sábado, agosto 12, 2017

Victor Serge, la conciencia de la revolución



Hace unos cuanto años que en una reunión en Zaragoza, la fundación Andreu Nin, con toda su modestia y su total carencia de cual quier subvención se propuso alentar las ediciones de sus autores más próximos (Andreu Nin, Joaquín Maurín, Victor Serge, entre otros), aunque para tal empresa no contábamos con más medios que la capacidad de crear una opinión favorable mediante jornadas, actos, artículos publicados en todos los medios posibles…Lo cierto es que mirando hacia atrás los objetivos se han cubierto con creces, y de una manera u otro hemos contribuido a la edición de una extensa bibliografía, sobre todo relacionada con George Orwell y Andreu Nin y bastante menor grado de Maurín y de Serge, aunque de este último, el 2017 se está velando con un año excepcional. Anteriormente ya se habían dado a conocer obras como una magnífica versión de el destino de una revolución (Los Libros de la Frontera, Barcelona, 2010, que incluía un prólogo de Wilebaldo Solano y el añadido del “testamento” de Serge: 30 años después de la revolución rusa) A este punto de partida le siguió El caso Tulaiev, de la que existe una edición de Luis de Caralt en 1954 en Barcelona, 1954; eedición por Alfaguara, Madrid, 2004, tr. David Huertas, con un muy discutible prólogo de Susan Sontag, que tendría una reedición en Capitán Swing, Madrid, 2013). El caso Tulaiev está considerada como una obra que refleja el panorama de Rusia en 1939, donde las trágicas tensiones internas se una incertidumbre internacional: el siniestro intermedio entre la derrota en la guerra civil de España (donde, entre otras localizaciones, se desarrolla la novela) y el inminente estallido de la Segunda Guerra Mundial. En estas ominosas circunstancias se produce un hecho trágico: el asesinato de Tulaev, pieza capital del Partido, levanta una oleada de investigaciones falsas, confesiones…
La “bomba” fue Memorias de un revolucionario, aparecido en 1951 del que existe una edición en castellano en México que fue retomada por Veintisiete letras que asumió el aparato de notas de la edición francesa de Jean Riere, una verdadera hazaña editorial cuyo final está por escribir. Escritos con vigor y frescura estos recuerdos son una hermosa reconstrucción de su larga experiencia militante. Muy en particular un testimonio de primera mano de la increíble aventura y destino de la oposición comunista a la burocracia y al estalinismo. Sin ánimo de establecer comparaciones fáciles, a mi juicio es una obra superior a Mi vida, de León Trotsky, considerada como una de las obras autobiográficas más destacables de la historia de la literatura, parangonable a la de San Agustín, Rousseau, Casanova y otra. La de Serge se extiende hasta una década y media más en el tiempo, y por lo tanto abarca el fenómeno estaliniano en mayor amplitud e igualmente contempla el curso del movimiento trotskista de cuya destrucción final en la URSS fue testigo directo desde dentro, lo mismo que el curso ulterior cuando parecía que había quedado marginado de la historia.
Luego se fueron publicando otras obras suyas de manera sistemática incluyendo Medianoche en el siglo (Ayuso, Madrid, 1976; reeditada por Alianza, 2007), dedicado a los líderes del POUM asesinados o encarcelados…Como no podía ser menos, Fontamara publicó Todo lo que un revolucionario debe saber sobre la represión, un breve estudio sobre los métodos de la policía zarista sobre el que la LCR hizo un uso de manual como lo habían hecho los camaradas galos. Lástima que no se hiciera de sus Memorias de un revolucionario, igualmente traducida por Tomás Segovia, y sobre la que Siglo XXI de México ha hecho una reedición reciente ilustrada con dibujos de su hijo, el destacado pintor Vlady Serge. Estas memorias han contado finalmente con una muy cuidada edición española en la editorial Veintisiete Letras y que recomendamos con la convicción de que se trata de unas memorias comparables a Mi vida, de Trotsky, con mucha más perspectiva por lo demás sobre el inicio del apogeo estalinista.

