El cese de la huelga, dice Haaretz, “generó un suspiro de alivio al establishment de Defensa israelí”, consciente de que la muerte de algún huelguista enervaría la inquietud popular en las vísperas del 50 aniversario de la ocupación de Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este y los Altos del Golán sirios. “Ello hubiera bloqueado cualquier proceso de diálogo entre Israel y la Autoridad Palestina como el propuesto por la Administración Trump durante su gira por Oriente Próximo. Y la AP, fuertemente erosionada en su legitimidad popular, no hubiera sobrevivido” (La Haine, 30/5). Este fin de semana, una manifestación de 15.000 personas en Tel Aviv reclamó el fin de la ocupación en Cisjordania y el apoyo a la solución de los dos estados.
Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, en un intento de mostrar su autoridad e inmejorable disposición hacia el gobierno de Donald Trump, mientras los presos palestinos cumplían la huelga, bajó el sueldo de los funcionarios de la AP en Gaza y dejó de pagarle a Israel la electricidad que se consume en la Franja. Así las cosas, los gazatíes tienen solo cuatro horas de luz diarias, los hospitales han postergado cirugías y las plantas de desalinización funcionan a 15% de su capacidad, aunque la ONU decidió solventar una parte de la electricidad que consumen. Gran parte del territorio está sumido en la oscuridad y las casas dependen de generadores o baterías. El coordinador especial de las Naciones Unidas (ONU) para el proceso de paz de Oriente Medio, Nikolái Mladenov, alertó que de no aplicarse medidas urgentes se corre el riesgo de que la crisis quede fuera de control.

Olga Cristóbal

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