lunes, febrero 19, 2018

El sitio de Cuautla de 1812



El 19 de febrero de 1812 dio inicio uno de los episodios más heroicos de la lucha por la independencia de México. Vale la pena volver la mirada hacia éste en tiempos de la infame subordinación del gobierno a la administración Trump.

En Cuautla de Amilpas –hoy parte del estado de Morelos-, tuvo lugar una batalla que determinó el comienzo del sitio de Cuautla.
Por la madrugada, tropas numerosas y bien pertrechadas del ejército virreinal, comandadas por el general Félix María Calleja, atacaron esa población en la que se había instalado el Ejército Insurgente comandado por José María Morelos y Pavón.
Los realistas creían que podían tomar la plaza en menos de dos horas y que apresarían a los principales líderes de la insurgencia. No lo lograron.
Las huestes de Calleja estaban integradas tanto por destacamentos criollos como españoles; sumaban unos 7,000 hombres.
Por su parte, el ejército de Morelos, de unos 3,000 combatientes, tenían muchas menos armas y entrenamiento que los realistas. Estaba formado por negros y mulatos provenientes de la costa, que habían sido esclavos, campesinos pobres, peones, y subalternos de todas las castas oprimidas del Virreinato de Nueva España.
Abundaban los casos de soldados realistas que, tras ser aprehendidos por los insurgentes, se volvían contra los españoles y se pasaban del lado de la independencia.
Así fue que tras ser derrotadas, ese mismo 19 de febrero de 1812, por la tarde, las tropas de Calleja huyeron en desbandada y más tarde se reorganizaron para poner sitio al poblado.
El cálculo militar de Calleja lo llevó a cometer un gran error: consideró que al tener una preparación inferior y poco armamento las tropas independentistas, no podrían resistir una ofensiva llevada a cabo por batallones militares bien entrenados y armados. Contaba también con que la precariedad de las viviendas de Cuautla, con cimientos de adobe y techos de zacate, no brindarían refugio seguro a los sitiados.

El asedio

De mil y una formas los realistas intentaron quebrar la moral de los insurgentes y los pobladores. Cortaron el agua, impidieron la provisión de alimentos y hasta contaminaron los pozos internos con animales muertos.
Ante los ataques recurrentes de las tropas de Calleja, las humildes casas de los pobladores de Cuautla se desmoronaban. Los primeros días, hombres, mujeres y niños fueron presa del terror. Al transcurrir el tiempo, el estruendo de las bombas pasó a formar parte de su cotidianeidad. Morelos y sus hombres lograron transmitirles un valor sobrehumano para luchar por la independencia. Niños y mujeres se sumaron a la resistencia en Cuautla.
Nosotros hemos jurado sacrificar nuestras vidas y haciendas en defensa de nuestra religión santa y de nuestra Patria. Ya no hay España, porque el francés se ha apoderado de ella. Ya no hay Fernando VII porque él se quiso ir a su casa de Borbón en Francia y entonces no estamos obligados a reconocerlo por Rey, o lo llevaron a la fuerza, y entonces ya no existe. Y aunque estuviera, a un reino conquistado le es lícito reconquistarse y a un reino obediente le es lícito no reconocer a su Rey, cuando es gravoso en sus leyes que resultan insoportables, como las que de día en día nos iban recargando en este reino los malditos gachupines. Os diré por último que nuestras armas están pujantes y la América se ha de poner libre, queráis o no queráis vosotros. José María Morelos
Para levantar la moral del pueblo, Morelos explicó una y mil veces la necesidad de independizarse de España, en esos momentos sometida a la invasión francesa que dirigió Napoleón Bonaparte en el contexto de las Guerras Napoleónicas. Con el agravante de que la corona española había entregado el territorio sin luchar, mientras el bravo pueblo de la península junto a algunos militares defendían su país.
Y también, como una forma de agravio a los realistas, durante el asedio se multiplicaron las fiestas y bailes en el pueblo. Una demostración de su fortaleza de espíritu y su convicción de que su lucha era justa.
Ardían de indignación Callejas y sus comandantes. Otorgó un indulto para quebrar a Morelos y los insurgentes, y la respuesta del general insurgente fue “Otorgo igual gracia a vuestra merced y a los suyos. Es de usted humilde servidor, el fiel americano Morelos.” Ni el hambre, ni los ataques, ni las muertes, nada podía frenar la lucha por la independencia.
Así fue que los insurgentes junto a los pobladores de Cuautla, resistieron 72 días de asedio y lograron romper el sitio el 3 de mayo de 1812. Morelos y sus tropas habían obtenido un gran triunfo moral sobre los realistas.
Carl von Clausewitz, un militar alemán, poco después de concluidas las Guerras Napoleónicas, escribió su obra “De la guerra”, donde formula su teoría de la guerra. Entre los conceptos que desarrolla plantea las fuerzas morales como un elemento que opera en conjunto con las fuerzas materiales. Y entre las fuerzas morales se cuentan el genio guerrero (capacidades del líder), las virtudes guerreras y el “espíritu nacional”.
Es claro que en el sitio de Cuautla entre las filas insurgentes –en inferioridad de condiciones en cuanto a armamento y entrenamiento frente a los gachupines– fueron el genio guerrero y el “espíritu nacional” -entendido como la convicción de la lucha por la independencia que cohesionó a las tropas de Morelos con los pobladores- los factores que determinaron la resistencia al sitio y el triunfo moral sobre el ejército realista, de retirarse de la plaza pero no entregarse ni rendirse.
El sitio de Cuautla queda inscripto en la historia del pueblo mexicano como uno de los episodios donde se revela la fuerza de las clases subalternas, ya en las primeras décadas del siglo XIX, para enfrentar a los opresores.
En nuestros días, es un recordatorio indispensable para los trabajadores, los jóvenes y los pueblos originarios que arden de indignación ante la imposición de la precarización laboral y la entrega de recursos del país a las trasnacionales.

Bárbara Funes

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