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Nacido en 1890 en Rusia, criado en Bélgica, militó a comienzos del siglo XX en la radicalizada Joven Guardia socialista de Bruselas, pero no tardó en ligarse con los anarquistas franceses, concretamente con los llamados “ilegalistas”, allí conoció al padre de Jean Vigo, y conoció la cárcel durante 5 años por sus no probadas implicaciones con la audaz banda de Bonnot. Escritor militante desde que nada más salir denunció el sistema penal francés en Los Hombres en la cárcel (y que según nos cuenta Carmen Castillo, se ha convertido en una suerte de best seller entre los presos, y se vinculó con los internacionalistas que se oponían a la “Unión Sagrada”, época en la que colaboró con grandes del sindicalismo revolucionario galo como Alfred Rosmer y Pierre Monatte, y con un tal Trotsky. Viajero incansable vivió en la Rosa de Fuego donde se hizo amigo de Salvador Seguí. Sería en Barcelona donde nació como Víctor Serge ya que adoptó el seudónimo para escribir en el semanario Tierra y Libertad y como tal firmó la ya cita páginas catalanas de El nacimiento de nuestra fuerza, obra que está esperando su reedición (y nueva traducción) a gritos.
No hace mucho que el urbanista (y antiguo izquierdista luego moderado y finalmente resucitado) Jordi Borja, la citaba en uno de su artículo, ¿Hay un camino a la izquierda?: “La ciudad fue nuestra universidad política y como los ciudadanos de la revolución francesa nuestra patria fue la izquierda, la resistencia al franquismo, las causas populares, las esperanzas generadas por las ideas y los combates compartidos. Recuerdo haber leído hace muchos años El nacimiento de nuestra fuerza de Victor Serge, crónica novelada de la Barcelona obrera de 1916, relato dominado por la presencia de Darío, que así llama al líder sindicalista el Noi del Sucre. Darío, contemplando la ciudad desde la montaña le dice al cronista: esta ciudad la hicimos los trabajadores, la burguesía nos la ha arrebatado pero un día la conquistaremos, y será nuestra”.
Conmocionado con la Revolución rusa como tantos otros, Serge se incorporó a las tareas revolucionarias en Rusia aprovechando tanto su carácter de políglota como sus variadas relaciones con el anarcosindicalismo y el sindicalismo revolucionario, fracciones que desde la naciente Internacional Comunista se consideraban capitales para contrarrestar la previsible influencia socialdemócrata En Moscú trató nuevamente con su alma gemela, Alfred Rosmer, personaje legendario y autor de uno de los testimonios más fehacientes de aquellos primeros años: Moscú en tiempos de Lenin (Ed. ERA, México, 1982, tr. De ana mª Palos), con Nin y con Joaquín Maurín, que años más tarde escribió que “Víctor Serge era claro y sincero; señalaba los defectos y las virtudes, los errores y los aciertos”.
Con semejantes actitudes y con un entusiasmo a toda prueba, Víctor Serge desarrolló una intensa actividad en la Internacional, de entrada fue el principal animador de La Correspondencia Internacional (Imprecor), revista prestigiosa en su tiempo. Por entonces, Zinoviev le confió misiones importantes en Berlín y en Viena, ciudades que vivían una notable efervescencia revolucionaria. Sacando tiempo del sueño, escribió obras como El año I de la Revolución rusa, Petrogrado en peligro (1919), amén de toda clase de ensayos, por ejemplo sobre la revolución china de 1927, una faceta sobre la que se ha hablado poco pero sobre la que existe un hermoso libro publicado en Italia. Su nombre figuraba también entre los artistas y poetas y fue amigo de poetas Esenin y Mayakovsky, así como de escritores como Pasternak y Mandelstan. Años más tarde, su testimonio sería fundamental para mantener la memoria de lo que había sido la literatura rusa de los primeros años de la revolución.
Serge fue entonces abogado de anarquistas y anarcosindicalistas, muchos de los cuales no le perdonaron su adhesión al bolchevismo, su apreciación de figuras como Lenin y Trotsky, pero su impronta libertaria se hizo notar como militante de la Oposición de izquierdas rusa desde el primer momento. Luego, ya en los años 1927-1930, cuando Stalin comenzaba a deportar a los oposicionistas rusos, pero que no se atrevía aún a perseguir a los revolucionarios extranjeros conocidos, Víctor Serge y Andrés Nin, amigos fraternales desde 1921, constituyeron, con Alejandra Bronstein (primera esposa de Trotsky), uno de los escasos núcleos de resistencia organizada al despotismo burocrático. Sobre estos años, Víctor será, después de Trotsky, el más infatigable e informado opositor. Obras como las de Panait Istrati (Vers l´autre flame) de la que Víctor Serge fue coautor aunque eso no consta en la edición, o el Regreso de la URSS, de Gide, por no hablar de la temprana biografía de Stalin que escribió Boris Souvarine, le deben mucho a su consejo e influencia.
