martes, enero 09, 2018

Fernando Birri: biografía de una filmografía



Fernando Birri, fallecido días atrás, nació en la ciudad de Santa Fe el 13 de marzo de 1925. Destacó primero como pintor, poeta, actor de teatro y titiritero. El cine lo embrujó con el neorrealismo de Ladrones de bicicletas (1948), de Vittorio de Sica. Trabajó como marinero de una barcaza del Paraná para poder costearse el viaje a Roma, donde ingresó en el Centro Sperimentale di Cinematografía, desde 1950 a 1953, con Cesare Zavattini como su gran influencia; allí conoció a otros latinoamericanos entusiastas por las pantallas grandes, como Gabriel García Márquez y Nelson Pereira dos Santos.
A su regreso a la Argentina en 1956, mientras se desarrollaba la política de abierta represión al pueblo por parte del militar Pedro Aramburu, Birri se volcó de lleno al trabajo artístico y cultural, escribiendo para revistas, dictando conferencias y cursos de cine. Establecido en Santa Fe, fundó la fascinadora experiencia del Instituto de Cinematografía de la Universidad Nacional del Litoral, orientado desde un principio hacia el documental, consciente de que el género serviría a las necesidades reales del país. Bajo su guía, los alumnos desarrollaron los terrenos en que puede moverse el estilo documental.
El fundacional mediometraje Tire dié (1956-60), encuesta social filmada, fue realizado colectivamente: un mojón del cine argentino y latinoamericano. Se basaron en el tratamiento crítico de la realidad de las experiencias de Vertov, Grierson y el neorrealismo italiano para mostrar el problema doloroso y universal de las villas miseria. En 1961, Birri rodó, también con los alumnos, el clásico largometraje argumental Los inundados, con el que ilustró palmariamente el hondo dramatismo de la injusticia social dominante en el interior de la Argentina –en 1962, el film recibió el premio a mejor ópera prima en el Festival de Venecia.
En la década de los ‘60, jóvenes realizadores, cortometrajistas y críticos salidos de los subsuelos cineclubísticos y de las revistas especializadas ocuparon un espacio que a la industria no le interesaba controlar. Entre ellos, Birri se convertía en símbolo del incipiente movimiento preocupado por cuestiones sociales y de reivindicaciones obreras, y de un cine realista lejano de los escenarios y del “star system” –que algún crítico bautizó “nuevo cine latinoamericano”. En uno de sus tantos manifiestos, Birri declaraba: “Por un cine nacional, realista, crítico y popular”, en oposición al fantasioso “populismo” conformista del ‘cine de teléfonos blancos’* de los monopolios porteños.
Birri soportó las censuras del “desarrollismo” que se hizo trizas y las de los siguientes gobiernos de radicales proscriptos y de facto. En los ‘60, la cantidad de películas había aumentado, pero a costa de su reducción a meros “spots” publicitarios de las filiales imperialistas en el seno de la sociedad dependiente. Birri filmó solo un documental más, La pampa gringa (1963), y luego debió radicarse en Italia.
Finalmente, en 1975 la Triple A terminó desmantelando el Instituto documentalista santafesino, y para 1976, con el último golpe de Estado cívico-militar, Birri se exilió definitivamente en Italia. En el exilio, produjo la casi surrealista Org (1978). Durante un tiempo se dedicó a la poesía; luego vinieron sus personalísimos retratos sobre la cultura y la política latinoamericanas: Rafael Alberti, un retrato del poeta (1983), Rte.: Nicaragua (Carta al mundo) (1984) y Mi hijo el Che (1985).
Restaurada la democracia en la Argentina, en las postrimerías de la URSS y durante el apogeo del bloqueo estadounidense, Birri inauguró y dirigió en 1986 la mítica Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños, Cuba, en la que Gabriel García Márquez, George Lucas y Francis Ford Coppola fueron seminaristas; la televisión se transformaba en el medio moderno de extensión del cine revolucionario. Birri se erigía, con la propuesta formadora de realizadores, como uno de los principales referentes del cine latinoamericano; por entonces, adaptó una historia de García Márquez en el film Un señor muy viejo con unas alas enormes (1988).
