sábado, agosto 26, 2017

Jerry Lewis, uno de los grandes



Es bastante probable que el nombre de Joseph Levitch más conocido por Jerry Lewis, (Newark, 1926), no le diga nada a las nuevas generaciones, pero durante al menos dos décadas fue uno de los mayores actores cómicos de Hollywood, sino en el mejor, por supuesto cien veces mejor que el reaccionario Bob Hope. De procedencia judía, perteneció a una familia de actores con los que trabajó desde los 5 años. A partir de 1941, sus dones de cómico se manifestaron, y, en 1942, perfeccionó un número de mimo y de imitaciones con acompañamiento grabado; después apareció en las atracciones de los cines de la cadena Paramount. En 1946, cuando Lewis trabajaba desde hacía poco tiempo en el Club 500 de Atlantic City, otro debutante de cabaret, Dean Martin, nueve años mayor que él, se presentaba como cantante de melodías sentimentales. Por una equivocación los dos actores se encontraron juntos trabajando donde les era posible. El tándem Lewis-Martin había nacido y a finales de los años cuarenta, formaron la pareja cómica más popular de los Estados Unidos, tanto en el teatro como en la televisión. El cine no tardó en Interesarse y, en 1949, tras fijarse en ellos Hal Wallis de la firma Paramount, debutaron en la pantalla como compañeros de la actriz Marie Wilson en My Friend Irma (G. Marshall, 1949), donde ambos están geniales como el lector podrá comprobar en la versión incluida en FILMIN. Hasta At War With the Army (Hal Walker, 1951), su tercer papel, los dos compadres no rodaron su primera película como primeros protagonistas, aunque destacaron más que los auténticos.
Juntos protagonizaron otras tantos títulos 8hasta 17), obras menores dirigidas por destajistas como Joseph Pevney, George Marshall, Hal Waker o Norman Taurog, pero que nunca decepcionaban cuando aparecían en la pantalla. Ganaron mucho con su colaboración con Frank Tashlin y el éxito de las interpretaciones que siguieron, Lewis comenzó a entrever la posibilidad de actuar en solitario, una ruptura que dejó mal gusto de boca a ambos actores. Ya en Artists and Models (Tashlln, 1955), en la que encarnaba a un fanático de los cómics obsesionado por su lectura, eclipsó a Martin. Trabajaron juntos por última vez en Loco por Anita (id., 1956), en la que Lewis interpretó el papel de un cinéfilo trastornado por los mitos hollywoodiense, un “chalado” que se pone tan nervioso que va citando los nombres en una mezcla explosiva. En julio de 1956, el tándem se separó definitivamente. Completamente polivalente en el show-business, Lewis, después de la radio, la televisión, el music-hall y el cine, se lanzó a la canción y el disco. Desde que se encontró solo tomó el oficio de cómico con más profesionalismo. Rápidamente, se convirtió en productor y guionista de gran número de sus películas, antes de llegar a ser lo que realmente quería: dirigir sus películas y hacerlo sin ningún tipo de trabas. Este sistema fue le llevó al éxito comercial aunque también a una acentuada irregularidad.
Para su primera actuación en solitario, Lewis dio a su personaje una nueva dimensión: con Delicado delincuente (The Delicate Delinquen!, Don Mcguire, 1957), intentó interpretar el fenómeno de la delincuencia sin que la risa disimulara del todo la emoción subyacente. Su trabajo de creador fue descubierto en primer lugar en Europa y especialmente en Francia, donde con el impulso de algunos críticos de Positif (Robert Benayoun) y de Cahiers de Cinema, fue elevado al rango de autor. Antes de realizar su primera película, rodó todavía, fundamentalmente bajo la dirección de Tashlin dos piezas únicas: Yo soy el padre y la madre (1958) o la dificultad de ser una “madre” perfecta, Tú, Kími y yo (id.), fábula particularmente destinada a los niños, una cima que no repitió en Cinderrella (1960), en la que Lewis encarnaba a un hombre feo y tímido que por una noche se convertiría en sublime seductor como la protagonista del cuento.