Nuevamente liberado, Serge asumió con una voluntad de hierro y una energía sorprendente una labor excepcional de desmitificación del estalinismo y la defensa de sus compañeros, militantes e intelectuales perseguidos, deportados y asesinados. Poco antes de su deportación, Serge había logrado enviar una carta-testamento a la entonces trotskista, la escritora Madeleine Paz, en la que decía que era “un resistente absoluto en tres principios: defensa del hombre, defensa de la verdad y defensa del pensamiento”. Tanto es así, que en cuanto se produjo el primer proceso de Moscú, Serge creó el “Comité de defensa de la libertad de opinión en la Revolución” y publicó Dieciséis fusilados. El proceso Zinoviev-Kamenev-Smirrnov, el primer análisis serio y preciso sobre el terror estalinista y los procesos de brujería que organizó la GPU y contra los que sólo se levantaron el POUM en España y pequeñas minorías del movimiento obrero y algunos pocos intelectuales de izquierda, sobre todo los surrealistas con los que Serge tuvo una poderosa afinidad a pesar de que su escritura es más deudora de Balzac y de Zola que del fantástico.
Muy poco tiempo después, ese mismo Comité tuvo que promover una fuerte campaña internacional en solidaridad con el POUM, para exigir una investigación sobre el paradero de Andreu Nin. En aquella época, Serge mantuvo una intensa correspondencia y un arduo debate con Trotsky en el que sobresalieron dos puntos: la cuestión del POUM, al que Serge apoyaba sin condiciones, y las condiciones para crear una nueva internacional, proyecto que Serge estimaba como precipitado y estrecho. Víctor Serge prosiguió incansablemente su actividad en defensa de sus camaradas de la URSS y de España. “Fue verdaderamente -escribió Serge años después- la lucha de un puñado de conciencias contra el aplastamiento completo de la verdad, en presencia de crímenes que decapitaban a la URSS y preparaban para pronto la derrota de la República española”.
Al mismo tiempo, Serge siguió trabajando como escritor, traduciendo a Trotsky al francés, suya es la mejor versión que se conoce de La revolución traicionada, obra que, por cierto fue traducida al castellano por Juan Andrade y estaba de publicarse en la Editorial Marxista cuando estallaron las jornadas de mayo de 1937 en Barcelona y todo lo demás. . También hizo obra propia, títulos como los ya mencionados, y otros como De Lenin a Stalin, Retrato de Stalin, así como Destino de una Revolución, recuperada por Los Libros de la Frontera (Barcelona, mayo 2010) en una edición muy cuidada, con prólogo de Wilebaldo Solano que falleció antes de ver la edición en las librerías …La ocupación alemana le llevó al México de Lázaro Cárdenas donde falleció en 1947 después de una última fase en la que reconsideró algunas de sus concepciones marxistas para adoptar otras de mayor vocación humanista. Es evidente que la experiencia estaliniana le marcó profundamente, sin embargo, en sus novelas no se aportó ni un milímetro de las ideas ni de la gente con las que había combatido. Nunca habría aceptado esa frívola amalgama entre verdugos y víctimas que plumas como la de Susana Sontang (y no digamos otras todavía menos rigurosas), pueden llegar a decir o a casi decir.
De este y de otros Serge se habla en Victor Serge, la conciencia de la revolución, una recopilación de estudios sobre este revolucionario imprescindible publicado estos días por Laertes. Se trata de un trabajo arduo dirigido por Pelai Pagés y por el que escribe, y recoge textos de especialistas reconocidos internacionalmente sobre Victor Serge (Susan C. Weissman, Claudio Albertani, Pierre Broué, Horacio Tarcus), con aportes de estudiosos de casa como Pelai Pagés (Serge y el POU,), Andy Durgan (SERGE Y Trotsky), Ángel García Pintado (Serge y la literatura rusa), Ferran Aïsa sobre Serge en Barcelona en 1917, y y o mismo que aparte de realizar una extenso estudio bibliográfico del Serge en castellano, me atrevo a criticar a Susan Sontag en el tema del “comunismo”. Es una aportación necesaria en lo que algunos hemos llamado el “año Serge” en el que se incluye numerosas reediciones así como actividades diversas, como las jornadas organizadas por la Fundación Andreu Nin en Madrid y las que se están gestando en Barcelona. Serge hijos de radicales rusos exiliados, políglota, novelista y poeta, destacó como anarquista, se hizo bolchevique en los tiempos gloriosos, fue el rostro más internacional de la Oposición de izquierdas llamada “trotskista”, escapó de los campos de la muerte por los pelos, militó en el POUM en París, viajó a México con los surrealistas y dejó unas memorias y unas reflexiones sobre “el destino de una revolución” que están justamente estimados como el propio de alguien que fue “la conciencia de la revolución”. Tenemos que agradecerle a Laertes se apuesta por la memoria revolucionaria, especialmente la relacionada con el legado POUM.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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