Birri intentó, sin éxito, retomar la experiencia del Instituto documentalista en Santa Fe a principios de los ‘90; desde Alfonsín, pasando por el hiperliberal menemismo y hasta el fiasco de la Alianza, los gobiernos siguieron ignorando el potencial del séptimo arte autóctono. Birri realizó algunos filmes menores: Che, ¿muerte de una utopía? (1997), Enredando sombras (1998), sobre los cien años del cine latinoamericano, y El siglo del viento (1999), visión de Eduardo Galeano de la historia de América Latina.
Después del Argentinazo, Birri recibió en reiteradas ocasiones homenajes, premios y honores internacionales por su trayectoria. En el 2004, apadrinó la apertura del Instituto Superior de Cine y Artes Audiovisuales de la ciudad de Santa Fe, donde sus conclusiones de un cine crítico se actualizaron: el cine militante no podía restringirse solamente a documentar y “enjuiciar”; con la lucha del ojo mecánico “en defensa de” se propuso luchar también “en contra de”. En el 2006 dirigió ZA 05, un homenaje a Zavattini y a Eisenstein, y en 2007, Elegía friuliana, sobre la historia de sus antepasados en Italia.
A mediados del 2008, Birri donó toda su obra –películas y escritos– a la Biblioteca de la Universidad de Brown de la ciudad estadounidense de Providence, Boston, porque en los últimos quince años ni Argentina, ni Cuba, ni Italia habían mostrado ningún interés real y concreto en su legado. En 2011 rodó su último largometraje en Santa Fe, El Fausto criollo, saldando así la vieja deuda de dirigir una película de temática histórica. Alejado de la dirección, en 2013 protagonizó Paisajes devorados, la última película de Eliseo Subiela (fallecido en 2016).
En 2015, Birri recibió en Roma un tardío reconocimiento –por su aporte al cine nacional y latinoamericano y por su lucha cultural, política y social– de parte de CFK, con el que la expresidenta intentó subsanar su omisión a las políticas audiovisuales de preservación del acervo cultural cinematográfico argentino.
En sus últimos años, la Universidad de Boston, su casa en San José del Rincón (Santa Fe) y su departamento en Roma fueron parte de su único itinerario de viajes. El gran maestro Fernando Birri, el “padre del nuevo cine latinoamericano” por sus filmes que hicieron historia y especialmente por su vocación docente, murió a los 92 años el 27 de diciembre pasado en Roma, Italia.
Birri no planteaba reivindicar un género cinematográfico –el documental–, sino que apuntaba a combatir el subdesarrollo también mediante el cine. Su propuesta era por la libre expresión de un género necesario para luchar.
El actual abismo en la industria cinematográfica argentina entre las patronales y las burocracias de añoranza kirchnerista, que pretenden el control de las cajas de la actividad audiovisual, y la gestión política y financiera macrista, que pretende avanzar en el ajuste y la censura sobre la producción entregando a la banca privada la administración de fondos públicos para lucrar con ella, dejan al descubierto una continuidad de la responsabilidad principal del Estado en el advenimiento de la noche del cine argentino –en particular, de la realización documental.
La situación crítica de técnicos y obreros del cine, las restricciones a las organizaciones gremiales de la industria, las violaciones a leyes cinematográficas, la disminución de producción de películas y de asistencia del público a salas, la degradación de películas por parte de los Palito Ortega de la burguesía colonizada y la censura (no solo en términos de prohibición, sino en sus múltiples manifestaciones) son las políticas de concepción libreempresista y de invocaciones verborrágicas a la libertad de expresión a que los distintos gobiernos, de laya castrense o constitucional, han sometido al sector de la industria audiovisual de masas.
No es una utopía, sino una clase magistral con la que nos flechó Birri. La organización de los trabajadores del cine en defensa de nuestros intereses debe volcarnos hacia una creciente oposición a los gobiernos proimperialistas.

German Cabanillas

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