Ulteriormente Lewis tomó posiciones de carácter humanista interpretando un papel de demócrata comprometido que arremete contra los poderosos y los militares, sobre los que siempre trató de desarrollar sus sátiras aparentemente blandas. 1960 marcó la fecha de su primera realización oficial a partir de la que, efectivamente, demostró dones de cineasta: El botones. En ella interpretaba un botones torpe y mudo, que frente a cada situación provocaba una serie de catástrofes. Su segunda realización, El terror de las chicas (1961), es una de las maravillas de la historia del cine, con unos decorados fantásticos, amén de una obra más virulenta. Contaba los mil sinsabores de un soltero tímido encerrado en una pensión para damas; rodada en un decorado gigantesco, es una de las mejores obras de Lewis. El mismo año hizo Un espía en Hollywood, encadenamiento de gags que contaban la historia de un ingenuo recadista de estudio que por su torpeza destructiva provocaba innumerables desastres. En El profesor chiflado (1963), extraordinaria parodia de la obra maestra de Robert L. Stevenson “El doctor Jeckill y Mr. Hyde”, tan a menudo explotada, una poción mágica transforma a un profesor tímido y acomplejado en odioso play-boy. El tema del desdoblamiento de la personalidad servía hábilmente para una corrosiva sátira de las costumbres americanas.
Volvió a ser un simple actor en la demoledora sátira del consumismo Lío en los grandes almacenes (Tashlin, 1963). Con Jerry calamidad (1964), firmó una obra inesperada completamente basada en efectos cómicos fallidos. Tras esta película espejo en la que Jerry a fuerza de parodias miraba a Lewis y a Hollywood, Tashlin dirigió de nuevo al actor en Caso clínico en la clínica: enfermero en una lujosa clínica psiquiátrica, provocaba una serie de gags frecuentemente exagerados cuya desmesura aumentaba con la gravedad del estado de los enfermos. En Las joyas de la familia (1965), encarnaba sucesivamente siete personajes diferentes en secuencias independientes: ayudada por un chófer de gran corazón, torpe y complejo, una niña millonaria debe elegir un tutor entre seis tíos tan extraños unos como los otros
Tras esta película de una ternura de fondo cruel, Lewis abandonó oficialmente la Paramount por la Columbia. En Tres en un sofá (1966) intentó entonces romper con ese personaje habitual pero se inspiró en las más banales comedias de teatro ligero basadas en el sistema del equívoco e hizo falta la fuerza de Lewis interpretando sin maquillaje cuatro personajes diferentes para salvar esta comedia un tanto chocante. Después dirigió La otra cara del gángster (1967), parodia policíaca rodada en exteriores en la que un tímido pescador era arrastrado a una aventura rocambolesca. Dirigido durante algún tiempo sin gran eficacia por otros, Lewis realizó en 1970, en Gran Bretaña, One More Time reemplazando de improviso al director previsto para la producción. ¿Dónde está el frente? (1970) quería ser un homenaje a Chaplin, un reto a todos los racismos del mundo, fábula política que no hizo ninguna gracia en la España de Franco donde fue masacrada por la censura. Después durante cerca de diez años y por razones de salud, desapareció de la pantalla. En 1979, realizó ¡Dale fuerte! Jerry, pura película de gags, menos ambiciosa que algunas obras precedentes, pero cuya historia, amarga y divertida al mismo tiempo (se trata de un payaso en paro), probó que Lewis había recobrado su talento.
Pero habría que esperar a 1983 para volver a encontrar al Lewis de los años sesenta, prolífico, inventivo, singular. Simple actor en El rey de la comedia (M. Scorsese, 1982), en la que en un papel de estrella atacada, interpretaba en un registro dramático, siguió con Slapstick (Steven Paul, 1983) en la que aparecía bajo un maquillaje sorprendente. Con la inspiración de sus comienzos, firmó en 1983, El mundo loco de Jerry sátira de la sociedad americana presa del psicoanálisis. Finalmente, además de las películas ya citadas y las numerosas emisiones de televisión en las que participó, Lewis apareció asimismo como actor en otras veinte (en 1984 intervino en dos películas francesas olvidables.
Jerry intentó ser un heredero de la tradición burlesca americana, y con referencias a personajes típicos de la comedia judía, amén de un ferviente admirador del cine cómico mudo al que en todo momento trató de homenajear en números que salvaban muchas veces películas que no acababan de cuajar. Su labor humanitaria fue harto conocida, y aunque retirado y enfermo todavía trabajo en algunos títulos en papeles secundarios, encarnando personajes que se encontraban muy lejos de aquel Jerry que para algunos resultó ser en muchas ocasiones un antídoto contra las propias tendencias depresivas. El que escribe buscó sus títulos en las carteleras como algunos buscaban una farmacia de guardia.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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